Por donde entra la luz, Sara Donati

Page 1


Por donde entra la luz

Sara Donati

Traducción de Rosa Sanz


POR DONDE ENTRA LA LUZ Sara Donati POR LA AUTORA BEST SELLER MUNDIAL DE LA EDAD DORADA, LLEGA LA NUEVA EPOPEYA HISTÓRICA DE SARA DONATI SOBRE DOS DOCTORAS PIONERAS EN EL NUEVA YORK DEL SIGLO XIX.

La obstetra Sophie Savard regresa a casa en Manhattan a principios de la primavera de 1884 para reconstruir su vida después de la muerte de su marido. Con la ayuda de la doctora Anna Savard, su amiga más querida, prima y compañera médica, planea continuar su trabajo ayudando a las mujeres desfavorecidas que la sociedad preferiría olvidar. Mientras Sophie se dispone a construir una nueva vida, el marido de Anna, el inspector de policía Jack Mezzanotte, les pide ayuda en dos nuevos casos: la esposa de un prominente banquero ha desaparecido y encuentran el cadáver de una joven con heridas inexplicables que indican que un asesino anda suelto. En Nueva York parece que el avance de la mujer ha sacado lo peor de algunos hombres. Incapaces de ignorar la difícil situación de los menos afortunados de la ciudad, estas intrépidas primas recurren a todos los recursos a su alcance para proteger a sus pacientes. ACERCA DE LA AUTORA Sara Donati es el seudónimo de Rosina Lippi, autora best seller de la serie Wilderness publicada anteriormente en España por Salamandra. Nacida en Chicago, vive con su esposo, su hija y sus mascotas entre Bellingham Bay y la cordillera de las Cascadas. Es autora también de La edad dorada, novela publicada en este sello editorial. ACERCA DE LA OBRA «Poniendo el foco en unas mujeres médicas inteligentes y valientes, que entonces eran una rareza, aunque no algo desconocido a fines del siglo xix, esta novela destaca sobradamente en el género de la ficción histórica.» BookBrowse «Los lectores de ficción histórica encontrarán la narrativa espléndidamente detallada de Donati a la vez que satisfactoria y estimulante.» Shelf Awareness


Para mi prima Mary Reardon Travis, quien recuerda


La herida es el lugar por donde entra la luz. Cita atribuida al poeta persa Rumi


Dramatis personae

Familia Verhoeven Sophie Savard Verhoeven, médica Peter, Cap, Verhoeven, abogado; Pip, el perro de ambos Conrad Belmont, tío de Cap, abogado Bram y Baltus Decker, primos de Cap, abogados Stuyvesant Square Minerva Griffin, viuda, filántropa Nicholas Lambert, sobrino nieto de Minerva, médico foren­ se del hospital Bellevue Casa Quinlan en Waverly Place (Rosas) Lily Quinlan, pintora y viuda de Simon Ballentyne (1) y de Harrison Quinlan (2). Nacida Lily Bonner de Paradise Henry y Jane Lee, servicio interno Elise Mercier, estudiante de Medicina Bambina Mezzanotte, estudiante de Arte Casa Mezzanotte-Savard en Waverly Place (Hierbajos) y allegados Jack Mezzanotte, inspector de policía de Nueva York Anna Savard Mezzanotte, médica y cirujana Eve Cabot, su ama de llaves Skidder, su perro Oscar Maroney, inspector de policía de Nueva York, compa­ ñero de Jack Ned Nediani, amigo de la familia

11


sara donati

Weeksville, Brooklyn Delilah Reason, viuda Sam Reason, su nieto adulto, impresor

12

Personal de los distintos hospitales y dispensarios Laura McClure, médica, Hospital de Caridad New Amster­ dam Maura Kingsolver, médica y cirujana, Hospital de Caridad New Amsterdam Gus Martindale, médico, Hospital de Caridad New Amster­ dam Sally Fontaine, estudiante, Escuela Femenina de Medicina Margit Troy, enfermera, Hospital de Caridad New Amster­ dam Marion Ellery, enfermera, Hospital de Caridad New Ams­ terdam *Abraham Jacobi, médico pediatra, Hospital Infantil *Mary Putnam Jacobi, médica y profesora, Escuela Femeni­ na de Medicina Martin Zängerle, médico, Suiza Manuel Thalberg, médico, Dispensario Alemán Pius Granqvist, director médico, Hospital Infantil Nicholas Lambert, especialista forense, Bellevue Neill Graham, médico y cirujano, Hospital Femenino Alrededores de Jefferson Market Nora y Geoffrey Smithson, botica Smithson Reverendo Crowley, orfanato El Redil del Pastor Señora Crowley, su madre, viuda Grace Miller, limpiadora de El Redil del Pastor Thaddeus Hobart, librería Hobart Kate Sparrow, Patchin Place Familia Louden Jeremy Louden, banquero Charlotte Abercrombie Louden, su esposa Leontine Reed, doncella de Charlotte Louden Minnie Louden Gillespie, su hija casada Ernestine Abercrombie, madre de Charlotte


p or d o n d e en tr a la lu z

Familia Mezzanotte y allegados Alfonso y Philomena Mezzanotte, floristas, Manhattan Ercole y Rachel Mezzanotte, floricultores y apicultores, Green­wood (Nueva Jersey); sus hijos adultos y sus fami­ lias, incluidos Leo, Carmela y familia, Greenwood, incluidos Rosa, Tonino y Lia Russo, huérfanos Jack y Anna Savard, Manhattan Celestina, Brooklyn Bambina, estudiante, Manhattan * Los asteriscos indican personajes históricos

13


LA FAMILIA SAVARD

DE NUEVA ORLEANS Y NUEVA YORK

Catherine Trudeau

c. Jean-Batiste Savard llamado Saint-d’Uzet

c. Amélie (seminola)

Paul de Guise Savard Philippe Savard Jean-Benoit (Ben) Savard c. Julia Livingston nacida Valentine Amélie Savard Henry de Guise Savard c. Curiosity (Birdie) Bonner

Paul Savard

Lilianne (Anna) Savard

Henry Savard


LA FAMILIA FREEMAN DE NUEVA YORK

Galileo y Curiosity Freeman

Almanzo Freeman

Polly Freeman

Daisy Freeman c. Selah Voyager

c. Hannah Bonner (La pionera de los Mohawk)

Galileo (Leo) Freeman

c. Danaé Anne Martin

John Savard Eliza Savard

Simon Savard c. Selah Freeman Sophie Élodie Savard


AVENIDA

CALLE 15

SEGUNDA

RUTHERFORD PLACE

CALLE 16

LIVINGSTON PLACE

TERCERA AVENIDA

CALLE 17

LEYENDA

1. Hummel 2. Frankel 3. DeClerk 4. Baumgarten 5. Apartamentos St. George 6. Casa de San Juan Bautista 7. Webster 8. Verhoeven 9. Fish 10. Iglesia Católica Romana de San Egidio 11. Griffin 12. DeVelder 13. Iglesia Episcopal de San Jorge

14. Rectoría 15. Taberna 15. El Salón 17. Doctor Cox 18. Seminario Cuáquero 19. Casa de Juntas de los Cuáqueros 20. Iglesia Luterana de Santiago 21. Hospital Materno-Infan­ til de Nueva York 22. Escuela Femenina de Medicina


parte i Hierbajos y Rosas 1 de enero-24 de marzo de 1884


A la señora Lily Quinlan y familia Waverly Place, 18 Nueva York (N. Y.) Estados Unidos

Q uerida tía, queridos todos: En estas fechas, los suizos se felicitan diciendo: «Rutscht gut rein ins neue Jahr!», lo que, si no he entendido mal, significa: «Que te deslices con buen pie en el nuevo año». Supongo que tie­ ne sentido, por la nieve, las montañas y las cantidades de schnapps que se consumen durante las celebraciones. Además, por algún motivo que nadie sabe explicar, se cree que los cerdos traen buena suerte para empezar el año. De ahí este pequeño obsequio en tinta china, a falta de mazapán rosado. Confío en que la tía Quinlan no estará des­ lizándose por ningún lado, sino sentada en el salón, envuelta en el mantón azul que resalta el color de sus ojos, rodeada de todos voso­ tros. Cuánto me gustaría estar allí para desea­ ros salud y felicidad en este nuevo año de 1884, pues es lo que anhelo de todo corazón. Cap lamenta especialmente haberse perdido el tradicional pavo de Año Nuevo de la señora Lee. Al parecer, esa ave en particular no se conoce en los Alpes. Pero no temáis: nos sirven comida rica en abundancia. Aunque la señora Fink no tiene tanto talento como la señora Lee, comemos regularmente y muy bien. Ahora está en calma, pues Cap duerme. Pip se acurruca contra su hombro, apoyando el morro sobre la arteria del cuello debajo

21


sara donati

22

de la oreja izquierda, un perrillo atento con instinto de enferme­ ro. Así, tengo algo de tiempo para escribir sin detenerme para to­ marle el pulso. ¿Recordáis que Cap dijo que no echaría de menos la abogacía? Resulta que hizo tal declaración a sabiendas de que aún podría ejercerla conmigo. Escriba lo que escriba, a una persona u otra, si no echo la carta al correo antes de que se dé cuenta, insiste en que le lea cada frase. Sus contribuciones consisten en reformulaciones estilísticas y, algunas veces, correcciones a mi razonamiento, me­ moria o gramática. En más de una ocasión me he sentido tentada de lanzarle el tintero a la cabeza (una tradición familiar, estableci­ da, si la memoria no me falla, por la tía Quinlan poco antes de su primer matrimonio con el tío Ballentyne). Por suerte, Cap siem­ pre se detiene antes de incitarme a la violencia. Y luego halla una manera de hacerme reír. Debimos haber supuesto que la estancia en un sanatorio, aun­ que recóndito y enclavado entre glaciares alpinos, no lograría aca­ bar con su curiosidad. Ni siquiera el bacilo Mycobacterium tuber­ culosis ha podido hacerle mella. Se dedica a estudiar los tomos de la biblioteca médica de la clínica y cada publicación que trate sobre las enfermedades del pulmón, aunque sea tangencialmente. Llega­ do este punto, creo que sabe tanto de la tuberculosis como yo. Por suerte, el doctor Zängerle está mejor informado que ambos. Cuando Cap no tiene fuerzas para sostener un libro, me exige que se lo lea en voz alta. Incluso cuando puede leer y escribir por sí solo, me pide ayuda con la terminología médica (lo que ocurre con menos frecuencia a medida que progresa en sus estudios). Sus interrogatorios suelen devenir en investigaciones sobre etimolo­ gía griega y latina, y la consulta de textos de anatomía y sus ilus­ traciones. Aunque le fallen los pulmones, su intelecto se mantiene tan vivo como siempre. Vuestra carta del 9 de diciembre ha llegado esta mañana, escrita con tanta diligencia por la señora Lee, con su cuidada letra. Tam­ bién hemos recibido hoy una carta de Conrad sobre la vista por la custodia. Las noticias resultan cuando menos inquietantes. Ojalá pudiera contribuir con algo más útil que estas misivas. Hasta que el tribunal tome una decisión, confiaré en que todo siga un curso justo y razonable, y en que los niños puedan quedarse en Waverly Place con Anna y Jack, como debe ser.


p or d o n d e en tr a la lu z Lamento decir que mi informe semanal sobre el estado de Cap tampoco es el que me gustaría. Hace unos días sufrió una atelecta­ sia pulmonar. En una persona sana, el proceso se habría revertido con el tiempo, acompañado de reposo y ejercicios respiratorios. En los casos de tuberculosis avanzada, se trata de una dolencia común, mucho más peligrosa y difícil de curar. De no ser por la rapidez del doctor Zängerle, la atelectasia de Cap habría sido mortal. Con la ayuda del doctor Messmer, insertó una cánula de drenaje entre sus costillas hasta la pleura, de tal modo que lograron descongestionar el pulmón. La cánula se ha dejado puesta a pesar de las complica­ ciones graves que podrían surgir a causa de la abertura artificial, pero, como ya sabéis, la ciencia médica es un ejercicio de malaba­ rismo constante entre riesgos y beneficios. Lo anterior significa, como supongo que imaginaréis, que no está mejorando. Reconozco que jamás creí que el aire alpino y la alimentación enriquecida fueran a reparar los daños de sus pul­ mones, pero sí esperaba que redujeran el avance de la enfermedad. Puede ser que lo hayan hecho. De cualquier manera, estoy donde debo estar, a su lado. Aunque vaya a dejarme demasiado pronto, aprovecharé cada momento con él hasta el último día. Cap se está moviendo. Es un alivio que pueda disfrutar de un sueño profundo; durante esos breves instantes, se parece al mu­ chacho que conocí cuando llegué a Waverly Place por primera vez hace casi veinte años. Estaba tan lleno de vida que nunca habría imaginado verlo así. Ahora debo terminar esta carta, antes de que me obligue a leérsela. Con todo mi cariño, vuestra afectuosa sobrina, prima, tía y amiga,

Sophie Posdata: Hemos recibido varias cartas largas y animadas. Marga­ ret nos escribió desde Grecia, donde sigue estando con sus hijos. Parece ser que viajar le sienta muy bien. Más sorprendente fue la carta de la prima Carrie, que nos habló de la nueva clínica que están construyendo en Santa Fe.

23


sara donati Posdata para la señora Lee: Ver su caligrafía en un sobre nos lle­ na de alegría a los dos. Disfrutamos especialmente de sus anotacio­ nes y observaciones en los márgenes. Es casi como oír su voz, que es quizá lo que más echo de menos. Salude al señor Lee y a su familia de nuestra parte. Y para Lia: En respuesta a la pregunta formulada al final de la últi­ ma carta de la tía Q, sí, el ama de llaves de verdad se llama Hannelore Fink. En alemán, fink no significa chivato ni soplón, como en inglés.

24


Waverly Place, 18 Nueva York / N. Y.

11 de enero de 1884

Q ueridos Sophie y Cap: Hoy nos ha llegado vuestra carta expresa con fecha de primero de enero, la cual hemos disfrutado mucho todos.* Me disculpo por la bre­ vedad de esta respuesta, pero escribo con premura para informar de una noticia infausta e inminente. El artículo adjunto de la edición de ayer del Herald explicará la situación. Esperamos recibir el vere­ dicto del tribunal en cualquier momento, puede que este mismo día. Después de haber hablado con Conrad, presiento que van a reti­ rar la custodia de los niños de Anna y Jack para encomendarla a la Iglesia católica. Tal vez me equivoque,† y espero equivocarme, pero en caso de no ser así, sabréis de Anna y quizá de Rosa dentro de poco tiempo. Anna estará devastada, Rosa estará inconsolable, y las dos os abrirán su corazón. No hace falta que os aconseje cómo res­ ponderles, pero he creído que os sería útil contar con un día o dos para pensar y estar preparados. Debéis saber que si el tribunal falla en favor de la Iglesia, Conrad presentará una apelación inmediata para impedir que los niños re­ gresen al orfanato hasta que el asunto esté resuelto.‡ Él cree que le será concedida la petición. Por otro lado, Anna y Jack han estado rodeados de personas bon­ dadosas, amigos y familiares. Os echan de menos, como no podía ser de otra manera, igual que os echamos de menos los demás, pero no ha habido falta de apoyo. Los padres de Jack y todos los Mezzanotte han asistido a las vistas con diligencia. De hecho, fueron entrevista­ dos en privado por el juez Sutherland, lo que sin duda será de gran ayuda, ya que son gente responsable, atenta y afectuosa, algo que el

25


sara donati juez podrá entender y valorar a pesar de que carezcan de afiliaciones religiosas tradicionales. Espero que así sea. Además, han llegado cartas de apoyo de muchos colegas, como los doctores Jacobi, direc­ tores de hospitales y capitanes del Departamento de Policía. Es posible que los días venideros sean agitados, pero os escribiré lo antes posible. Pienso en vosotros cada hora del día, y a menudo habitáis mis sueños, en vuestro acogedor nidito en lo alto de las montañas. Os ruego que nos escribáis pronto para contarnos cómo os encontráis, tanto en cuerpo* como en espíritu. Con todo el amor de vuestra tía, que os quiere bien,

Lily *Espero que recordéis los líos en los que se metieron los chicos de Margaret cuando encontraron esa botella de schnapps. Mi consejo es que os abstengáis.

26

†Todo el mundo ha llegado a la conclusión de que el juez les va a quitar a los niños. De nada sirve andarse con paños calientes. Y Anna lo que estará es furiosa. ‡Ni os preocupéis por los tribunales. De un modo u otro, Oscar se encargará de que no suceda nada parecido. *Hablando de cuerpos, a mí me gustaría saber qué os está dando de comer esa tal señora Fink, y si es suficiente. Os mandamos a Cap y a ti nuestros mejores deseos y oraciones. Vuestros amigos del alma, Jane y Henry Lee


p or d o n d e en tr a la lu z

LUNES,

7

DE ENERO DE

1884

UN TRIBUNAL DECIDIRÁ EL DESTINO DE TRES HUÉRFANOS ITALIANOS

El 27 de diciembre, tres ni­ ños (Rosa, de nueve años, Antonio, de ocho años, y Lia Russo, de seis años) comparecieron ante el juez Sutherland en la Sala Es­ pecial del Tribunal Supre­ mo para ser sometidos a un procedimiento de habeas corpus. El procedimiento fue solicitado por la Iglesia ca­ tólica romana a fin de reti­ rar la custodia de los tuto­ res actuales, el inspector Gian­carlo Mezzanotte, del Departamento de Policía de Nueva York, y su esposa, la médica Anna Savard. Los abogados de la Iglesia ale­ gan que fue un error con­ fiar a los menores a una fa­

milia no católica, «un error que debe ser subsanado», por lo que exigen que los hermanos Russo sean de­ vueltos al cuidado de las Hermanas de la Caridad. Largas horas se invir­ tieron en el testimonio de los niños, en reconstruir su historia, cómo perdie­ ron a sus padres, el miste­ rioso destino de un cuarto hermano (un crío llamado Vittorio) y las inusuales circunstancias que los lle­ varon al seno de la familia Mezzanotte-Savard. Es de esperar que el juez Sutherland, católico devoto, respete los deseos de la Iglesia, tal como lo ha hecho en el pasado.

27


sara donati

mezzanotte | savard Waverly Place, 22

nueva york (N. Y.) 13 de enero de 1884

Q ueridísimos Sophie y Cap:

28

Van a quitarnos a los niños. Únicamente contengo mi furia porque no tendrán que regresar al orfanato. En su lugar, el juez Sutherland ha ordenado que sean entregados a la tutela de Leo, uno de los hermanos de Jack, en Green­wood. Sé que Leo y Carmela tratarán a nuestros tres ahijados como si fueran sus propios hijos, y que los padres de Jack y el resto de los Mezzanotte harán lo imposible por facilitar la transición. Y, sin em­ bargo, estoy llena de preocupación. Mi único consuelo fue ver el ros­ tro del padre McKinnawae al percatarse de que había sido vencido. La tía Quinlan me recuerda que los niños han sobrevivido a cosas peores, y dice que también sobrevivirán a esto. Os ruego que me perdonéis, pero soy incapaz de relatar los deta­ lles de la vista y de su resolución, que encontrarás en los recortes de periódico adjuntos. He escogido los menos sensacionalistas entre muchos, e incluyo una reproducción del testimonio de Rosa que deja claro que se mantiene tan firme como siempre. Volveré a escri­ bir cuando logre ordenar mis pensamientos, y te mandaré una copia del fallo del juez Sutherland cuando esté disponible. Preferiría que no le contaras nada a Cap, si fuera posible. Estoy segura de que se obsesionaría, lo que no os haría ningún bien a nin­ guno de los dos. Así pues, añado una carta de Jack junto con el infor­ me de los crímenes de las multíparas para distraerlo. Pensaba que no podía extrañaros más, pero veo que he vuelto a equivocarme. Vuestra Anna


p or d o n d e en tr a la lu z

SÁBADO,

12

DE ENERO DE

1884

EL TRIBUNAL DECIDE EL DESTINO DE TRES HUÉRFANOS ITALIANOS. DESCONTENTO EN TODAS LAS PARTES

Ayer, el juez Sutherland emitió veredicto sobre la tutela de los hermanos Russo, quienes compare­ cieron ante la corte el pasa­ do 27 de diciembre. Para sorpresa de mu­ chos, no se concedió la pe­ tición de la Iglesia católica romana, pero los niños tampoco permanecerán ba­ jo la custodia de sus tuto­ res actuales. Por el contra­ rio, esta será transferida a uno de los hermanos del inspector Mezzanotte, cuya esposa se educó en Italia y es católica practi­ cante. Leonardo Mezza­ notte es uno de los propie­ tarios de la granja de la familia en Nueva Jersey, donde se dedica a la crian­ za de ovejas y de perros guardianes.

Al emitir su veredicto, el juez se dirigió a las par­ tes reunidas en términos muy claros: «Hay más de una manera de resolver este conflicto, y devolver a tres niños a la dura reali­ dad de un orfanato debería ser el último recurso, a pe­ sar de las buenas intencio­ nes que haya detrás. Ha­ biendo parientes a los que conocen los pequeños, en quienes confían y que pue­ den educarlos en el catoli­ cismo, no considero nece­ sario buscar más. Animo a los nuevos tutores a que soliciten la adopción lo an­ tes posible, para proporcio­ nar a estos chicos un hogar permanente». «Estamos muy decep­ cionados —declaró el ins­ pector Mezzanotte a los re­

29


sara donati

porteros—. Pero si los niños no pueden quedarse con noso­ tros, agradecemos que lo ha­ gan con mi hermano y su fa­ milia. Han sufrido demasiados abandonos en su corta vida y no deberían volver a pasar por la misma experiencia.» Andrew Falcone, abogado de la archidiócesis, hizo una declaración a la prensa: «Los niños católicos deben estar en familias católicas. Carmela Mezzanotte afirma ser católi­ ca practicante, pero su historia desmiente tal afirmación. No

30

solo se ha casado con una per­ sona de otra fe, sino que esta pertenece a una familia de ju­ díos y ateos. El juez Suther­ land parece no entender este hecho, o simplemente ha deci­ dido pasarlo por alto». Los hermanos Russo no estaban en la sala para escu­ char el fallo. «Por lo que esta­ mos agradecidos —comentó la doctora Anna Savard—. Una noticia tan devastadora es mejor darla en la intimidad y la seguridad del único hogar que conocen.»


p or d o n d e en tr a la lu z

SÁBADO, 12 DE ENERO DE 1884

UN SACERDOTE HABLA SOBRE LA CUSTODIA DE LOS RUSSO

El caso de la custodia de los hermanos Russo, en el que dos partes reclaman el de­ recho a cuidar de tres huér­ fanos italianos tras un bro­ te de viruela en Paterson (Nueva Jersey), continúa siendo un tema de discu­ sión e interés. El inspector Giancarlo Mezzanotte, del Departa­ mento de Policía de Nueva York, y su esposa han esta­ do cuidando de los huérfa­ nos desde que llegaron a la ciudad, circunstancia que la Iglesia católica romana ha cuestionado por moti­ vos religiosos. Como se es­ tableció durante la audien­ cia, el inspector Mezzanot­ te, cuya madre es judía, no alega ninguna filiación re­ ligiosa ni filosófica. La se­ ñora Mezzanotte es una de las llamadas librepensado­

ras y, por tanto, niega la existencia de Dios. Al final, el juez no otor­ gó la custodia de los tres ni­ ños a ninguna de las partes. En su lugar, serán retirados del domicilio de los Mezza­ notte en Waverly Place y puestos al cuidado de otros miembros de la familia Mezzanotte, católicos prac­ ticantes, que viven en una granja de Nueva Jersey. El padre John McKin­ nawae, fundador de la Mi­ sión de la Inmaculada Con­ cepción en Lafayette Place y un hombre que ha dedi­ cado su vida al cuidado de los huérfanos sin hogar, no quedó nada satisfecho con la sentencia: «Los niños que han sufrido la pérdida de ambos padres deben tener el consuelo de la fe en la que nacieron y fueron bau­

31


sara donati

32

tizados. Los Mezzanotte no están en condiciones de pro­ porcionar ni siquiera eso. A esta lamentable situación se suma el hecho de que la seño­ ra Mezzanotte está empleada como médica y trabaja mu­ chas horas. Una mujer que antepone su profesión a la crianza de los niños que le han sido confiados no tiene motivos para quejarse cuando se los quitan». Anthony Comstock, de la Asociación de Jóvenes Cristia­ nos, hizo un comentario simi­ lar en una declaración pública emitida tras la sentencia: «Los inocentes no deben ser deja­ dos a las maquinaciones de los impíos, que pueden exponer a los más vulnerables al peligro. En esto, al menos, el tribunal dictaminó adecuadamente». Los representantes de la

Iglesia también están descon­ tentos con la colocación de los hermanos Russo con familia­ res de los Mezzanotte. «La ex­ tensa familia Mezzanotte en Nueva Jersey también está le­ jos de ser ideal —dijo el padre McKinnawae—. Estos tres ni­ ños estarían mucho mejor con las Hermanas de la Caridad.» Conrad Belmont, abogado de los Mezzanotte, rechazó las acusaciones del padre Mc­ Kinnawae: «El tribunal no tuvo más que elogios para el inspector Mezzanotte y la doctora Savard, que han sido tutores dedicados y cariñosos para con los huérfanos Russo. Diríase que los agravios y ani­ mosidades personales del pa­ dre McKinnawae han despla­ zado la caridad y la compasión que tan fundamentales son para el cristianismo».


p or d o n d e en tr a la lu z

DOMINGO

13

DE ENERO DE

1884

LA VERDAD DE UNA NIÑA Fuentes cercanas a la inves­ dor, luego tomamos un tigación y a la vista sobre la tren y luego un coche de custodia de los huérfanos caballos. Pero Vittorio ya Russo nos han proporciona­ se había ido cuando lle­ do la transcripción de algu­ gamos. nos de los testimonios to­ Señor Falcone: Hacía muy mados en el despacho del mal tiempo, ¿no? Y usted juez. En particular, la entre­ y su hermana pequeña vista con Rosa, la hija ma­ estaban empapadas y se yor de los Russo, nos per­ resfriaron. mite conocer los anteceden­ Rosa Russo: ¿Y eso qué tie­ tes de la historia y un con­ ne que ver? Fuimos a texto que nunca se había buscar a Vittorio, porque revelado en las discusiones el cura malo se lo llevó y públicas. A continuación, no quiso devolverlo. ofre­cemos un extracto lite­ Señor Falcone: Señorita ral del interrogatorio del se­ Russo, el padre McKin­ ñor Falcone a la joven Rosa nawae dedica su vida al Russo. cuidado de los niños huérfanos en peligro. Es Señor Falcone: Señorita Rus­ una falta de respeto refe­ ­so, por favor, háblele al rirse a él de otro modo juez Sutherland sobre su que no sea padre McKin­ viaje a Staten Island con nawae. ¿Lo entiende? sus tutores actuales. Rosa Russo: Entiendo que se Rosa Russo: Fuimos a bus­ llevó a nuestro hermano car a Vittorio, mi herma­ y no quiere devolverlo. no pequeño. El señor Lee Señor Falcone: ¿El padre nos llevó al transborda­ McKinnawae le dijo que

33


sara donati

34

tenía a su hermano bajo su cuidado, que había prepara­ do una adopción? Rosa Russo: A la gente que hace cosas malas no le gus­ ta reconocer que las hace. Señor Falcone: Entiendo que el padre McKinnawae nunca le dijo que había entregado a su hermano con una fa­ milia adoptiva. Rosa Russo: ¿Sabe lo que ha­ bría que hacer? Obligarle a jurar sobre la Biblia. Juez Sutherland, ¿puede hacer que el sacerdote jure sobre la Biblia y responda a una pregunta? Porque su abo­ gado me está preguntando algo que solo puede respon­ der el cura malo. Juez Sutherland: Rosa, su sugerencia tiene lógica, pero por ahora le ruego que responda a las preguntas del señor Falcone lo mejor que pueda. Rosa Russo: Sí, señor. Lo in­ tentaré. Señor Falcone: Ahora, una vez más: ¿le dijo el padre Mc­ Kinnawae que hizo entrega de su hermano a una fami­ lia nueva? Rosa Russo: El cura malo nun­ ca responde a las preguntas. Solo las hace. Señor Falcone: Señorita Russo, comprendo que esté angus­

tiada, pero debo pedirle que recuerde las buenas mane­ ras. Vamos a intentarlo des­ de otro ángulo. ¿Por qué está tan segura de que el pa­ dre McKinnawae entregó a su hermano a una familia adoptiva? ¿Quién se lo dijo? Rosa Russo: Nadie. Señor Falcone: Pero debe de haber sacado la idea de al­ gún lugar, de alguna perso­ na. ¿Fue la doctora Savard quien se lo dijo? Rosa Russo: Se pueden apren­ der cosas sin que nadie te las diga. Se aprende miran­ do y escuchando. Y leyen­ do. Señor Falcone: ¿Es posible que haya oído algo sobre su hermano Vittorio que haya malinterpretado, o que sim­ plemente sea incorrecto? Rosa Russo: No. No es posible. Señor Falcone: ¿Está usted fa­ miliarizada con la noción de las falsas esperanzas, cuando se desea tanto algo que se imagina que es ver­ dad? Rosa Russo: Se supone que debo ser educada y respe­ tarle, pero usted quiere en­ gañarme. No es justo que intente hacerme decir algo que haga quedar mal a la tía Anna, que no ha hecho más que cosas buenas. No nos


p or d o n d e en tr a la lu z

echó cuando fuimos a bus­ carla a Rosas. Nos dio una cama grande para dormir, con mantas calientes, y bue­ na ropa, y mucha comida, y agua caliente y jabón para los baños, y la tía Quinlan, que habla italiano, y la tía Sophie, que conoce muchas historias, y la tía Margaret, que sabe de corsés y de mo­ dales y que me enseñó a leer. Y los señores Lee, que nos alimentan y nos ense­ ñan sobre jardines, y que nos llevaban a la iglesia in­ cluso cuando yo no quería ir. Lo único que hizo el cura malo fue llevarse a mi her­ mano, dárselo a una familia y negarse a devolvérnoslo. Haga que el cura malo jure sobre la Biblia y pregúntele dónde está Vittorio, y en­ tonces verá quién es bueno y quién es malo. Y, además, a ese cura no le gusta el tío Jack porque la nonna es ju­ día, aunque es la mejor per­ sona del mundo… Señor Falcone: Juez Suther­ land… Juez Sutherland: Déjela ter­ minar. Rosa Russo: Gracias. Y no le gusta la tía Anna porque li­ brepiensa,* pero sobre todo porque no le obedece. No le gusta nadie que no sea exac­

tamente como él y que no obedezca sus reglas. Pero yo no soy como él y no quiero serlo. Solo deseo recuperar a mi hermano, mi hermani­ to; yo estaba allí cuando na­ ció, y le di sorbos de agua a mamá e hice lo que dijo la levatrice [la comadrona]. Cuando mi mamá se estaba muriendo, le prometí que cuidaría de mis hermanos y de mi hermana, pero las monjas perdieron a mis hermanos, y lo único que quería era volver a encon­ trarlos. Y ahora no quiero responder a más preguntas. No hasta que el cura malo me responda a mí primero. Juez Sutherland: Creo que va­ mos a dar la sesión por ter­ minada. En el New York Times leí­ mos esta transcripción con gran interés y cierta curiosi­ dad. La joven señorita Russo plantea una cuestión pertinen­ te, y, de hecho, los registros indican que el padre McKin­ nawae fue interrogado sobre el paradero del niño Vittorio Russo. Cuando el señor Bel­ mont, abogado de la familia Mezzanotte-Savard, preguntó si el sacerdote tenía conoci­ miento del destino del niño, este se negó a contestar.

35


sara donati

* Nota del editor: Cree­ mos que la señorita Russo se refería al hecho de que la doctora Savard es una defen­

36

sora del librepensamiento, la filosofía propugnada por Ro­ bert G. Ingersoll, el Gran Ag­ nóstico.


p or d o n d e en tr a la lu z

DEPARTAMENTO DE POLICÍA DE LA CIUDAD DE NUEVA YORK

Calle Mulberry

13 de enero de 1884

Q uerido Cap: Como te prometí, te mando el informe del caso de los críme­ nes de las multíparas. Puede que sirva para distraerte de la in­ fausta noticia recogida en la carta de Anna, pero, aun así, dudo en hacerlo. Prefiero pensar en ti y en Sophie recogiendo perros callejeros, catando quesos y discutiendo los extraños hábitos de los médicos. Así pues, te sugiero que no lo leas, simplemente porque nuestra falta de avances te frustrará tanto como a nosotros. Asimismo te comento que los periódicos han descubierto por fin parte de los sucesos acontecidos durante el verano pa­ sado. Han clavado sus aguijones en Mamie Winthrop y me temo que persistirán hasta hacer públicos todos los detalles. Si no puedes resistirte a leer el informe, te agradecería que me dieras a conocer tus opiniones y puntos de vista, pero te re­ comiendo que encuentres un pasatiempo más edificante. Tu amigo, Jack

37


sara donati

DEPARTAMENTO DE POLICÍA DE LA CIUDAD DE NUEVA YORK

brigada de inspectores

informe del caso de los crímenes de las multíparas Fecha de apertura: 30 de mayo de 1883 Agentes: Maroney, Mezzanotte Caso n.º: 188305H-63 Asunto:

Nueve asesinatos ocurridos entre el 23 de mayo y el 20 de junio de 1883, como resultado de una operación quirúr­ gica realizada con premeditación y alevosía por persona o per­ sonas desconocidas, denominados en lo sucesivo como los ase­ sinatos o crímenes de las multíparas. 38

Resumen:

Hasta donde hemos podido determinar, nueve muje­ res diferentes, desconocidas entre sí, se sometieron a una ope­ ración ilegal durante un periodo de seis semanas desde mayo a junio. La persona o personas a las que acudieron cobraron una elevada suma a cambio de realizar el procedimiento. Durante la operación, el culpable hizo tres cortes profundos en la parte su­ perior del útero («entre las trompas de Falopio»), que perfora­ ron los intestinos. Tal y como establecen las autopsias adjuntas del doctor Lambert, las similitudes de estas incisiones tan carac­ terísticas no pueden ser casuales ni accidentales. El propósito era causar una infección generalizada y una muerte dolorosa. Estado: Sin

resolver.

ÍNDICE

1. Resumen de los hechos 2. Informe del doctor Lambert y conclusiones de las autop­ sias 3. Sospechosos 4. Anexos


p or d o n d e en tr a la lu z

DEPARTAMENTO DE POLICÍA DE LA CIUDAD DE NUEVA YORK

investigación de los asesinatos de las multíparas Resumen de los hechos 1 de enero de 1884 Preparado por el inspector G. Mezzanotte CONFIDENCIAL víctimas nombre

domicilio

edad muerte

lugar

Janine Campbell*

N.Y.

26

24 de mayo

New Amsterdam, quirófano

Abigail Liljeström

Búfalo

25

30 de mayo

ingresó cadáver en Bellevue

Catherine Crown

Brooklyn

30

4 de junio

ingresó cadáver en

el Hospital Femenino

Eula Schmitt

N.Y.

29

8 de junio

hotel Windsor

Jenny House

N.Y.

34

10 de junio

en su domicilio

(Gramercy Park)

Esther Fromm

New Haven

24

12 de junio

hotel Astor

Mariella Luna

Staten Island

29

13 de junio

hotel Grand Union

Irina Svetlova

N.Y. (Rusia)

28

16 de junio

hospital San Lucas, quirófano

Mamie Winthrop

N.Y.

24

20 de junio

en su domicilio (Park Place)

AGENTES ENCARGADOS DE LA INVESTIGACIÓN Inspectores Maroney y Mezzanotte (principales); inspectores Larkin, Sainsbury y Hazelton. * El asesinato de Campbell y su investigación se complicaron por la desaparición de sus cuatro hijos pequeños un día después de su falleci­ miento. En el momento de redactar este informe, los distintos departa­ mentos de la policía no han tenido éxito a la hora de localizar a los niños ni esclarecer su destino.

39


sara donati

causa de la muerte Peritonitis septicémica generalizada y pérdida de sangre debi­ do a un aborto ilegal realizado con premeditación y alevosía por una o varias personas.

puntos geográficos relevantes Hay motivos para creer que las operaciones se llevaron a cabo en las inmediaciones de Jefferson Market. Factores con­ tribuyentes:

40

1. Una de las víctimas fue llevada a la intersección entre la Sexta Avenida y Waverly Place porque tenía una cita en las cercanías, según le dijo a la señorita Elizabeth Imhoff, su don­ cella. Su chófer la recogió en el mismo lugar dos horas después, tras haberse sometido a la operación. 2. El consultorio médico del sospechoso principal estaba si­ tuado en la calle 10, frente al mercado. 3. Hay pruebas circunstanciales que relacionan la botica de Smithson con el caso, como se comenta más adelante en este informe.

hechos probados 1. Todas las víctimas estaban casadas y vivían con su cón­ yuge. 2. Todas gozaban de buena salud, estaban en edad fértil y eran de raza blanca. 3. Todas las víctimas estaban embarazadas. En términos mé­ dicos, todas eran «multíparas», es decir, que habían dado a luz más de una vez. 4. Todas eran solventes y disfrutaban de una buena situa­ ción económica, aunque el rango de ingresos es amplio. Los ingresos anuales de cada hogar oscilaban entre los 3200 dólares (Campbell) y aproximadamente 60 000 dólares (Winthrop). 5. Dos de las víctimas residían en pisos de estilo francés con alquileres elevados. Las otras lo hacían en viviendas propiedad de sus maridos. Además de su domicilio en Park Place, los Winthrop tienen una residencia en Long Island, otra en París y una en Newport (Rhode Island).


p or d o n d e en tr a la lu z

6. Los ingresos anuales de Archer Campbell, aunque holga­ dos, no habrían bastado para adquirir y mantener una residen­ cia unifamiliar. De hecho, tras la muerte de su esposa y la de­ saparición de sus hijos, las pruebas vincularon a Campbell con unos bonos al portador robados, cuyo valor estimado roza los cincuenta mil dólares. Lo extraditaron a Boston, donde fue juz­ gado y condenado a quince años de trabajos forzados. 7. Todas las víctimas asistían regularmente a servicios reli­ giosos. De las nueve, dos eran metodistas, dos baptistas, tres episcopales, una ortodoxa rusa y una judía. 8. En ningún caso hay antecedentes ni indicios de locura, vio­ lencia o actividad delictiva, libertinaje, promiscuidad, adicción a las drogas o al alcohol, quiebra ni deudas de juego. 9. Los familiares más cercanos (esposos, padres, hijos, etc.) están igualmente libres de responsabilidad penal, con la ex­ cepción de Archer Campbell, como se ha comentado anterior­ mente. 10. Se entrevistó a los médicos de cabecera de todas las vícti­ mas. Ninguno informó de nada fuera de lo normal durante las últimas visitas de las finadas. Todos fueron interrogados sobre el estado de ánimo y la salud mental de las pacientes. Ninguno tenía sospechas que comunicar. 11. Cada una de las víctimas acudió a una persona o personas desconocidas con el propósito de abortar. 12. Las motivaciones para solicitar el procedimiento fueron diversas. Algunas respondieron a una cuestión de salud, otras a la preocupación de tener que cuidar a una familia más nume­ rosa, y una por interferir con sus planes de viaje. 13. Las víctimas pagaron entre 150 y 350 dólares por el pro­ cedimiento. 14. En los casos en que la víctima fue atendida por un médi­ co, después de la operación, pero antes de la muerte, se entre­ vistó a dicho médico. En todos los casos se observaron las mis­ mas señales clínicas (véase el informe del doctor Lambert). 15. Las víctimas no se movían en los mismos círculos socia­ les, no tenían antecedentes familiares comunes, no vivían cerca unas de otras, no asistían a la misma iglesia ni colaboraban con las mismas instituciones benéficas. Sus hijos no se conocían, como tampoco sus maridos.

41


sara donati

16. Las primeras víctimas fueron encontradas completamen­ te vestidas, mientras que las últimas solo lo estaban parcial­ mente; en concreto, sin los corsés que solían llevar. No hemos podido averiguar cómo se conocieron el culpable y las víctimas. Hay ciertos indicios de que los anuncios por pala­ bras de los periódicos desempeñaron un papel importante. Los agentes encargados de la investigación dedicaron casi seis meses a localizar y entrevistar a setenta y ocho personas que publicaron tales anuncios, de los que no salió a la luz ningún sospechoso viable. En el anexo se incluyen varios ejemplos. Nótese especialmente la mención de la botica de Smithson.

42


p or d o n d e en tr a la lu z

DEPARTAMENTO DE POLICÍA DE LA CIUDAD DE NUEVA YORK

investigación de los asesinatos de las multíparas 1 de enero de 1884 Preparado por: Inspector G. Mezzanotte Se identificaron dos sospechosos principales. 1. Doctor James McGrath Cameron El principal sospechoso, ya fallecido, era el doctor James Mc­ Grath Cameron, originario de Escocia, llegado a la ciudad con su familia a los diez años. Cameron regentaba un con­ sultorio cerca del mercado de Jefferson. Tenía fama de ser un médico capaz, pero que asustaba e intimidaba a sus pacientes por motivos religiosos. Véanse los resúmenes de las entre­ vistas en el anexo. Cameron asistió a la audiencia por el fa­ llecimiento de Janine Campbell como observador, y dio a conocer sus opiniones desde la galería, a través de declara­ ciones públicas y por medio de cartas a los periódicos. Según su parecer, todas las víctimas merecían la muerte por sus pe­ cados y su orgullo. El doctor Cameron se trasladó a Filadelfia para pasar sus úl­ timos días con una hermana, abandonando la ciudad el 22 o 23 de junio. El Departamento de Policía de Filadelfia, informado de nuestro interés por el susodicho, nos hizo llegar un artículo so­ bre su muerte publicado en el Philadelphia Eagle con fecha del 25 de agosto de 1883. Se adjunta a este informe. No ha habido más asesinatos de multíparas desde que el doctor Cameron se marchó de la ciudad. 2. Doctor Neill Graham El doctor Graham nació el 29 de agosto de 1860 en esta ciu­ dad. Es hijo de Hubert Graham, verdulero, y Ruth Graham,

43


sara donati

44

ambos neoyorquinos, ambos fallecidos. Graham se graduó en la escuela de medicina de Bellevue el año pasado, y ahora es residente en el Hospital Femenino. Su especialidad es la cirugía. En el momento de las muertes investigadas, trabajaba como interno en Bellevue y a tiempo parcial como médico de ambu­ lancia. Estaba de guardia en el juzgado de policía de Jefferson Square cuando se recibió una llamada de auxilio de casa de los Campbell, y fue él quien acudió. La señora Campbell pidió que la llevaran al New Amster­ dam para ser tratada, a lo que él accedió. Al llegar, solicitó y ob­ tuvo permiso para quedarse y observar la operación de emer­ gencia, durante la cual falleció. Los comentarios que hizo Graham a los inspectores Maro­ ney y Mezzanotte durante la investigación del caso Campbell lo situaron como sospechoso por primera vez. No hemos podido aclarar todos los movimientos del doctor Graham durante el periodo en el que desaparecieron las nueve víctimas, y aún lo consideramos sospechoso. Otras personas de interés: 1. La nieta del doctor Cameron, la señora Nora Smithson, fue su enfermera y ayudante durante muchos años. Cuando Ca­ meron se retiró de la medicina, esta se casó con Geoffrey Smithson, de la botica de Smithson, donde asumió la res­ ponsabilidad de la tienda y los clientes. No tenemos ninguna prueba que vincule a la señora Smithson con las operaciones ilegales, pero creemos que puede tener algún conocimiento relevante (véanse los anuncios publicados en los periódicos más adelante). Las entrevistas realizadas no la han persuadi­ do para que coopere con la investigación. 2. El doctor DePaul, un individuo que publicaba anuncios en los periódicos en busca de pacientes que precisaran operacio­ nes ilegales. La botica de Smithson se menciona de manera destacada en dichos anuncios (adjuntos). No hemos podido encontrar a ningún doctor DePaul en la ciudad, y las consul­ tas a los periódicos no proporcionaron más información so­ bre la persona que puso los anuncios.


p or d o n d e en tr a la lu z Resumen

Después de consultar a los forenses y a otros especialistas médicos, hemos llegado a la conclusión de que el o los culpa­ bles se dirigieron a mujeres que, en primer lugar, podían pa­ gar una tarifa muy elevada por sus servicios; en segundo lu­ gar, que estas ya eran madres capaces de concebir y criar a otro hijo; y por último, pero no menos importante, que soli­ citaban asistencia médica para abortar. Las motivaciones de las víctimas eran muy variadas y pare­ cen haber tenido poca relevancia en su destino. El propósito del culpable habría sido castigar a esas mujeres, o, como sugirió uno de los médicos consultados, recordarles que al negarse a seguir procreando habían abandonado su objetivo principal en esta vida, lo que las convertía en seres prescindibles. Desde el caso Winthrop en junio no ha habido más vícti­ mas que encajen en el modus operandi anterior. Las pesquisas en los departamentos de policía de las ciudades de tamaño me­ diano en un radio de quinientas millas no revelaron ningún delito similar, y las notificaciones de las publicaciones naciona­ les han resultado improductivas. Hasta el momento, los periódicos no se han hecho eco de estos crímenes, y es nuestra intención que siga siendo así. No han aparecido nuevas pruebas en ninguno de los casos identificados. Tras consultar con el fiscal del distrito y el alcalde, el jefe de policía nos ha dado la orden de cerrar esta investigación hasta que se descubran más pruebas o haya otras víctimas.

G. Mezzanotte

45


sara donati

DEPÓSITO DE CADÁVERES DEL HOSPITAL BELLEVUE Doctor Nicholas Lambert Jefe de Medicina Legal 14 de julio de 1883 Yo, Nicholas Lambert, médico plenamente capacitado y autori­ zado, hago saber que el presente informe se basa en mi opinión como especialista forense, que expongo a continuación de la mejor manera posible.

Nicholas Lambert

Introducción

46

En mayo de este año, el inspector Maroney de la jefatura de policía se puso en contacto conmigo para consultarme acerca de las muertes sospechosas de nueve mujeres, a saber: la seño­ ra Janine Campbell, la señora Abigail Liljeström, la señora Catherine Crown, la señora Eula Schmitt, la señora Jenny House, la señora Esther Fromm, la señora Mariella Luna, la se­ ñora Irina Svetlova y la señora Mamie Winthrop. Para tal efecto, los cadáveres de las víctimas fueron trasla­ dados a mi laboratorio en Bellevue, para hacerles las autop­ sias. Una de ellas había sido enterrada en Búfalo, por lo que fue exhumada y transportada a Bellevue. Cuatro de los casos resultaron ser segundas necropsias, dado que las primeras habían sido practicadas por otros médicos. Ninguna de mis observaciones varía significativamente con respecto a los in­ formes originales. Llevé a cabo un estudio exhaustivo de cada víctima, inclui­ do el análisis de fluidos y tejidos corporales, en la medida en que el estado de descomposición permitió dichas pruebas. Resultados

Todas las víctimas eran mujeres sanas, bien formadas y ali­ mentadas, en edad fértil.


p or d o n d e en tr a la lu z

Algunas de ellas presentaban signos de trabajo físico re­ gular, como los que son esperables en las amas de casa (ma­ nos rugosas y enrojecidas, quemaduras curadas y callosida­ des). La señora Campbell era el caso más llamativo, mientras que la señora Winthrop se hallaba en el otro extremo, con manos suaves sin imperfecciones y uñas cuidadas, como es habitual en las mujeres de posibles. Todas mostraban signos claros de embarazo en el mo­ mento de la muerte. En un caso, el embarazo estaba en sus primeras etapas (Campbell); en otro (Winthrop), estimo que entre la semana veinte y la veinticinco. Se encontraron restos de tejido fetal en las nueve víctimas. En todos los casos se ha­ bía practicado un aborto. Cada una de las víctimas exhibía, además, signos claros de haber parido con anterioridad, de ahí la clasificación de mul­ típaras. En todas las víctimas se hallaron tres profundas heridas punzantes entre las trompas de Falopio, que penetraron en los intestinos. Algunas eran más violentas o irregulares que otras, pero todas fueron infligidas con un conocimiento experto de la anatomía humana y una adecuada capacidad quirúrgica. Solo en el caso de la señora Liljeström, la lesión posterior y posible­ mente involuntaria en la arteria uterina derecha causó la muerte más rápidamente que en los otros. Cabe destacar el hecho de que en ninguno de los nueve ca­ sos encontré heridas similares en el cuello uterino. Alguien que no esté familiarizado con la estructura de los órganos re­ productores podría ocasionar abrasiones o cortes al intentar introducir un instrumento quirúrgico en la matriz. El hecho de que no haya encontrado tales lesiones en estas víctimas es otra indicación de que el culpable tenía una experiencia ginecológi­ ca o quirúrgica considerable. En todos los casos, las heridas punzantes en el útero dieron lugar a laceraciones en el íleo, el mesenterio y el peritoneo vis­ ceral y parietal, liberando materia fecal en la cavidad abdomi­ nal. Estas heridas provocaron una infección bacteriana grave y la aparición inmediata de endometritis puerperal. Como resultado, y como sería de esperar, se registraron los siguientes síntomas en las víctimas que fueron atendidas por

47


sara donati

los médicos antes de la muerte: fuertes dolores abdominales y lumbares, contractura abdominal, dilatación y sensibilidad del útero, fiebre, palidez, náuseas, vómitos, taquicardia y abundan­ te secreción de materia purulenta. En tres casos (House, Svet­ lova, Winthrop), los abscesos pélvicos se presentaron como masas palpables adyacentes pero separadas del útero. La autopsia reveló grandes cantidades de suero sanguíneo, albúmina y depósitos fibrinopurulentos en el abdomen. La se­ ñora Liljeström solo mostró el inicio de la infección, por las ra­ zones explicadas anteriormente. Como nota al margen: el dolor sufrido por ocho de las mu­ jeres durante sus últimas horas es casi inimaginable. En mi opinión, el responsable de estas muertes era consciente de ello. Explicación científica

48

Los tres problemas más importantes a los que se enfrenta todo cirujano son: 1. la hemorragia incontrolable; 2. el dolor, que li­ mita la capacidad del paciente para tolerar la intervención qui­ rúrgica y el tiempo de actuación; y 3. la inflamación, la supura­ ción y la infección derivadas de la contaminación bacteriana de las heridas abiertas. Pese a que los adelantos de la medicina de los últimos cin­ cuenta años nos han ofrecido métodos a menudo eficaces con los que afrontar estos retos, todavía se producen muertes en la mesa de operaciones por estos y otros motivos que escapan al control del cirujano. La idea que debe tenerse en cuenta a la hora de leer este informe es bien sencilla: el responsable de las muertes prescindió de todo método antiséptico y, de he­ cho, actuó de tal manera que se garantizara la contaminación y la infección. Análisis

Dejando de lado la cuestión de lo que está permitido por la ley, el aborto practicado por parte de un médico o una comadrona hábiles, en un quirófano, con los instrumentos quirúrgicos adecuados y en estricto cumplimiento de los métodos antisép­ ticos, es un procedimiento generalmente seguro, siempre que se lleve a cabo antes de la duodécima semana de gestación y la paciente goce de buena salud.


p or d o n d e en tr a la lu z

Cuando el practicante no tiene formación médica ni expe­ riencia quirúrgica, son habituales las heridas penetrantes en el abdomen a través de la vía del parto, la matriz y el útero. Este tipo de lesiones son comunes en las mujeres que intentan ha­ cerse el procedimiento a sí mismas, lo que ocurre en el cin­ cuenta por ciento de los casos urgentes que llegan a Bellevue. Una vez iniciada la septicemia, un pinchazo accidental lo bastante profundo para penetrar y contaminar la cavidad peri­ toneal y los intestinos que no se trata inmediatamente es siem­ pre mortal. En teoría, esto no tendría por qué ser así. En circunstancias ideales, la cavidad abdominal debe descu­ brirse en un entorno quirúrgico en el que se cumplan las medidas higiénicas más estrictas. Entonces se procedería a evacuar la san­ gre, los tejidos infectados y las materias extrañas, y se enjuagaría la cavidad repetidamente con agua estéril. Las heridas de todos los órganos cercanos tendrían que ser tratadas de la misma ma­ nera: limpiadas, enjuagadas varias veces y suturadas. A continua­ ción, se cerrarían las múltiples capas con un drenaje adecuado. Con este tratamiento existe una posibilidad, aunque pequeña, de que la paciente recupere la salud. Sin embargo, ninguna de las víctimas estudiadas recibió tales cuidados ni nin­ gún otro. La intervención quirúrgica se intentó en un caso, el de la señora Janine Campbell, pero no tuvo éxito porque la sep­ ticemia estaba demasiado avanzada y ya había comenzado la insuficiencia de múltiples órganos. Las heridas intencionadas de esta magnitud, que pueden clasificarse como suicidas u homicidas sin la menor duda, son infrecuentes en extremo. No obstante, es lo que sucede en los nueve casos estudiados. Las pruebas indican que las operaciones fueron realizadas por una persona con experiencia y conocimientos médicos, que sabía exactamente lo que debía hacer para conseguir un desen­ lace mortal asegurando una agonía larga y dolorosa. En mi opinión profesional, un mismo cirujano, médico o comadrona llevó a cabo los nueve procedimientos. Resumen

Un desconocido con experiencia y conocimientos médicos planeó y ejecutó un procedimiento quirúrgico no para indu­

49


sara donati

cir el aborto (o quizá, no para inducirlo en primera instancia), sino para ocasionar una septicemia generalizada y una muer­ te lenta y extremadamente dolorosa. En todos los casos, ni si­ quiera una intervención experta e inmediata habría logrado salvar la vida de las madres. Anexos

El último de estos recortes es un anuncio que sospechamos que pudo haber sido publicado por el culpable.

50

las casadas en apuros que precisen atención médica de naturaleza privada y personal pueden dirigirse con confian­ za al doctor Tobin, quien ha recibido la mejor formación dispo­ nible y cuenta con veinte años de valiosa experiencia. Elimina­ ción sencilla de las obstrucciones a los ciclos de la naturaleza. Métodos modernos, higiénicos, seguros y discretos. Apartado de correos 92 en Broadway. A vuelta de correo recibirá una descripción de los servicios ofrecidos. Los detalles de cada caso harán posible una respuesta desglosando los costes. doctor gustav nagy, de san petersburgo y viena.

Antiguo médico privado de la zarina emperatriz María Fiódo­ rovna, cura todas las enfermedades propias del sexo débil. El doctor Nagy puede resolver de manera segura la supresión, irregularidad y obstrucción del flujo mensual, sean cuales sean sus circunstancias u orígenes. Atendemos en una clínica espa­ ciosa, moderna e higiénica, ubicada en el edificio Lispenard. Se garantiza el más estricto respeto a la intimidad y la discreción.

a la refinada pero angustiada dama que salió de la

botica de Smithson en Jefferson Market ayer por la mañana: creo que puedo proporcionarle la ayuda que necesita. Escriba al doctor DePaul, Estación A, Union Square.


p or d o n d e en tr a la lu z

JUEVES,

23

DE AGOSTO DE

James McGrath Cameron, mé­­­­­­di­ ­­co, falleció en Filadelfia (Pensil­ vania) el 22 de agosto. Su funeral tendrá lugar el 25 de agosto en la iglesia del Redentor de Filadelfia a la una de la tarde.

SÁBADO,

25

1883

Los parientes y amigos de la familia están invitados a acom­ pañar el féretro a su llegada a la estación en el tren de las 7.00 desde Nueva York, sobre las doce del mediodía.

DE AGOSTO DE

1883

OBITUARIO El miércoles, 22 de agosto, el doctor James McGrath Came­ ron, eminente galeno, falleció en esta ciudad en el domicilio de su hermana, la señora viuda Malvina Galbraith. Tenía no­ venta y dos años, dos meses y cuatro días de edad. El doctor Cameron se licen­ ció en Medicina por la Univer­ sidad de Pensilvania en 1824 y luego abrió un consultorio en la ciudad de Nueva York, donde atendió a los enfermos con sa­ biduría y habilidad. A los se­ tenta y un años, y a pesar de su mala salud, se ofreció como vo­ luntario para servir co­mo mé­ dico del Ejército del Potomac. Además de cuidar de los en­ fermos y heridos, el doctor Ca­

meron era un escritor respetado, conocido por sus obras Las virtu­ des cristianas y la salud y Mor­ talidad y moralidad sistemática. Al funeral del doctor Came­ ron asistieron ciudadanos pro­ minentes de Nueva York y Fi­ ladelfia. Anthony Comstock, de la Sociedad para la Supresión del Vicio de Nueva York, lo re­ cordaba como «el más raro de los hombres, un doctor en Me­ dicina cuyo primer propósito era servir a la voluntad del Mé­ dico Divino. Si salvaba una vida, pero no el alma, consideraba su trabajo incompleto». El doctor Cameron era un hombre de intenso brío y fer­ vor, con una gran capacidad y una fe sólida como una roca.

51


sara donati

mezzanotte Greenwood Nueva Jersey 20 de enero de 1884

Q ueridos tíos Sophie y Cap:

52

Os escribo desde la granja de los Mezzanotte, donde ahora vivi­ mos con el tío Leo y la tía Carmela en una casa que no tiene nom­ bre. Tenemos que quedarnos aquí porque el juez lo ha ordenado. Lia y Tonino están aquí también; Lia, sentada a mi lado, y Tonino no. Seguramente estará en el colmenar con las abejas. Le gustan más que las personas, o al menos más que nosotras, sus hermanas. No debería ponerme de mal humor. Los Mezzanotte son muy buenos con nosotras, y el juez podría habernos devuelto al orfanato con las monjas, pero no lo hizo porque el tío Conrad le contó la ver­ dad sobre el cura asqueroso cuyo nombre no volveré a escribir ni a pronunciar. Sé que el cura quería que el juez nos mandara al orfa­ nato porque lo leí en los periódicos, aunque la tía Quinlan dijo que no debía hacerlo porque no es agradable ver tu propio nombre en el periódico, y en eso tenía razón. Pero era importante saberlo. El cura asqueroso le dijo al juez que tenemos que ser católicos, y por eso el juez nos mandó aquí, porque la tía Carmela va todos los domingos a misa en Hoboken, en la iglesia donde conocimos a la tía Anna y al tío Jack. Pero el cura asqueroso no sabe la verdad: Carme­ la no nos obliga a acompañarla, y eso es bueno, porque tendría que llevarme atada, amordazada y a rastras, ya que si no gritaría. Así de enfadada estoy con ese cura que destroza familias para satisfacer su orgullo. Sigue sin decirnos dónde está Vittorio, ni siquiera cuando le preguntó el juez. Solo dijo que, después de que un niño era adop­ tado por una buena familia católica, no podía romper la confianza. Romper la confianza, esas fueron sus palabras. Pero rompió nuestra confianza para siempre. La tía Anna estaba muy enfadada. Intentó ocultarlo, pero no pudo, y yo me alegré, porque tampoco podía ocultarlo. La señora Lee estaba demasiado disgustada para hablar, y eso fue tan raro que


p or d o n d e en tr a la lu z hizo llorar a Lia, y luego lloraron las dos. La tía Quinlan estaba tris­ te, pero creo que le han pasado tantas cosas tristes en la vida que sus ojos han renunciado a derramar más lágrimas. Así que aquí estamos. El juez ha dicho que el tío Leo y la tía Car­ mela deben adoptarnos para que estemos a salvo. Ahora tenemos que escribir que nuestro apellido es Mezzanotte, en lugar de Russo. No sé qué le habría parecido a nuestro padre. Tampoco es cosa fácil pasar de tener cuatro hijos a siete, pero la tía Carmela dice que no seamos tontos, que esta es ahora nuestra casa, pero que no tenemos que llamarla mamá si no queremos. Y yo no creo que pueda hacerlo. Tenemos nuevos hermanos y una nueva hermana. No los habéis conocido, así que os hablaré de ellos. Son el número 1, Marco, que tiene once años y es buen estudiante y trabajador, pero bromea de­ masiado; el número 2, Arrighetto, al que llaman Ari, que tiene siete años y adora a los perros por encima de todo; el número 3, Giusep­ pe, al que llaman Joe, de cuatro años, que se esconde siempre que entro en la habitación pero se ríe cuando se asoma; y la número 4, Bella, a la que llaman Lolo, que tiene casi dos años. Es muy diverti­ da. Si la llamas Bella, pone cara de loca, da pisotones y grita: «¡Lolo!». Cuando les dice «¡No! ¡No! ¡No!» a sus hermanos mayo­ res, frunce el ceño y se ríe al mismo tiempo, y todo el mundo se ríe con ella, incluso los hermanos a los que regaña. Es una niña feliz, pero hace que añore a Vittorio. Ya estará cami­ nando y diciendo palabras. No sé si se acuerda de nosotros. Espero que no. En lugar de estar apenada, trato de ser útil. Ayudo a Lia cuando se pone triste y echa de menos los jardines de Hierbajos y Rosas, y a Tonino a sentirse mejor para que empiece a hablar de nuevo, y a la tía Carmela con la cocina y la limpieza, para que no se arre­ pientan de habernos aceptado en la familia. La verdad es que aquí son todos muy buenos con nosotros, y me gusta poder hablar en italiano. En el orfanato nos regañaban cuando hablábamos en ita­ liano, incluso cuando lo hacía con Lia para calmarla cuando estaba tan triste y echaba de menos a mamá. Me cuesta decir cuánto extraño Waverly Place porque entonces me duele la garganta y me salen las lágrimas aunque no quiera. Pero sí que extraño Rosas y Hierbajos, y a todo el mundo cada día. Y a vosotros. Un montón.

53


sara donati Lia os manda muchos besos y abrazos, y yo también, hasta Suiza, donde hay montañas cubiertas de hielo y vacas. Ahora veo que soy una maleducada, porque no he preguntado por el tío Cap. Esperamos que se encuentre mucho mejor y que pue­ da volver pronto a casa con los pulmones sanos. Recuerdos de parte de los tres, Vuestra Rosa Posdata: Creo que me sentiré más a gusto cuando sepa los nom­ bres de las casas de aquí. Hay seis: donde viven nonno y nonna, y una para cada uno de los hermanos del tío Jack y sus familias. Es casi un pueblecito.

54


p or d o n d e en tr a la lu z

hochgebirgsklinik graübunden 6 de febrero de 1884

Q uerida Rosa: Tu tía Sophie os está escribiendo una carta a ti y a tus hermanos, pero esta carta es solo de mí para ti, porque necesito hablar contigo. Sería mucho más agradable sentarnos juntos mientras tomamos un cacao, pero como tú estás allí con las abejas y los invernaderos, y yo estoy aquí con el hielo y las vacas, tendrá que bastar con esto. Es muy duro lo que te ha pasado. Primero perdiste a tus padres y a tu hermano pequeño, y ahora pierdes el nuevo hogar donde eras tan feliz, sin ninguna razón que lo justifique. No es culpa tuya, ni de las personas en las que confiabas para que te cuidaran. Estoy seguro de que recordarás que soy abogado, y me baso en mi educación y experiencia para decirte que no estoy de acuerdo con el veredicto del juez Sutherland ni con su decisión de despacharos a Nueva Jersey. Aunque creo que podrás ser feliz allí, y lo serás, no había un buen motivo para alejarte de la gente que quieres, de Hierbajos y Rosas y de tus amigos. Pero esta es la situación en la que te encuentras, y no tienes más remedio que sacar lo mejor de ella. Cuando las cosas se ponen di­ fíciles, siempre hay alguien que tiene que hacerse el fuerte, el que toma las riendas y se encarga de solucionar los problemas. Como lo hiciste tú después de que muriera tu madre y te quedaras al cui­ dado de tus hermanos. Lo hiciste entonces, cuando eras tan peque­ ña, y lo estás haciendo ahora. Así pues, me gustaría decirte esto: no tienes que ser fuerte todo el tiempo. Es importante que sepas que hay personas que te quieren y que están dispuestas, incluso deseosas, de ser fuertes por ti. Habrá días en los que todo te abrume, cuando quieras esconder la cara bajo la almohada y llorar, pero estarás segura de que no puedes rendirte a esas emociones porque Lia y Tonino te necesitan. Atiende bien, Rosa: cuando pienses eso, estarás equivocada. Cuan­ do te sientas triste y enfadada, deja que salga a la luz. Cuando creas que no puedes hablar con tu tía Carmela ni con nadie, escribe tus sen­

55


sara donati

56

timientos. Puedes hacerlo para ti, o mandarlo por carta a la tía Sophie y a mí, a la tía Anna o a la tía Quinlan. Sé que Anna se alegrará de que hables con ella de tu enfado, porque la conozco desde que era una niña, y se le da muy bien estar enfadada. A veces creo que se siente un poco sola porque su ira es demasiado grande para cargar con ella en solitario. De esta manera, podréis ayudaros mutuamente. La cuestión más importante es que no tienes que hacerlo tú todo. Hay otras personas fuertes y capaces que están deseando ayudar. Como la familia del tío Jack en Greenwood, los Mezzanotte, que os han aceptado en su círculo, donde estáis a salvo. El juez Sutherland recomendó que os adoptaran legalmente, y creo que sería una bue­ na idea, si estáis dispuestos y os sentís cómodos con la idea. Me cuesta imaginar lo que estarás sufriendo ahora, pero no du­ rará eternamente. Nunca estarás de acuerdo con la sentencia que te alejó de la tía Anna y del tío Jack y te llevó a Nueva Jersey, y siem­ pre extrañarás a Vittorio, pero, con el tiempo, tu rabia se convertirá en resolución. Y cuando crezcas, podrás estudiar Derecho para ayu­ dar a otros niños que estén en una situación como la tuya. Creo que algún día serás una abogada estupenda. Ahora estoy cansado. Verás que mi letra es temblorosa. Comuni­ carse así es sin duda mucho más duro y menos delicioso que hacer­ lo delante de una taza de cacao, así que me voy a echar una siesta con mi perrito Pip, que te manda sus mejores ladridos. Yo os mando a ti, a Lia y a Tonino todo mi cariño y buenos deseos, El tío Cap Posdata: No tengo hermanos ni hermanas, así que sois los únicos niños que me llamaréis tío Cap. Me gusta mucho que lo hagáis. Te ruego que me escribas pronto y me cuentes qué haces para mante­ nerte ocupada. Estoy de acuerdo en que debes ponerle un nombre a cada casa. Siento curiosidad por saber qué se te ocurre.


p or d o n d e en tr a la lu z

MARZO

SRA. LILY QUINLAN, DRA. ANNA SAVARD MEZZANOTTE, SR. CONRAD BELMONT WAVERLY PLACE 18 NUEVA YORK (N.Y.)

CON GRAN TRISTEZA Y PESAR COMUNICAMOS EL FALLECIMIENTO DEL SR. VERHOEVEN EN EL DÍA DE AYER TRAS UN EPISODIO DE HEMOPTISIS GRAVE. SUS RESTOS MORTALES SERÁN ENTERRADOS AQUÍ DE ACUERDO CON SUS ÚLTIMAS VOLUNTADES. FRAU DRA. SAVARD VERHOEVEN HA PARTIDO EN TREN HACIA GÉNOVA DESDE DONDE RESERVARÁ PASAJE A N. Y. LES SUPLICAMOS NOS AVISEN CUANDO HAYA LLEGADO A SALVO. NUESTRAS MÁS SINCERAS CONDOLENCIAS. PROF. DR. ERNST ZÄNGERLE Y PERSONAL HOCHGEBIRGSKLINIK GRAUBÜNDEN

57


sara donati

SR. CONRAD BELMONT, ABOGADO WALL STREET, 11 NUEVA YORK (N.Y.) QUERIDO TÍO: CAP DESCANSA YA Y HA DEJADO DE SUFRIR. AL FINAL HABLÓ DE TI CON GRAN AFECTO. ZARPO EN EL CASSANDRA EL 25 DE MARZO. ME GUSTARÍA MUDARME A LA CASA DE LA CALLE 17 DE INMEDIATO. CON AMOR Y PROFUNDO DOLOR, TU SOPHIE

58


p or d o n d e en tr a la lu z

SRA. LILY QUINLAN Y FAMILIA WAVERLY PL, 18 NUEVA YORK (N.Y.) CAP ESTÁ EN PAZ. YO ESTOY TRISTE, PERO NO DESOLADA, COMO ERA SU DESEO. ZARPO EN EL CASSANDRA EL 25 DE MARZO. OS ECHO MUCHO DE MENOS. VUESTRA SOBRINA PRIMA TÍA AMIGA SOPHIE, QUE OS QUIERE

59


sara donati

hotel del mar PIAZZA DELLA RAIBETTA GÉNOVA ITALIA

24 de marzo de 1884 A la señorita Amelie Savard Granja Buttonwood Antigua carretera de Bloomingdale Nueva York (N. Y.)

Q uerida tía Amelie:

60

Como habrás sabido al ver mi letra en el sobre, Cap ha muer­ to. El final fue muy repentino, y sin embargo no tan rápido como habría deseado para él. Justo antes de marcharse me sonrió con amor infinito. Me aferraré a ese recuerdo mientras viva. Recuerdo que me contabas historias acerca de personas que podían volar. ¡Cómo me gustaría hacerlo ahora! Aterrizaría en tu jardín, y tú me abrazarías, me darías de comer y me mete­ rías en la cama, como cuando era pequeña y echaba de menos a mis padres. Tú lo cambiaste todo. Pero como todavía no he aprendido el truco de volar, mañana parto a casa. Espero verte muy pronto. Por favor, dime cuándo podré ir a visitarte. Tu sobrina que te quiere,

Sophie


p or d o n d e en tr a la lu z

BELMONT, VERHOEVEN & DECKER

ABOGADOS WALL STREET, 11 NUEVA YORK (N. Y.)

24 de marzo de 1884, 7:00 A la señora de Harrison Quinlan Waverly Place, 18 Nueva York (N.Y.)

Q uerida Lily: Habré leído el telegrama de Sophie un centenar veces, pero todavía no puedo creer que sea verdad. Supongo que creía es­ tar preparado, y ahora descubro que me había engañado a mí mismo. Tú, que has perdido a tantos seres queridos, sabrás en­ tenderlo, estoy seguro. Como sabes, Sophie ha decidido fijar su residencia en Stuy­ vesant Square, donde el padre de Cap construyó dos viviendas tras desposarse con mi hermana. En Año Nuevo hice que los ingenieros revisaran las propiedades y luego dispuse las mejo­ ras que acaban de completarse. Las cocinas y los baños han sido modernizados, la fontanería es nueva, y el primer, segundo y tercer piso ya tienen electricidad. Me temo que Sophie me re­ gañará por semejante extravagancia, pero Cap habría dado su aprobación. También se han reparado los dos tejados y se han pintado y empapelado muchas de las habitaciones. De las dos residencias me he centrado en aquella donde Cap pasó su infancia, porque es más probable que Sophie sea feliz en ella. En general, es una casa muy bonita, bien distribuida y con un jardín precioso, aunque más pequeño que el tuyo. Antes de que mi hermana Undine tomara posesión de Park Place, hice que se recogieran muchos de los enseres, entre ellos la colección de arte de Cap, la vajilla y la plata de la familia, el contenido de la biblioteca, sus muebles favoritos y cualquier otro objeto de índole personal. Todo ello está ahora en Stuyve­ sant Square, en una casa o en la otra. Sin embargo, si es posi­

61


sara donati

ble, me gustaría consultarte antes de seguir adelante. Sophie debe rodearse de objetos familiares y reconfortantes, y no de un lujo estéril e impersonal, por lo que te agradecería que me dijeras qué piezas suyas que aún están en Waverly Place po­ drían ser reubicadas razonablemente. También está la cuestión del personal, sobre la que dudo en tomar decisiones. Como el tiempo es escaso, ¿podría visitarte esta tarde para comentar lo que más le conviene a Sophie? Te saluda atentamente, con el corazón desgarrado,

Conrad Belmont

62


p or d o n d e en tr a la lu z

Waverly Place, 18 Nueva York / N. Y.

24 de marzo de 1884, 11:00 Conrad Belmont, abogado Wall Street, 11 Nueva York (N. Y.)

Q uerido Conrad: Yo también extraño a Cap todos los días. Siempre lo echaré en falta, por mucho tiempo que me quede en este mundo. Los señores Lee, Anna, Jack y yo estaremos encantados de recibirte esta tarde para debatir cómo podemos contribuir a tus trabajos en la casa de Stuyvesant Square, que sin duda serán muy beneficiosos para Sophie. La nieta de Jane y Henry Lee, Laura Lee Washington, está buscando empleo, y dudo que haya una persona más indicada para hacerse cargo de la casa de Sophie. Le pediré a Laura Lee que venga para que puedas comentar esa posibilidad con ella. Te ruego que vengas tan pronto como puedas. Espero que el señor York y tú queráis acompañarnos a tomar una cena ligera en casa. Te acompaña en el sentimiento, tu afectuosa amiga,

Lily Quinlan

63


sara donati

MARTES,

25

DE MARZO DE

1884

OBITUARIO

P eter Belmont Verhoeven, conocido por sus amigos y fami­

64

liares como Cap, dejó este mundo el 19 de marzo, mientras se encontraba recibiendo tratamiento para la tuberculosis en el sanatorio suizo Zängerle Hochgebirgsklinik Graubünden. Te­ nía veintiocho años. Cap era hijo del difunto Anton Verhoeven, ingeniero y ar­ quitecto originario de Brujas (Bélgica), y de su esposa Clarinda Belmont, también fallecida, cuyos antepasados se remontan a los primeros terratenientes que fundaron Nueva Ámsterdam. Tras graduarse con los máximos honores en Columbia y la Facultad de Derecho de Yale, Cap se asoció con su tío, el también abogado Conrad Belmont. Al principio de su carrera, el joven Verhoeven se distinguió en la resolución de casos civiles com­ plejos. También sobresalió en el interrogatorio, donde su inte­ lecto, su memoria prodigiosa y la seguridad en sí mismo logra­ ban imponerse incluso ante los testigos más difíciles. Al mismo tiempo, consideraba el litigio como un último recurso, y se en­ orgullecía del arte de la negociación y de alcanzar compromisos justos. Además, era un maestro de las bromas pesadas. Cap fue generoso con todos sus dones y apoyó una gran va­ riedad de causas. Se dedicó especialmente a mejorar la suerte de los veteranos menesterosos de la Guerra de Secesión y a cuidar de los niños pobres y enfermos de la ciudad. Deja atrás a su socio y tío Conrad Belmont, a sus primos Abraham y Baltus Decker, a muchos colegas y amigos afligi­ dos, y a su amada esposa, la doctora Sophie Savard Verhoeven, quien estuvo a su lado durante su declive y en el momento de su fallecimiento. El entierro se llevó a cabo en Suiza en la más estricta intimidad.


p or d o n d e en tr a la lu z

MIÉRCOLES, 26 DE MARZO DE 1884

LA MUERTE DE UN KNICKERBOCKER

La noticia del óbito de Cap Verhoeven, heredero de una ex­

traordinaria fortuna, vuelve a poner de relieve las sorprendentes circunstancias de su matrimonio el pasado mes de mayo, cuando tomó como esposa a la doctora Sophie Savard, una médica mu­ lata originaria de Nueva Orleans. La escandalosa unión provocó una profunda división entre la numerosa familia Verhoeven; muchas tías, tíos y primos se negaron a asistir a la ceremonia, y unos cuantos no tuvieron escrúpulos en expresar públicamente su rechazo. Esto podría explicar el curioso hecho de que varios de los parientes más cercanos del señor Verhoeven no fueran mencionados en la necrológica escrita por su tío y socio legal Conrad Belmont, según nos han asegurado nuestras fuentes. Las dudas acerca del contenido y las resoluciones del testa­ mento han quedado sin respuesta, pero fuentes cercanas nos dicen que los únicos beneficiarios son los ancianos de la fami­ lia, las instituciones benéficas preferidas del difunto y su nue­ va viuda, que ahora disfruta de la posesión exclusiva de algu­ nos de los bienes inmuebles más valiosos de la ciudad, además de una cartera de valores sustancial y bien invertida. Los lectores de The World recordarán que, pocos días des­ pués de su ventajoso matrimonio, la doctora Savard prestó declaración en una investigación forense sobre la trágica y sos­ pechosa muerte de una de sus pacientes, una joven madre de cuatro hijos. Ahora, la cuestión es si la doctora regresará a Nueva York y al ejercicio de la medicina, dada su comprometida reputación profesional, la animadversión de la mayor parte de su familia política y su nueva condición de viuda muy rica. En The World estaremos atentos a los acontecimientos.

65


Otro libro de Sara Donati que te gustará

La edad dorada



La edad dorada Sara Donati «Irresistible. Una maravillosa novela, rica en relaciones humanas. Lo tiene todo: romance, misterio y la historia de un asesino en serie a modo de thriller.» Booklist 1883. En la ciudad de Nueva York son tiempos de un esplendor ver­ tiginoso, pero a la vez de una pobreza extrema y de cambios. El puen­ te de Brooklyn está casi terminado y la ciudad se encuentra bajo el control de Anthony Comstock, quien lidera una brutal cruzada con­ tra el vicio. Anna Savard y su prima Sophie, ambas graduadas por la Escuela de Medicina para mujeres, atienden a los ciudadanos más vulnera­ bles, aun cuando esto les podría suponer poner en riesgo todo aquello por lo que han luchado. Para Anna, su papel como cirujana le permite conocer a cuatro niños que lo han perdido todo. Frente a su impotencia, Anna deberá tomar una decisión inesperada: mantenerse en el dolor de su pasado o dejar que el amor finalmente entre en su vida. Para Sophie, una obstetra e hija huérfana de gente libre de color, ayudar a una desesperada y joven madre le obligará a aferrarse a su juramento como doctora y la empujará, junto con Anna, al entorno de Anthony Comstock, un peligroso hombre que se considera a sí mismo un enemigo de todo lo indecente y de todo aquel que se atre­ va a desafiarlo.


Título original: Where the Light Enters © 2019, Sara Donati Primera publicación por Berkley Derechos de traducción acordados a través de Jill Grinberg Literary Management LLC y Sandra Bruna Agencia Literaria, S. L. Todos los derechos reservados. Primera edición en este formato: mayo de 2022 © de la traducción: 2022, Rosa Sanz © de esta edición: 2022, Roca Editorial de Libros, S. L. Av. Marquès de l’Argentera 17, pral. 08003 Barcelona actualidad@rocaeditorial.com www.rocalibros.com ISBN: 9788418870705 Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.