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Pequeña bailarina, un relato de Sebastián Trujillo - Habíamos fallecido en la tierra en instantes exactos

Foto de Alexander Krivitskiy

Al frente había un mar que deseaba intensamente alcanzar. Allí resplandecía un sol blanco. Otro oscuro y bestial encima de mí. 
“Vagabundo, ¡contempla!”
Y desde la luz nívea apareció una entidad angelical, suprema. Sustentaba dentro de sí un diamante con una espiral tallada a cuchillo. Enseñándomela, continuó: “este ha sido tu camino”. “Y yo soy magia”.
“Ebrio, extraviado en la multitud, te desplomaste en la ciudad. A pesar de la estupidez acumulada en tus entrañas, tuviste razón al sospechar que tu genero deambula carente de sentido. Aunque no sea gran revelación. Sin embargo, tu alma buscaba algo allende a tu cálculo, a cualquier sitio imaginado. La Divinidad se conmovió observándote bajo puentes pintados de grafitis,

Desde Colombia: "Cazando al Hombre Solitario" - Una Historia de Sebastián Trujillo

La noche era lluvia. Una intensa lluvia estremeciendo al mundo. Las centellas estriaban las alturas. Se desplomaba el cielo, una estrella en llamas, un gato; luego un hombre solitario en el tejado de una casa.
Así nació. Emulando un poco la leyenda de Adán, porque jamás fue niño. Dada su naturaleza atípica, fantástica y surrealista; la muchedumbre le llamaba hijo de Lucifer, bandido, apostador.
Jugaba a la baraja por una chispa de luz. Odiaban de él la búsqueda de fuego en almas estropeadas por la ciudad. Odiaban algo que ellos liquidaron en sí mismos y, a causa de

"Síntomas", un relato breve de Yessika María Rengifo

Se han ido los días. Volvió a mirar al cielo como ilusiones que traía el calostro que brotó de su pecho izquierdo. Una ilusión que se esfuma ante los resultados de la ginecobstetra de turno, pero que el llanto no entendería. No sería madre. Las náuseas, los mareos, y el sueño constante, son síntomas de sus ovarios poliquisticos y el pecho inflamado. El niño o la niña de sus ojos vendría en otro otoño. 

Desde Berlín: "Vidas cruzadas", un relato de Sebastián Trujillo

Estaban en el piso cuarto de un edificio con aspecto de fábrica, pintado de grafitis en la fachada. Había una cerveza en la mesa. También un clavel. Y por la ventana asomaba un ambiente exterminador, de máquina. Pero brillaba una estrella. Solo una. Y a Sebastian le bastaba aquel diminuto resplandor para reflexionar más o menos como Rulfo: “Allá arriba un cielo azul, y detrás de él, tal vez haya mejores canciones, mejores voces”. La esperanza dibujó un gesto transitorio en su rostro. De manera que la lagrima resbaló con estilo.

«Bola de pelos», un cuento del autor villavicense Carlos Arturo González

                                                   
El cuento "Bola de pelos" del autor Carlos Arturo González, cuenta la historia de un hombre que se encuentra solo en su casa durante una noche tormentosa, esperando la llegada de su amigo Simón. Sin embargo, en medio de la tormenta, un gato empapado y exhausto busca refugio en su casa. Al principio, el hombre es indiferente a los maullidos del gato, pero finalmente lo deja entrar en su hogar. A pesar de que al principio el hombre y el gato no se llevan bien, el gato empieza a acostumbrarse a la casa y al hombre, aunque él sigue sintiendo rechazo hacia él. El cuento explora la relación entre el hombre y el gato, así como la evolución de sus sentimientos mutuos, llevando al lector a reflexionar sobre la empatía, la compasión y la tolerancia hacia los demás seres vivos.

«Los extraviados», un relato de Rusvelt Nivia Castellanos

En este mundo, nace otro día de tormentos. Desde temprano, salen los nubarrones revueltos con la polución, pesado el clima trepida en la metrópolis. Y la mayoría de gente, sale a la calle para vivir su pesadilla. Cada hombre y cada mujer, va por su destino, yendo con su crisis existencial. Menos ni casi nadie hace cosas buenas. Estos individuos andan enfermos por las afueras. Desunidos, ellos se mueven entre la misma muchedumbre. Por este caos; sus vidas transcurren con desconfianza, sufriendo de la cabeza, más prosiguen por sus rumbos con desesperación.
 Sobre mayor apresuramiento, pasan estos ciudadanos a los

«De donde viene su rostro», un relato del autor y periodista Sebastián Trujillo

La madre había cerrado los ojos. Como intentando hallar abrigo en la fugacidad de algún sueño. Después abrió los párpados y gritó. Estridente, el eco, retumbó en el pasillo del hospital. El ascensor subía. Ella decidió bajar en espiral, pisando a tientas los peldaños de la escalera. Afuera apretujó su cráneo. Y el sereno, similar a gotas de fuego en el crepúsculo, la bañó en una lagrima infinita. 
Tonos pasteles teñían el ambiente. El niño giraba en el carrusel de la feria. Pero un ataque intimo le fulminó el corazón. Los caballos transmitían sinfonías inocentes. La melodía provocaba danzas de fantasías en un jardín de esculturas de hierba, flores y gigantes de caramelos. 

Desde Colombia: «Los labriegos», un cuento de Rusvelt Nivia Castellanos

Había guerra en el monte. Sólo se escuchaban las balaceras. Los combates infundían terror en la región. Para lo peor, un campesino estaba desesperado. Vivía a solas con su hijo y los dos no tenían que comer. Hace eso de unas noches, les asaltaron su finca. El robo pasó de un modo inesperado. Unos bandoleros; irrumpieron en los huertos, saltaron los alambres con chuzos, luego se cargaron consigo las cosechas. Por lo pasado, este padre atormentado no supo cómo hacer para jornalear y así poder alimentar a su niño. 
Aparte, diferentes pueblerinos culparon al campechano de ser traidor, por ser amigo de los

«El bus de la cinco de la tarde», un relato de Héctor Medina

Es insistente el sol sobre la ventanilla, dejando entrever por instantes la silueta de la cordillera. El bus no va más de cincuenta kilómetros por hora. El conductor se afianza sobre el volante, bajando y subiendo los cambios constantemente. Al lado de mi silla va una señora de cincuenta años, achacada, con un bolso y mira a la montaña como recordando algo. Recuesto la cabeza en la poltrona y cierro los ojos. 
Los frenos me despiertan a cada rato, sintiendo que el bus se choca o algo parecido. Se sube una mujer con niños en brazos y una maleta, sentándose al otro lado. Saca el tetero de alguna parte y se lo pone al bebé en su boca. Mientras miro mi reloj que

«Carta de un escritor», un cuento de Gerson López Cárdenas

Quizá esta carta sea lo último que escribamos Manuelita…

Recuerdo que, siendo niño, aferrado con mi mano a la sombra de mi madre, me embelesaba leyendo los letreros guindados de paredes, vallas y locales. A pesar de la dificultad y de no saber su significado, me encantaba leer las palabras que eran largas y extrañas para mi edad: Fe-rre-te-ría, char-cu-te-ría, ce-rra-je-ría, ce-men-te-rio, la-bo-ra-to-rio, entre otras que me cautivaban tan solo por su tipografía y estética. Era como si estuviesen vivas. Es que siempre he sido un logofílico. 

Comunidad Wabi Sabi: La imperfección de la vida


La comunidad Wabi Sabi se desarrolla para clarificar los géneros literarios japoneses, el respeto a la cultura y entender su integralidad. Posterior volver a nuestras raíces Iberoamericanas, a mirar a nuestros pueblos originarios; y, a apropiarnos de nuestras letras y avanzar. El término Wabi Sabi es ambiguo. Se compone de dos kanjis. Se podría traducir al español como la "imperfección de la vida". En la Comunidad todo es posible que pueda pasar. SG. Chacon. 

«La nueva adquisición del juicio», un relato de Héctor Medina

El aparato ocupaba lo alto de la puerta. El hombre lo empujó hasta donde estaba el Papa y su séquito, cada uno con la mano en la barbilla, presos de la duda y la emoción. Como pudo, la instaló al frente de todo el grupo, expectantes, mirando al reo que lo tenían amordazado sobre la cuneta, dándole agua en una jarra metálica para que confesara sus pecados. El Papa le señaló con la mano dónde debía detenerse.
El hombre se irguió por algunos segundos, esperando a que le

«El hecho electoral en Colombia: opinión sobre las deudas y las amenazas», un artículo de Gabriel Garay


En los “acuerdos” del país, el pueblo ha sido convocado como un cuerpo sin presencia real y efectiva, como excusa formal de lo que verdaderamente se acuerda entre quienes ostentan el poder.

Para nadie es un secreto que, desde el primer ciclo de Violencia en Colombia, por no ir más lejos en la historia, las principales víctimas de la guerra las ha puesto el pueblo llano, el que no se encuentra inscrito, en la práctica, en la toma de decisiones

«Amor, virus, muerte y rompecabezas», un relato del autor colombiano Héctor Medina

2. Aunque la mañana se torna fresca y lozana, el sol calienta a toda potencia. La cama de Roberto está pasada por el sueño intranquilo de la noche, la sábana en el suelo, las hojas de cuaderno con notas y corazones por todas partes; hasta lapiceros de tintas regadas por doquier. Se acerca a la ventana, con la mano en el rostro, pensativo en algo que desde su ser más interno no comprende y que huele a sangre golpeada sobre su pecho.

«La mordedura de Bartleby: consideraciones a propósito de una indiferencia viral», un ensayo de Gabriel Hernando Garay Bohórquez


Estos dos últimos años habrían de servirnos para replantearnos varias nociones y perspectivas sobre nuestra experiencia civilizatoria en el mundo, así como para esbozar un sistema inmunológico que procure salvaguardarnos de otro tipo de contagios, de los que se habla a menudo, pero sobre los cuales no siempre se toman medidas precisas para protegernos. 
La pandemia acontecida a propósito del COVID-19 procuró, aunque momentáneamente y

«Sin hogar», un relato de Juan Camilo Ramírez Rodríguez

—Dame un momentito, no más—, dijo el viejo paseando los ojos por el tejado cóncavo de su habitación, una mole atravesada por vigas de madera como si fuese el costillar de una bestia que lo estuvo protegiendo allí desde su infancia. 
—Vamos, pa —Lo afana Venancio—. Quel camino hasta el pueblo es largo, viejo.  
Una última mirada y las paredes se diluyen entre la cal y las siluetas multicolores de una

«Promesa de violencia» y otros dos poemas de John Jairo Quitián

Al sur de la ciudad*

10: 45 pm.

El aire triste se posa en la celda 
abrazando los fríos barrotes. 
Afuera,
la soledad se hace ausencia
con cada grito amordazado por las fieras. 

12:32 am.

Un zancudo
no entiende de rencores, 

«La muerte de los dioses», un poema del actor y diseñador gráfico Fran Nore

Los dioses desnudos también se mueren
es importante descifrar los fúlgidos avistamientos de las moscas 
sirvientes del aire contaminado 
ellas avisan cuando el dios herido
ha sido momificado en un sarcófago lustroso 
amparado a las fulguraciones astronómicas 
un aire vacío vaticina que ha fallecido
entre heridas de amor irrefutable 
Ahora se prepara su cadáver para

Des-encuentros: tres textos del artista visual y escritor Mario Andrés Arcos Guerrero

S O L  D E  L O S   V E N A D O S

El firmamento se oscurece cuando La Abuela me hace una mueca y un gesto con los labios para indicarme allá lejos: — la última luz del día, es el sol de los venados—. Entonces me imagino animales que saltan asustados en el monte para esconderse más allá de la noche. Es la última luz del día la que veo a lo lejos caer sobre las casitas de ladrillo a través de la ventana en el cuarto de mi

«Catarsis», un texto del escenógrafo y director artístico Fran Nore

Esa noche me desperté sobresaltado al escuchar la sinfonía de goznes de las puertas entreabriéndose. Supuse que era el viento que se había colado dentro de la casa. Pero este viento no silbaba como los otros vientos, éste era un viento seco, sin silbidos, sin forajidos clamores.

ENTRADA DESTACADA

"Entrevistas y reportajes" en el mundo de las letras y las artes escénicas

Esta selección de entrevistas y reportajes realizados por Juan Carlos Vásquez para diversos medios y revistas, reúne a una amplia variedad ...