Dicen que espantan, las puertas se abren solas pero yo prefiero mantenerme alejada de esos temas. La imponente Casa Ibargüen, ubicada al filo de la 12 calle sobre la 7 avenida del centro histórico, con una puerta inmensa que da la bienvenida, es intimidante y clásica de la época en la que se construyó, 1778 y es que el tamaño de la puerta es acorde al modo de vida de aquellos años donde los habitantes de la ciudad se movilizaban a caballo y utilizaban carretones, era necesario tener un lugar amplio para ingresar; la aldaba o picaporte para anunciar la llegada resuena en toda la casa, en la parte de afuera cuenta con rejillas que son respiraderos, esto permite una temperatura adecuada en todos los espacios, de hecho hay ingresos en el suelo para dar mantenimiento subterráneo al sistema de ventilación.
Al ingresar se pueden observar gradas ya que la construcción de la casa esté en alto, así se protegía de las inundaciones, los acabados son todos finos, con cerámica vidriada que cubre las paredes, pero no de toda la casa sino solamente en donde se mantenían los dueños, el área de servidumbre no cuenta con estos detalles, en este sector se encuentra la pila, no es muy grande ya que no era necesario almacenar mucha agua porque el propietario, por su colaboración en el traslado a la ciudad había recibido lo que equivaldría hoy a 14 pajas de agua, un ciudadano actualmente tiene derecho a media paja, la pila tiene varias divisiones, una para textiles finos y así sucesivamente para diferentes usos; en el pasillo en el que se encontraba el comedor hay afuera un lavamanos, esto para comodidad y evitar movilizarse al baño, la residencia era llamada el “Palacio de Beltranena”, ya que fue la residencia de Mariano Beltranena y Llanos, firmante del acta de la independencia, y me resulta tremendamente cautivador saber que en la sala de este casa se realizó la celebración privada de independencia, lo cual consta en el tríptico que se exhibe en el Museo Nacional de Historia.
Uno de los baños, el de “la señora” cuenta con tecnología europea de la época, una tina equipada con sistema de hidroterapia y acabados de bronce y mármol, un lujo indiscutible. En 1898, la casa fue adquirida por el Banco de Occidente, y fue la primera agencia de ese banco en la ciudad de Guatemala, la propiedad fue remodelada y uno de los cambios fue el piso del pasillo principal, se dice que el dueño tenía nietos que jugaban con patines y se resbalaban en el piso anterior por lo que todo fue modificado para su comodidad; para 1905 la casa pasó a ser propiedad de la familia Ibargüen. Desde 2009 es sede de la Dirección del Centro Histórico de la Municipalidad de Guatemala y es asu vez un espacio de acceso público destinado para la cultura y exposiciones de arte, una residencia de estilo Historicista y Art Noveau que me resulta fascinante. ¡No deje de visitarla! 🇬🇹
Fotos: Valerie