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Ya habían transcurrido treinta minutos desde que almorzó. Se encontraba sin la felina, caminando descalzo con las zapatillas en la mano diestra en dirección a la arboleda de la residencia. En la granja y el huerto ya había árboles, pero a unos cuantos metros más comenzaba lo que sería la zona más boscosa.

Sentía estrés, ansiedad. Bruma le ayudaba bastante, pero le hacía falta su dosis de grounding y conexión más estrecha y física con la naturaleza para desintoxicarse. Kalam, o «David» como lo llamaba Arata, se las había arreglado para poder darle días libres al pelirrojo, así que el «mañana» ya no le taladraba la mente.

Se encontraba casi por completo de negro con una sudadera con cierre cuyo gorro lo llevaba puesto, una musculosa debajo y unos pantalones tipo harem. Solamente las zapatillas que llevaba en la mano tenían algo de blanco.

Sintió un gran escalofrío cuando sintió el césped, pues además de ser sensible al frío, la hierba se encontraba bastante helada, pero continuó sin detenerse ni un segundo hasta llegar a un árbol que le gustara, lejos de las personas.

—¿Puedo subirme? —preguntó en voz baja, esperando alguna señal por parte del árbol—. Gracias.

Pese a tener una mano ocupada, pudo subir con facilidad y agilidad hasta un grueso y firme tronco horizontal, en el cual procedió a ponerse cómodo. Posó la espalda en el tronco base, las zapatillas las dejó colgando de los cordones en una rama, se cruzó de piernas y guardó las manos en los bolsillos de la prenda superior.

No pretendía dormirse en la meditación, pero ocurrió.

Qué tranquilo e inocente lucía dormido. Los suaves rayos del astro rey que lograban colarse entre las ramas y hojas iluminaban parte de su rostro, en especial sus cobrizas pestañas. Gentilmente la brisa mecía su lacio cabello, su ropa; el árbol parecía arrullarlo con su suave movimiento... uno que iba deslizando sus auriculares negros desde los bolsillos del pantalón hacia el exterior. Poco a poco iban cediendo hasta que se desprendieron por completo y cayeron a una delgada rama, y en esta lo mismo ocurrió hasta que hacia el fértil suelo se dirigieron.

Off: pantalones

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Lo que mal empieza, mal termina... o no


Kuon & Edwin ❙ Abierto ❙ En curso


Y así, tras saludarse amistosamente, Edwin le preguntó:


- "¿Estás ocupado? De lo contrario podemos aprovechar esta oportunidad. Si no mal recuerdo te debo un aperitivo o bebida, tu de decides."


- Lo cierto es que tenía pensado ir a comer algo - le respondió con su habitual expresión amigable - Podemos comer juntos si te parece bien.


Cabe mencionar que Kuon no sentía que realmente el pelinegro le debiera nada, más sin embargo, siempre le resultaba agradable poder conversar con otros. Así pues, si Edwin quería, esta sería una buena oportunidad para ello.


Y tras un breve momento, y en respuesta a la siguiente frase del pelinegro, Kuon le respondió.


- Más tarde tengo algo que hacer, pero aun tengo algo de tiempo libre. Si tienes alguna idea por mi encantado.


Kuon no sabía si quizás Edwin ya tuviera alguna idea en mente, pero por si acaso, quiso añadir.


- Yo también toco la guitarra - le dijo con una sonrisa, al tiempo que miraba el estuche donde el pelinegro había guardado la suya.

Desliz

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El pelinegro había pasado la noche en medio del bosque, específicamente en la zona cercana al arroyo al que suele acudir con frecuencia.
Percibía la melancolía de la luna en su fase nueva y toda la carga de preocupaciones que conllevaba,
así que decidió acompañarla como podía aunque su conexión estuviera alterada.

La noche y la llegada del amanecer pasaron como un destello fugaz, pero el joven no tenía mucho ánimo para hacer algo más que contemplar el cielo tomando de su vaper.
En momentos como este, la presencia de ese demonio podía llegar a ser reconfortante, y así fue hasta que empezó a sugerirle que tenía que alimentarse.

Ese es el motivo por el cual el ojiverde deambula tan temprano por la zona boscosa, con sus ropajes más deportivos e impregnado de naturaleza.
El trayecto hacia la residencia no es muy extenso, pero su caminar lo hace más largo de lo que realmente es.
Sin embargo, es interrumpido por un OCNI (objeto caído no identificado) que se presenta unos cuantos pasos por delante.

«Eso tenía una forma muy extraña», piensa tomando del vaper.
A simple vista no ha reconocido de qué se trata.

«Qué fruto más extraño», él todavía menos.

Movido por la curiosidad, se acerca al OCNI y descubre que se trata de unos auriculares furtivos que parecen querer escapar de alguien.
Los recoge, aunque no está seguro de qué hacer con ellos por el momento.

«Nadie los va a echar de menos», sí se plantea quedárselos si nadie los reclama.

«¿Habrá un botín cerca? Con cosas más interesantes que esta basura», gruñe pensativo.

«No creo», igualmente decide inspeccionar sobre su cabeza.

Los rayos del sol, filtrándose entre las hojas de los árboles, obligan al pelinegro a entrecerrar su ojo.

«Pura basura», expresa al avistar unas zapatillas.

«¿Qué dijo aquel humano sobre esta práctica? ¿Marcar territorio?», la perspectiva no estaba ayudando mucho.
Decide desplazarse un poco para observar mejor ese calzado.

«Venta de d-...», «Veo alguien», menciona de inmediato.
Lamentablemente no se ha percatado de que está dormido.

«No le devuelvas la basura a esa rata, vámonos», no han visto más pelirrojos,
por lo que intuye que es el único que se ha manifestado por el chat de la residencia.

No está de acuerdo con esa afirmación, pues tienen dueño.
De hecho, reconoce que la presencia de objetos como esos auriculares
no es segura ni adecuada para la vida salvaje que habita en los bosques si permanece en el suelo.

— ¡Eh!, exclama en el preciso instante que le lanza los auriculares enrollados,
pues no tiene intención de subir ni esperar a que el residente baje.

D e s l i z
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Por fortuna su padre no lo había contactado, después de todo podía intuir las necesidades de su hijo y respetaba que no quisiera comunicarse con él; además, tampoco era la intención en la meditación. Este le transmitía paz al modelo, mas no quería hablar con él; siquiera había querido pasar el día con Kalam.

De todas formas tuvo unos sueños curiosos en los que se comunicaba con otros: podía recordarlos con facilidad la mayoría del tiempo. Pero como se encontraba en un lugar que no se trataba de la comodidad de sus aposentos, en varias ocasiones se le entremezclaba la realidad con el mundo onírico: no podía estar del todo seguro qué había sucedido realmente. Fue así como creyó oír un llamado de atención, ¿pero era en un sueño?, ¿en la realidad? En sus sueños se le había presentado la imagen de un simio agitando el brazo. Lo único seguro era que odiaba ser despertado... aunque dependía de la forma también.

El tiempo era indescifrable en tal estado de poca lucidez. De un momento a otro pudo sentir que algo le cayó en la cara, lo que lo puso en un estado súbito de alerta. Dio un involuntario sobresalto, cual intento de su cuerpo por despertarlo por completo de una vez, pero en consecuencia acabó perdiendo equilibrio y resbaló de la gruesa y firme rama en la cual se hallaba sentado.

—MIERDA —exclamó con voz susurrante.

Intentó agarrarse tras haber quitado velozmente las manos de los bolsillos de la sudadera, pero aún algo adormilado su fuerza le falló y fue inútil.

Los perfumados audífonos acabaron cayendo de nueva cuenta. Arata no les colocaba perfume, pero estos acababan adquiriendo aquel suave aroma de su ropa y del de las cremas también, ya que tendía a dejárselos colgando del cuello y tenían constante contacto con sus prendas también.

Lo que mal empieza, mal termina... o no


Kuon & Edwin ❙ Abierto ❙ En curso


- Entiendo - le respondió Kuon a su comentario - E igualmente si algún día quieres practicar estaré encantado de acompañarte. No se que tan buen profesor pueda ser, pero podría ser divertido - dijo en tono animado y amistoso.


Posteriormente fue el momento cuando Edwin tomó su mano e hizo el comentario sobre sus dedos, algo que sorprendió ligeramente a Kuon, más no le molestó. Le pareció que el joven pelinegro era del tipo sociable, siendo ésto algo agradable para él pues de alguna forma hacia que la conversación siempre fuera más fluida.


- Puede ser - dijo como respuesta dejando salir una pequeña risa al final - Aunque siempre me aseguro de cuidarlas, supongo que si te fijas se puede notar.


Tras esto, escuchó con interés la respuesta del pelinegro en relación a la comida. Kuon por su parte no había visitado aun el casino, así pues no tenía idea de que menú servían.


- Me parece bien - le respondió con una sonrisa amistosa - Normalmente no soy mucho de ir a ese tipo de locales. De hecho, aunque participé en el bingo que se hizo en la residencia, no he llegado a visitar el casino aún. Pero poder visitarlo acompañado suena más entretenido que hacerlo solo - añadió con total sinceridad así como había sentido que Edwin le había hablado.

Desliz

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Sea obra de una buena puntería, de la casualidad o del destino, y lejos de lo que pretendía, acaba atentando accidentalmente contra el rostro del pelirrojo.

«¿Has vuelto a hacer de las tuyas?», se cuestiona al ver el impacto y lo que empieza a provocar.
A continuación, toma una última calada antes de guardar el vaper en el bolsillo y empezar a actuar.

«Ha sido el viento en contra del patán», se regocija con el espectáculo,
mientras que su anfitrión lo ve con desagrado por las posibles consecuencias.

Entonces, el ojiverde decide posicionarse anticipando la trayectoria, cada vez más precisa por cada ramita que decide sumarse en cariciar al residente durante su caída.
Prefiere no hacer uso de la magia en este momento, ya que necesita conservar la energía. Así pues, despliega sus brazos, listos para recibir y sujetar a la persona en el vuelo.
No estima que sea pesado, pero está preparado para amortiguar el impacto y evitar cualquier daño incluso si ha de usar su propio cuerpo como colchoneta.

«Que sea lo que Sehanine quiera», piensa tras un chasquido con su lengua.

¿A los patos les gustan las coles?

Participantes: Tian Rue-Boris-Aysha ❙ Abierto ❙ En Curso

Apenas se ha movido al tener los ojos ajenos encima, imitando la inclinación de la cabeza hacia el mismo lado como reacción de la palabra que utilizó

—Voyeur, es una forma llamativa de decirlo, debes ser una clase de alborotador— pausa un momento, pues no es su intención sonar grosero —Pero supongo que puedo aceptarlo: me gusta mirar cosas adorables. Me disculpo por interrumpirte— Sonríe.

Es seguro que escucha a alguien más merodeando cerca, pero  decide concentrarse en el chico que tiene de frente. Le parece tierno pese a forzar su lenguaje corporal para serlo.

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Las mismas ramas acaban provocando que no descienda boca arriba, de alguna forma el mismo árbol parecía hacer lo que podía para evitarle una caída mortal a su invitado. Al fin y al cabo, había logrado establecer conexión con él.

Nada de ello era evidente para unos ojos desconectados.

Iba a intentar una segunda vez agarrarse de algo, pero una rama le rasguña el pómulo derecho, lo que causa que cierre los ojos, distrayéndolo un par de valiosos segundos: salir sin rasguño alguno era imposible, sobre todo cuando intentaba hacer lo posible para detener el descenso. Parecía que era inminente su encuentro con el suelo, pero contra lo que su cuerpo acabó estampando no fue nada doloroso para su sorpresa.

Solo entonces notó que no estaba solo él allí.

Acabó enterrando sus uñas negras en el cuerpo ajeno cual gato asustado; las usaba a un largo natural, pero podía resultar doloroso si tocaban piel. Su rostro quedó bastante cerca del otro, pero por fortuna no alcanzaron a golpearse, solo podrían ver en detalle sus facciones. Por parte de Arata, ahora su blanquecina piel se encontraba adornada con un delgado hilo de sangre en el pómulo, aproximadamente del tamaño de su ojo.

El corazón le latía bastante rápido y su respiración estaba agitada, por ello su mentolado aliento chocaba contra el rostro del chico del parche.

¿A los patos les gustan las coles?

Participantes: Tian Rue-Boris-Aysha ❙ Abierto ❙ En Curso

Aquellos ojos curiosos lo rodean junto con su dueño, y Boris es cooperativo al quedarse quieto siguiéndole de vuelta con la mirada

—Intuición, creo— Así de simple, dice con su voz suave.

Entonces el antiguo prófugo emite su característico sonido, distrayendo al hombre quien camina en su dirección, donde una joven mujer sostiene al simpático animalito.

Boris se sorprende a la par de aguantarse una risita ante el ataque del pato; su reacción con el alborotador es normal si se lo provoca de esa manera, más el repentino picotazo a la señorita es lo increíble. Los animales son animales y tienen su propio temperamento a fin de cuentas.

—Parecía muy cómodo en tus brazos ¿Estás bien?— Le pregunta a ella una vez se acerca.

No extiende sus manos para revisarla, pues <<huele>> de lejos ambas intenciones. Se detiene al lado del primer residente y le ayuda a sobarse la mano lastimada. Si es como creé, no espera que se niegue a la atención con la que maquilla no arriesgarse a ser picoteado también.

Desliz

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A escasos segundos de que se cometa una desgracia, el joven del parche logra atrapar con éxito al residente.
Lo hace tomándolo por el alrededor de su torso, evitando cualquier contacto con su cabeza o cuello.

«Aquí estás», mientras absorbe el impacto gradualmente para evitar lesiones en ambos.

«Hmpf, muy patético», no está contento con este desenlace, aunque le encanta el susto que ha supuesto para Arata.

Se asegura de mantener el equilibrio y la estabilidad, pero cede ante la mala intención del demonio y la fuerza de la gravedad.
Finalmente, los dos jóvenes se precipitan hacia el suelo pero, por fortuna, parece que todo estaba a favor del pelirrojo
desde el principio para no recibir con los brazos abiertos el amor de la madre naturaleza.

A pesar de sentir la espalda como si le acabaran de apuñalar y parte de su cuerpo como si tuviera esa intención,
o de resultar extremadamente extraño el olor mentolado, muy distinto a estar impregnado a vainilla por el vaper,
no duda por un instante en revisar el rostro que tiene delante para sopesar si necesita asistencia.

«Quiero su sangre. Tómalo como un favor», entonces, la atención de ambos recae por completo sobre esa herida.
Muy superficial, mas igual de tentadora para el demonio al echar de menos su metálico gusto.

— Parece que disponéis de la benevolencia de la Luna Nueva y la estrella que la acompaña,
menciona mientras intenta desplazar una de sus manos para, acto seguido, pasar el pulgar por encima.

Con la fase lunar a su favor entremezclada con la mala presencia de Aiur, una leve oleada de energía proveniente de ese pulgar borra la existencia de tal herida.
En este caso, en su ojo visible no hay ningún cambio y mantiene el contacto visual como si le estuviera acariciando sin más.

«Agh», gruñe, pues la sangre era tan mínima que el hechizo se ha ocupado de ella.

Concluida la breve ayuda, ambas manos se retiran por completo, liberando el torso y el rostro del residente de cualquier contacto físico.
En lugar de recurrir a la magia lunar o expulsarlo a patadas, prefiere que el pelirrojo se recupere por sí mismo, ya que ha causado suficiente con su caída.
Por tanto, permanece expectante por cualquier gesto que realice.

¿A los patos les gustan las coles?

Participantes: Tian Rue-Boris-Aysha ❙ Abierto ❙ En Curso

Se alegra de que la chica este bien y lo muestra con una sonrisa. Mira de vuelta al pato después de su comentario,  allí tranquilo, comiendo como si ellos no existieran. Ha de tener mucha hambre.

—La siguiente vez que vaya de mandado traeré coles— ríe.

Continua con la atención al chico. Si es de su agrado entonces está bien. Ambos residentes se presentan; la señorita junto con su compañera, una verdadera belleza de lechuza que le causa asombro como ternura

—Una aprendiz de las artes mágicas y su astuta amiga, supongo— es una suposición por el parecido a las historias. Suelta la mano de Tian para hacer una leve reverencia —Bienvenidas a IRO. Mi nombre es Boris Hisui, encantado de conocerlos.

D e s l i z
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Ver el parche le recordó de inmediato a Daren; después de todo, Oz sería solo la segunda persona que conocía que llevaba uno también. No obstante, había otro motivo... más bien inconsciente de por medio.

Que de pronto el pelinegro aproximara la mano a su rostro, hizo que Arata hiciera amago de evitar el contacto, moviendo la cabeza cual gato al que querían acariciar sin su previo permiso. Desconocía que tenía sangre en el lugar, pues sus sentidos se encontraban atentos ahora en Oz, y por ello acabó permitiendo el contacto en su rostro, sin olvidar mencionar que aún se encontraba algo descolocado por el giro de los eventos. En circunstancias normales habría apartado la mano del chico a menos que tuviera la certeza de que estaba limpia.

El pelinegro no le transmitía peligro por otro lado. Además, se sentía con ventaja en la posición en la cual habían quedado.

—Has sonado como mi padre, hombre de negro —dijo de repente aún a centímetros del rostro del chico.

Lo había reconocido.

De esa forma prevaleció solo unos segundos más. Pronto se irguió para quedar sentado sobre él en una de sus «poses favoritas» sin apartar la mirada del único ojo visible del joven. No le agradaba el aroma a vainilla quemada: era un tanto estricto con los olores.

De repente exhaló por la nariz, ahora respirando por esta como usualmente lo hacía. Estaba volviendo en sí rápido, ergo no tardó en comenzar a recorrer la piel del chico con una mirada... furtiva, siguiendo sus marcas y tatuajes.

Ya que Oz lo había tocado sin su permiso, se tomó el derecho de hacerlo de igual forma. Así que acercó la mano al cuello del chico, teniendo la intención de trazar con el dedo medio la forma circular de lo que parecía ser un tatuaje.

¿A los patos les gustan las coles?

Participantes: Tian Rue-Boris-Aysha ❙ Abierto ❙ En Curso

No puede evitar sino sentir una fuerte emoción tras posarse la lechuza en su hombro, sin embargo la trata con el debido respeto; no fuera a tener una reacción similar al pato. Acaricia su plumaje con apenas el índice y dedo medio a la par de mirar en sus profundos ojos. No es como cualquier otra, seguro.

—Es un trato. Estoy seguro que será un mandado divertido— comenta fuera de su turno con Zuli

Su curiosidad y la de Tian dan pie a que la chica revele un poco de sus habilidades, no es muy explicita, pues parece ser que mide sus palabras. No obstante ha hecho de forma reiterada que Boris se sorprenda.

—Limpiar energías negativas es una habilidad excepcional que se requiere de buena preparación para eliminar hasta el mínimo residuo— dedica a ella un par de aplausos suaves —Te deseo un buen futuro— habla ahora con una mano en el pecho y una sonrisa dócil.

No miente pero va más allá de simple amabilidad.

Desliz

Oz & Arata | Cerrado | En curso

— Has sonado como mi padre, hombre de negro, cuya respuesta por parte del pelinegro es entrecerrar sus ojos,
reflejando una evaluación de lo que le está diciendo con una actitud defensiva.

«¿Otra vez con esas?», no es la primera vez que sale el tema entre este par por culpa de un tercero.

«Te corrijo chaval: como el padre de cualquier crío de esta pocilga», gruñe afirmativamente, convencido de sus palabras.
«Pero te doy la razón, este .... ..... ... elfo es bastante .... .... con sus formas», suelta una carcajada.

— Hmpf, se limita a expresar durante esos breves segundos de cercanía.
En cualquier caso, oficialmente se confirma que este individuo en cuestión es Arata.

Mantiene una mirada firme mientras el residente se recompone y más tarde le examina detenidamente.
No es la primera vez que se encontraba ante tal escaneo, por lo que no le supuso una molestia.
La molestia vino a continuación, sobrepasando el límite con la intención de tocar su tatuaje.

Ese tatuaje es una de las razones por las cuales sigue vivo en este instante, y bajo ninguna circunstancia permitirá que alguien sin lazo alguno se atreva a profanarlo.
La imagen de esta serpiente que se devora a sí misma representa la lucha eterna, pero va más allá de eso.
Este reptil es el emblema compartido por el clan que lo acogió cuando era solo un niño, brindándole un nuevo comienzo a cambio de su completa lealtad.
No obstante, no todos sus integrantes portan la misma serpiente, ya que lo que realmente importa es el rastro mágico que emana de ella,
detectable solo para los dragones y otras razas de carácter reptiliano.

Por tanto, sin previo aviso, ejecuta un rápido movimiento de cadera, golpeando el cuerpo del residente para desestabilizarlo.
Acompañando ese golpe, ejerce un enérgico tirón de su brazo, arrojándolo hacia un costado para asegurarse de que se mantenga a una distancia prudente.
Así, garantiza que no tenga la oportunidad de rozar siquiera un centímetro de su preciado tatuaje al mismo tiempo que se libra de su carga.

«Retenlo y hazle sufrir», ríe maquiavélicamente.

— Ya os habéis complacido suficiente, comenta incorporándose.
Su comentario va tanto para la voz como para el pelirrojo, mirando de soslayo a este último.

Lo que mal empieza, mal termina... o no


Kuon & Edwin ❙ Abierto ❙ En curso


- Claro - le respondió Kuon al tiempo que aceptaba el papelito que Edwin le daba, pasando así a guardarlo en uno de los bolsillos de su pantalón para no perderlo.


Y posteriormente, él también le dio otro pequeño papel en forma de tarjeta con su número, nombre y dirección de la residencia. Esto era algo que si bien normalmente no solía llevar consigo, en esta ocasión lo había tenido preparado por si el gerente del local que había visitado en la mañana se lo pedía, más finalmente no había sido el caso, y por ello aun estaba en su poder.


- Ten el mio - le dijo al tiempo que entendía su mano para dárselo.


Tras esto, fue cuando el joven pelinegro hizo el comentario sobre su cabello. Kuon por su parte se sorprendió un poco al escucharlo, y es que después de todo, en su pasado había tenido malas experiencias relacionadas precisamente con el color del mismo. Más en esta ocasión sintió que Edwin lo decía de forma sincera y amistosa, sin ningún tipo de maldad, por lo que agradeció sus palabras.


- Gracias - dijo de forma escueta con una expresión amigable.


Si bien Kuon no quiso añadir ningún comentario más al respecto para evitar terminar recordando quizás más de su pasado, pues no quería estropear el buen ánimo que había entre ellos.


Posteriormente fue cuando ambos jóvenes comenzaron a caminar en dirección al casino al tiempo que continuaban conversando. Kuon por su parte escuchaba con atención las palabras de Edwin afirmando con la cabeza en señal de comprensión. Hasta que finamente llegaron a las puertas del local, donde imitando los movimientos de su acompañante él también sacó de sus bolsillos los objetos necesarios para poder entrar, dejando del mismo modo también los metálicos que llevaba en la cesta.


Cabe mencionar que puesto que realmente Kuon no estaba acostumbrado a este tipo de locales, seguramente podía notarse bastante que se estaba fijando en los movimientos del joven pelinegro para saber mejor que era lo que se tenía que hacer antes de poder entrar.


De esta forma, ya con todo hecho pues, fue cuando Edwin lo invitó a entrar antes que él.


- De acuerdo - le respondió Kuon al tiempo que dejaba salir una de sus pequeñas risas, pasando así a entrar primero.


Tras pasar se quedó un momento cerca de la entrada, esperando por Edwin, y aprovechando mientras para volver a guardar sus pertenencias una vez los trabajadores del lugar le indicaron que podía recogerlas. Al mismo tiempo también aprovechó el momento para echar un vistazo rápido al local, el cual era realmente grande, al menos a su parecer. Por lo demás, por su parte aún no sabía bien que tipo de actividad sería más de su agrado de todas las que allí se ofrecían. Si bien por el momento estaba más interesado en ir primero a comer, siempre que su acompañante estuviera de acuerdo, pues ya sentía algo de hambre.

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Ahí estaba; pudo reconocer el movimiento de cadera. El resto prácticamente fue historia, mas no se limitó simplemente a caer de espaldas, pues en el momento rodó un par de veces para quedar más lejos del chico o «adversario». Luego se levantó y comenzó a sacudirse la ropa de una forma que parecía ser demasiado relajada como para estar en presencia de alguien que lo acababa de empujar de esa manera. No obstante, se encontraba con un pie ligeramente más adelante que el otro y las piernas un poco inclinadas: una postura defensiva.

La capucha se había desprendido de su cabeza, así que ahora se podía apreciar mejor su cabello lacio. No lo llevaba fijado, sino en su estado natural, por lo que era fácil que le acariciara el rostro.

—No lo creo —respondió mientras apartaba unas pequeñas hojas de su pantalón—. Tal vez tú —agregó, regresando unas finas ramas a la tierra.

Qué manera de despertar, estaba un poco molesto aunque no fuera evidente. Además, había sido totalmente innecesario apartarlo de esa manera.

—Me pregunto si podrás mantener ese movimiento de cadera.

Observó unos segundos a Oz antes de dirigir la mirada hacia el árbol en el cual descansaba antes. Había algunas ramas atravesadas con otras.

—¿Qué haces aquí? —preguntó sin dejar de observar el árbol.

Quería saber qué había sucedido con exactitud.