O más Europa o ninguna Europa

Habrá un día después tras los desgarradores enfrentamientos en la parte más oriental de Europa, la que De Gaulle definía que empezaba en Lisboa y acababa en los Urales. Ucrania es europea y Rusia, cuando se compromete con los criterios que han configurado la civilización occidental, también lo es de pleno derecho.

Es cierto que la libertad no ha existido en Rusia ni en tiempos zaristas, ni bolcheviques, ni estalinistas ni posbrezhnevianos. El paréntesis de Mijaíl Gorbachov y Borís Yeltsin fue borrado por Vladímir Putin, que en este siglo ha hecho una Rusia de acuerdo con sus ambiciones personales y su idea imperial del poder que expuso claramente cuando empezaron a caer los misiles sobre ciudades ucranianas hace menos de dos meses. Esta Rusia de Putin no es europea ni en sus aspiraciones culturales, liberales y democráticas.

Los daños materiales causados por intensos bombardeos sobre población civil, los más de diez millones de desplazados, cuatro de los cuales han abandonado el país por razones de seguridad personal, familiar o colectiva, son reparables. Lo que tardará tiempo en recuperarse es la secular fraternidad desconfiada entre Rusia y Ucrania, que ha saltado por los aires en solo dos meses de una guerra no provocada y, como todas las guerras, muy cruel.

FILE - A woman cries as residents listen to a Ukrainian serviceman speaking after a convoy of military and aid vehicles arrived in the formerly Russian-occupied Kyiv suburb of Bucha, Ukraine, April 2, 2022. (AP Photo/Vadim Ghirda)

 

Vadim Ghirda / AP

Las visitas de Ursula von der Leyen y Josep Borrell a Kyiv paseándose por las calles al lado del presidente Volodímir Zelenski son una muestra de que el final de esta dramática historia de guerra no está escrito todavía. La visita de Boris Johnson a Kyiv se puede leer más en clave de civilización europea, atlántica, que británica.

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Von der Leyen promete en Kyiv agilizar el proceso de adhesión de Ucrania a la UE

Europa ha vivido tiempos de angustia que emocionalmente se parecen a los que Paul Valéry captaba en 1945 cuando decía que “nuestra esperanza es vaga, nuestro temor preciso”. Si cayera total o parcialmente el edificio europeo, volveríamos a los intereses supremos de los estados que se enfrentarían entre sí en conflictos interminables y devastadores. O propugnamos una Europa más democrática, con unidad fiscal, bancaria y política, o Europa va a ser cada vez más débil a pesar de su gigantesca fortaleza. O más Europa o ninguna Europa, es una conclusión que cabe extraer de la unidad, la Hungría de Viktor Orbán aparte, de lo que ha ocurrido desde el 24 de febrero cuando prácticamente todos los gobiernos de la Unión Europea entendieron que la guerra de Putin contra Ucrania era también una guerra contra la estabilidad y la potencia democrática e integradora de Europa.

Hay que pensar, ciertamente, en el día después de esta tragedia, que dejará unas cicatrices profundas en la parte más oriental de Europa. Y ello nos debe estimular en el propósito de no olvidar que esta patria de la memoria que es Europa tiene que reiniciarse para poner las bases de una nueva dinámica de funcionamiento que cabría reafirmarse con más eficacia política, menos criterio funcionarial y mayor potenciación de una Europa federal para neutralizar los daños colaterales del nacionalismo de los estados.

Si abandonamos a un país que no quiere ser sometido por la fuerza por Putin, luego vendrán otros

Los resultados de la primera vuelta de las elecciones de Francia, el avance de los nacionalismos identitarios y exclusivos, los buenos contactos que los movimientos radicales de derecha y de izquierda han tenido con Putin, aconsejan a fortalecer los vínculos económicos, culturales y federales de las estructuras fundacionales de la Unión, que, no lo olvidemos, se creó fundamentalmente como un instrumento para evitar la guerra entre europeos.

Como consecuencia de más de setenta años de paz política y social tras las dos sanguinarias guerras del siglo pasado, se crearon sociedades libres y el desarrollo del Estado de bienestar, que, según Helmut Schmidt, es la aportación más valiosa y más humanista que Europa ha entregado al mundo en las últimas generaciones.

Nada será igual cuando termine la guerra de Putin contra Ucrania. Sé que hay quien piensa que Zelenski bien podría rendirse y evitar más destrucción y más muertes. Desaparecer y dejar que Ucrania se convierta de nuevo en un país que no es antirruso pero tampoco quiere bailar al son de sinfonías orquestadas desde el Kremlin. Puedo entender esta posición y entiendo las dudas entre escoger la paz y la entrega a un agresor. Pero el objetivo de Putin, en sus propias palabras, es atacar y destruir a todos los que defienden Ucrania, es decir, amenaza también la libertad de todos. Si abandonamos a un país que no quiere ser humillado por la fuerza, luego vendrán otros.

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