Publicidad
El nuevo Boric Opinión Crédito: Agencia Uno

El nuevo Boric

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
Ver Más

No cabe duda de que la visita a La Araucanía marcó un punto de inflexión para el Mandatario. Escuchó con la misma inteligencia emocional a lonkos y víctimas de la violencia –por primera vez– y planteó acciones bastante concretas. Incluso, reconoció como un error el acto fallido de la exministra Siches, que –como sabemos– fue el precoz inicio de la caída inmediata en las encuestas y el bálsamo de realidad a pocos días de asumido el mandato. Todo, coronado con una faceta que, seguramente, lo ayudará en su posicionamiento: el de figura que se codea con líderes internacionales, como Xi Jinping –un acierto la invitación que le hizo el líder chino para 2023–, Justin Trudeau o Jacinda Ardern.


En las últimas semanas, hemos observado una nueva versión del Presidente Gabriel Boric. Más cercano al estilo que lo caracterizó durante el verano con la gente –que incluye el bien logrado “bicicletazo”–, dando algunos golpes efectistas, como con la reforma de pensiones –que además le permite rescatar una de sus principales promesas de campaña–, aplicando el pragmatismo sin complejos –un giro con el mundo empresarial y el apoyo al TPP11–, con un relato que se hace cargo de la ingenuidad y debilidades iniciales –“otra cosa es con guitarra”, dijo– y mostrando una faceta más firme en el tema de seguridad y en las tarifas del transporte, pese a la incomodidad de AD.

Y no cabe duda de que la visita a La Araucanía marcó un punto de inflexión para el Mandatario. Escuchó con la misma inteligencia emocional a lonkos y víctimas de la violencia –por primera vez– y planteó acciones bastante concretas. Incluso, reconoció como un error el acto fallido de la exministra Siches, que –como sabemos– fue el precoz inicio de la caída inmediata en las encuestas y el bálsamo de realidad a pocos días de asumido el mandato. Todo, coronado con una faceta que, seguramente, lo ayudará en su posicionamiento: el de figura que se codea con líderes internacionales, como Xi Jinping –un acierto la invitación que le hizo el líder chino para 2023–, Justin Trudeau o Jacinda Ardern.

En lo político, sin duda, la carta jugada por el Presidente con la reforma de pensiones fue exitosa. En primer lugar, demostró que el tema, aunque –curiosamente– está fuera de la pauta de los medios, es una de las preocupaciones más importantes de los chilenos. De hecho, en 2019, durante el estallido social, encabezaba el listado de los dolores de la ciudadanía. Solo recordemos que en nuestro país existen alrededor de 2 millones 300 mil personas jubiladas –más todos(as) quienes ven más cercana la jubilación–, de los cuales más de la mitad recibe aportes solidarios del Estado, debido a lo bajo de sus ingresos. Y aunque la PGU ha ayudado a compensar las pensiones más miserables, el problema sigue siendo dramático.

El Gobierno logró, con la propuesta de reforma, algo que había extraviado hace rato: el control de la agenda. Con una jugada bien pensada, La Moneda puso todas sus fichas en un proyecto que ya fracasó en los Gobiernos de Bachelet y Piñera, y con el cual nuestra clase política está en deuda. Además del impacto comunicacional del anuncio –un despliegue bastante bien logrado, con Mario Marcel de vocero principal–, lo que el Gobierno hizo fue instalar una batalla ideológica. Jugando con el tejo pasado en el 6% –íntegramente puesto por el empleador e íntegramente destinado al aporte solidario en el caso de los salarios sobre 1.5M–, la integración del Estado al sistema y con el anuncio del fin de las AFP –independientemente de que podrían estas reconvertirse–, Gabriel Boric dividió el tablero en dos y obligó a la derecha a salir en defensa del «modelo”, incluso con parlamentarios que defendieron a las AFP, pese a que estas no gozan de muy buena reputación.

Sin duda, Boric se ha reinventado en estos últimos dos meses. Atrás está dejando la ingenuidad y el romanticismo y los ha ido reemplazando por un pragmatismo que ha debido asumir gracias al peso de la realidad. A diferencia de una clase política chilena añeja, para quienes reconocer un error es signo de debilidad, el Presidente, como buen millennial, no tiene temor a decir “me equivoqué” e incluso contradecirse cuando la realidad señala lo contrario. Por supuesto que Boric no podrá cumplir con su programa original y por supuesto que el plebiscito de salida fue un golpe duro, pero creo que este giro –muy evidente– le abre una oportunidad enorme, que debe ser acompañada de un relato que dé cuenta de esta nueva etapa

La verdad es que el segundo tiempo parece haber comenzado recién ahora para el Mandatario y su Gobierno. Se nota que hay una estrategia de comunicaciones detrás, porque ha logrado proyectar que estamos frente a un nuevo Boric, que ya superó la derrota del 4S. La versión 2.0. Solo falta ver si la ciudadanía logrará captar este giro, si es sostenible en el tiempo y, lo más difícil, si su propia coalición es también capaz de mostrar la madurez para enfrentar estos tres años y cuatro meses que quedan por delante, adaptando el programa original a la nueva realidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias