Sísifo
1548 - 1549. Óleo sobre lienzo, 237 x 216 cmSala 027
La fuente literaria de las Furias son las Metamorfosis de Ovidio (IV, 447-64) y la Eneida de Virgilio (VI, 457-58), que narran el sufrimiento eterno en el Hades de Ticio, cuyo hígado devoraba un buitre por haber violado a Latona; Tántalo, condenado a procurarse en vano alimento y bebida por servir a su hijo Pélope de festín a los dioses; Sísifo, fundador y rey de Corinto, obligado a cargar con una roca por delatar los amores de Zeus con Egina, e Ixión, que había tratado de seducir a Juno, por lo que fue condenado a dar vueltas sin fin sobre una rueda. La elección de un tema tan inusual -hasta entonces Tiziano sólo había recibido de los Habsburgo encargos de retratos- recayó en María de Hungría (1505-1558), y su finalidad quedó clara al colgarse las pinturas en su destino original. El 22 de agosto de 1549 se inauguró la Gran Sala del palacio de Binche, cuya decoración conocemos por testimonios literarios y gráficos. Si éstos visualizan la ubicación de los cuadros en alto entre grandes ventanales, la prolija descripción de Calvete de Estrella (1552) revela la coherencia de un programa iconográfico cuya idea central era destacar el castigo reservado a quienes se alzan contra los dioses. En un ámbito saturado de referencias clásicas, Ticio y Sísifo de Tiziano y Tántalo de Coxcie ocupaban un lado largo de la sala, enfrentados a una serie de tapices con la victoria de las Virtudes sobre los Vicios (la Avaricia de nuevo representada por Tántalo). En los testeros colgaban medallones de Adriano y Julio César, y sobre ellos cuadros de Coxcie con la contienda de Apolo y Marsias y el ulterior desollamiento del sátiro. Redundando en esta idea, la sala acogía representaciones del gigante Encelado quemado por Zeus, de Faetón, y de Plegias, padre de Ixión, condenado al infierno por quemar el templo de Apolo en Delfos, acompañadas de inscripciones alusivas. Con las Furias, encargadas en Augsburgo tras la batalla de Mühlberg, María quiso mostrar en clave mitológica el destino reservado a quienes se rebelan contra su legítimo señor, equiparando el desafío a los dioses con el de los príncipes alemanes al emperador.
En el modo de representar los episodios se advierte una traslación de elementos de la iconografía cristiana a la mitología. Para visualizar el Hades, Tiziano recurrió a fuegos, -en el caso de Sísifo también a dos enormes monstruos cuyas fauces abiertas remiten directamente a imágenes del Juicio Final-, mientras el carácter negativo de los personajes se sugiere acompañándolos de serpientes, elementos ignorados por Ovidio y presentes también en el grabado de Tántalo.
Las Furias son inconcebibles sin la experiencia romana de Tiziano. Aunque en Venecia había desde al menos 1523 una copia romana del grupo helenístico conocido como los Galos o Gálatas, del que deriva el desaparecido Tántalo, sólo tras 1546 se percibe en su obra una fusión satisfactoria de la estatuaria clásica y el arte de Miguel Ángel. Como en las coetáneas pinturas para Santo Spirito in Isola (hoy en Santa Maria della Salute) o La visión de San Juan Evangelista (Washington, National Gallery), con las que las Furias comparten estar concebidas para contemplarse en alto, nos encontramos ante figuras de monumentales anatomías, a menudo desnudas, que crean el espacio en lugar de estar dentro de él. Lo interesante es que, partiendo de tales premisas, Tiziano llegó mediante el color a resultados muy distintos. Sísifo constituye el mejor ejemplo, pues a diferencia de Ticio, la sensación de dinamismo no fue confiada a la torsión del cuerpo, sino a las vibrantes lenguas de fuego y lava que caen de la cima de la montaña, plasmadas en densas pinceladas de rojo y amarillo.
Las Furias permanecieron en Binche hasta la destrucción del palacio por tropas francesas en 1554. En 1558 María de Hungría las legó a Felipe II, que las destinó al Alcázar de Madrid, donde en 1566 el poeta Juan de Mal Lara compuso para cada una cuatro versos latinos y una octava. Permanecieron en el Alcázar hasta el incendio de 1734, cuando ardieron Ixión y Tántalo. Tras un efímero paso por el Buen Retiro, donde se citan en 1747, se colgaron en la antesala del Palacio Real Nuevo hasta su ingreso en el Museo del Prado en 1828.
Falomir Faus, Miguel, Tiziano, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2003, p.214