Requiem por la casa de los sonidos

Ana Valentina

Por una nota en un periódico me entero que redujeron en un 80% el presupuesto de la Fonoteca Nacional y que aproximadamente 100 de sus trabajadores quedarán sin empleo, un trabajo que hay que decir, ya se daba en las precarias condiciones del capítulo 3000 (sin vacaciones pagadas, sin aguinaldo, ni antigüedad, solo la incertidumbre anual de no saber si se les contrataría nuevamente). Sé bien de lo que hablo, porque por dos años laboré en dicha institución, y por ello mismo conozco de primera mano el amor y dedicación con que esos trabajadores culturales afrontan el día a día para sacar avante un proyecto tan hermoso como necesario.

La Fonoteca Nacional resguarda en sus bóvedas miles de archivos sonoros que incluyen lenguas, sonidos de animales, músicas, entrevistas e infinidad de audios que son tesoros invaluables para nuestra identidad; pero esos audios no solo se guardan ahí en las condiciones óptimas para su conservación, también se catalogan y digitalizan con artesanal cuidado y posteriormente se difunden para que quien así lo desee pueda acercarse a escuchar… el sonido de un quetzal, esas lenguas de las que ya quedan apenas unos hablantes como el kiliwa de Baja California, en fin…

Esta noticia no solo me impactó por reconocer el valor de lo que hay en la Fonoteca Nacional, sino también por lo que significa para los trabajadores de la cultura (entre los que me incluyo) y para la cultura en sí. Es un golpe durísimo. Un recorte inentendible que deja en la calle a una centena de personas y que además vulnera nuestra riqueza sonora.

No es comprensible. No es justificable. Es doloroso y brutal.También escribo esto como parte de una familia que resguarda ahí sus archivos sonoros. Mis padres y yo somos socios de Ediciones Pentagrama y con mucho cuidado hace unos años tomamos la decisión de que fuera la Fonoteca Nacional el espacio en que nuestras cintas de carrete, Lps y demás soportes estuvieran resguardados y sobre todo socializados. Desde este punto nos sentimos también afectados por esta decisión del gobierno mexicano que sigue demostrando, con sus acciones respecto a la cultura, no ser mejor que los mandatarios en turno que les precedieron como tanto cacarean.

Escribo esto con enojo, rabia y una enorme solidaridad para quienes fueron mis compañeros de trabajo.

Estoy convencida de que la cultura sigue siendo lo último en las prioridades gubernamentales, sin que en ello haya sorpresa en mi, pero sintiendo la obligación de decirlo. Considero que este golpe, tremendísimo, se encamina a desmantelar una labor tan importante, y la única explicación que puedo darme es un enorme desdén hacia todo aquello que no brille como luz cegadora para que los de arriba se paren el cuello y sigan simulando que hacen cuando más bien deshacen.

Este anuncio parece ser el aviso de una muerte injusta. A la Fonoteca Nacional la está matando un gobierno que prometió ser diferente y al que muchos le creyeron… una Secretaría de Cultura que como los patos… a cada paso…

Vaya esto para expresar mi enojo e indignación, mi solidaridad con los trabajadores que reciben este año siendo desempleados y también para quienes, aunque se quedan, verán recortados sus ingresos… ¿Qué hacer? Por lo pronto no callar. Van estas palabras para que la casa de los sonidos no se vuelva silencio, que siga cantando, hablando, siendo memoria, y que lo haga con dignidad.

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