Una reserva natural, urbana y universitaria en riesgo permanente

La Reserva Ecológica Ciudad Universitaria - Costanera Norte, un área verde protegida y con una biodiversidad de más de ochocientas especies, no deja de ser noticia por los constantes avances de obras de urbanización en su entorno que condicionan su ecosistema. Los riesgos que corre y la importancia de su conservación.

12 de mayo de 2023

Es un espacio que respira vida, que mira de frente al Río de la Plata y que forma parte del día a día de la comunidad local. La Reserva Ecológica Ciudad Universitaria – Costanera Norte se extiende a lo largo y ancho de veinte hectáreas de superficie y alberga una importante biodiversidad, tanto terrestre como acuática, con más de ochocientas especies entre vertebrados, invertebrados, plantas, algas y hongos.

Su origen es artificial. Al igual que la Ciudad Universitaria de la UBA, es producto del relleno con escombros sobre el estuario del Río de la Plata. Sin embargo, como reza la célebre frase de una famosa película sobre dinosaurios, “la vida se abre camino”. El resultado es un ecosistema rico y diverso que concentra, por ejemplo, el 70% de las especies de aves que se registran en la Ciudad de Buenos Aires y el 20% de todas las que se pueden observar en el país.

“Es uno de los lugares más valiosos del corredor biológico rioplatense”, afirma Adriel Magnetti, asistente técnico del Plan de gestión de la Reserva Ecológica Ciudad Universitaria – Costanera Norte y miembro del Programa Socioambiental de la Facultad, ProSA. Ese corredor contempla una serie de áreas protegidas y espacios de valor tanto para los ambientes naturales como para el esparcimiento, que atraviesa toda el área metropolitana y se extiende tanto al norte como al sur sobre la ribera sur del estuario del Río de la Plata. Esta reserva, en particular, resulta de valor académico. Magnetti explica que “ha sido sitio de estudio debido a su importancia ecológica, biológica y regional”. 

“La Reserva es valorada por toda la comunidad en general, pero, en particular, por la universitaria, dado que tiene un particular valor científico”, expresa. Y agrega: “Si bien no es una reserva científica, es un área protegida universitaria, una de las primeras de las poco más de diez que hay en todo el país. Éstas suelen tener una participación importante de la comunidad académica y científica en general pero acá se destaca que las actividades ocurren en el marco de las materias que se dictan en la Facultad y de las investigaciones que se realizan específicamente en sus laboratorios”. 

El miembro de ProSA también comenta que el espacio suele ser aprovechado por otras casas de estudio, no solo de la UBA, incluso por escuelas primarias y secundarias y también por institutos terciarios que han concurrido para estudiarla o usarla de aula a cielo abierto. “También suele ser usada como escenario por las disciplinas que se estudian en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) para la planificación y proyección de intervenciones que muchas veces quedan en ejercicios académicos pero que en algunos casos se realizan prototipos para llevarlos adelante”, sostiene.

Para Magnetti todo esto redunda en la particularidad del espacio, que reúne las características de ser una reserva urbana y, además, universitaria: “eso es un gran valor porque la participación de la comunidad en torno al campus universitario genera un sentido de pertenencia y de cuidado que no tienen otras áreas protegidas”.

Fuera de lugar

La creación oficial de la Reserva fue por Ley Nº 4467 de la Ciudad de Buenos Aires, a fines de 2012. En esa ley se estableció que estaba prohibida su alteración por impermeabilización de su superficie o por excavaciones, rellenos, desmontes o por cualquier otra obra o acción humana que degrade la biodiversidad de la zona, conforme a lo establecido en el plan de manejo. Fue promulgada a comienzos de 2013 pero se reglamentó casi seis años más tarde, en mayo de 2018.

En noviembre de 2022, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires comenzó a desarrollar lo que Magnetti define como una “tercera oleada histórica de intervenciones sobre el área protegida”, dado que ha habido otras etapas similares, sobre todo, en la década del 2000. “Las obras que se están realizando han generado la alteración del comportamiento de la fauna silvestre, muchos animales han aparecido de forma sorpresiva en el campus de Ciudad Universitaria, entrando en contacto cercano con las personas, hecho que pone en riesgo su salud pero también la propia integridad física de estos animales”, afirma y agrega que “las intervenciones implican un riesgo para las poblaciones y comunidades nativas de la Reserva”, como sería el caso del lechuzón orejudo, un ave rapaz típica de la región, que es un importante valor de conservación. Lo mismo ocurre con la comadreja overa, de la que se han registrado tanto adultos como crías transitando por Ciudad Universitaria. Al respecto, se destaca el caso de las yararás, que son reptiles que representan un riesgo sanitario porque los accidentes ofídicos, que pueden ocurrir en caso de ser molestadas, y pueden causar daños severos, incluso la muerte de la persona mordida. 

El reciente caso de los ofidios paseando por las inmediaciones de los pabellones fue altamente viralizado, volviéndose un caso mediático en sí mismo aunque, en general, sin ser abordado en relación con las intervenciones sobre la reserva. 

Sin embargo, allí no se agota el problema. El integrante del ProSA es contundente: “Más allá de la alteración a la biodiversidad, nos encontramos con la transformación de los ecosistemas naturales, el avasallamiento de la zonificación de uso establecido en el Plan de gestión, la alteración de la dinámica propia de la reserva, el impacto sobre el uso público máximo admitido, la intervención con mobiliario y dispositivos que no son propios de las zonas protegidas, como pueden ser los bancos de cemento, las bicisendas, los caminos impermeables consolidados de hormigón, toda una serie de intervenciones que no han sido consensuadas y que están generando una alteración muy concreta en el área protegida”.

Y continúa: “Se suma el riesgo sobre algunos ambientes muy valiosos y sensibles que tiene la Reserva, como el humedal, que el Gobierno de la Ciudad pretende intervenir con una lógica estética, despejar la vegetación y obtener un espejo de agua libre cuando en realidad en el plan de gestión se establece claramente cuáles son los objetivos del manejo del humedal, tanto en términos de conservación como de educación ambiental”.

Por otro lado, según Magnetti, las obras también están impactando sobre la superficie de pastizal que queda en la región, la cual califica como escasa: “Hay menos del 0,5% de los pastizales de la pampa y la pampa ondulada protegidos bajo alguna figura. La reserva ecológica protege una muestra muy acotada de pastizal pampeano bonaerense y las obras disminuyeron la superficie de pastizal de la reserva, contrariando incluso lo que establece la zonificación del plan de gestión”. 

Los impactos de una intervención por fuera de lo recomendado por especialistas en el plan de gestión de la Reserva pueden ser muy altos y la alarma se volvió a encender con las obras de los últimos meses en la zona y que, por el momento, nada indica que resulten compatibles con las esperables para un área protegida.

 

Adrián Negro