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SYNODUS EPISCOPORUM
BOLETÍN

de la Comisión para la información de la
X ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA
 DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
30 de settiembre-27 de octubre 2001

"El Obispo: servidor del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo"


El Boletín del Sínodo de los Obispos es solo un instrumento de trabajo para uso periodístico y las traducciones no tienen carácter oficial.


Edición española

05 - 01.10.2001

RESUMEN

SEGUNDA CONGREGACIÓN GENERAL (LUNES, 1 DE OCTUBRE DE 2001 - POR LA TARDE)

 

SEGUNDA CONGREGACIÓN GENERAL (LUNES, 1 OTTOBRE 2001 - POR LA TARDE)

 

INTERVENCIONES EN EL AULA (INICIO)

A las 17.00 de hoy, ante la presencia del Santo Padre, con la oración del Adsumus ha tenido lugar la Segunda Congregación General, para iniciar las intervenciones de los Padres Sinodales en el Aula sobre el tema sinodal. Presidente Delegado de turno S. Em. R. Card. Giovanni Battista RE, Prefecto de la Congregación para los Obispos.

En esta Congregación General, que se ha concluido a las 19.00 horas con la oración del Angelus Domini, estaban presentes 237 Padres.

INTERVENCIONES EN EL AULA (INICIO)

Después intervinieron los siguientes Padres:

- S.E.R. Mons. Joachim Phayao MANISAP, Obispo de Nakhon Ratchasima (Tailandia).

- S.E.R. Mons. Paul Yoshinao OTSUKA, Obispo de Kioto (Japón).

- S.E.R. Mons. Javier LOZANO BARRAGÁN, Arzobispo-Obispo emérito de Zacatecas y Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios (Ciudad del Vaticano) .

- S.E.R. Mons. Stephen Fumio HAMAO, Arzobispo-Obispo emérito de Yokohama y Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes (Ciudad del Vaticano) .

- S. Em. R. Card. Pedro RUBIANO SÁENZ, Arzobispo de Bogotá.(Colombia).

- S.E.R. Mons. Joseph CHENG TSAI-FA, Obispo de Tainan (Taiwán).

- S.E.R. Mons. Rubén SALAZAR GÓMEZ, Arzobispo de Barranquilla (Colombia).

- S.B. Nerses Bedros XIX TARMOUNI, Patriarca de Cilicia de los Armenios (Líbano).

- S.E.R. Mons. Fabio SUESCÚN MUTIS, Obispo castrense (Colombia).

- S.E.R. Mons. Joseph Eric D'ARCY, Arzobispo emérito de Hobart (Australia).

- S. Em. R. Card. José SARAIVA MARTINS, C.M.F., Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos (Ciudad del Vaticano).

- S.E.R. Mons. Justin Francis RIGALI, Arzobispo de Saint Louis (Estados Unidos de América).

- S.E.R. Mons. Tadeusz KONDRUSIEWICZ, Arzobispo titular de Ippona Zárito y Administrador Apostólico de Rusia Europea Septentrional de los Latinos (Federación Rusa).

- Revdo. P. Camilo MACCISE, O.C.D., Prepósito General de la Orden de los Frailes Descalzos de la Beata Virgen del Monte Carmelo (Unión de Superiores Generales).

Damos a continuación los resúmenes de las intervenciones:

- S.E.R. Mons. Joachim Phayao MANISAP, Obispo de Nakhon Ratchasima (Tailandia).

La Conferencia Episcopal de Tailandia quiere destacar la imagen del Obispo como Pastor de una parte del Pueblo de Dios, entendido como ministro de Comunión y Misión. Como ministro de Comunión con Dios él participa, mediante la gracia, en la vida y misión trinitarias, y trabaja para alimentar esta comunión escuchando la Palabra de Dios, por medio de la oración y la celebración de los sacramentos. Durante su servicio pastoral, cada palabra y cada gesto serán un signo de esta comunión con Dios, llevando a los demás a la misma comunión. Además, el Obispo tendría que ser un ministro de Comunión con todos: el Papa, los hermanos en el Episcopado, los sacerdotes, los diáconos, los religiosos y religiosas, los laicos, aquéllos que profesan otras religiones, y también los que no tienen convicciones religiosas. Tiene que hacerse disponible y asequible como un padre, un hermano y un amigo viviendo una vida sencilla, escuchando a los otros, promocionando la colaboración y el poder responsable.

Como ministro de la Misión de la Iglesia, el Obispo proclama a todos el Evangelio de esperanza con la autoridad recibida de Cristo, condenando con coraje todo lo que se opone a la dignidad de la persona humana. Como defensor de los pobres y promotor de la justicia y de la paz, él es el testigo vivo del Cristo Misericordioso, y acepta los sufrimientos relacionados con su misión. Ser un ministro de Comunión y Misión no es una tarea fácil. De aquí la necesidad apremiante de una formación permanente de los Obispos.

[00020-04.06] [in001] [Original text: English]

- S.E.R. Mons. Paul Yoshinao OTSUKA, Obispo de Kioto (Japón).

Mi intervención hace referencia a la sección nº 132 [ciento treinta dos] del Instrumentum laboris, "Proclamación del Evangelio", que en consideración a la situación de la sociedad y de la cultura del mundo moderno, alude a la necesidad de que la proclamación del Evangelio adquiera un nuevo lenguaje, un nuevo entusiasmo y nuevos métodos de divulgación.

En este siglo, la Iglesia estará mucho más en contacto con las otras religiones. En mi opinión, por las razones que expondré a continuación, puesto que la Iglesia tiene que tratar con distintas culturas y tradiciones, tendrá que proclamar la verdad del Evangelio utilizando nuevos métodos con respecto a las gentes modernas que viven según una visión seglar del mundo.

Ya que necesitamos un nuevo lenguaje y una nueva forma de hablar, yo propondría que los Obispos japoneses utilizaran su mandato magisterial a fin de impulsar nuevos intentos.

En febrero de 2001 [dos mil y uno] los Obispos japoneses publicaron un documento titulado "Respeto por la vida".

Sabemos que la población japonesa tiene una visión secular del mundo, y por tanto hemos decidido apelar a la sacralidad de la vida y presentarles los valores del Evangelio, enseñándoles los distintos problemas con los que la vida misma tiene que enfrentarse en el mundo moderno.

Este documento, titulado "Respeto por la vida", puede considerarse un reto para los católicos del Japón, y también para la misma sociedad japonesa.

Sin embargo, los varios temas presentados han sido redactados de una forma que no quiere insistir sobre el hecho de que la única respuesta correcta y la única resolución de los problemas proceden de una perspectiva católica.

La Iglesia le presenta al lector un mensaje en el que Ella misma se pone a reflexionar junto con él/ella sobre cuál es la mejor forma de vida, la mejor sociedad posible.

Además, los Obispos proclaman que su mensaje se arraiga en la fe de la Iglesia Católica y que "queremos, en primer lugar, indicar la forma de vida enseñada por Cristo, e inspirar a los demás con la vida de Cristo" (91).

Según las enseñanzas del Evangelio, la Verdad de Dios no se impone a la gente; es por eso que el Vaticano II [dos], en su declaración sobre la Libertad Religiosa, declara: "La verdad sólo se impone en virtud de su propia verdad, que penetra las mentes con dulzura y vigor".

Durante el año jubilar, el Santo Padre nos recordó este principio, pidiendo perdón a Dios por los pecados de la Iglesia, en cuyo seno hay pecados cometidos al Servicio de la Verdad.

Igualmente, la Comisión Teológica Internacional comenta, en "Memoria y Reconciliación": "Eso se refiere a las formas de evangelización que emplearon medios incorrectos para anunciar la verdad revelada, o no abarcaron un discernimiento evangélico apto para los valores culturales de las gentes, o incluso no respetaron la conciencia de las personas a las que la fe había sido presentada".

Y en nuestro servicio de la verdad, los Obispos japoneses reconocemos los principios arriba mencionados .

Al ejercer nuestro mandato magisterial, daremos gran trascendencia a este diálogo con las personas de hoy, y respetaremos la conciencia de los que han contestado a la llamada del Evangelio.

La Encíclica del Papa Juan Pablo II (segundo), Redemptoris Missio, afirma en el nº 20 [número veinte]: "La Iglesia sirve el Reino difundiendo por el mundo los ‘valores del Evangelio’, que del Reino son expresión y ayudan a la gente para que acepte el plan de Dios."

[00021-04.07] [in002] [Texto original: inglés]

- S.E.R. Mons. Javier LOZANO BARRAGÁN, Arzobispo-Obispo emérito de Zacatecas y Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios (Ciudad del Vaticano).

En la actualidad se calcula en 146 millones el número de personas infectadas por el VIH/SIDA. La Iglesia, y al frente de ella, los Obispos han respondido a este reto de manera que el 25% de quienes se ocupan de estos enfermos en todo el mundo, pertenecen a la Iglesia Católica. Se encuentran en la actualidad 109,000 centros católicos de salud de 1os cuales 6,038 son hospitales en los cua1es desarrollan su actividad pastoral religiosos y re1igiosas en número de 250,000. Hoy en día se presentan graves problemas en el ámbito de la pastoral hospitalaria, tanto en el aspecto financiero, como en el técnico y el político, aunado al envejecimiento del personal y en las actuales cuestiones de la bioética. En el "Instrumentum Laboris" n. 141 se dice que "la organización y promoción continua de la pastoral de la salud merece una prioridad en el corazón y la vida de un obispo", lo que es obvio pues se trata de cumplir con el mandato de Cristo de curar a los enfermos. El tema del presente Sínodo insiste en la virtud de la Esperanza. Esta virtud es especificativa de la Pastoral de la Salud pues la salud es la tensión hacia la armonía y la única armonía real es la resurrección de Cristo. La secularización de1 mundo actual está reñida con la virtud de la esperanza y por ello exige el testimonio decisivo del Obispo de un Evangelio que testifica la Pascua de Cristo como única solución definitiva a la enfermedad y a la muerte. Cristo lavó los pies de los discípulos en la última Cena, por eso la Pastoral de la Salud se encuentra íntimamente unida con la Eucaristía y con la fundación de la Iglesia. Es una proclamación radical del Evangelio como Esperanza frente a la Salud, al dolor y a la muerte, que no se agota en la salud como mera ausencia de enfermedades, pues contradiríamos la esperanza en la repetición mitológica de lo intramundano, sino en la alegre y radical novedad física, psíquica, social y espiritual, que es la meta armónica de la Esperanza total de la humanidad que es la proclamación del Evangelio: Cristo muerto y resucitado.

[00022-04.04] [in003] [Texto original: español]

- S.E.R. Mons. Stephen Fumio HAMAO, Arzobispo-Obispo emérito de Yokohama y Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes (Ciudad del Vaticano).

En el Instrumentum Laboris del Sínodo, el tema del cuidado pastoral de la gente en movimiento no tiene mucha importancia a pesar de que haya en el mundo cerca de 150 millones de personas, una cada 47, que viven en condición de emigrantes y refugiados. Las migraciones ofrecen a la Iglesia una nueva oportunidad para dar testimonio y anunciar el Evangelio en su propia casa y para actuar, cual experta en humanidad, como estímulo para la solidaridad, la aceptación y la comunión entre la sociedad civil.

Para mejorar la acogida de los extranjeros en las parroquias es indispensable que los Obispos inviertan recursos para una formación profesional y espiritual de los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que deberán ocuparse de los problemas del vasto fenómeno de la movilidad humana. En este proceso, el papel de los operadores pastorales, si están bien preparados, es fundamental para la sensibilización de sus comunidades eclesiásticas en la acogida de los extranjeros, evitando en lo posible actos de discriminación e intolerancia.

Son numerosos los fieles que no pueden participar de la vida parroquial a causa de su movilidad o por ser extranjeros. El Obispo, con la caridad pastoral, que es el alma de su apostolado, debería vivir por Dios al servicio de los más débiles. Dentro de éstos se incluyen los extranjeros que no conocen la lengua o los usos y costumbres locales, como los emigrantes, los refugiados, los marinos, el personal de a bordo y de tierra de la aviación civil, los nómadas, los circenses, los turistas, los peregrinos y los estudiantes extranjeros. No olvidemos a las mujeres y niños víctimas de los traficantes y a las personas que sufren diversas manifestaciones de xenofobia.

En mi opinión, en el futuro será necesario promover dos formas de cuidado pastoral de la movilidad: una a través de la parroquia y otra que, con la ardua colaboración de los pastores diocesanos o regionales, vaya al encuentro de los emigrantes y de los itinerantes en los lugares donde se encuentren viviendo una situación concreta.

[00023-04.04] [ih004] [Texto original: italiano]

- S. Em. R. Card. Pedro RUBIANO SÁENZ, Arzobispo de Bogotá.(Colombia).

EI azote de la guerrilla y del narcotráfico ha colocado a la Iglesia en Colombia en una permanente situación de conflicto, de tal manera que para muchos el ministerio se ha hecho tan difícil que pareciera impracticable. Evangelizar así supone vocación de martirio y de hecho tenemos una larga lista de mártires: un Obispo ha sido asesinado por un grupo guerrillero, otro ha sufrido dos secuestros, otros amenazas, y sacerdotes, religiosas y agentes de pastoral han muerto en ataques terroristas o en crímenes, que han quedado impunes. Se dio el caso de un secuestro masivo en plena celebración de la eucaristía dominical; actualmente hay dos sacerdotes en poder de la guerrilla.

En medio de la realidad de conflicto, el Obispo aparece como signo de esperanza y de reconciliación, y testigo del Evangelio al acompañar al pueblo que le ha sido confiado. Signo y testimonio valiente, creíble y animador de todos aquellos que ven debilitada su esperanza por la violencia y el secuestro, superando el modelo tradicional del episcopado para convertirse en un compañero del camino.

Los sacerdotes en situación de grave amenaza para su vida, deben experimentar el apoyo y el consuelo de su Obispo, para mantenerse firmes en el ejercicio de su ministerio y para ser protegidos en situaciones extremas; el Obispo debe tomar muchas veces medidas excepcionales, como sacarlos de la Diócesis y algunas veces del país.

Las masacres y la destrucción en poblaciones indefensas se han multiplicado, generando un éxodo masivo; en esos casos el Obispo debe estar cercano a los afectados y como signo de esperanza debe hacer sentir la vocería de la comunidad frente a los responsables de esos crímenes.

Cada Obispo, en su ordenación, promete velar por los migrantes, compromiso que tiene resonancia hoy frente al drama de tantos fieles desplazados.

El Obispo como testigo de la esperanza debe proclamar la verdad con valentía y claridad, defender la vida, promover los Derechos Humanos. Debe usar las armas, no las del mercenario, sino las del buen Pastor, por eso en zona de conflicto es Ministro por excelencia de la Reconciliación y del Perdón, que insiste en el amor cristiano, que ama a los enemigos y perdona a los que nos persiguen.

Por eso, caminemos con esperanza, no teniendo miedo, porque estamos con el Señor y las circunstancias de hoy nos impelen a no huir del sacrificio. Tenemos que infundir siempre la esperanza cristiana. Ser testigos del amor misericordioso del Padre que en Cristo nos da la seguridad absoluta del triunfo sobre el mal, ser dóciles al Espíritu Santo que nos transforma en instrumentos de paz y reconciliación.

[00024-04.05] [in005] [Texto original: español]

- S.E.R. Mons. Joseph CHENG TSAI-FA, Obispo de Tainan (Taiwán).

Inspirándose en la humanidad de Cristo el obispo, consciente de su propia debilidad y de sus propios límites, debe cultivar esta espiritualidad, capaz de afrontar la realidad cotidiana, los imprevistos, los problemas personales e institucionales.

Está expuesto a la presión de los problemas cotidianos y siente todo el peso. Por eso tiene necesidad de cultivar un modo de vida sereno que favorezca el equilibrio mental, psíquico y afectivo, capaz de acoger a las personas y sus problemas; en las situaciones buenas o malas su gente puede siempre encontrar en él la madurez y la bondad de un padre y de un maestro espiritual.

Por eso, en el esfuerzo de su ministerio, el obispo debe estar siempre unido a Cristo, Crucificado-Glorioso (Cf. Instrumentum laboris n. 55). Debe formarse en una armonía de lo divino y lo humano y encontrar un equilibrio, en la medida de la humanitas misma de Cristo (Cf. Instrumentum laboris n. 56)

No debemos descuidar el cultivo de la virtud humana; ¡tenemos tanta necesidad!

Esto es lo que realmente se entiende cuando decimos que la espiritualidad del obispo debe estar fundada sobre la humanidad de Cristo.

El obispo, siendo el siervo del Evangelio, debe primero acoger la Buena Nueva, vivir en el espíritu y dar testimonio del Evangelio. Además, el obispo debe estar lleno de celo por la proclamación del Evangelio. El obispo mismo debe estar animado por este celo, para así poder estimular a su clero y a sus fieles.

Otro tema al cual querría referirme es aquel de la relación de la cultura e incultura con la proclamación del Evangelio.

En conclusión, nosotros, obispos chinos en Taiwan, estamos ansiosos por ver que la Iglesia en China pueda gozar de la paz y que, en la atmósfera de libertad religiosa hacia la que tiende hoy todo el mundo, también la Iglesia en China pueda proclamar el Evangelio libremente. En este momento, toda China está de fiesta por haber ganado el derecho de organizar las Olimpíadas Mundiales del año 2008. Esperamos que China pueda dar otro paso adelante, para realizar el ideal olímpico de la libertad e igualdad, asegurando a todos la libertad religiosa, a fin de que podamos proclamar el Evangelio de paz y amor de Cristo a todo el pueblo chino.

[00025-04.04] [ih006] [Texto original: italiano]

- S.E.R. Mons. Rubén SALAZAR GÓMEZ, Arzobispo de Barranquilla (Colombia).

Si en el bautismo, todo cristiano recibe el amor de Dios por medio de la efusión del Espíritu Santo, el Obispo, en el sacramento del orden, recibe la "caridad pastoral" de Cristo en su corazón.

Esta caridad pastoral está ordenada a crear la comunión.

El Obispo, antes de traducir ese amor-comunión en líneas de acción, debe ponerlo en su propio corazón y en el corazón mismo de la Iglesia, convirtiéndolo en una verdadera espiritualidad. Si la comunión es la expresión del ser mismo de la Iglesia, la espiritualidad de comunión tendrá que expresarse en una verdadera espiritualidad de Iglesia, vivida en la doble dimensión de espiritualidad personal y comunitaria, que favorece permanentemente la participación y la corresponsabilidad de todos los miembros de la Iglesia y que está a la base de cualquier otra espiritualidad.

El trabajo pastoral del Obispo hará de la Iglesia una auténtica casa de comunión para que ésta pueda ser signo de salvación para el mundo. El Sínodo de los Obispos deberá asumir el pedido del Papa de repensar el ministerio petrino y la corresponsabilidad de los obispos en el gobierno de la Iglesia universal sea cada vez más un signo profundo de comunión y desaparezca todo aquello que pueda empañar la comunión. Lo mismo es aplicable a las relaciones de los obispos de una misma nación en las Conferencias Episcopales, en las regiones y las provincias eclesiásticas. Se trata de dar la primacía a la caridad de manera que la comunión prevalga sobre cualquier otra consideración que no sea el bien común. En cada Iglesia particular el obispo debe concretar la realidad de la comunión promoviendo estructuras de comunión y participación, de modo que escuche al Espíritu que vive en su pueblo, confirme al pueblo en el mismo Espíritu y lo conduzca en la realización de cuanto el Espíritu ha suscitado y confirmado en su Iglesia. Éste es el gran reto que cada obispo, como pastor de una porción del Pueblo de Dios, tiene frente a sí.

El obispo, construyendo la Iglesia como casa y signo de comunión, la construye también como escuela de comunión e instrumento de salvación para el mundo. En este sentido, el obispo debe llevar a la Iglesia a encontrar los caminos concretos de la promoción humana, como expresión del amor de Dios vivido en la comunión animando las obras en las que se expresa la solidaridad con los pobres y los que sufren por cualquier causa y en la promoción de la convivencia humana.

Estas tareas son una manera concreta de l1evar la esperanza al mundo por medio del evangelio.

Así, el obispo, como servidor del Evangelio de Jesucristo, permite que la luz del Evangelio permee todas las relaciones humanas, tanto personales como sociales, y se hace portador de la esperanza para el mundo.

[00026-04.05] [in007] [Texto original: español]

- S.B. Nerses Bedros XIX TARMOUNI, Patriarca de Cilicia de los Armenios (Líbano).

 

- S.E.R. Mons. Fabio SUESCÚN MUTIS, Obispo castrense (Colombia).

La Iglesia, llena de gozo y esperanza, sabe que Cristo es el Señor que ilumina todos los acontecimientos de la historia, y sin descuidar su misión "Ad Gentes" y la atención Pastoral de los que tienen una fe sólida, ha acentuado su preocupación por la Nueva Evangelización.

La Iglesia, que se abre al mundo, requiere de obispos dispuestos a evangelizar, que pongan atención a su vocación de pescadores ante las nuevas realidades que vive el mundo, que salgan en la búsqueda de los alejados e indiferentes, que los pesquen para Cristo y los agreguen al rebaño que pastorean. En fin, que sientan en el corazón, con renovado entusiasmo, aquellas palabras del Señor a Simón Pedro: "No temas, en adelante pescarás hombres" (Cf. Lc 5,10).

El Obispo tiene que asumir el liderazgo y la responsabilidad de Evangelizar a su Iglesia, poniéndose al frente de esta tarea y ¡Ay de mí si no evangelizo! (Cf. 1 Co 9, 16), pues sin él la Evangelización no sería asumida como prioridad eclesial.

El Plan Pastoral, cuya objetivo es Evangelizar, siguiendo la metodología de la Iglesia primitiva debe anunciar por el Kerigma a Cristo Salvador a todas las gentes, invitándolas a la conversión y congregándolas en comunidades en las que se viva la experiencia de ser discípulos y apóstoles bajo la acción del Espíritu Santo.

El Obispo, el presbiterio y las personas evangelizadas tendrán como objetivo IR a todos y evangelizarlos en cada una de las parroquias de la diócesis, de modo que cada parroquia sea escuela de cristianos maduros, y viva como comunidad conformada por pequeñas comunidades, evangelizadas mediante el Kerigma, la catequesis y la plena vivencia de la Liturgia.

Se trata de formar cristianos adultos, capaces de comprometerse seriamente en el servicio apostólico y social, e intensamente solidarios en la promoción humana y en la construcción de una cultura cristiana. Sólo los bautizados que den razón de su fe, podrán transformar la sociedad del hastío y la desesperanza en una sociedad de justicia, de paz y esperanza.

El Señor nos invita a ejercer nuestro ministerio episcopal con total y generoso entusiasmo, saliendo a pescar en mar abierto.

[00027-04.05] [in009] [Texto original: español]

- S.E.R. Mons. Joseph Eric D'ARCY, Arzobispo emérito de Hobart (Australia).

El trabajo del obispo como Maestro-Preceptor de la Fe, especialmente en la catequesis, a menudo es drásticamente dificultado por: 1) una amplia suposición en la cultura contemporánea que la fe cristiana no es una doctrina, no es una verdad, es meramente un ethos y 2) la existencia dentro de la catequesis de un "modelo" ampliamente aceptado que hace poca justicia al lugar que tiene la doctrina en la educación católica.

Haciéndolo remontar fundamentalmente a Rosseau, el modelo educacional de Dewey penetró con mucha fuerza en la catequesis católica.

De todas formas, se están viendo resultados prometedores en los nuevos e importantes desarrollos iniciados de forma significativa por los obispos, convencidos de que su liderazgo en esta área pertenece a su responsabilidad como Maestros-Líderes del elemento doctrinal de fe-educación.

[00028-04.03] [IN010] [Texto original: inglés]

- S. Em. R. Card. José SARAIVA MARTINS, C.M.F., Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos (Ciudad del Vaticano) .

La Novo Millennio Ineunte recuerda que "la perspectiva en la cual debe colocarse todo el camino pastoral (de la Iglesia) es la de la Santidad" (cf. NMI, 30) y que, por lo tanto "señalar la santidad es más que nunca una ‘urgencia de la pastoral’" (Cf. Ibid). El objetivo último de la actividad pastoral del obispo es, por lo tanto, el de suscitar en los fieles el compromiso de responder, con prontitud y generosidad, al llamamiento del Señor a la perfección cristiana.

Actualmente, el llamamiento más creíble y persuasivo que los miembros de una comunidad eclesial pueden recibir al respecto es, sin duda, el mismo testimonio de santidad personal de sus Pastores.

Este "crece no junto al ministerio, mas a través del ministerio mismo", como recordaba el Santo Padre el 7 de octubre del año pasado a los Obispos reunidos en Roma para celebrar el Jubileo (cf. L’Osservatore Romano, 8 de octubre de 2000), es decir, en la multiplicidad de los compromisos, en los imprevistos, en los problemas que un Obispo debe afrontar cada día.

La santidad personal del Pastor es, como ratificaba el Papa a los Obispos ordenados en el último año: "La condición para que sea fructífero nuestro ministerio como Obispos de la Iglesia..." (Cf. L’Osservatore Romano, viernes 6/7/2001, pág. 5).

Pero para que el ministerio sea camino eficaz hacia la santidad debe estar animado y vivificado por la caridad pastoral, que es la virtud típica del Obispo con la cual imita a Cristo "Buen" Pastor. En ella, él encontrará la respuesta a la exigencia fundamental de unidad entre la vida interior y la oración, y las tantas exigencias de la nueva evangelización; entre la contemplación del rostro de Cristo y el anuncio del mismo. "Exigencia urgente en un contexto socio-cultural y eclesial fuertemente marcado por la complejidad, la fragmentación y la dispersión" (cf. PDV, 23) como es el de hoy.

La caritas pastoralis, además, empuja hacia un gran compromiso en la promoción de los "así llamados valores del reino", como la justicia, la libertad, la fraternidad y la paz, para llegar, en lo posible, a una verdadera ‘globalización’ de los mismos.

Pero esto no es suficiente si no se proclama que "Cristo es el único Mediador entre Dios y los hombres" (RM, 5), que el Señor muerto y resucitado es el único Redentor del hombre (cf. RH). Es necesario, por lo tanto, que el Misterio de Cristo sea anunciado, con nuevo impulso, al hombre de hoy. "Debemos volver a encontrar el entusiasmo de Pentecostés del anuncio ... El anuncio del Evangelio es el acto de amor más elevado con respecto al hombre, su libertad y su sed de felicidad" (cf. L’Osservatore Romano, 8 octubre de 2000), recordaba el Santo Padre a los obispos venidos a Roma para celebrar el Jubileo. En realidad, solamente así el Obispo será la transparencia del amor de Dios, el icono del amor de Cristo Buen Pastor en medio de su pueblo; sólo así será servidor del Evangelio y sembrador de esperanza.

Así han hecho tantos hermanos nuestros en el episcopado que, en todo tiempo y lugar, se santificaron en el ejercicio de su ministerio pastoral. Entre ellos: Bartolomé de los Mártires, Arzobispo de Braga, en Portugal; Juan Antonio Farina, Obispo de Treviso y de Vicenza, en Italia y Pablo Pedro Gohdic, Obispo de la Eparquía de Presov, en Eslovaquia, los cuales serán beatificados el próximo 4 de noviembre, mientras el Obispo de Acqui, Giuseppe Marello, será canonizado el 25 de noviembre del presente año.

Su luminoso ejemplo sea para nosotros, Obispos del Tercer Milenio, motivo de esperanza y fuente de impulso apostólico (cf. Instr. Lab., 58)

[00030-04.06] [IN012] [Texto original: italiano]

- S.E.R. Mons. Justin Francis RIGALI, Arzobispo de Saint Louis (Estados Unidos de América).

Hay un texto extraordinario del Concilio Vaticano II que nos ayuda a entender aún más el don y misterio del episcopado. Este texto nos da una gran apreciación de nuestra identidad ontológica. Lumen gentium afirma: "Así, pues, en los Obispos, a quienes asisten los presbíteros, Jesucristo Nuestro Señor está presente en medio de los creyentes" (n. 21). Cada Obispo está llamado a comprender su vocación como "imagen viviente del Señor Jesús" (Instrumentum laboris, 40). Esta expresión sobre la identidad ontológica del Obispo ha sido adicionalmente articulada por el Papa Juan Pablo II en su doctrina sobre el episcopado (cf. Discurso a los Obispos de los Estados Unidos de América, 5 de septiembre de 1983). En este contexto, el Santo Padre habla de las varias esferas en las cuales el Obispo es "imagen viviente del Señor Jesús". Él es "imagen del amor de Jesucristo" e "imagen de la compasión de Cristo". Él es ministro de esperanza porque es el heraldo de la piedad y del perdón divinos.

El Obispo es, igualmente, "imagen de la verdad de Cristo" e "imagen de la fidelidad a la doctrina de la Iglesia". Siendo él imagen de fidelidad, debe también ser, con Jesús, "signo de contradicción para el mundo". No puede renunciar nunca a la predicación de la Cruz.

Al ser el Obispo, como Jesús, un maestro de la oración, está también llamado a ser "imagen viviente de Cristo orante".

El Obispo, además, está llamado a ser "imagen de la unidad de la Iglesia universal" e "imagen de la solidaridad Católica". Por último, el Obispo está llamado a ser "imagen de la esperanza del pueblo de Dios, tan fuerte e inquebrantable como la imagen de la Cruz, convirtiéndose en imagen viviente de Cristo Resucitado".

Nuestra identidad ontológica nos confirma en nuestra proclamación del Uno al que el Apóstol Pablo llama: "Cristo Jesús, nuestra esperanza". (1Tm 1,1).

[00031-04.03] [IN013] [Texto original: inglés]

- S.E.R. Mons. Tadeusz KONDRUSIEWICZ, Arzobispo titular de Ippona Zárito y Administrador Apostólico de Rusia Europea Septentrional de los Latinos (Federación Rusa).

El último decenio ha confirmado el dicho "ubi episcopus - ibi ecclesia". El obispo ha sido signo de esperanza para el pueblo de Dios en el Gólgota del siglo XX.

El tiempo muestra que el tren de la comunidad mundial podría pasar sin la participación de la Iglesia, si no se intensificará la acción común de los obispos y los trabajos del Sínodo. Es necesario limitar las intervenciones personales de los participantes en el Debate en Aula, ampliar el tiempo de trabajo de los Círculos menores y aprender de la experiencia de los Sínodos de las Iglesias Orientales, que toman decisiones concretas, con una mayor colaboración y confianza entre las Iglesias locales y la Curia romana, así como ampliar las competencias de las Conferencias episcopales, en armonía con los dicasterios vaticanos y con el ministerio de Pedro.

Agradeciendo a las Iglesias de varios países la ayuda brindada a los católicos de Rusia, considero que sería útil desarrollar los contactos de hermandad con cada diócesis y con cada parroquia. Al mismo tiempo anhelamos que muchos programas organizativos de las Iglesias de Occidente en Rusia se desarrollen involucrando a la Iglesia Católica local; de lo contrario, en lugar del crecimiento de las relaciones ecuménicas y sociales, se podrían crear ulteriores incomprensiones y malestares.

La llamada evangélica "Boga mar adentro" tiene que convertirse en un imperativo, rechazando el pequeño cabotaje en el servicio episcopal para navegar en las aguas profundas de la responsabilidad colegial para el destino de la Iglesia y llevar la esperanza al mundo, para que así la Iglesia pueda responder a los desafíos de los tiempos y ser, siempre más, una institución dinámica, con un gran crédito de confianza que guíe a los hombres a la santidad.

[00032-04.04] [IN014] [Texto original: italiano]

- Revdo. P. Camilo MACCISE, O.C.D., Prepósito General de la Orden de los Frailes Descalzos de la Beata Virgen del Monte Carmelo (Unión de Superiores Generales).

Tenemos en la Iglesia, por voluntad del Señor, dos aspectos inseparables y necesarios, el aspecto institucional y el aspecto carismático. Ambos son fruto de carismas dados por el Espíritu gratuitamente para el bien de la comunidad. Carismas son tanto los ministerios institucionales como los no-institucionales. Son dados para la edificación del Cuerpo de Cristo. Por ello, no se puede atacar lo institucional en nombre de un falso espiritualismo, corno tampoco aplastar los carismas no-institucionales en nombre de un orden y organización jurídicas.

El amor cristiano, que es el mayor de los carismas ( 1 Cor 12,31 ), viene a ser el gran principio coordinador de todos los dones que comunica el Espíritu. Este amor lleva a reconocer en los carismas de los demás las dimensiones reales del propio y a no estimarse más de lo que conviene (cf. Rom 12,3). Una coordinación de los carismas requiere también de la dirección apostólica. A la autoridad en la Iglesia corresponde el juicio sobre su autenticidad y ejercicio.

Esta coordinación y unión entre los carismas no excluye el contraste y las tensiones entre ellos. Cada don es diferente. Lo que uno tiene no lo posee otro. De ahí que el ejercicio de los carismas lleve consigo la cruz y el sufrimiento. Un don es limitado por otros dones. El mismo

Espíritu que suscita los carismas permite la oposición a ellos para la purificación de quienes los han recibido y para que adquieran la dimensión pascual, signo de autenticidad evangélica. De aquí surge la necesidad de desdramatizar los conflictos y tensiones y de asumirlos sin amargura y con una esperanza activa y un sano sentido del humor.

Hay que vivir una espiritualidad de las tensiones y de los conflictos. Hay que aceptar las tensiones, no crearlas y admitir que ellas pueden ser fruto también de nuestros pecados. Todos debemos hacerlo: obispos, sacerdotes, religiosos/as y laicos. "Haya unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, caridad en todo" . Para ello se requiere un diálogo entre todos los miembros de la Iglesia.

Carismas e institución se necesitan mutuamente. Hay que integrar las tensiones entre estas dos realidades complementarias poniéndolas al servicio de las tres grandes dimensiones del

Espíritu: comunión, libertad y parresía y abriéndose al "camino más excelente" del amor (1 Cor 12,31 ).

[00033-04.05] [in015] [Texto original: español]

 

 
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