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La epidemia que subyace tras la covid: los casos de depresión y ansiedad crecen más de un 25% en el mundo

Un estudio internacional estima que la crisis del coronavirus provocó 53 millones más de trastornos depresivos. El problema afectó sobre todo a mujeres y jóvenes

Pacientes en el centro de salud mental Ville-Evrard, en Saint- Denis (Francia), en noviembre de 2020.
Pacientes en el centro de salud mental Ville-Evrard, en Saint- Denis (Francia), en noviembre de 2020.CHRISTOPHE ARCHAMBAULT (AFP)
Jessica Mouzo

La pandemia de coronavirus ha hecho tambalear la salud del planeta. Primero, por la amenaza de la propia covid, pero también por el impacto de todas esas intervenciones y consultas que la crisis sanitaria obligó a aplazar. El virus ha dejado ya 236 millones de infectados y casi cinco millones de muertos, pero también ha retrasado diagnósticos y ha avivado una epidemia de mala salud mental que ya se cierne sobre la calle. Un estudio internacional publicado en la revista The Lancet estima que los casos de depresión mayor y trastorno de ansiedad en el mundo han aumentado un 28% y un 26%, respectivamente, durante la pandemia. Esto significa que en 2020 se produjeron 53 millones de trastornos depresivos y 76 millones de diagnósticos de ansiedad más de los esperables. Los grupos de población más afectados por esta avalancha de mala salud mental han sido las mujeres y la gente joven, según los investigadores.

A pie de consulta, ya se veía venir. A medida que la pandemia de covid avanzaba, relatan los psiquiatras consultados, se agudizaba un goteo incesante de urgencias y visitas con nuevos problemas de salud mental o cuadros clínicos de dolencias mentales agravados tras los confinamientos y el parón de la interacción social. Una epidemia invisible se estaba gestando a la sombra del coronavirus, pero los profesionales eran incapaces de dimensionarla, admite Víctor Pérez, jefe de Psiquiatría del Hospital del Mar de Barcelona: “Sabíamos que era algo que iba a pasar. Era lo que palpábamos en las consultas. Las urgencias estaban desbordadas”.

La crisis sanitaria fue el caldo de cultivo perfecto para aflorar la mala salud mental: los encierros, la falta de interacción social, las muertes sin duelo, la incertidumbre ante un virus desconocido y la inestabilidad económica azuzaban el malestar emocional. Y las dificultades para acceder al sistema sanitario, con la atención primaria saturada y los hospitales volcados en la covid, terminaron por colmar el vaso. La sintomatología se agravaba y la puerta para tratarla estaba colapsada. Una encuesta de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 130 países constató que el 60% sufrió interrupciones en los servicios de psicoterapia para personas vulnerables.

El estudio de The Lancet, capitaneado por investigadores de la Universidad de Queensland (Australia), pone ahora negro sobre blanco la situación y, tras realizar un metaanálisis con datos de prevalencia de depresión y ansiedad en 203 países del mundo durante 2020, cifra el impacto de la pandemia de covid en la salud mental: la depresión y la ansiedad crecen más de un 25% en todo el mundo, aunque no de forma homogénea. Los países más afectados por el virus tuvieron más carga de enfermedad.

La investigación revisó más de 5.000 estudios y analizó cerca de medio centenar de investigaciones realizadas en 2020. Así, los científicos recopilaron datos de prevalencia de estas dolencias durante la pandemia y los compararon con referencias de la época prepandémica. Luego, con una herramienta de modelización, estimaron el cambio de prevalencia entre ambos períodos usando también indicadores de impacto de la pandemia, como la tasa de infección y la movilidad de personas.

A pesar de las limitaciones del estudio, como la falta de datos de calidad en algunos países o cifras basadas en casos probables de estas dolencias, las estimaciones del modelo sugieren que, en ausencia de pandemia, habría habido 193 millones de casos de trastorno depresivo mayor (2.471 casos por 100.000 habitantes) en todo el mundo en 2020. Sin embargo, el análisis muestra que hubo 246 millones de casos (3.153 por 100.000).

Cuanto más grande fue la tasa de infección por covid y mayores las restricciones sociales, más prevalencia hubo de estas dolencias mentales. En declaraciones a EL PAÍS a través de correo electrónico, Damián Santomauro, investigador del Centro de Investigación de Salud Mental de Queensland y autor del estudio, matiza, sin embargo, que no se puede hacer una comparación entre países “por la ausencia de datos de alta calidad en la mayoría” de los Estados y el margen de incertidumbre en torno a las estimaciones por países: “Por ejemplo, para España estimamos un aumento del 29,5%, pero con intervalos de incertidumbre del 95%: del 3,1% al 60,1%. La comparación directa entre países requeriría sustancialmente más datos y cobertura de datos a nivel mundial”, apunta.

Lo que sí han constatado los investigadores es que hay grupos poblacionales especialmente vulnerables. Por ejemplo, las mujeres. Y los motivos son varios: por ejemplo, que ellas asumen más responsabilidades domésticas y de cuidadoras debido al cierre de escuelas o cuando los miembros de la familia se ponen enfermos, explica Santomauro. “Y las mujeres también tienden a tener salarios más bajos, menos ahorros y un empleo menos seguro que los hombres, por lo que es más probable que estén en desventaja financiera durante la pandemia. También hay evidencia de que la violencia doméstica ha aumentado durante los períodos de encierro, y las mujeres son más víctimas de violencia doméstica que los hombres”, agrega el investigador.

Según el estudio, más de 35 millones de casos adicionales de depresión fueron en mujeres, mientras que en hombres fueron unos 18 millones. Víctor Pérez recuerda que, en condiciones normales, ellas ya tienen el doble de riesgo que los hombres de sufrir depresión. “Hay causas biológicas, como que las mujeres están sometidas a un ritmo hormonal más complejo, que cambia mucho. Y situaciones como el parto o el postparto aumentan el riesgo. Pero después también influye el rol de la mujer en la sociedad, porque son ellas las que mayoritariamente tienen esa doble jornada laboral [el trabajo y las tareas del hogar] y asumen la crianza de los hijos”, sostiene el psiquiatra del Hospital del Mar. A los hombres, además, les cuesta más consultar los síntomas y acudir al médico: “Usan más la automedicación, sobre todo, el alcohol. De hecho, el alcoholismo es más frecuente en hombres”.

Los otros grandes afectados son los jóvenes, confirma Santomauro: “Se han visto afectados por el cierre de escuelas y por las restricciones más duras que impiden que interactúen con sus compañeros. Además, este grupo poblacional también tienen más probabilidades de quedar desempleado después de las crisis económicas”. La prevalencia adicional de estos trastornos alcanzó su punto máximo entre las personas de 20 a 24 años (1.118 casos adicionales de trastorno depresivo mayor por 100.000 y 1.331 casos adicionales de trastornos de ansiedad por 100.000). Celso Arango, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, admite que el aluvión de casos en gente joven ha sorprendido a los especialistas: “No nos lo esperábamos. Pero es todo a causa del confinamiento y las restricciones en una edad rebelde”.

Aunque este estudio solo ha puesto el foco, por ahora, en depresión y ansiedad, Santomauro alerta de que hay “evidencia emergente que sugiere que la prevalencia de los trastornos alimentarios ha aumentado durante el curso de la pandemia”. A pie de consulta, Arango y Pérez corroboran esta tesis: “En algunos casos, los centros de atención infantojuvenil han duplicado los casos de trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Así como la depresión y la ansiedad no llegaron por el colapso del sistema, los TCA son tan graves, que llegan o llegan. Por eso muchos hospitales ya reforzaron los recursos para atender estos casos”, apunta Pérez.

Medidas urgentes

Los investigadores del estudio advierten de “la necesidad urgente de fortalecer los sistemas de salud mental para abordar la creciente carga” de estas dolencias. “Las estrategias deben promover el bienestar mental y apuntar a los determinantes de la mala salud mental agravada por la pandemia”, conviene Santomauro. Pérez concuerda en la necesidad de poner en marcha “un plan de choque brutal” para atender el aluvión de pacientes y urge más personal. Arango denuncia la falta de recursos en salud mental: “Esta pandemia lo que ha traído es una visibilización, ha desnudado las carencias estructurales en salud mental”.

Con todo, los psiquiatras consultados llaman a la calma y puntualizan que los datos del estudio son de 2020 y lo previsible es que estos incrementos superiores al 25% no se prolonguen en el tiempo. “Probablemente, estos enfermos no han sido atendidos o lo han sido de forma precaria, pero esta avalancha de depresión y ansiedad, cuando se vayan normalizando las cosas, se irá reduciendo. No crecerá al 25% cada año”, zanja Pérez.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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