Al frente había un mar que deseaba intensamente alcanzar. Allí resplandecía un sol blanco. Otro oscuro y bestial encima de mí.
“Vagabundo, ¡contempla!”
Y desde la luz nívea apareció una entidad angelical, suprema. Sustentaba dentro de sí un diamante con una espiral tallada a cuchillo. Enseñándomela, continuó: “este ha sido tu camino”. “Y yo soy magia”.
“Ebrio, extraviado en la multitud, te desplomaste en la ciudad. A pesar de la estupidez acumulada en tus entrañas, tuviste razón al sospechar que tu genero deambula carente de sentido. Aunque no sea gran revelación. Sin embargo, tu alma buscaba algo allende a tu cálculo, a cualquier sitio imaginado. La Divinidad se conmovió observándote bajo puentes pintados de grafitis,