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Aquel 19, crónica de un día histórico

Por: Guillermo Segovia Mora

Abogado y politólogo


La expectativa era grande, no era descartable un fraude, así la Registraduría ahora encuentre coartada para alardear que nunca se contempló, o la interrupción del proceso electoral, a nombre de la seguridad del Estado, ordenada por el presidente, basada en evidencias fabricadas, que también se rumoró. Uno de los expresidentes presionó desesperado por esa salida. Cualquier cosa era posible.

Finalmente, los factores de poder optaron por que se respetaran los resultados previstos en la semana anterior a las votaciones, conscientes de que la gente no se dejaría embaucar y que era mejor buscar acuerdos, después del júbilo electoral, para tratar de moderar una propuesta de cambios enfilada a alterar la estructura de injusticia y desigualdad imperantes.


El intento final de los “Petrovideos”, publicitados por la revista Semana y reproducidos con ligeras acotaciones por varios medios que compartían el propósito de parar a Petro —escándalo con el que quisieron un “Watergate” al revés: los infiltrados eran los culpables—, fracasó. La derecha contaba los días comiéndose las uñas, agradecida con los estrategas del candidato “independiente”, al que se ancló, para que no lo dejaran aparecer más. Se aferraron a una rama en una bajada de río embravecida.


Las andanzas pasadas del advenedizo político Hernández, siempre actuando a su parecer y contra lo que sea, al poner en riesgo sus posibilidades, sacudieron al antipetrismo promovido por lo más cavernario y privilegiado del establecimiento. “El ingeniero” se hundió con su proceso por corrupción y las denuncias de sus artimañas inescrupulosas, su lengua incontenida y un yate lleno de chicas alegres en medio de un jolgorio que para nada se podía justificar en su cruzada contra los corruptos.


La pelea en las urnas, aun así, no fue fácil. La Colombia conservadora, afectada en el pasado por la guerrilla, nostálgica de capataz, pater familias y misa de domingo, que no para bolas a programas de redención sino a cruzadas vengativas, auspiciadas por unos líderes que, en el anticomunismo, camuflan el temor de poner en riesgo riquezas ganadas con ventajas y, a veces, malhabidas, a pesar de verse mal representada, votó contra Petro y se impuso en medio país, el centro expandido, menos pobre y más desarrollado, exceptuando Bogotá y algunas capitales.

A fuerza de coraje, la otra media Colombia, la periferia olvidada, el litoral Pacífico afrodescendiente relegado y empobrecido, los Andes del sur y sus campesinos e indígenas ignorados por siglos, los pueblos del Caribe, en la costa y las sabanas, postergados siempre, y los pobres de las grandes ciudades aliados con la juventud angustiada por el futuro, y unas clases medias ilustradas retadas desde años a mostrar las razones de su rebeldía, se impusieron en una jornada épica. Al final, por una pequeña pero definitiva diferencia, el 19 de junio de 2022, en segunda vuelta, se impuso el Pacto Histórico con Gustavo Petro y Francia Márquez.


Las imágenes de la “juntanza” de la victoria son emocionantes e inolvidables. La Colombia profunda de indígenas, negros y campesinos agarró camino temprano en medio de cantos y alegría, en caravanas de a pie, chalupas, canoas, buses escalera y caballos, a los puestos de votación. Tras los resultados victoriosos, los pueblos olvidados se llenaron de júbilo: Cali en su Portal de la Resistencia; Pasto en carnaval; Timbiquí celebrando ser el municipio más petrista de Colombia; Ciénaga de Oro, Córdoba, orgullosa de su hijo Petro; Yolombó en Suárez, Cauca, de ser la patria chica de Francia Márquez.


Nariño, Cauca, Valle del Cauca y Chocó forjaron mayorías por encima del 80%, la costa norte aumentó su votación, Bogotá no solo rompió techo sino que casi llega a las estrellas con medio millón de votos más que en la primera vuelta, asegurando la victoria. En terrenos del uribismo, la campaña petrista ganó votación. En muchos lugares se revivieron esas mágicas jornadas en las que Colombia olvida los linderos: el empate con la URSS en el 60, el 5 a 0 con Argentina, el empate con Alemania o la selección que hipnotizó en Brasil 2014 y nos hizo sentir coraje en Rusia 2018.


En un coliseo privado con capacidad para reunir 10 mil personas, se hizo el canto de victoria. En la tarima, la familia de Petro, sus hijos e hijas, de su matrimonio actual y de relaciones anteriores, hermanados, emocionados, su padre y su esposa Verónica. Del lado de su compañera de fórmula, Francia Márquez Mina, su madre, la recia e inconmovible luchadora, Gloria Mina, su hija, su hermana, el admirado líder afro Carlos Rosero, sus comadres y su camarada del Polo Democrático, Alexander López.


Francia abrió para ofrecer el triunfo, “este momento histórico”, y el trabajo de gobierno a los luchadores sociales asesinados y perseguidos durante décadas, a las mujeres violentadas, “les damos las gracias por haber hecho el camino, por haber sentado la semilla de la resistencia y la esperanza”. Resaltó, “después de 214 años logramos un gobierno popular, el gobierno de la gente de las manos callosas, de la gente de a pie, de los nadies y las nadies de Colombia”. Enfatizó, “vamos a reconciliar esta nación de manera decidida”. Y, parada en su dignidad, concluyó, “soy la primera mujer afrodescendiente de Colombia que llega a la Vicepresidencia”, mientras saludaba y daba paso a “nuestro presidente”.


En medio de lágrimas de familiares y simpatizantes, Gustavo Petro agradecido, brindó palabras de amor a su madre en el exilio, a su padre orgulloso hondeando la bandera de Colombia, a sus hijos, a Sofía, su hija, que con dulzura e inteligencia ganó corazones; a Verónica, su esposa, que ha impuesto un estilo y una agenda impregnada de colombianidad que marca huella. Un beso de la pareja presidencial, a petición de los asistentes, inusual en estos eventos, confirmó la alegría de la noche. Y, desde luego, la gratitud a Francia “con todo lo que significa para el pueblo colombiano”.


Una vez controló la emoción, Petro tomó la palabra para, como es su talante, poner el foco: amor, esperanza, unidad para reconciliar las dos colombias divididas, y cambio. “Lo que ha ocurrido hoy con estos once millones de electores es un cambio. Lo que viene ahora es un cambio real, en ello comprometeremos la existencia, la vida misma. No vamos a traicionar a este electorado, que lo que ha gritado al país y a la historia es que, a partir de hoy, Colombia cambia. Colombia es otra.”


Gratitud y convocatoria al electorado, “ahora ustedes son la fuerza del cambio”, remembranzas a la resistencia, a la rebelión, a las víctimas, a los jóvenes reprimidos: “Liberen a los jóvenes”, le pidió al Fiscal, quien se había acelerado en las últimas semanas en judicializar a los jóvenes protagonistas de recientes protestas, por si “había que controlar las cosas”. Un coro de “libertad, libertad”, copó el auditorio.


“Este gobierno quiere constituir a Colombia en potencia mundial de la vida”, que consiste en paz, justicia social y justicia ambiental, dijo, mientras detrás era vitoreado en su aparición el emblemático Antanas Mockus, al que dio un gran abrazo de gratitud por su respaldo en la recta final con el anuncio de su voto y una proclama pletórica de razones y buenos deseos.


Convocó a la paz a su adversario y sus votantes, al perdón mutuo, “no más venganza, odio ni sectarismo”, ofreció respeto total a la oposición, urgió ampliar el gran Acuerdo Nacional a partir de diálogos regionales por la paz y la prosperidad, en la diversidad e inclusivos. Acuerdos que deben llevar a priorizar reformas en favor de la juventud y las mujeres, fuerzas determinantes en el triunfo, para hacer carne y vida la Constitución de 1991, “la paz es que alguien como yo pueda ser presidente”.


A la campaña de desprestigio y desinformación le respondió: “No vamos a expropiar. Vamos a desarrollar el capitalismo, no porque lo adoremos, sino porque tenemos primero que superar el feudalismo, la premodernidad, los nuevos esclavismos…Tenemos que construir una democracia a partir del pluralismo de conciencias, ideológico, de colores, económico…Por eso queremos transitar de la economía extractivista a la economía productiva que es la base de la riqueza que depende del trabajo, que si es colaborativo tendrá el respaldo del gobierno. Sobre la base de producir podremos redistribuir, sobre la base del conocimiento y el respeto a la naturaleza…”.


Mientras enfatizaba en su discurso, detrás asomaba, en las manos de su mamá, el retrato de Dilan Cruz, el muchacho asesinado por el Esmad de la policía en las protestas de noviembre de 2019. Petro, sorprendido, cortado repentinamente en su discurso, le dio la palabra y un beso, ella la bienvenida en nombre de las víctimas y exigió justicia. “Este gobierno luchará para que nunca más una madre tenga que exigir justicia por su hijo asesinado”, respondió.


Para que haya justicia ambiental, prosiguió Petro, “queremos que Colombia se coloque al frente en el mundo en la lucha contra el cambio climático ante la advertencia de la ciencia de que la vida puede perecer en el corto plazo”. Para prevenirlo propuso replantear las relaciones con Estados Unidos hacia acuerdos para la protección de la Amazonía, “la esponja del mundo”, para salvar la humanidad.

Frente a las críticas por su política de transición energética propuso el diálogo de las Américas para sentar las bases de la descarbonización en favor de una economía de la vida y profundizar la integración de América Latina, “como resumen cósmico del planeta”, para construirse a partir de reforma agraria, industria, nuevas tecnologías, productiva y no extractivista, que potencie el conocimiento y el saber. “Que a partir de sus raíces negras e indígenas proponga al mundo un reequilibrio con la naturaleza para poder vivir y existir, una Latinoamérica junta que le pueda decir al mundo, llegó el momento de cambiar para poder vivir sabroso”.


Al finalizar ese día histórico, contó, “me lo soñaba de vez en cuando si iba a ser posible”, ante el coro “si se pudo” del público. Eufórico, agregó, “somos una demostración de que la paz es posible, de que los sueños se pueden volver realidad, los sueños de justicia de libertad, de igualdad, de libertad son posibles…Gritemos Libertad.”


“Libertad para que nunca más la masacre anegue el territorio, para que nunca más un gobierno asesine a sus jóvenes, libertad para que nunca más una política económica le quite la comida al niño a la niña, libertad para que los sueños puedan ser, para que una democracia aquí se pueda construir, para que una república sea posible, una democracia multicolor, una democracia profunda sea posible…para que una democracia de los hombres y mujeres verdaderamente libres sea posible”.


En medio de la fiesta prolongada por un día no laboral, el país regresó a sus rutinas con expectativa ante los intentos de una oposición radical, reducida pero envalentonada, de causar pánico y augurios sombríos, de un lado, y acuerdos políticos que parecerían dirigidos a hacer posibles, por lo pronto, algunos de los cambios más urgentes que demandan miles de colombianos excluidos, empobrecidos y esperanzados, que con su voto le están dando una nueva oportunidad a la democracia para que “la dignidad se haga costumbre” y, de esa manera, sea posible “vivir sabroso”.

 

*Las opiniones expresadas en esta publicación son de exclusiva responsabilidad de la persona que ha sido autora y no necesariamente representan la posición de la Fundación Paz & Reconciliación al respecto.

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