Bernardino Lombao Sotuela

Con él acabó el escándalo

Hoy se cumplen los 56 años desde el regreso a las pistas del atletismo femenino español

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El Progreso 18/08/19

DE BERNARDINO LOMBAO Sotuela (Ribas de Sil, 1938) se habla mucho cuando se descubre que es el principal responsable de la tableta de José María Aznar, es decir, de sus músculos pectorales, abdominales y curiosamente, del psoas. Pero su biografía ya contaba méritos suficientes para figurar en la historia del deporte español. 

Su padre nace en Lugo, una ciudad que está sembrada de Lombaos, según comentario del propio Bernardino, porque “solo los hermanos de mi padre eran 18”. La familia de su madre es de Quiroga y él nace en Ribas de Sil porque su padre es trabajador de Renfe en la estación de San Clodio. Luego se trasladan a Irún, el nuevo destino del padre.

Aún así, a Bernardino le tiran Lugo y Quiroga, donde tiene familia. “Cada vez me enamoro más de esa zona”. Recuerda a su madre con 90 años y sin dejar de hablar en gallego allá donde esté.  

Con 24 años es el atleta español mejor preparado. De hecho, en 1962 es el que puede representar a España sin desdoro para competir en la prueba de decathlon dentro de los II Juegos Iberoamericanos celebrados en el Vallehermoso. Después de dominar en las pruebas de velocidad, conseguir marcas discretas en los saltos y flojear en las restantes, obtiene un quinto puesto, y a los mandamases del deporte les parece una hazaña, porque no soñaban llegar tan lejos.

Sus éxitos en 100 m y 110 m vallas le conceden el calificativo de mejor atleta español. La prensa lo presenta como guipuzcoano y él deja hacer porque no está en polémicas de cuna, sino para marcas.

Esos años el atletismo femenino español está traumatizado. Durante los cuarenta casi todos los récords han caído pulverizados por una atleta que no parece tener techo. Se llama María Torremadé y es de Barcelona.

Sin embargo se va a descubrir que María ha nacido hombre y la reacción oficial será fulminante. Queda prohibida la competición atlética en las mujeres, pues a raíz del caso Torremadé, Pilar Primo de Rivera considera que masculiniza. Los récords de Torremadé se eliminan de un plumazo y se abre un parón de actividades deportivas para la mujer que se prolongará hasta esos II Juegos Iberoamericanos.

Cuando en Madrid se comprueba que todos los países han enviado un equipo femenino y que España es el único que no lo tiene, se derrumba la falacia. El ejercicio atlético nada tiene que ver con un caso de hermafroditismo y es una vergüenza que España no pueda competir al mismo nivel que los países a los que llevó su idioma y su cultura.

En consecuencia comienzan a adoptarse decisiones en sentido contrario, como por ejemplo, contratar a Bernardino y a otros entrenadores para que se hagan cargo del primer equipo de atletismo femenino universitario. También se exigirán pruebas deportivas para superar el Servicio Social, o el ingreso en la Universidad. 

Le piden que destaque algún nombre y da tres: Lola Fonseca, Anne Gregorides y Mercedes González, todas ellas velocistas. Por lo tanto él es uno de los artífices de esta etapa de normalización tras el chusco episodio de Torremadé, que se culmina tal día como hoy de 1963, con el I Campeonato de España de Atletismo Femenino, en el viejo Montjuïc.

Después vendrá su etapa como jugador de balonmano en el Atlético de Madrid. Ganan varios campeonatos, pero todo acaba por culpa de una aventura sexual. Van de gira a Checoslovaquia y a uno de los jugadores de la plantilla, lo pillan en la cama con el presidente del Hannover. Como lo echan, el resto se marcha en solidaridad con el trotacamas.
 

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