Yendo al cine en el futuro

Luego de cien días, Francia volvió a abrir los cines durante esta semana. ¿Cómo es entrar a una sala y ver una película en el mundo pospandemia? Un periodista de Culto lo hizo entre inéditas medidas sanitarias, salas casi vacías y un miedo generalizado. Es quizás lo que espera a Chile en el futuro: por un tiempo, sentarse frente a una pantalla grande no será lo mismo de antes.


Viernes 26 de junio. 17 horas. Fin de la jornada laboral y escolar para la mayoría de los franceses. Una hora más tarde, el centro de Toulouse -la cuarta ciudad más grande del país- es inundado por miles de personas que colman la capacidad de tiendas, bares, restaurantes, heladerías y cafeterías bajo el constante bombardeo de advertencias y medidas de seguridad. La vida social y económica retoma su curso con ansiedad desde que se levantó el confinamiento el pasado 11 de mayo, bajo un riguroso plan de reaperturas programadas que se extenderá hasta septiembre. Esta semana fue el turno de los cines.

Durante más de un mes, las distribuidoras, complejos y cines de todo tipo prepararon la reapertura fechada para el lunes 22 de junio. Un día antes, el ministro de Cultura, Franck Riester, anunció una flexibilización en las medidas sanitarias previstas para incentivar el retorno de esta industria, que estimó en 400 millones de euros las pérdidas durante este período. “Podemos sentarnos uno al lado del otro si pertenecemos al mismo grupo, pero dejando un asiento vacío, separándonos de los desconocidos”, enfatizó la autoridad, recalcando que el uso de mascarillas será obligatorio desde el ingreso al recinto hasta la llegada a la butaca. Sin embargo, pocos respondieron al llamado.

La tarde del primer viernes de cines en Francia, el Cinéma Gaumont Wilson, un complejo de 15 salas ubicado en pleno centro de Toulouse, luce prácticamente vacío. Al frente, un carrusel y una enorme fuente de agua situada al centro de la plaza Président Thomas Wilson cuenta con la vista panorámica de bares y tiendas en su máxima capacidad, como también de cientos de transeúntes que pasean por fuera del cine mirándolo de reojo. Algunos se detienen a mirar frente a la única puerta habilitada para el ingreso, pero más por curiosidad que por real interés de entrar.

Medidas estrictas, escaso público

Una madre ajustando las mascarillas de sus dos hijos son los primeros en entrar en un periodo de 10 minutos a un complejo con una capacidad para más de tres mil espectadores. Los niños alegan resignados la imposición sanitaria, quejándose por los 30 grados que, a partir de esta semana, comenzaron a mostrarse en gran parte del país.

Apenas cruzan la puerta son recibidos por una zona de higienización obligatoria y un anuncio con la prohibición de ingreso a toda persona sin mascarilla. Dispensadores sin contacto de gel hidroalcohólico, toallas de papel e instructivos de seguridad higiénica cercan el estrecho espacio de dos metros cuadrados. Un anfitrión les da la bienvenida y les indica que los tres deben desinfectarse las manos antes de entrar. Tras él, personal del cine transita asegurándose de que los asistentes que ya ingresaron porten mascarilla en cualquier sector del complejo, como también evitando que las personas se sienten o se reúnan a conversar. No hay espacio para la vida social en el interior.

Puertas abiertas, marcas en el piso de distancia social, líneas de tránsito unidireccional para los espectadores, dispositivos de gel hidroalcohólico sin contacto en todos lados, personal controlando a cada asistente el uso correcto de la mascarilla en cada uno de los espacios. Al pasar el control, e incluso antes, muy poco queda del cine pre confinamiento. El único espacio que recuerda la apariencia anterior es la tienda de alimentos que, luego de esta reapertura, cambió su modalidad a la de autoservicio, incluso para las cabritas. El personal sólo se encarga del pago, priorizando las transacciones con tarjetas sin contacto.

A pesar de la petición de uno de los niños mirando una torre de dulces, la madre apresura el paso para evitar berrinches. Después de la reciente apertura, los franceses han salido a recuperar los diferentes espacios, públicos y privados, pero con una actitud entre respeto y temor, particularmente en lugares cerrados. Desde el #RestezChezVous (quédese en casa) al #RestezPrudents (sea prudente), el gobierno ha transmitido con énfasis la preocupación a sus ciudadanos tras una crisis que dejó casi 30.000 personas fallecidas en el país en sólo dos meses.

Al pasar por cada sala, las puertas abiertas y el sonido que sale de ellas atraen la curiosidad de los niños. Al entrar finalmente, el escenario es sorprendente: de 126 butacas, sólo seis están ocupadas este viernes a las 18.30 horas. Al día siguiente, a las 21.15 horas y en la sala central, el panorama será aún peor: de 395 asientos, sólo 14 fueron utilizados. El primer caso fue con la película infantil de Pixar Onward (Unidos); el segundo, con la comedia francesa del momento, La Bonne Épouse.

Durante semanas, los cines realizaron campañas informativas para la reserva de asientos a través del sitio web o la aplicación, para así evitar el contacto con el personal. Incluso, trabajaron en una cuidadosa logística para evitar que espectadores de distintas películas se cruzaran al finalizar la función. Aún así, comenzando el primer fin de semana de apertura de los cines, la confianza de los franceses es escasa y ningún filme en las 15 salas superaba las 18 reservas.

Cien días sin pantalla grande

Pese a ello, el lunes 22 de junio se transformó en la fecha más esperada por todos los profesionales de la industria del cine en Francia, que estima en cerca de 60 millones las entradas perdidas desde principios de marzo hasta esta semana, en comparación a las cifras de años anteriores.

De hecho, en 2019 Francia celebró 213 millones de espectadores en sus complejos cinematográficos, el nivel más alto desde 1966 (234 millones) y 2011 (217 millones). Según el Centre National du Cinéma et de l’image Animée (CNC), gran parte de este éxito se debió a un alza del 32,7% en la asistencia a películas estadounidenses, capitalizando 117 millones de entradas, el nivel más alto desde 1957. Sumada a las estrictas y necesarias medidas sanitarias, la baja asistencia de público también se puede explicar en la ausencia actual de esas superproducciones: Hollywood en este período suspendió sus grandes apuestas en todo el planeta.

Luego de cien días exactos, los franceses se encontraron con una cartelera compuesta, básicamente, con algunos de los estrenos previstos -principalmente locales- durante estos más de tres meses y una serie de títulos lanzados entre fines de 2019 y el inicio del confinamiento en marzo. Sonic, la película, Onward y la animación surcoreana The Underdog componen la mezquina oferta infantil. Y para el próximo mes el panorama no es más alentador.

Dos grandes estrenos de Hollywood esperaban las salas para julio. Sin embargo, esta semana todo cambió. A la confirmación del retraso de Tenet, el esperado thriller de Christopher Nolan, Disney también anunció el aplazamiento de Mulán, previsto para el 22 de julio en Francia. Ambas películas arribarán recién la segunda quincena de agosto. Una catástrofe para una industria que buscaba reponerse luego de la crisis del Covid-19, especialmente durante la temporada de verano y de vacaciones escolares.

En el desglose final, en esta primera semana con cines pospandemia en esta nación europea que cuenta con dos mil salas, hubo menos de 500 mil espectadores, es decir, hasta cuatro veces menos que en la misma semana en 2019. “No se puede comparar con otros años”, afirma Richard Patry, presidente de la Fédération Nationale des Cinémas Français (FNCF). “Hay menos público, ¡pero hay público!”, cierra con algo de optimismo.

Y sus palabras, como también la experiencia de estos días en Francia, resuenan como lo que podría esperar a países como Chile cuando el cine vuelva a ser una de las entretenciones esenciales de nuestro día a día.

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