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"En algún pergamino", un cuento de Moisés Cárdenas - Ojeé sus páginas y hallé תַּנַךְ

Foto de Gelatin: pexels-public domain.

Siempre sentí curiosidad por la Biblia, donde me interesé en la vida de los profetas, las profecías que escribieron, los cumplimientos históricos, las etimologías de las palabras, sus significados ocultos, los números y las señales. Desde niño, mis padres me leían pasajes de este maravilloso libro, y me mostraban el vasto universo en noches brillantes de estrellas. 
Cierto día, asistí a un encuentro bíblico que se celebraba en un amplio salón de una casa antigua. En el centro colgaba una lámpara grande con bellos cristales y faroles de diversos contornos, que

«Bola de pelos», un cuento del autor villavicense Carlos Arturo González

                                                   
El cuento "Bola de pelos" del autor Carlos Arturo González, cuenta la historia de un hombre que se encuentra solo en su casa durante una noche tormentosa, esperando la llegada de su amigo Simón. Sin embargo, en medio de la tormenta, un gato empapado y exhausto busca refugio en su casa. Al principio, el hombre es indiferente a los maullidos del gato, pero finalmente lo deja entrar en su hogar. A pesar de que al principio el hombre y el gato no se llevan bien, el gato empieza a acostumbrarse a la casa y al hombre, aunque él sigue sintiendo rechazo hacia él. El cuento explora la relación entre el hombre y el gato, así como la evolución de sus sentimientos mutuos, llevando al lector a reflexionar sobre la empatía, la compasión y la tolerancia hacia los demás seres vivos.

«La infiel», un cuento inédito del escritor venezolano Alberto Jiménez Ure


La función de «alta voz» del celular le permitió a Homínido escuchar, indignado, al marido de la mujer (de nombre Espectacular, que le practicaba la felación) preguntarle dónde estaba y ella -con dificultad a causa del falo que del testigo tenía en el lugar más profundo de boca- le respondía que en un supermercado.

-«Te amo ad perpetuum, Espectacular: regresa pronto» -insistía la persona que ella solía negar por esposo en el curso de sus furtivos encuentros y flirteos sexuales con distintos varones de la comarca.

Luego de tres horas, la señora regresó a su casa sin compras y fue

«Los fugitivos», un cuento sobre ángeles del autor mexicano Ronnie Camacho Barrón

El día en que los humanos perdimos la fe, fue el mismo en que los ángeles descendieron a la tierra, al principio el mundo se maravilló ante ellos, pues poseían cuatro pares de gigantescas alas blancas, sus ojos resplandecían más que el propio sol, las facciones de sus finos rostros les daban un aspecto andrógino y emitían una intensa aura celestial que hacía que cada persona en un radio de diez metros a la redonda terminase rendida a sus pies.
Como era obvio, los creyentes del mundo les recibieron con los brazos abiertos, estaban ansiosos por escuchar el mensaje que seguramente Dios les había encomendado darnos.

Desde Nicaragua: «La contraseña», un cuento del poeta, escritor y promotor cultural Alberto Juárez Vivas

Sucedió en el poblado Las Lajas, en los ardores de los primeros días de la revolución. El dictador había sido derrocado por el pueblo en armas. Iniciaba la organización de la defensa civil y la vigilancia, con el propósito de impedir infiltraciones de guardias que andaban huyendo y escondiéndose en arrabales y montañas.
El poblado estaba protegido por los muchachos –como les decían a los jóvenes revolucionarios–; la trinchera más grande e importante la llamaban La Loma, porque estaba en la cima de una colina rodeada de árboles y alambradas, desde donde se avistaba a todo el pueblo. A lo

Montserrat López Alsina: Un cuento fantástico

Cuando Elena dictaba su curso de Literatura Fantástica, a medio semestre le gustaba mandar a sus estudiantes a escribir un cuento. De esta manera era fácil darse cuenta quién estaba entendiendo en qué consistía el género. Le daba especial placer leer los cuentos de los buenos estudiantes, pues casi invariablemente también resultaban bastante entretenidos.
Aunque era extremadamente tarde, quiso leer un par de cuentos antes de acostarse. Los habían entregado el día anterior, pero ella no había tenido tiempo ni de mirarlos. Seleccionó de entre el montón el cuento de un estudiante particularmente bueno, Fausto Pérez. El cuento se

Desde Colombia: «Los labriegos», un cuento de Rusvelt Nivia Castellanos

Había guerra en el monte. Sólo se escuchaban las balaceras. Los combates infundían terror en la región. Para lo peor, un campesino estaba desesperado. Vivía a solas con su hijo y los dos no tenían que comer. Hace eso de unas noches, les asaltaron su finca. El robo pasó de un modo inesperado. Unos bandoleros; irrumpieron en los huertos, saltaron los alambres con chuzos, luego se cargaron consigo las cosechas. Por lo pasado, este padre atormentado no supo cómo hacer para jornalear y así poder alimentar a su niño. 
Aparte, diferentes pueblerinos culparon al campechano de ser traidor, por ser amigo de los

«Previa en la cafetería», un cuento de Rodrigo Miguel Quintero

Todos necesitamos tomarnos una pausa. Mi pausa de café son los miércoles a las 11 en la cafetería del centro del pueblo. 

Salí rumbo a la avenida del centro, crucé las cuadras que me separaban de mi trabajo. Entré. El aire olía a limpio y neutro. La atmósfera, tranquila.

Me acerqué a mi lugar de siempre donde están sillones de pana beige. Siempre me chocaba la lámpara con la cabeza al sentarme. Era como si me encendiera. Me saqué el barbijo y me invadió una oleada de aire nuevo y fresco...  

A un costado estaban las mesas perfectamente ubicadas y brillosas color verde manzana. Le

Desde La Patagonia: «Un día en la farmacia », cuento de Rodrigo Miguel Quintero

Salí con cierto sabor amargo. Te dicen andá y hacé este trámite, comprame este remedio. En mi cabeza era “¡estoy para atrás, rajá y conseguime un buscapinas!”. Al mal tiempo, buena cara. Salí con la prisa de siempre.  

Afuera soplaba un vientito rancio y olía a silencio, de ésos que se cortan con serrucho. En ese entonces, vivía relativamente cerca de la avenida principal. Decidí hacer el camino largo. Algo tenían estas pausas breves. Caminé lento.   

La calle estaba muy vacía. Los negocios se regalaban a un cliente que había desaparecido tras la gran pandemia. No se solía ver

«Por el mar de las cosas» un cuento de Alejandro Castro

Alea homo faber
-El hombre fábrica su suerte-

Damir Binitsky tenía setenta y siete años. Sus padres habían llegado a México en 1928, en la ola de migración del caído Imperio Otomano. Hablaban ladino, un dialecto parecido al español; eran descendientes sefarditas, según entendía Damir, aunque su nombre original se perdió entre los recovecos del parentesco. Inicialmente habían intentado llegar a Nueva York pero el barco no recibió permiso en la Isla de Ellis y solo una treintena de migrantes pudo descender. La pareja Binitsky tuvo que seguir su camino y pagar

«Desconocidas», un cuento de Nelson Lehi Cardoza Díaz

Apenas lo oí, lo reconocí. El sonido de ese vehículo era inconfundible. Me asomé por la ventana para confirmarlo. Efectivamente, era la misma camioneta celeste, toda maltratada y antigua.
Lo vi bajar del auto y rápidamente me oculté tras la cortina. Sólo dejé descubierto una pequeña parte de mi rostro para poder seguir espiando. Ya sabía para lo que venía. Como cada semana.
Oí los golpes que dio a la puerta. Luego hubo murmullos y diálogos difíciles de entender.
Néstor- escuché la voz de uno de mis hermanos al otro lado de la puerta después de un momento.
Fue una desagradable

«El retrovisor de Blas», un cuento del escritor y sociólogo español Jorge Cappa


—Por donde se llegue antes, por favor. —respondió Andrés, sereno.
Blas miró por el retrovisor, no dijo nada y, cuando el vehículo tomó la suficiente altura, aceleró la marcha.
Andrés se estiró en su asiento, abrió un poco las piernas y miró el reloj. Eran las 19:15 horas, así que iba a llegar bien de tiempo. Se quedó callado y parecía tener la mirada perdida en algún lugar fuera de allí.
Cuando ya estaban a mitad de camino, Blas pensó en la conversación que un rato antes había tenido por micropantalla con Matilde, su mujer. “La tarta para Nuria”, recordó. “Quizá mejor de fresa y nata, sí. Seguro

«La muerte que no se pudo comprobar», un cuento de Graciela Enriquez perteneciente al libro: «El indigente y otros cuentos»

Llego el martes13; en la comisaría todavía no hubo ninguna llamada a las clínicas y hospitales públicos de la zona, tampoco durante toda la mañana y tarde de aquel día. 
Uno como cualquier otro; solo lo de siempre alguna picadura, una leve quemadura, una quebradiza y algunos esguinces sumado la rutina de toda guardia.
El cambio de esa guardia diurna trajo un llamado al 911 al dar las 22hs. Fue solicitado para una ambulancia, un extraño accidente ocurrido en esa noche. 
Fabiana Francesetti , descendiente de padre francés y madre latina, hermana mayor de cinco hermanos, dos mujeres y tres varones. Ese día su agenda era normal; universidad, trabajo, algo de compra, un encuentro con

Federico Ambesi: Cuento entre algodones

Una de las nubes, apenas formateadas en el cielo, se tiñó de gris entre tantas nubes blancas. Lloró durante largo tiempo, sin derramar una lágrima
luego, vio cómo el colapso hizo devenir en lluvia
a esas perfectas blancuras, que, sin embargo,
regresaban
y regresaban
una y otra vez.
La nube gris creció hasta convertirse:
un ente venoso compuesto de exhalaciones volcánicas, dioses y muerte.
el colapso interior.

«Silencio y soledad», un cuento de Neftalí Nava

Tengo años en silencio y pocos meses en soledad. Busco lo insonoro en los rincones de mi casa y en cambio me encuentro con el barullo de la desolación. Mi morada alguna vez fue prolífica en silencio... Pero hay más que el indeleble bullicio de la soledad en mi hogar, estoy yo. Se me olvida que yo existo y que sigo con vida. A veces creo que soy un espejismo insomne de la morada, que soy un fuego fatuo de éter inocuo; un fantasma en pesar. Pero al verme en el espejo, me percato de que soy de carne, y poseo osamenta; que soy humano y que vivo. ¿Por qué vivo? Solamente gastando aire, inventando cuentos mientras rememoro el mutismo del pasado.

Desde México: «En un mar de muertos», un cuento de J. R. Spinoza

La inscripción está grabada con letras doradas, justo en la placa debajo de un cuadro en particular. Uno que muestra a un hombre parado junto a un faro mirando abajo hacia el océano, donde centenas de esqueletos arrastran a otro sujeto idéntico a él a las profundidades marinas.
Dicha pintura se ubica al centro del salón de juegos de Il casinò della vita. La contemplo por unos momentos, como esperando hallar alguna respuesta o que provoque una epifanía que me ayude a salir de este embrollo. Mi padre decía que un hombre con fe, vale más que uno con suerte.
Lo cierto es que tengo pocas posibilidades. Es la penúltima ronda y sobre la mesa están dos reinas (de diamante y de corazones), un ocho de picas y un as de tréboles.

«Carta de un escritor», un cuento de Gerson López Cárdenas

Quizá esta carta sea lo último que escribamos Manuelita…

Recuerdo que, siendo niño, aferrado con mi mano a la sombra de mi madre, me embelesaba leyendo los letreros guindados de paredes, vallas y locales. A pesar de la dificultad y de no saber su significado, me encantaba leer las palabras que eran largas y extrañas para mi edad: Fe-rre-te-ría, char-cu-te-ría, ce-rra-je-ría, ce-men-te-rio, la-bo-ra-to-rio, entre otras que me cautivaban tan solo por su tipografía y estética. Era como si estuviesen vivas. Es que siempre he sido un logofílico. 

«Abducido», un cuento de la autora cubana Amelia Apolinario

Otra vez la madre acuclillada frente al hijo insiste en que le diga palabra alguna. El muchacho evade el contacto visual y esta, desesperada, lo sacude por los hombros. El padre llega y la aparta. Le pregunta al niño si está bien y este asiente con un débil movimiento de cabeza. 

—¿Estás loca?—el padre la tira del brazo para llevarla a la habitación contigua—La psicóloga dijo que le diéramos tiempo. Que Dani hablará cuando se sienta preparado para hacerlo. 

«El inconsciente cósmico» un texto del autor uruguayo Pablo Helvecio Scasso

En 1903 Henri Poincaré postulaba acerca de lo aleatorio en los siguientes términos: "El azar no es más que la medida de la ignorancia del hombre". Felizmente azaroso fue el azar que hizo que dijera dicha máxima en un momento revulsivo como fueron los primeros años del siglo pasado y no unos siglos antes durante la Santa Inquisición francesa, y que además haya nacido en Nancy y no más al sur, en ese caso no hubiese podido ni siquiera balbucear la palabra ‘azar’ que ya lo habrían incinerado para que dejase de pensar cosas raras. 

Desde México: «Doctor sangre», un cuento del autor chileno Pablo Jorge Díaz

Fue hace más de 20 años que pasó está historia, no recuerdo si estaba en un café o en un bar de la postal. Solo tengo claro que debió ser mi último año de universidad en la UNAM, en esa época mis compañeras eran Isabel y sus tres amigas, recuerdo que ellas se la vivían metidas en aquellos temas del budismo, el reiki y la sanación. Yo las acompañaba siempre a clases de yoga, pero mi única amiga era Isabel, con ella compartía temas de investigación y una buena parte de mi día.

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