DESCOLONIZACIÓN Y TRANSMODERNIDAD
REVISTA
Número 1, enero-junio, 2021.
LA VIDA
ANTE EL
COVID
REVISTA
DOSSIER
FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN. DESCOLONIZACIÓN Y TRANSMODERNIDAD
PRIMER NÚMERO, ENERO-JUNIO 2021
COMITÉ EDITORIAL
DIRECTOR: Abdiel Rodríguez Reyes. Universidad de Panamá, Panamá.
Frederick Mills. Bowie State University, Estados Unidos de América.
María Magdalena Becerra Tapia. Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Chile.
Daniel Pansarelli. Universidade Federal do ABC, Brasil
SECRETARIA ACADÉMICA: Valeria Fontes
EDITOR INVITADO: Jorge Zúñiga M., Universidad Nacional Autónoma de México, México.
DISEÑO EDITORIAL: Paola Rodríguez Hernández
ILUSTRACIÓN DE PORTADA: Ana Lilia Yépez Cancino
COMITÉ CIENTÍFICO INTERNACIONAL
Enrique Dussel, México.
Carlos Cullen, Argentina.
Enrique del Percio, Argentina.
Juan José Bautista, Bolivia.
Linda Alcoff, Estados Unidos de América.
Ricardo Salas, Chile.
Yamandú Acosta, Uruguay.
Neusa Vaz e Silva, Brasil
Asociación de Filosofía y Liberación, CDMX.
Correo-e: revistafilosofiadelaliberacion@gmail.com
CONTENIDO
PRESENTACIÓN
INTRODUCCIÓN: LA VIDA ANTE EL COVID-19
4
5
DOSSIER
LA CONSTITUCIÓN DE LA ÉTICA: LA ÉTICA DEL MERCADO Y SU CRÍTICA
7
Franz Hinkelammert
THE INVISIBLE HAND THAT IS AN IRON FIST: NEOLIBERAL BIOPOLITICAL CRUELTY
13
Eduardo Mendieta
BIOPOLÍTICA EN ESTRICTO SENTIDO: EL PRINCIPIO MATERIAL CRÍTICO-POSITIVO DE LA POLÍTICA
24
Jorge Zúñiga M.
LA REVOLUCIÓN CONTRA LAS ESTATUAS: LA COVID-19 Y LA CRÍTICA A LOS FUNDAMENTOS
DE LA MODERNIDAD
48
Mario Ruiz Sotelo
DEUDA ECOLÓGICA, SAQUEO DE LOS PUEBLOS Y ECOCIDIO EN EL SUR GLOBAL
57
Carlos Juan Núñez Rodríguez
ENSAYOS
AUGUSTO SALAZAR BONDY, FILÓSOFO DE LA LIBERACIÓN PERUANA
67
Joel Rojas Huaynates
RESEÑAS
DUSSEL, ENRIQUE (2020), SIETE ENSAYOS DE FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN.
HACIA UNA FUNDAMENTACIÓN DEL GIRO DECOLONIAL
82
Carlos Pérez Segura & Diego Asdrel López Mondragón
MILLS, FREDERICK B. (2018) ENRIQUE DUSSEL’S ETHICS OF LIBERATION.
AN INTRODUCTION. PALGRAVE MACMILLAN. USA.
92
Carlos E. de Tavira Leveroni
BOLETÍN INFORMATIVO AFYL
99
PRESENTACIÓN
En este primer número hacemos un dossier especial sobre La vida ante el
covid-19, coordinado por Jorge Zúñiga. Iniciando este primer número con
un artículo de Franz Hinkelammert. Eso es garantía que será un número
histórico. Como en muy pocas ocasiones, una escuela de pensamiento
crítico había tenido tanto asidero en la realidad. Partimos del sufrimiento
del pueblo y las comunidades afectadas, cuando en muchos de nuestros
países vemos un sistema de salud público ya mermado por décadas de políticas neoliberales. Cuando el covid-19 llegó ya era tarde para mejorarlo.
Uno de los pocos países que pudo encarar esta pandemia con dignidad
en América Latina fue Cuba, país dotado de un sistema de salud robusto y además de su solidaridad incondicional con los pueblos del mundo.
Este número de la revista es por la vida. Desde una inspiración decolonial y transmoderna apostamos por la vida, por afirmarla y reproducirla.
Todos los artículos del dossier dan cuenta de ello. Además, publicamos
en la siguiente sección de artículos, incluimos un artículo sobre Salazar
Bondy, gran filósofo peruano de la liberación, quien mantuvo un enriquecedor diálogo con Leopoldo Zea. Incluimos dos reseñas, una de un
libro de Frederick Mills sobre la Ética de Enrique Dussel y otra del último
nombrado sobre Siete ensayos de la Filosofía de la liberación. Esperamos
que esta revista sea una ventana abierta al horizonte de la Transmodernidad. Para ir tejiendo esas alternativas que no son opcionales ante esta
crisis civilizatoria, son estrictamente necesarias cuando queremos otros
mundos posibles, más dignos, donde se pueda afirmar y reproducir la vida.
No se trata de lanzar hipótesis desde una torre de marfil, se trata de diseñar desde abajo con la comunidad y con la naturaleza. Aspiramos en ese
sentido, mantener este espacio de forma militante, para no dejar apagar
la llama de la esperanza. Esta revista inspirada en la Filosofía de la liberación, la decolonialidad y la Transmodenidad caminará en esa dirección.
La Dirección
4
INTRODUCCIÓN:
LA VIDA ANTE EL COVID-19
Pocas enseñanzas y aprendizajes colectivos globales como los vividos en 2020. Pocas ocasiones en donde la vida humana se ha visto tan vulnerable a la vez que directamente afectada por un instrumento de letalidad sutil: el coronavirus. Pocas experiencias mundiales
que evidencian la posibilidad real de la amenaza de la vida humana en forma de suicidio
colectivo. Esto ya no es ninguna exageración, es una posibilidad real palpable que vivimos
cotidianamente. Ahora que la vida humana se ve amenazada por la pandemia del Covid-19,
es cuando comienza a reconocerse que ella es el principio irrebasable de la realidad. Si hay
algún aprendizaje colectivo que podemos subjetivar de esto, es que la vida del ser humano
y la naturaleza son fuentes de nuestra realidad humana. Esto, expresado de forma sencilla
y que incluso puede ser de lo más evidente, tiene implicaciones de suma complejidad atravesadas por una serie de conflictos y tensiones políticos, de clase, de raza, de género. Pues la
ideología dominante de la crematística neoliberal ha decretado que la acumulación infinita
de valor es el objetivo a perseguir y no el cuidado de la vida, del ser humano y la naturaleza.
Ha también decretado, desde Friedrich von Hayek, que algunas vidas pueden perderse para salvaguardar las de otros. Ha también promovido y recompensado los relatos discursivos
(racionales y místicos) que pretenden justificar que la acumulación de ganancia es nuestro
objetivo a perseguir. (Sobre la institucionalización pedagógica de estos relatos, los sistemas
educativos y las universidades tendrán que rendir pronto cuentas). De esta forma, reconocer la vida como fuente de nuestra realidad objetiva no está exenta de disputas políticas,
académicas, científicas, económicas, pedagógicas, entre otras.
El neoliberalismo, con todos sus instrumentos, pone en conflicto lo que parece evidente y
de reconocimiento de validez universal: la irrebasabilidad de la vida. Más aún, su interés por
la acumulación infinita de capital se articula con su ética del egoísmo y de la individualidad
que tiene en el centro una concepción de la libertad tan abstracta como vacía de contenido.
Para el neoliberalismo la libertad es entendida sólo como libertad del mercado. Pero es esta concepción de libertad, que se ha institucionalizado, la que nos tiene en el embrollo que
estamos viviendo. Muestra de ello es, por ejemplo, el desmantelamiento de los sistemas de
salud públicos ahí en donde tecnócratas del libre mercado gobiernan y han gobernado. La
salud, ya no como un derecho sino como un producto a ofrecer y una mercancía a comprar,
es una de las herencias de la demencia privatizadora de la crematística de mercado. O bien,
el seguir comprometiendo los pagos de deuda externa pública heredadas por la irresponsabilidad de los gobiernos neoliberales con el erario público, en medio de una crisis económica, es precisamente la continuación del saqueo de la riqueza producida por los pueblos
para alimentar las arcas de los poseedores de las deudas en detrimento de las necesidades
inmediatas de las poblaciones afectadas.
Así, pensar en la situación en la cual nos encontramos exige hacer una revisión aún más
crítica de las políticas impulsadas por la hegemonía neoliberal. Pero es hacerlo, más que
como un sistema, como una racionalidad operante en el mundo que se ha impuesto por la
fuerza militar e institucional. Y más aún, no sólo puede verse así sino también como una
espiritualidad guiada por la acumulación de capital. Visto así, en un proceso de necesaria
transformación hacia una era más responsable con la vida del ser humano y la naturaleza,
podemos apuntar hacia el sujeto, el actor que construye las realidades humanas, lo cual motiva y exige a su vez la educación de otra subjetividad que tenga en el centro de su acción la
ética y la responsabilidad por todos y cada una, incluida la naturaleza.
En medio del mundo globalizado neoliberal se vive una de las peores pandemias de nuestros
tiempos. El Covid-19 llegó, por una parte, a hacer más evidentes las negatividades sociales y
económicas producidas por el neoliberalismo y, por otra, llegó para dislocar la cotidianidad
del mundo. Pero también, podemos pensar la llegada del SARS-Cov-2 como el motivante
para repensar las prácticas que debemos realizar para salvarnos del suicidio colectivo. Con
ello es imperativo el pensar e institucionalizar las prácticas que permitan el desarrollo cualiREVISTA FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN. DESCOLONIZACIÓN Y TRANSMODERNIDAD, ENERO-JUNIO 2021, N°1.
5
tativo y equitativo de las poblaciones y de la naturaleza. De esta situación, debemos aprender
colectivamente las posibilidades positivas que pueden extraerse.
Frente a una preocupación por lo anterior, el dossier del número inaugural de la revista
Filosofía de la liberación, descolonización y transmodernidad, está dedicado al tema “La vida ante
el Covid-19”. Se trata, por una parte, de colocar en este nuevo espacio editorial reflexiones
que giran en torno a la vida; son ensayos que eluden la espontaneidad y la inmediatez de la
información y las emociones, y que, por el contrario, son resultado de investigaciones pausadas, meditadas, y que exhiben la constante preocupación de la filosofía de la liberación por
la vida del ser humano y la naturaleza. Pensar en la vida como irrebasabilidad de la realidad
humana y en la negatividad de la vida (la vida que le es negada a unos para el beneficio de
otros), no es un tema de moda para la filosofía de la liberación y la filosofía descolonial, por
el contrario, ha sido una de sus más grandes motivaciones del filosofar.
Así, los trabajos incluidos en este dossier fueron seleccionados precisamente pensando en
el momento actual en el cual la vida del ser humano ha sido puesta contra las cuerdas por la
propagación de un virus fue ampliamente propagado por la vertiginosidad de la economía
global. De este modo, los trabajos aquí presentados abren las diferentes aristas desde donde
puede continuarse la discusión para construir y pensar las nuevas formas de relacionarnos
entre los seres humanos, así como con la naturaleza. El abanico de discusión es amplio: desde la crítica a la ética del neoliberalismo, hasta el planteamiento de la deuda ecológica por
parte de los países que han sobreexplotado la naturaleza de la periferia geopolítica, pasando por discusiones actuales de la biopolítica y la problematización del hartazgo por parte
de las comunidades negadas del mundo colonial. Los ensayos aquí incluidos, sin embargo,
son sólo una pequeña muestra de la respuesta que la filosofía de la liberación y la filosofía
descolonial pueden ofrecer a los tiempos que estamos viviendo, pues actualmente hay muchos compañeros y compañeras que continúan con reflexiones similares en muchos otros
espacios políticos y académicos.
Con los ensayos aquí reunidos le damos la más cordial bienvenida a esta nueva publicación, impulsada por los iniciadores de la filosofía de la liberación y el pensamiento descolonial y asumida como responsabilidad por las nuevas generaciones, a la cual le deseamos
muchos años de vida.
Jorge Zúñiga M.
Editor invitado
6
LA CONSTITUCIÓN
DE LA ÉTICA: LA ÉTICA
DEL MERCADO Y SU CRÍTICA
THE CONSTITUTION OF THE ETHICAL: A CRITIQUE OF THE ETHICS
OF THE MARKET
FRANZ HINKELAMMERT
Grupo de Pensamiento Crítico, San José, Costa Rica
RESUMEN:
Este ensayo fija su atención a una reflexión sobre la ética y la vida. Haciendo un recorrido
breve por autores clásicos de la filosofía y la economía, como Platón, I. Kant, L. Wittgenstein
y Adam Smith, respectivamente, muestra cómo para ellos la ética es una condición necesaria
para el funcionamiento de la sociedad y la comunidad, pues incluso, siguiendo a Platón, hasta
en una cuadrilla de bandidos y ladrones el cumplimiento de normas básicas es imprescindible.
Posteriormente, con Max Weber y el positivismo, el argumento de la necesidad de la ética
sufre un viraje, pues en la metodología de las ciencias sociales planteada por este sociólogo
ya no se pueden declarar juicios de valor sobre la realidad sino sólo juicios de hechos. No
obstante, Weber sí enuncia lo que él niega, sólo que, en vez de expresarlo como un juicio
subjetivo de valor, lo hace de forma sonsacada como juicio de hecho. Más aún, Max Weber
al aceptar la realidad dominante, entendida como mercado capitalista, acepta también su
ética, pues el mercado también necesita de una normatividad para su funcionamiento. Por
último, el ensayo dirige su atención a la problematización de los juicios vida-muerte y los
juicios medio-fin. Los segundos son juicios que al perseguir fines se abstraen de la relación
vida-muerte, sin embargo, para lograr fines se necesita vivir. Por esta razón, los juicios medio-fin tienen que someterse a los juicios vida-muerte.
Palabras clave:
ética crítica,
ética del mercado,
juicios vidamuerte,
juicios medio-fin,
teoría crítica
latinoamericana,
vida humana,
crítica al
capitalismo,
crisis ambiental
ABSTRACT:
This essay focuses attention on a reflection about ethics and life. A brief survey of classical
authors in the fields of philosophy and economics, such as Plato, I. Kant, L. Wittgenstein
and Adam Smith, respectively, shows how for them ethics is a necessary condition for the
functioning of society and the community; following Plato, even for a gang of bandits and
thieves, compliance with basic rules is a must. Later, with Max Weber and positivism, the
argument for the necessity of ethics takes a turn; now, according to the methodology of
the social sciences proposed by this sociologist, one cannot make value judgements about
reality, but only judgements of facts. However, Weber does state what he denies, only that
instead of expressing it as a subjective judgment of value, he does so in an elusive way as a
judgment of fact. Furthermore, Max Weber by accepting the dominant reality, understood
as the capitalist market, also accepts its ethics, since the market also needs normativity for
its operation. Finally, the essay directs attention to the problematization of life-death judgements and means-ends judgements. The latter are judgments that by pursuing ends are
abstracted from the life-death relationship, however, to achieve ends one needs to live. For
this reason, the means-end judgements have to undergo life-death judgements.
Keywords:
critical ethics,
ethics of the
market, life-death
judgements,
means-end
judgements, Latiin
American critical
theory, human
life, critique
of capitalism,
environmental
crisis.
RECIBIDO: 15 de noviembre de 2020
APROBADO: 15 de diciembre de 2020
REVISTA FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN. DESCOLONIZACIÓN Y TRANSMODERNIDAD, ENERO-JUNIO 2021, N°1.
7
INTRODUCCIÓN
Quiero aquí hacer un análisis del mercado y de la economía del mercado de una manera muy poco usual.
Se trata de un análisis de la ética del mercado, que de
ninguna manera es simplemente una ética referida a
lo que produce el mercado. Se trata, en cambio, de
un análisis de la ética del mercado, como esta ética
está presente en el propio funcionamiento de este
mercado. Quiero solamente dar algunos ejemplos
de esta ética. La ética del mercado tiene tres normas muy básicas, que además no son normas éticas
cuya validez no se restringe al mercado. Se trata de
las normas que prohíben matar al otro para quitarle
sus propiedades, las normas que prohíben robar y
las normas que prohíben la estafa del otro, es decir,
que prohíben mentir. Hay muchas otras normas, pero estas tres permiten analizar lo que es el problema
de la ética del mercado. Son normas que aseguran
el propio funcionamiento del mercado. Por supuesto, muchas veces estas normas no se cumplen. Pero
si en un grado demasiado grande no se cumplen, el
propio mercado deja de funcionar y se quiebra. Por
esta razón, cada sociedad del mercado persigue el
cumplimiento de estas normas en el grado necesario
para poder sostener el mercado.
Max Weber habla de vez en cuando de la ética del
mercado. Pero nunca la transforma en objeto de análisis. Eso vale en general también para la mayoría de
los economistas. Pero, de hecho, no hace falta concebir algo como los juicios de valor de Max Weber,
para explicar los valores de la ética del mercado. Lo
suficiente es querer tener un mercado. Para tenerlo,
hay que instalar los valores de la ética del mercado y
su instalación no es ningún resultado de juicios de valor. Simplemente es necesario para hacer posible una
institución que se necesita.
He tomado como ejemplos de normas de la ética
del mercado tres normas tomadas del decálogo que
aparece en el Antiguo Testamento de la Biblia en el
monte Sión y que es entregado por Jahvé. De hecho, aquí Jahvé asume estas normas ya existentes y
las declara a la vez como normas que el mismo hace
suyas. Se necesita este apoyo, porque estas normas
están constantemente en conflicto con lo que es el
interés egoísta del ser humano. Puede ganar al violar
las normas, pero la ética condena esta actitud. En la
Biblia Jahvé mismo adopta esta posición. Hoy muchas
veces argumentamos en el mismo sentido en nombre
del bien común.
Quiero ahora ver como en nuestra historia se desarrolla la comprensión de esta ética del mercado.
Quiero verlo primero en Platón, después en autores
más bien modernos como son, especialmente, Adam
Smith, Kant, Max Weber y Wittgenstein.
8
1. LA APARICIÓN DE LA ÉTICA DE LA
BANDA DE LADRONES: PLATÓN Y EL
TEMPLO DE JERUSALÉN
Platón se enfrenta a la crítica de un sofista griego, según el cual siempre sería más racional y exitoso no
tener ninguna ética, porque eso sería falso porque
entonces ya no se podría actuar exitosamente. Por eso
Platón le responde que en este caso sin ética ya no se
puede actuar siquiera. Hasta una banda de ladrones,
dice Platón, necesita una ética, que es una ética muy
normal. Pero la aplican los ladrones solamente en sus
relaciones internas, no hacia el exterior. Solamente
por cumplir de esta manera con la ética, la banda de
ladrones puede tener éxitos. Los ladrones de una banda de ladrones no se deben entre sí ni robar y tampoco matar, para que hacia fuera pueden robar y matar
eficientemente.
Platón se enfrenta a un argumento corriente en su
tiempo, según el cual “El injusto es inteligente y hábil,
y el justo no es ni lo uno, ni lo otro.... El hombre injusto se parece, por consiguiente, al hombre inteligente
y hábil y el justo no se parece a éste” (Platón, 1972,
p. 1054). Hace una pregunta de sorpresa:
Lo que quería saber yo es si un estado que
se hace dueño de otro estado, puede llevar
a cabo esta empresa sin emplear la justicia,
o si se verá precisado a valerse de ella.....
hazme el favor de decir si un estado, un
ejército, o una cuadrilla de bandidos y ladrones,
o cualquiera otra sociedad de este género
podrían triunfar en sus empresas injustas,
si los miembros que la componen violasen,
los unos respecto de los otros, todas las reglas de la justicia. (Platón, 1972, p.1057.
Subrayado mío.)
Aquí aparece la ética de la banda de ladrones. Si
no cumple con ciertas leyes, ni la banda de ladrones puede funcionar: “¿No sería porque la injusticia
daría origen a sediciones, odios y combates entre
ellos, al paso que la justicia mantendría entre los
mismos la paz y la concordia?... ¿no produciría indudablemente el mismo efecto entre los hombres,
sean libres o esclavos y no les hará impotentes para
emprender cosa alguna en común?” (Platón, 1972,
p.1058) “Es tal, pues, la naturaleza de la injusticia,
ya se encuentre en un estado, ya en un ejército o
en cualquiera otra sociedad, que, en primer lugar,
la hace absolutamente impotente para emprender
nada a causa de las querellas y sediciones que provoca”. (Ibidem).
La polis misma ahora resulta una gran banda de
ladrones. Platón ni reflexiona eso mayormente, sino
deja todo allí. Pero pregunta por la perfección de la
polis, dado este estado de las cosas.
Se nota en seguida una gran preocupación. Que
la polis sea organizada como banda de ladrones, no
le molesta. Su problema es, cómo evitar que el ejército de la polis se transforme al interior de la polis
en otra banda de ladrones que le robe a la polis. Se
imagina entonces un sometimiento ideal del aparato
militar a la polis y su gobierno, que hace presentes los
magistrados.
En esta línea de Platón sigue después el mismo Jesús.
Cuando entra en un conflicto con el templo de Jerusalén, choca también con todos los negociantes que
operan en este templo, principalmente para la venta
de animales que pueden ser usados como sacrificios
de parte de los sacerdotes del templo.
Sobre este lado del templo Jesús ahora dice que es
una:”cueva de ladrones” (Mateo 21.13). Obviamente
esta palabra repite de hecho la palabra de Platón de
la “cueva de ladrones”. Lo que Jesús sostiene es que
este templo como cueva de ladrones no tiene otra ética
que la ética de la banda de ladrones.
Dos pensadores de la Ilustración; Adam Smith e Immanuel Kant
Quiero ahora hacer ver cómo dos de los más importantes pensadores de la Ilustración del siglo XVIII el siglo de las luces - enfocan este problema. Primero,
quiero citar a Adam Smith, el fundador de la ciencia
económica. Adam Smith sigue la misma argumentación que había iniciado Platón. Las variaciones que
introduce son solamente de importancia secundaria:
Pero la sociedad nunca puede subsistir entre quienes están constantemente prestos
a herir y dañar a otros. Al punto en que
empiece el menoscabo, el rencor y la animadversión recíprocos aparecerán, todos
los lazos de unión saltarán en pedazos y
los diferentes miembros de la sociedad serán por así decirlo disipados y esparcidos
por la violencia y oposición de sus afectos
discordantes. Si hay sociedades entre ladrones
y asesinos, al menos deben abstenerse, como
se dice comúnmente, de robarse y asesinarse entre ellos. La beneficencia, por tanto,
es menos esencial para la existencia de la
sociedad que la justicia. La sociedad puede mantenerse sin beneficencia, aunque
no en la situación más confortable; pero si
prevalece la injusticia, su destrucción será
completa. (Smith, 1997, p. 186. Subrayado mío.).
Adam Smith percibe evidentemente la ética del mercado como una necesidad imprescindible en cualquier
sociedad humana. Insiste que eso vale inclusive para
“sociedades entre ladrones y asesinos”. Smith habla
en cuanto a la necesidad de esta ética de justicia y, de
hecho, Smith, no menciona otra justicia que esta éti-
ca de mercado. Frente a esta justicia la “beneficencia”
es perfectamente secundaria. Con eso rechaza toda
concepción de una justicia social y su intervención
en el mercado. Ni habla de justicia social. La palabra
beneficencia suena hasta despreciativa, aunque no la
rechaza completamente.
Kant sigue en esta línea también. Inclusive Kant
dice que su ética del imperativo categórico habría necesariamente que ser aplicada en toda sociedad, inclusive por un “pueblo de demonios”. Dice eso en su
libro La paz perpetua:
El problema del establecimiento de un Estado tiene siempre solución, por muy extraño que parezca, aun cuando se trate de
un pueblo de demonios [diablos]; basta con
que éstos posean entendimiento. El problema es el siguiente: ‘He aquí una muchedumbre de seres racionales que desean,
todos, leyes universales para su propia conservación, aun cuando cada uno de ellos,
en su interior, se inclina siempre a eludir
la ley. Se trata de ordenar su vida en una
constitución, de tal suerte que, aunque sus
sentimientos íntimos sean opuestos y hostiles unos a otros, queden contenidos, y el
resultado público de la conducta de esos
seres sea el mismo exactamente que si no
tuvieran malos instintos. (Kant, 2003, p.
14-15).
Se trata de la manera de Kant de asumir el argumento de Platón sobre la ética de la banda de ladrones. Ahora no se habla de una banda de ladrones,
sino de un pueblo de demonios. Sea la gente mala o
buena gente, de todas maneras tienen que reconocer
la validez de la ética formal, que incluye siempre la
ética del mercado.
Wittgenstein: el suicidio de la ética
Sin embargo, Wittgenstein formula antes de su primer libro famoso, el Tractatus logico-philosophicus del año
1918, en sus diarios, una reflexión, que posteriormente
no repite y que abría otras dimensiones posibles de su
reflexión de la ética. Se trata del texto siguiente:
Si el suicidio está permitido, todo está entonces permitido. Si algo no está permitido, entonces el suicidio no está permitido.
Lo cual arroja una luz sobre la esencia de la
ética. Porque el suicidio es, por así decirlo,
el pecado elemental. Y cuando se investiga sobre él, es como cuando se investiga el
vapor de mercurio para captar la esencia
de los vapores. ¡Aunque acaso el suicidio
tampoco sea, por sí mismo, ni bueno ni
malo! (Wittgenstein, 1917, 10.1).
9
Para ver toda la dimensión de esta cita hace falta
invertir la primera frase. Entonces diría: Si en una
sociedad todo está permitido y no hay acciones prohibidas, eso es suicidio colectivo de esta sociedad. De
eso se sigue entonces, efectivamente, lo que Wittgenstein concluye en la cita: Porque el suicidio es, por así
decirlo, el pecado elemental. Por tanto, este juicio de
negar la existencia de la ética resulta ser un juicio vida-muerte. La renuncia al carácter objetivo de la ética
resulta ser la afirmación del suicidio: no hay vida humana social posible sin una o varias éticas que juzguen
sobre esta acción.
Wittgenstein no hace esta conclusión. Pero la crítica
a Wittgenstein puede empezar precisamente con nuestra cita de Wittgenstein en su forma invertida: Si no
hay ética, entonces hay puro suicidio. En nuestro lenguaje más usado se puede expresar eso mismo como:
Si no hay ética, hay caos. Pero caos es solamente otra
palabra para la muerte. Por tanto: Si no hay ética, hay
solamente muerte. Y esta muerte es a la vez suicidio.
Ética es entonces el conjunto ético que hay que tomar para que el ser humano como ser, que es parte
de una sociedad, pueda vivir. Una ética de este tipo
toda sociedad tiene que tener, aunque sea una sociedad extremamente inhumana. Por eso, una sociedad
con esclavos tiene esta ética, pero la misma ética entonces establece que el asesinato de esclavos no está
prohibido. Es la ética de la sociedad griega antigua,
de la romana antigua, pero también del moderno EE.
UU. hasta el año de 1865, año de la liberación de los
esclavos. Ni la Alemania nazi abolió la prohibición del
asesinato. Solamente introdujo la excepción: excepto,
sobre todo, judíos y comunistas.
El problema que resulta no es que no haya ética y
que no puede ser desarrollada. El problema es cuál es
la ética preferible, más humana. Discutir eso necesita
también la construcción de mundos perfectos, es decir,
obliga a preguntar cuál es la ética perfecta.
Max Weber y su incapacidad de ver el problema
Lo más llamativo es que en general en la literatura
positivista, incluida toda la filosofía analítica, ni se
discute en serio estas idealizaciones que ellos efectúan
y forzosamente tienen que efectuar al desarrollar sus
teorías empíricas.
Pero hay muchos más ejemplos. Sin embargo, Max
Weber ni los toma en cuenta siquiera. Y cuando usa
tales argumentos, él mismo no discute eso y lo deja, lo
más rápidamente posible, otra vez desaparecer. Voy a
citar el ejemplo que me parece más llamativo:
Por un lado, los dominados no pueden prescindir del aparato de dominio burocrático ya existente ni sustituirlo por otro, pues se basa en una
metódica síntesis de entrenamiento especializado, división de trabajo y dedicación
fija a un conjunto de funciones habituales
10
diestramente ejercidas. Si el mecanismo
en cuestión [el mecanismo del mercado,
FJH] suspende su labor o queda detenido
por una fuerza poderosa, la consecuencia
de ello es un caos, para dar fin al cual difícilmente pueden improvisar los dominados un organismo que lo sustituya. Esto se
refiere tanto a la esfera del gobierno público como a la de la economía privada. La
vinculación del destino material de la masa
al funcionamiento correcto y continuo de las organizaciones capitalistas privadas, organizadas de
una manera cada vez más burocrática, va siendo
más fuerte a medida que pasa el tiempo, y la idea
de la posibilidad de su eliminación es, por
tanto, cada vez más utópica. (Weber, 1984,
pp. 741-742. Subrayado mío)
En esta cita Max Weber critica el programa de los
movimientos socialistas de su tiempo, en los cuales se
pide, con el socialismo, fundar a la vez una economía
sin el uso de dinero. Afirma esta imposibilidad en términos absolutos. En esta cita lo afirma dos veces. Una
vez dice: Si el mecanismo en cuestión [el mercado]
suspende su labor o queda detenido por una fuerza
poderosa, la consecuencia de ello es un caos. Y la otra
dice: La vinculación del destino material de la masa al funcionamiento correcto y continuo de las organizaciones
capitalistas privadas... va siendo más fuerte a medida
que pasa el tiempo, y la idea de la posibilidad de su
eliminación es, por tanto, cada vez más utópica.
Lo que resultará es caos y utopía imposible. Por tanto, eso es imposible. Pero si es imposible eso, también
es igualmente imposible la eliminación de la ética del
mercado, porque el mercado no puede funcionar sin
esta ética. Creo que este juicio de Max Weber es cierto, y hoy no hay movimientos socialistas que exigen la
eliminación del dinero en el socialismo.
Pero lo que ocurre con el argumento de Max Weber
es que es completamente incompatible con su propia
teoría de la metodología de las ciencias, en especial
de las ciencias sociales. Él está claramente justificando
una ética por juicios de hecho y eso es, según el propio Max Weber, absolutamente inaceptable. Valores y
éticas pueden, según Weber, ser afirmados solamente
por juicios de valor y jamás con juicios de hecho. Pero
en el texto citado Weber lo hace en nombre de juicios
de hecho. Si su crítica es correcta, como también yo
creo, entonces toda su metodología pierde validez y
sigue válida la tradición de efectuar tales juicios desde Platón.
El resultado de Max Weber es que su crítica del
socialismo no hace de ninguna manera imposible la
realización del socialismo, mientras ésta, su crítica,
hace perfectamente inaceptable su propia teoría de la
metodología de las ciencias sociales. Y Max Weber ni
se da cuenta de este problema tan grave.
2. LA OPCIÓN POR LA VIDA: EL CONATUS
Cuando Spinoza habla del conatus, define éste de la
siguiente manera: “Conatus esse conservandi primum
et unicum virtutis est fundamentum”. [El impulso (conatus) de conservarse es la primera y única base de la
virtud]. (Spinoza, 1977, pp. 486-487). Significa: El suicidio es el final, la negación, la renuncia de toda virtud.
Él añade: “Nemo potest cupere beatum esse, bene
agere et bene vivere, qui simul non cupiat, esse, agere
et vivere, hoc est, actu existere” [Nadie puede a la vez
querer ser feliz, actuar de manera buena y vivir bien,
si no quiere a la vez ser, actuar y vivir, es decir vivir
realmente (sin ser feliz, actuar de mala manera y sin
vivir bien)] (Ibid, pp. 484-485).
Son las necesidades que obligan, no los gustos. Hay
que vivir, aunque todavía no se pueda vivir bien. Pero
para mantener posibilidades, hay que vivir, aunque se
viva mal. Son las necesidades del ser humano que hay
que satisfacer, no los gustos. Los gustos cuentan, en
cuanto no impiden satisfacer necesidades.
La pobreza es un problema de necesidades, no de
gustos. Detrás de cualquier satisfacción de gustos, aparece el hecho de que toda demanda tiene como origen
necesidades y no gustos. La necesidad busca el gusto,
pero siempre en el marco de las necesidades. Estas pueden ser también muy subjetivas, pero actúan como necesidades que también quieren satisfacer gustos. Pero
en caso de conflictos, siempre deciden las necesidades.
Eso es: optar por la vida. Para poder optar por la
vida, hay que optar, aunque a uno no le guste, la vida
que lleva. El suicidio nunca es solución, porque significa renunciar para siempre a soluciones. El suicidio
es puro final. Más allá del suicidio solamente se puede
imaginar soluciones de tipo religiosas.
Pero optar por la vida de uno es solamente posible,
optando a la vez por la vida de otros. El emperador
romano Calígula decía: Quisiera que todos tuvieran
un solo cuello, para cortarlo. Lo que está queriendo
no es más que su propio suicidio: nadie puede vivir
sin depender de la vida de otros.
Aunque se quiere vivir bien, hay que vivir mal, si
no hay la posibilidad de vivir bien. Pero hay que vivir,
aunque sea para buscar una buena vida. Pero, según
Spinoza, hay que vivir como se puede, para poder intentar vivir bien. Hay un conatus que obliga a vivir
aunque se viva mal. Claro, sigue la opción del suicidio
en el caso que el vivir es insoportable como era el caso
de varios judíos, cuando los nazis los querían llevar a
Auschwitz. Pero ni en este caso, el suicidio es alternativa. Al acabar con todas las alternativas pensables,
le quita inclusive al propio suicidio la posibilidad de
ser alternativa. Porque para ser alternativa, tiene que
transmitir una posibilidad de decidir en favor de una
manera de vivir.
Eso llega a un límite e históricamente ha llegado
a este límite muchas veces. En este caso los pobres y
desplazados se levantan porque no quieren aguantar
más y siempre también porque encuentran apoyo y
solidaridad en otros que vienen más bien de clases
sociales superiores, pero que se solidarizan. Estamos
hoy viviendo un límite de este tipo que, sin embargo,
esta vez es la primera vez realmente una resistencia
mundial frente al hecho de que se vive una situación
mundial en la cual se nota la presencia de la amenaza
de un suicidio colectivo de la propia humanidad. Se
trata sobre todo de la crisis del clima.
De esta manera la afirmación de la vida puede desembocar en la revolución de la sociedad. Hoy la revolución aparece como alternativa posible para el suicidio colectivo de la humanidad que nos amenaza. Para
juzgar sobre eso, hay que mantener en mente el hecho
de que las revoluciones no son necesariamente violentas. Necesitamos una alternativa para este suicidio
colectivo de la humanidad. Este tipo de alternativas
siempre se hacen presentes en imaginaciones de otro
mundo perfecto, en relación con las cuales hay que
pensar un proyecto histórico correspondiente que sea
efectivamente factible.
3. LA PRODUCCIÓN EN EL MERCADO Y
LOS JUICIOS VIDA-MUERTE
Los juicios, que no son juicios medio-fin, pero que
son a la vez juicios de hecho, son juicios vida-muerte.
Hay normas muy básicas que se basan en tales juicios vida-muerte. Normas necesarias y obligatorias
están basadas sobre juicios vida-muerte. “No matarás” es una norma obligatoria, que resulta de juicios
de hecho. Eso no vale solamente para la norma, sino
también para sus excepciones (por ejemplo: defensa
propia). Presuponen el conatus, del cual habla Spinoza. Max Weber, en cambio, no toma en cuenta estos
juicios de hecho, cuando rechaza los juicios de valor.
Normalmente Max Weber ni ve estos juicios de hecho
del tipo vida-muerte. Sin embargo, el conatus nace
con nosotros. Un ser vivo lo tiene, sin embargo, el ser
humano lo tiene también, pero a la vez sabe que lo
tiene. El mismo Marx da a estos juicios vida-muerte
un lugar central.
Sobre cada relación medio-fin pesa todo el tiempo
un riesgo, inclusive el riesgo de muerte. Por eso la relación medio-fin está siempre conectada con juicios
vida-muerte, que son juicios de hecho, pero no son
juicios medio-fin de la razón instrumental. Todo el
tiempo resultan juicios que no se orientan por un fin,
sino por la relación vida-muerte que aparece constantemente en el interior de la realización de fines. Por
ejemplo: Yo cruzo una calle con mucho tráfico, persiguiendo cualquier finalidad dentro de un proyecto
medio-fin. Pero todo el tiempo tengo que cambiar y
adaptar esta actividad de cruzar, dependiendo de los
peligros que resultan del tráfico. No son consecuencia
11
del cálculo de un fin, sino resultan del problema vida-muerte, que se hace presente todo el tiempo en la
persecución del fin y que interrumpe la persecución
del fin en ciertas condiciones.
Estos juicios vida-muerte son juicios de hecho igual
como los juicios medio-fin. Pero constituyen valores,
sin ser juicios de valor en sentido de Max Weber. Ya
vimos: No se puede ni atravesar una calle sin afirmar
todo el tiempo el valor de la vida frente a la muerte.
La vida tiene que ser tratada como valor, si se quiere realizar cualquier meta de la acción instrumental.
Entonces se podría también decir que en este caso la
valorización de la vida es uno de los medios para alcanzar la meta. Pero eso no cambia el hecho que hay
que respetar la vida como valor. Es un valor necesario
para que los juicios medio-fin puedan seguir. No se
transforma en una parte del cálculo medio-fin. La posibilidad de la absolutización de este cálculo medio-fin
resulta precisamente por la abstracción de la relación
vida-muerte. Para que no colapse el mundo de los
juicios medio-fin, hay que someter estos juicios constantemente al criterio vida-muerte. Si eso no ocurre,
el mundo pasa al suicidio colectivo de la humanidad
entera. En eso desemboca lo que se llama la ley de la
pauperización del capitalismo interpretando el capitalismo como el capitalismo salvaje hoy dominante.
Hay una voz popular, que expresa muy bien el problema: No cortes la rama del árbol sobre la cual estás
sentado.
Marx opera muchas veces con juicios vida-muerte.
Quiero solamente mencionar un ejemplo. Se trata del
siguiente juicio:
Por tanto, la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación
del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el trabajador.
(Marx, 1966, pp. 423-424)
Esta cita de Marx viene del año 1867. Lo que Marx
dice aquí es que, por razón de una gran arbitrariedad
vigente en la economía capitalista descontrolada, esta
economía lleva al suicidio colectivo de la humanidad.
Hoy estamos volviendo a esta arbitrariedad capitalista y nos vemos frente a una tendencia mortal. Por
supuesto, este suicidio, del cual se trata, es un acto
no intencional y no es una meta. Al promoverlo, se
imagina que quizás puede salir bien a pesar de todo.
Pero se ve la posibilidad y la amenaza de este suicidio, aunque directamente no es querido. Pero se lo
promueve y por lo menos se sospecha que uno lo está
promoviendo. Sin embargo, no se trata de una meta
consciente, sino de una inevitable consecuencia de lo
que se está haciendo.
En esta dirección hay hoy muchas actividades, como
la del Club de Roma (Cfr. Meadow, et al, 1972). En es-
12
ta misma línea aparece recientemente el movimiento
“Friday for future” 2019/2020 para enfrentarse a la
actual crisis de clima.
Que algo se produce y vende en el mercado significa que es técnicamente racional, en el sentido de que
es técnicamente factible. Pero eso no implica que sea
económicamente racional. Lo mismo vale para toda racionalidad calculada. Siempre entra el criterio
vida-muerte.
No se trata de alguna discriminación de la racionalidad del cálculo del mercado. Se trata más bien recuperarlo como cálculo imprescindible. En el centro
del cálculo del mercado debe descubrirse este criterio
vida-muerte sin el cual la humanidad no puede seguir
con la propia continuación imprescindible también
de este mercado. Todavía el autor clásico sobre eso es
Polanyi (Cfr. Polanyi, 1989 y 2012).
BIBLIOGRAFÍA
Kant, I., 2003, La paz perpetua, Biblioteca Virutal
Universal.
Marx, K., 1966, El capital, t. I, México: Fondo de
Cultura Económica.
Meadows, Donella, D. Meadows, J. Randers & W.
Behrens, 1972, Los límites del crecimiento. México:
Fondo de Cultura Económica.
Platón, 1972, Diálogos. La república o el Estado,
Madrid: EDAF.
Polanyi, K., 1989, La gran transformación, Madrid: La
Piqueta.
—, 2012, Textos escogidos. Buenos Aires: CLACSO:
Universidad Nacional de General Sarmieto.
Smith, Adam, 1997, La teoría de los sentimientos morales,
Madrid: Alianza.
Spinoza, Benedictus de, 1977, Die Ethik. Stuttgart:
Reclam.
Weber, Max, 1984, Economía y sociedad, México:
Fondo de Cultura Económica.
Wittgenstein, L., 1917. Diario.
THE INVISIBLE HAND THAT IS
AN IRON FIST: NEOLIBERAL
BIOPOLITICAL CRUELTY
LA MANO INVISIBLE QUE ES UN PUÑO DE HIERRO: CRUELDAD
NEOLIBERAL BIOPOLÍTICA
EDUARDO MENDIETA
Penn State University Pennsylvania, USA
ABSTRACT:
Covid-19 has turned into a global health catastrophe with multilevel effects that will reverberate for years, if not decades. This essay considers this pandemic against the context of both
the development of the idea of global health, its eventual enshrinement as a human right in
the constitution of the World Health Organization, and the attack on public and global health
by the ideologists of neoliberalism and finance capitalism. The essay discusses how the corona
virus became so contagious and devastating was not simply as an accident or natural disaster,
but precisely the result of the global economy we have developed. The question was not if,
but when and how devastating and fast the next pandemic would take place. A virus is only
as contagious and deadly as the institutions, practices and ideologies that potentiate its contagion. Thus, the essay considers why so many nations across the globe have failed and had
been rendered unable to deal with a global health crisis. Foucault’s concept of the dispositif is
used to render legible the ways in which a virus was allowed to propagate so speedily and so
deadly. Further, the essay analyzes how the virus has rendered explicit the way in which a new
form of governmentality has emerged, one that is here called “pandemic governmentality.”
The essay concludes with a survey of what follows from neoliberal pandemic governmentality, namely a necrological political arithmetic, which is the term used to unmask the rhetoric
of politicians who say “it is what it is” and “some will die” in the name of “herd immunity.”
That we “can’t allow the cure to be worse than the disease,” and that “we let our economy”
be closed by the needed shutdown, quarantines and restrictions, is the affirmation that some
will need to die so that some will live –a decision that is left over to the loaded dices of racialized political-economies, in which the most vulnerable are people of color, racial minorities,
women, and people suffering from the pre-conditions of institutional racism.
Keywords:
Public Health,
World Health
Organization,
Human Right,
Neoliberalism,
Finance
Capitalism,
dispositif,
governmentality,
necrological,
pandemic,
Covid-19
RESUMEN:
La Covid-19 se ha convertido en una catástrofe de salud global con efectos en múltiples niveles que se reflejarán por años, sino no es que por décadas. Este ensayo aborda esta pandemia frente al contexto del desarrollo de la idea de salud global, su idea de eventual culto
como un derecho humano en la constitución de la Organización Mundial de Salud, así como el ataque sobre la salud pública y global por parte de los ideólogos del neoliberalismo y
del capital financiero. El ensayo aborda cómo el coronavirus se volvió tan contagioso y devastante lo cual no fue simplemente un accidente o un desastre natural, sino precisamente
el resultado de la economía global que hemos desarrollado. La pregunta no es si habrá una
próxima pandemia, sino cuándo y qué tan devastante y rápida será. El virus es tan contagioso y mortal como las instituciones, prácticas e ideologías que potencian su contagio. Así,
este ensayo aborda por qué muchas naciones alrededor del mundo han fracasado y fueron
incapaces de lidiar con una crisis de salud global. El concepto de “dispositivo” de Foucault
Palabras clave:
REVISTA FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN. DESCOLONIZACIÓN Y TRANSMODERNIDAD, ENERO-JUNIO 2021, N°1.
13
Salud pública,
Organización
Mundial de Salud,
derechos humanos,
neoliberalismo,
capitalismo
financiero,
dispositivos,
gubernamentalidad,
necrológico,
pandemia,
Covid-19
se usa para revelar las formas en las cuales el virus pudo propagarse tan rápida y mortalmente. El ensayo analiza, también, cómo el virus ha revelado explícitamente cómo una nueva
forma de gubernamentalidad ha emergido, una que aquí es llamada “gubernamentalidad
pandémica”. El ensayo termina con una revisión de lo que sigue de una gubernamentalidad
neoliberal pandémica, a saber, una aritmética necrológica política, término que es usado
para desenmascarar la retórica de los políticos que dicen “las cosas son así” y otros que dicen “morirán” en el nombre de la “inmunidad de rebaño”. El “no podemos permitir que
la cura sea peor que el desastre” y el “cerremos nuestra economía” por un cierre necesario,
así como cuarentena y restricciones, es la afirmación de que algunos necesitarán morir para que otros vivan, una decisión que deja los dados cargados hacia las economías políticas
racializadas en donde los más vulnerables son la gente de color, minorías raciales, mujeres
y gente que sufre de las precondiciones del racismo institucional.
RECIBIDO: 10 de noviembre de 2020
APROBADO: 13 de diciembre de 2020
1. THE INVENTION OF (PUBLIC) HEALTH
The Covid-19 pandemic is an ongoing, rolling, thundering catastrophe, but we can already surmise that
it is having destabilizing multilevel, intergenerational,
economic, political, social and conceptual effects. The
most important realization is that its most devastating
effects, and the many deaths, could have been prevented, and that a lot of the effects of the pandemic could
have been minimized, even evaded. We can talk about
viral pedagogics, in the sense that a body exposed to a
virus may ‘learn’ to generate anti-viruses, agents that
attack the invading virus, neutralize it, and prevent it
from replicating. This is in part what vaccines do –they
teach the body to generate their own anti-bodies, to
develop their own immunity. Vaccines are indispensable to our body’s ability to learn to deal with threats,
known and unknown. We can also talk about political viral pedagogics in the sense that a social body, i.e. a
polity, a society, learns to manage, handle, deal, confront, neutralize and eradicate viruses, bacteria, and
germs that produce epidemics and plagues. We can
thus speak of the lessons that Covid-19 has already
taught us and will continue to teach. Like a global
x-ray machine, Covid-19 is projecting across the sky
the fractured, ailing, and contagious body of a global
economic, political, social, gendered, racialized system. Like few other diseases, this virus is showing us
how disease, illness, epidemic, and pandemics are “social phenomena,” and not simply or solely “biological”
events. As George Rosen, the dean of public health
history, put it: “…disease is a cultural manifestation
(using culture in the anthropological sense) of man as a
social being. Health conditions, and this includes both
the qualitative and quantitative aspects of health, are
as integral an aspect of society as its economics, politics, religion, or art. Regarded from this point of view
the strictly medical aspects of disease are no longer
isolated phenomena but rather aspects or functions of
a greater social whole” (1940, p. 655). Health, and its
14
nemeses, disease and illness, are social phenomena and
as such, they are cultural manifestations. They are thus
part of human history. It is for this reason that we have
histories not only of medicine, but also social histories
of diseases, epidemics, pandemics, and plagues, and
how at different times, societies confronted them with
different degrees of effectiveness and deliberateness.
World historian William H. McNeill in his still indispensable Plagues and Peoples (1976) offers us a sweeping
world history of the entanglements of human societies
with viruses, bacteria and germs. The history that McNeill traces is one in which great moments of cultural
encounter and clashes were epidemiological events.
McNeill’s book, however, is supremely relevant today,
as one of the essential threads that holds together his
magisterial narrative is the way he correlates, couples,
mingles, weaves the interactions among what he calls
micro-parasites and macro-parasites, where the former refer to the biological parasites, and the latter to
social parasites, by which he means lords, pharaohs,
kings, generals, and of course, warring landlords. Like
Rosen, as we will see, he looks at the history of disease
through the lens of the social-economic history of the
institutions that facilitated the spread of lethal pathogens. He begins with the important breakthrough in
which humans became sedentary and began to cultivate the land and domesticate animals. This process
led to the bacteriological and viral entanglements of
humans with their flocks. McNeill studies closely, however, the millennial struggles between nomads and
settled peoples, which turned out to be also an epidemiological clash, the former carrying their diseases, the latter leaning to cope with them and develop
technologies for their cure and prevention.
It is noteworthy that George Rosen begins his A History of Public Health (1993) with a quick glimpse at some
of the earliest measures of urban sanitation as exemplars of the pre-medical understanding of health as
a key issue of a community. Rosen discusses India,
Egypt and the Inca Empire, as early civilization that
had develop already sophisticated systems of drainage
and water supplies to their cities. Rosen summarizes
these advances under three rubrics: first, sanitation and
housing, in which already ancient urban centers combined urban planning with systems of drainage, and
in some cases, of indoor plumbing and bathroom facilities; second, cleanliness and godliness, in which ancient
cultures developed extensive and complex systems that
coupled individual and community cleanliness to divine respect, piety and ritualistic practice. Such rituals
in fact became the very source of cultural identity, as
was the case with the Hebrew and Egyptian peoples;
third, disease and community, in which paleopathology
has demonstrated that ancient cultures approached
disease both a divine punishment but also a communal
duty and responsibility. Paleopathology, a branch of
paleoanthropology, studies the different types of diseases and illnesses that plagued ancient communities
by tracking their effects on bones and burial sites. It
is remarkable to what extent medical/religious rituals
sought to cure, health, alleviate the ailing bodies of
members of the community (Rosen, 1993, pp. 1-5).
Both Egyptian and Inca mummies are particularly
noteworthy because they provide us with evidence of
already advanced medical procedures, such as healing
of broken bones and operations of the head, involving craniotomy. For Rosen, however, the great medical
breakthrough came with the Greeks and the Romans,
and in particular the Greek Physicians who left us the
Hippocratic corpus, a group of writing on what turned
out the sources of medicine, and which were the earliest non-religious, i.e. secular, theorizing of disease
and health (Rosen, 1993, pp. 6-13). One of the most
important aspects of the Hippocratic Corpus is that
it presented the “first systematic endeavor to present
the casual relations between environmental factors
and disease” (Rosen, 1993, p. 9). A second, and related
aspect of this corpus is that it already sought to theorize that there are some diseases that are ‘endemic,’
always present in a given populations, and others that
are ‘epidemic,’ that emerge as if ad novo and affect
the whole population in paralyzing ways. Both terms
are still used with their ancient meanings. I foreground
these two aspects that Rosen underscores in his narrative, because they are also central to Rosen’s approach
to disease, namely that disease is intricately entangled
with “environmental” factors, which for his are not
simply ecological or physical environments, but also
and simultaneously urban/rural environments.
Now, returning to McNeill. According to our world
historian, the second decisive stage in the co-evolution of humans and epidemics came about between
500 BC and 1200 AD, when a kind of homeostasis
was established in the Eurasian continent due to the
rise and fall of empires, the relentless warring among
these waxing and waning centers of military might,
and of course and most importantly the establishment
of intra-continental routes of commerce. McNeill’s
narrative details the many stories in antiquity when
great military campaigns were halted by the breakout
of pandemics (the book includes an appendix that lists
all recorded epidemics in Chinese history beginning
in 243 B.C. until 1911). Here of course, reference was
made to the plagues in Egypt that are recounted in
the Hebrew bible, or the stories of pandemic told by
Herodotus and Thucydides, and the pandemics that
the so-called Germanic barbarian brought with them
from Northeastern Europe.
A third period in the stage of the co-evolution, and
now, we should add, co-socialization, of humans and
plagues took place during the rise and fall of the Mongol empire, 1200-1500, the years that coincide with the
Black Plague. The Mongol empire became what we can
call a vector of contagion that shifted the demographic balance in the western part of Eurasia. The Mongols linked Eastern and Western Eurasia, that is China
and the Mediterranean, by means of their roaming
armies, many of them in the formations of cavalries,
but also the new lines of commence they established.
Through their armies and moving caravans of traders, they brought along the carriers of the plague: rats,
which in turn, were vectors of fleas. Here we can talk
about the first form of zoonotic disease. Be that as it
may, McNeill reproduces a map on page 167 that shows
the pattern and speed with which the Black Plague
spread from what is today the Middle East through the
Eastern Mediterranean, northwards towards Denmark,
Sweden and England. It is a map that traces, in essence,
the lines of commerce that have been established over
the prior half a century, as Western Europe recovered
from the collapse of the Roman Empire.1
A fourth, and even more spectacular period in this
epidemiological history of humanity has to do with the
Columbian exchange that was launched with the European so-called ‘discovery’ and eventual conquest of
the Americas. In the same way that the Mongols had
shifted the balances of disease in Eurasia, now Europe
would establish an intercontinental balance of diseases, with its navel, slave ships, and the importation of
non-indigenous fauna. It could be argued that until very
recently we lived still under the shadow of the incredible exchange of biota, peoples, diseases, etc that took
place beginning with 14922. A new epidemiological balance was established, one in which the peoples of the
Americas, due to their continental isolation, were immunologically unprepared to meet. The history of this
euphemistically referred to “encounter” lead to the demographic cataclysm of the Americas (Stannard, 1992).
1 See also chapter 3 of Epidemics and Society: From the Black Death to the Present (Snowden, 2020, pp. 28-39).
2 The key point of reference is The Columbian Exchange: Biological and Cultural Consequences of 1492 (Crosby, 2003).
15
While McNeill concludes his book Plagues and Peoples
with an overview of the transformations of European and American societies due to the new process of
urbanization, industrialization, and the emergence
of social medicine, focusing on ecological impacts of
these processes, Rosen closes his book A History of Public
Health with the emergence of a new “medical paradigm” that launched what he calls the “bacteriological era,” which emerged with the invention of microscopes and the discovery of disease carrying bacteria.
I have thus far focused on McNeill and Rosen because they allow me to make two key arguments: one,
which McNeill proves extensively and relentlessly, and
that is that already from ancient times, humans have
understood that there are a micro-parasites have always had parasitic relationships with macro-parasites,
i.e. distinct mode of production and their related social
relations (lords, pharaohs, kings, oligarchs, and today,
we should say autocrats, elected presidents, and CEOs
of multinationals). This means that disease and health
are always entangled with all our social institutions.
The second, which is the key goal of Rosen’s work,
A History of Public Health, is that since ancient times,
health was understood to be a matter of communal,
general, public, and institutional concern. Health was
neither an individual biological factum, nor the display of a divine lottery, but a social accomplishment.
Health is not individual, but collective. It is always a
social phenomenon and a cultural accomplishment.
Inchoate in both McNeill and Rosen’s work is the
idea that health is a right. Here it would be relevant
to quote from the 1946 Constitution of the World
Health Organization:
THE STATES Parties to this Constitution
declare, in conformity with the Charter of
the United Nations, that the following principles are basic to the happiness, harmonious relations and security of all peoples:
Health is a state of complete physical,
mental and social well-being and not
merely the absence of disease or infirmity.
The enjoyment of the highest attainable
standard of health is one of the fundamental rights of every human being without distinction of race, religion, political belief, economic or social condition.
The health of all peoples is fundamental to the attainment of peace and security and is dependent upon the fullest
co-operation of individuals and States.
The achievement of any State in the promotion and protection of health is of value
to all. (WHO, 1946).
In the spirit of McNeill and Rosen, I think it is important to underscore some key claims that I want to
argue are cultural, social, political, medical accomplishments that stand behind this constitution as synthesis of millennia of societal learning. First, this constitution declares that health is both holistic and positive,
that is that health is not simply physical well-being,
but also mental and social well-being; and second that
it is not a mere absence, but an affirmative state of
well-being. Health here does not mean the silence of
the body due to the absence of an illness or disease.
Second, that health, as the highest standard of health
that maybe available at any given time, is a “fundamental right” without distinction of race, religion, political belief, economic or social condition. Health is
a fundamental right. This means that it is a generative,
essential, and inalienable right. If, as article three of
the Universal Declaration of Human Rights declares
that, “life” is also a fundamental human right, then
we can see how health is its twin. There is no right
to “life, liberty, and security of person,” without the
right to health. A right to life is a right to health, and
conversely. A glaring omission in the WHO’s constitution should be flagged, namely that it does not mention either gender or sexual orientation. As Covid-19
has shown, this pandemic has steep racial and gender
gradients, meaning that both African Americans and
Racial Minorities, as well as women in general, have
been more severely and adversely affected by its mortality and economic-social effects. Third, that health is
not just a national responsibility, but also and integrally a global and international accomplishment. Just as
being healthy by oneself or for oneself is a narcissistic
delusion, health is always public health, so national
health is always global health. Fourth that health as a
global accomplishment is fundamental to both security and peace, and today, we should add: economic
and social wellbeing3.
2. THE ANTHROPOCENIC VIRUS4
Thus far I have discussed two historians as a way to
illustrate two key claims: first, that health has always
been understood as being in correlation with the environment, understood in its most catholic sense, i.e. as
both natural and social environment; and second, that
health has always been recognized as a socio-cultural-economic accomplishment. We don’t find “health,”
we “invent” it, we produce it, we labor at it. In the
following I will argue that in some pre-historical time
“nature” was left to its own tectonic, cyclical, timeless
or non-temporal temporalities, the time of sedimentation and erosion, but that over the last centuries, at
3 See the incredibly insightful, and sanguine, book by Randall M. Packard (2016), A History of Global Health: Interventions into the Lives of Other Peoples.
4 Parts of what follows uses sections of my essay: “Is a Virus a Dispositif? Pandemics as Thanatopolitics” in Mosleh Pegan, eds. (forthcoming).
16
least since the so-called “discovery” of the New World,
we have entered an era in which human time and natural time have begun to converge, intermingle and
reciprocally disrupt planetary time (Mendieta, 2020,
p. 125-141). This is exactly what the term “Anthropocene” is meant to explain, or grapple with, namely the
way in which human history and natural history have
become so interlinked and mutually clocking that we
now live in one time: the time of natural catastrophe
that turns out to be the time of human disaster. At
the very moment we name our supreme sovereignty,
we recognize our utter vulnerability and devastating
effects. The Anthropocene is also an Anthropodicy.
Many processes, factors and dynamics are gathered
under the name of “Anthropocene.” Anthropocene,
which is part and parcel of globalization, began with
the Colombian Exchange that brought planetary life
into a new biotic effluvial kiss that resulted in the intended and unintended exchange of viruses, bacterias, and microbial high-jackings and colonizations.
Anthropocene also means mega-urbanization along
with the mega-industrialization of agriculture, and
thus, with deforestation and the depletion of biotic
commons of “life” on the planet. This is why the Anthropocene is the other face of what has been called
the “Sixth Extinction.” Anthropocene also means that
humans have become a geological force that has already left its tectonic stigmata on the surface of the
earth. If a meteorite had not killed off the dinosaurs,
we would have, along with millions of life species that
we have already eradicated. Just as humans have become agents of extinction, we have potentiated certain
type of killers of human life by the way we facilitate
and enable their virulence and contagion. The Anthropocene, then, is another name for a new form of
thanatopolics. Anthropocene, it must be underscored,
is also a dissimulator, and a misnomer, for behind the
anodyne “Anthropos” is concealed a global system of
unsustainable economics: capitalism, with its own archeology and genesis in colonization, slavery, imperialism, global wars, human trafficking, and genocides
is not simply “anthropos” as the malevolent or naive
agent. There is no Anthropocene that is not a Capitalocene, a Plantationcene, and Total Warcene, and
thus a Thanatocene (Mendieta, 2019, pp. 81-106).
The Anthropocene means that there is no place on
the earth that is desolate and untouched by the acquisitive hands of homo economicus. There is no naked,
brute, isolated, virginal, and undisturbed life. All life
has become precarious because of the way we have
organized our lives. Life itself, human, vegetable, sea,
air, life, all life, is now caught in the machinations of
our institutions and systems of chaotic governance
and gigantic machines of production, commerce, and
global supply chains of goods and commodities. Pandemics, or epidemics, were never a mere natural disaster. They were always social events, social facts, and
political realities. How we prepare for the encounter
between humans and pushed to the border of social
interaction of hitherto unknown zoonotic viruses, has
always been and has become more of social fact than
ever. In order to offer some warrants for my hypotheses, I want to in what follows, first and briefly, discuss
Foucault’s work from the latter part of his life, when
he turns to what he called “a critical ontology of our
present.” The aim is to offer an insight into the centrality of the concept of dispositif in this new Foucauldian
analytics of power. I want to argue that the Covid-19
virus has been turned into a Thanatological dispositif,
which is crucial to what I call neoliberal biopolitical
cruelty. Then, I want to focus on how a “virus” can and
has become a “dispositif” in a new form of governmentality: neoliberal governmentality, one that has turned
into a form of pandemic governmentality5. I will close
by discussing the “necrological political arithmetic”
that this neoliberal governmentality employs to tabulate the deaths that are acceptable and even desirable.
3. FROM ARCHEOLOGY TO CRITICAL
ONTOLOGY
A handy and useful way to think about the evolution
of Michel Foucault’s work is to talk about three stages:
the archeological, the genealogical and the ontological.
To the former period belongs his work with The Order
of Things: An Archeology of the Human Sciences (1966); to
the second belong his History of Sexuality, in 4 volumes
(1976-2018), and to the third, belongs his texts dealing with “critique and Enlightenment” from the late
seventies and early 80s, the period shortly before his
death (these texts have been gathered in the volume
The Politics of Truth (1997) (Elden, 2016; Elden, 2017).
While there are overlaps between the genealogical and
ontological periods, they are also distinctive. The ontological period has also been referred to as the ethical turn in Foucault’s thinking, although this may be
a misleading moniker. In any event, in the last years
of his life, Foucault made the following distinctions:
The domains of genealogy are possible.
First, an historical ontology of ourselves
in relation to truth through which we constitute ourselves as subjects of knowledge;
second an historical ontology of ourselves
in relation to a field of power through
5 I do not have the space to discuss how what I call pandemic governmentality is entwined with an imperial medical regime, and that imposed what Harriet A. Washington (2006) called “medical apartheid”. See also the Vicente Navarro’s work “The Undervelopment of Health or the Health of Underdevelopment: An Analysis of the Distribution of Human Health Resources in Latin America” (1973, p. 267-293).
17
which we constitute ourselves as subjects
acting on others; third, an historical ontology in relation to ethics through which
we constitute ourselves as moral agents.
(Dreyfus, 1983, p. 237).
Thus, we can see that Foucault is making legible
three distinct historical or genealogical domains:
knowledge, domination, and subjectivity. Now, however, under the critical ontological lens, they are to
be studied along the following lines: the history of
knowledge, what he used to call the archeology of the
human sciences, has become a study of the “forms of
verdiction,” i.e. the forms of the production of truth
and domains of truth; the history of domination now
is to be studied under the rubric of procedures of governmentality or history of regimes of governance, i.e.
how we govern others and ourselves; and finally, the
history of subjectivity is now to be studied under the
rubric of technologies or, what Foucault sometimes
called, “pragmatics” of the self, that is, how we constitute others as subjects and how we constitute ourselves
as subjectivities. Foucault, however, was interested in
how these “three domains” conditioned our historical ontology, how they created specific conditions for
the crystallization of certain forms of power, truth
and subjectivities. This is why Foucault shifted from
talking about epistemes and towards “dispositifs.” In a
1977 interview, talking about his project of a History of
Sexuality, Foucault explains what he meant by dispositif,
and this bears quoting at length:
What I’m trying to pick out with this term
is, firstly, a thoroughly heterogeneous ensemble consisting of discourses, institutions, architectural forms, regulatory decisions, laws, administrative measures, scientific statements, philosophical,
moral and philanthropic propositions- in short, the
said as much as the unsaid. Such are the elements of the apparatus. The apparatus itself is the system of relations that can be established between these elements. Secondly,
what I am trying to identify in this apparatus is precisely the nature of the connection
that can exist between these heterogeneous
elements. Thus, a particular discourse can
figure at one time as the programme of
an institution, and at another it can function as a means of justifying or masking a
practice which itself remains silent, or as
a secondary re-interpretation of this practice, opening out for it a new field of rationality. In short, between these elements,
whether discursive or non-discursive, there
is a sort of interplay of shifts of position
and modifications of function which can
also vary very widely. Thirdly, I understand
18
by the term ‘apparatus’ a sort of- shall we
say formation which has as its major function at a given historical moment that of
responding to an urgent need. The apparatus thus has a dominant strategic function. This
may have been, for example, the assimilation of a floating population found to be
burdensome for an essentially mercantilist
economy: there was a strategic imperative
acting here as the matrix for an apparatus
which gradually undertook the control or
subjection of madness, mental illness and
neurosis. (1980, pp. 194-5)
From this informative, if sometimes disorienting,
definition, I want to underscore three aspects: a dispositif is a an “ensemble” of discursive and materials
elements; a dispositif is an apparatus made of both material and immaterial (ideological, one might say) elements (Agamben, 2009, p. 1-24). Thus, for instance,
the “prison” is a dispositif that is a central material and
discursive formation of the disciplinary and punitive
society. It is made of the brick, mortar and iron bars,
but also of all the punitive justice discourse and sociological theories about criminality, and so on. Second, the dispositif is a connector, perhaps we can say a
switching station, which connects and allows the circulation of power, among the material and ideological
(or discursive) ensemble of relations. Returning to the
prison, as a dispositif, it allows certain kinds of relations
to be materialized and ideologized between class, race,
gender, criminality and social order. We can say then
that the prison is a racializing and class branding, and
increasingly a gendering, dispositif because it enables
for race and class to be materialized and ideologized
in specific forms. The third element that is important
to underscore, is what Foucault calls, the “dominant
strategic function,” by which Foucault means that dispositifs assume their centrality given certain political
and class interests: the criminalization of Black and
poor people becomes both a sanction not to address
economic injustice and a means for the perpetuation
of those economic inequities.
4. THE VIRUS AS A DISPOSITIF
In the preface to the paperback edition of his now indispensable book, Epidemics and Society: From the Black
Death to the Present, Prof. of History and the History of
Medicine Frank M. Snowden, writes very tellingly:
“Epidemics afflict societies through the specific vulnerabilities people have created by their relationships
with the environment, other species, and each other…
COVID-19 flared up and spread because it is suited to the society we have made.” (Snowden, 2020, p.
IX) A dispositif is meant to be a strategic ensemble of
both material and ideological institutions, and nothing like Covid-19 has made this most brutally clear.
As Snowden writes: Covid-19 “…is suited to the society we made.” And to that extent we may say, we invented it, even if we did not create it. In what follows,
I will focus on the US, and its “failure” to deal with
Covid-19 to illustrate how this virus is a dispositif. This
focus is warranted by at least three reasons: first, we
do not have enough information about how the virus
is ravaging economies, lives, and social systems across
the planet; second, the US is 4 % of the world population, and yet it accounts for 20 % of deaths due to the
pandemic –and this is so far a conservative estimate.
Third, like few other countries in the world, the US
political elite has politicized the pandemic thus making
nakedly evident, how viruses are social and political
events, just as they are natural happenings. We will
focus on three striking aspects of the “ensemble” and
“strategic” function of the virus.
First, the Covid-19 pandemic has made it starkly evident how the modern neoliberal global economy is an
economy of precarity. Neoliberalism is a form of governmentality that rules by means of precarity. Neoliberalism’s gospel has been that the best government is the
government that rules the least, governing the least,
meant dismantling the “Welfare” or “Social” state that
was forged after centuries of worker struggles for basic
income and a basic social safety net. In the US this
precarity is expressed in the following simple statistic.
In its May 2020 “Report on the Economic Well-Being
of U.S. Households in 2019, featuring supplemental
date for April 2020” the Board of Governors of the
Federal Reserve System, reports that in 2019 approximately 63% of adults could cover an unexpected $
400 expense by using saving, cash, or credit card, while
the remaining 37 % would not have been able to do,
having to put it on a credit card, and not being able
to meet their debts for the moth. This means that 37
% of US households do not have the liquid assets, or
savings, to deal with an unexpected expense, such as
either a car breakdown or a medical expense. At the
same time, 1 in 5 adults reported that they wanted to
work more, or were underemployed, or experienced
employment fluctuations. The employment sectors
more affected by these fluctuations, often due to the
seasonal character of the work, are in the service, entertainment, construction and other social services sectors. Precarity is tethered to job security, and most job
security is in sector of the labor market that requires
college and postgraduate education.
Second, the Covid-19 pandemic has made it bluntly
clear how the so-called social contract is a racial contract,
this means that the privilege of whites is shouldered by
the sacrifices of Black and other racial minorities, who
are more disproportionally represented in those sectors
of the economy most vulnerable to the demands of
having to work while also having to be more directly
exposed to the danger of contagion. The Pew Center,
a non-partisan research center, has reported that 61 %
of Latino/as have lost their jobs due to the pandemic,
while 44 % of Blacks have lost theirs, in contrast to only 38 % of Whites. Latino/as are experiencing a higher
rate of unemployment that the average US citizen. In
April of 2020 it spiked at 18.5 % to then come down
in June to 14.5 % (Krogstad & López, 2020).
Third, while in April of 2020, according to the Bureau of Labor Statistic, the US hit the 14.7% unemployment milestone, which has now recovered to 7.9
in September, the fact is that unemployment continues to remain higher among Latino/as and Blacks.
This means that labor precarity is pegged to race and
ethnicity. When we link financial precarity, labor precarity, health precarity, and probability of exposure to
the virus, we are not surprised to find out, that Blacks
have a mortality rate of 3.4, while Latino/as have a
3.3 mortality rate, compared to Whites, who are 3.4
times less likely to die of Covid-19” (APM Research
Lab, 2020). We live in an economy in which race and
ethnicity are indisputable factors in longevity or life
expectancy. Longevity has become an index of both
social justice and economic well-being. In the US, longevity is clearly and explicitly affected by one’s race,
class, and ethnicity. This means that longevity is racialized, because the adverse effects of race are exacerbated with both class and ethnicity. This has resulted
in what we could call one of the antinomies of this
pandemic, namely that the most “essential workers” –
whose working in the most indispensable but also least
protected and remunerated job—are also the “most
expendable.” Our biopolitical economy has as its Janus face, a thanatological side, its necrological side, in
which some are “left to die” and put in the front lines
of contagion, while other are “made to live,” by being
quarantine behind medical system of care and health.
5. NEOLIBERAL PANDEMIC
GOVERNMENTALITY
Foucault distinguished between Hobbesian and Biopolitical Sovereignty; while the former abided by the
dictum: “make die and let live,” the latter abided by
the dictum: “make live and let die.” Racism, and in
particular racism as politically legislated and legitimated by state apparatuses and popular sovereignty,
became the “dispositif” through which the sovereign, a
designated bearer of the sovereignty of the “people,”
reclaimed its right to make die. The virus, whether
Covid-19, SARS, AIDS, and so on, have become dispositifs to make die and make live, which means that
some who have been branded are made to die and
some are made to live. Above we illustrated how some
are made to die, through exposure and the systematization of certain “pre-condition,” i.e. vulnerabilities,
19
which are the systematization of “precarity.” Modern
pandemics have become a means for the exercise in the
sovereign right, of a certain kind of strategically identified
version of the sovereign –the healthy, White, non-criminal, good, citizen that is the genetically strong stock of
the people--, to make die and make live. Thus, a new
form of state has arisen: the biosecurity state, which
is just an augmented version of the biopolitical state.
We may be tempted to think that this new biosecurity
state is going to exercise and imposed what Giorgio
Agamben (2020) has called “technological-sanitarian despotism.” (p. 15) But this is a naïve and misguided
reading of how neoliberal, i.e. biopolitical, i.e. thanatological politics is exercised. Some get to stay home
and leave cities that are infection hot spots, most are
not allowed, or have the luxury, to work remotely and
safely. Despotism that has you got you pegged by race,
class, ethnicity and gender, and zip code, is not “despotism;” it is racism deployed by the “sovereign” to
make some die and others live. Viruses are ensembles
of DNA, ideologies, non-existing hospitals and respirators, airports, discourses about who is essential, who
matters, who is disposable, and economies entangled
in a planetary contagious kiss6.
6. NECROLOGICAL POLITICAL
ARITHMETIC
In the title of this essay I invoked Adam Smith’s metaphor of the “invisible hand” of the market, which
in hindsight is as naïve as it is obfuscating. The idea
is that the market acts as a mechanism that through
our individual preferential choices, guide us to greater
productivity and efficiency. Implicit in Smith’s metaphor too is the idea that there are moral dimensions
to the market, namely, the hidden assumption that the
market is a space of moral affirmation, as a locus of
moral decision and choice. In this way, Smith married
market economies to a moralized conception of freedom. The goal of government was not to secure peoples’ rights, whether civil or political, but to create the
minimal conditions under which by the light of their
own choices, consumers and producers would secure
their well-being. Of course, already during Smith’s
time this very metaphor was disingenuous. Europe
was engaged in a scramble to colonize the world, i.e.
secure markets, and ferociously defended and protected its imperial interests. Smith is considered the father
of modern political economy, and at the birth of this
modern discipline Smith chained market and liberty
through an economic view of freedom: freedom to
choose commodities. What is often neglected is that
Sir William Petty, one of the founders of the British
Royal Society, already at the end of the Seventeenth
century, in 1690 to be precise, introduced a science to
deal with the new emergent modes of national Imperial government. The term Petty introduce was “political
arithmetic” which was the title of the book in which
he demonstrated the uses and usefulness of statistics
to the management of all aspects of the growing empire. The modern state is thus not only linked to the
protection and expansion of markets, but also to what
we can call an arithmetic and calculating gaze on anything and everything. Today this arithmetic gaze has
metastasized into an algorithmic gaze, driven, computed and implemented by so-called self-learning and
smart computational systems.
Smith’s invisible hand was in fact guided by the statistical reasoning of the new state married to market
economies that were imperial markets, i.e. highly controlled and protected imperial possessions. Over the
last half a century, as global imperial economies have
shifted away from industrial and commercial capitalism, we have seen the emergence of what is called
“financial capitalism.” Finance capitalism represents
a new mode of both extraction and accumulation of
‘capital,’ i.e. wealth. This is how Grace Blakeley, British Labour Party Activist and Journalist explains finance capitalism:
Rather than using their capital to produce
or trade goods or services, financers create
and trade financial assets—even if these
assets are ultimately based on production
that take place elsewhere in the global
economy. These assets generally take the
form of a promise to pay back an amount
of capital at some point in the future: for
example, a share represents a claim on the
future earnings of a business. The main
financial activities are therefore lending,
investment and speculation, and the three
are very often very closely intertwined
(Blakeley, 2020).
The transformation of modern capitalism from industrial, to commercial, to financial capitalism has also
had profound effects on social medicine and the ability
of governments to provide and secure the public health
that citizens expect from their governments. Financialization means the de-regulation of markets, and
the privatization of industries. The goal is to secure
“international investment,” and the fewer state regulations of the financial sector, the greater the incentives
to invest, lend and speculate in different ‘national’
markets. This financialization of global economies
has been accompanied with a profound ideological
6 I recommend, because I entirely agree with, Slavoj Žižek’s critique of Agamben as well as Korean German philosopher Byung-Chul Han in his recent
book Pandemic! Covid-19 Shakes the World (2020, pp. 97-105).
20
shift in the way we think about individuality and social
agency. The more the economy has been de-industrialized and turned over to the service sectors, now predominantly serving the financial sector, the power of
labor, the collective power of workers, has decreased
precipitously. Correspondingly, a de-socialization and
de-politicization of social agency has taken place. Individuals are now thought of as ‘entrepreneurs’ and
‘investors’ in their own social well-being. Their health,
in tandem, is not thought of in terms of public health,
but as exercises in personal investment and personal
choice. We can call this the marketization of health.
This means that health is an individual asset and not
a communal or collective good. The financialization
of the economy has thus meant the marketization and
financialization of public health. Health has turned
into yet another market choice. Public medicine and
social health are now areas, more precisely markets, for
lending, investment and speculation. This is luridly illustrated by the dismantling of public medical facilities
and by the inability of some countries to implement
social healthcare systems or public health insurances
(of which the Unites States is the poster child)7.
Covid-19 has exposed the malady of these transformations. Part and parcel of the pandemic has been discussion of co-morbidities and pre-existing conditions,
i.e. that the virus affects more disproportionally and
lethally exposed patients with a set of co-morbidities,
medical conditions such as heart disease, cancer, diabetes, and obesity; and that it also affects disproportionally and severely all those with the social pre-conditions, such as lack of the ability to work remotely,
to be able to take a hiatus from work, and to be able
to avoid being on the front-lines of the pandemic,
which illustrate what I called above the racial and gender gradient of viral contagion. Early on both in the
United States and England, to name the most alarming exemplars, the lexicon used by public officials in
these two countries was of “it is what it is” and “take
it on the chin,” meaning that deaths would be inevitable and that Covid-19 fatalities were just one more
set of statistics among the many statistics of mortality: from traffic accidents, from the flu, from cancer,
from smoking. This is what I called above ‘pandemic
governmentality.’ Deaths are always statistics, even
if they are primarily biographical and very person-
al. This is what I want to call “necrological political
arithmetic,” one in which an unspecified number of
deaths are both expected, acceptable, and part of the
neoliberal contract, in which my health is my investment and asset, and thus my risk. Dealing with this
pandemic has turned into a ‘personal risk’ or the affirmation of one’s freedom, understood as the freedom
to shop and consume.
I want to close by focusing on Trump’s incredibly
pornographic and brutal treatment of the Covid-19
pandemic, as a way to further underscore a couple of
arguments that I have been developing in this article.
We now know that Trump knew as early as late January about the danger and mode of propagation of
Covid-19, namely that it was air born and that it had a
high lethality. But he decided not to take measures and
in fact downplayed the danger of the virus by claiming
that it would disappear. Then, as the pandemic exploded across the country, he shifted to talking about the
statistics, claiming that his administration had done an
amazing job, as only less than a 100 thousand deaths
had taken place. This was both in April and June. But
around the same time he started shifting his blustering
rhetoric. Now, he began to blame China and attacked
the World Health Organization. On April 14th, 2020,
Trump gave a speech at the White House that will go
down in the annals of nefarious political rhetoric. In
this speech, Trump accused the WHO of covering
up for China’s failure to contain and properly inform
the world about the virus. In fact, Trump accused the
WHO of colluding and contributing to China’s alleged
misinformation about the virus. This speech was a justification for his decision to cut funding to the WHO8.
But this executive decision to defund the WHO, and
it should be noted that the US is a major contributor
to the WHO’s budget, was the follow up to some decisions Trump and his administration had taken a year
earlier, namely, to severely cut the budget of the US
Centers for Disease Control and Prevention (CDC). In
addition, John Bolton, then national security advisor
and still persona grata to Trump, axed the position
of White House director for Global Health Security
and Biothreats. Essentially, this left the White House
blind and voiceless to this pandemic. But these policy
decisions were just the execution of a political vision.
Shortly after his inauguration Trump began the delib-
7 Here I have to recommend Vicente Navarro (1989), “Why Some Countries Have National Health Insurance, Others Have National Health Services,
and the U.S. has Neither” (pp. 887-898), and “The Politics of Health Care Reforms in U.S. Presidential Elections” (2008, pp. 597-606).
8 As I had finished a first draft of this essay, on November 27th, 2020, The New York Times published an amazing article on the sequence of events that led
to Trump pulling the United States out of the WHO, an organization that the U.S. helped created and had historically funded generously. The article details that Trump had sent Andrew Bemberg, the U.S. embassador in Geneva to meet with the Tedros Adhanom Ghebreyesus, the General Director of the
WHO. He brought a list of seven demands. The General Director considered them, but saw them exactly as what they were: blackmails by Trump. The
demands required the WHO to investigate China, to coordinate with the US on travel bans, and to develop with the US, a pre-approval system for potential vaccines and cures, it also demanded that the WHO send a team to Taiwan to investigate how the country had succeeded in controlling the pandemic.
Acquiescing to the demands would have meant that the WHO would have turned into a political tool of Trump, another means to continue his war on
China and against a properly global response to the Pandemic. In conjunction with the speech Trump gave on April 27th, 2020, these demands constitute
one of the most vulgar and egregious attacks on an essential “global” institution that was set up to monitor and facilitate global responses to global treats
to global health (Apuzzo, Weiland & Gebrekidan, 2020).
21
erate, methodical and assiduous attempt to dismantle
so-called Obama Care (the Affordable Care Act, a
major public insurance effort on the part of President
Obama), and anything and everything Obama has
signed into law. Integral to Trump’s explicit policies
to dismantle what Obama has accomplished was the
latter’s multi-lateral internationalism, i.e. globalism. In
2018, addressing the United Nations General Assembly, Trump trumpeted “We reject the ideology of globalism, and we embrace the doctrine of patriotism,”
which he repeated in 2019, in the following terms: “the
future does not belong to globalists, the future belongs
to patriots.” (Horton, 2020, p. 37) For Trump, “Make
America Great Again” meant explicitly America first,
alone and disengaged from the world.
Trump’s defunding of both the CDC and the WHO,
in the middle of a pandemic, were treasonous and
crimes against humanity9. Here, I agree with Richard
Horton, the editor of the Lancet, and without question the most informed and outspoken critic of how
we have criminally mismanaged this pandemic. As
he writes:
I believe that President’s Trump decision
to cut funding to WHO in the middle of
a global pandemic constituted a crime
against humanity. Is that claim an exaggeration? No, and here is why. WHO exists to protect the health and wellbeing of
the world’s peoples. A crime against humanity is a knowing and inhumane attack
against a people. By attacking and weakening WHO while the agency was doing all
it could to protect peoples in some of the
most vulnerable areas of the world, President Trump has, in my view, met the criteria for the act of violence the international
community calls a crime against humanity
(Horton, 2020, pp. 27-8).
Trump’s necropolitics, his necrological political
arithmetic, to conclude, exemplify three key dynamics that command our resistance: the de-socialized, qua
depoliticization, while marketizing and financializing
health; the de-linking of public health, from national
health, from global health, while exacerbating the gendered and racial gradient of illness and vulnerability
by further defunding public health. And, in the acme
of gangsterization of public health and in an obscene
Machiavellian deployment of power, turning the allocation of federal resources (from masks, ventilators,
to potential vaccines), into political gifts to supposed
loyal states and his sycophantic political base. Smith’s
invisible hand has turned into Trump’s, Bolsonaro’s,
Johnson’s, et.al, lethal iron fist of neoliberal marketiza9
tion and financializaiton of (public and global) health.
It might as well be the iron fist of the executioner that
pulls the lever on the guillotine of viral death.
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23
BIOPOLÍTICA EN ESTRICTO
SENTIDO: EL PRINCIPIO
MATERIAL CRÍTICO-POSITIVO
DE LA POLÍTICA10
BIOPOLITICS IN STRICT SENSE: THE MATERIAL CRITICAL-POSITIVE
PRINCIPLE OF POLITICS
JORGE ZÚÑIGA M.11*
Universidad Nacional Autónoma de México (Ciudad de México, México)
RESUMEN:
Este ensayo expone la idea de biopolítica en estricto sentido. Como punto de partida, el
trabajo presenta, en primer lugar, un recorrido por la lectura foucaultiana sobre la biopolítica neoliberal, mostrando los paralelismos que se observan entre el pensamiento político
de Foucault y el pensamiento neoliberal. De esta forma, lo que se verá en este trabajo es lo
contrario a la interpretación convencional que afirma que Foucault en Nacimiento de la biopolítica expone únicamente una descripción del neoliberalismo. Por el contrario, la interpretación que se defiende aquí es que Foucault no sólo simpatiza con el neoliberalismo, sino que
su analítica del poder neoliberal es perfectamente congruente con su crítica a la sociedad
disciplinaria. Pues Foucault como la primera generación de neoliberales, principalmente en
su versión estadounidense, comparten el centro de sus críticas: el exceso de gobierno representado en el Estado. Así, la crítica a Foucault abre el camino para perfilar la propuesta de
biopolítica en estricto sentido, un concepto crítico-positivo de la relación entre vida y política.
Palabras clave:
biopolítica,
gubernamentalidad,
Michel Foucault,
neoliberalismo,
política de la
liberación,
teoría crítica
latinoamericana.
ABSTRACT:
This essay examines the idea of biopolitics from a critical-positive view (biopolítica en estricto
sentido). As a starting point, this paper presents, in the first place, the Foucaultian reading on
neoliberal biopolitics, demonstrating the parallels between Foucault’s political thought and
neoliberal thought. In this way, what will be seen in this essay is the contrary to the conventional reading that states that Foucault exposed only a description about neoliberalism in The
Birth of Biopolítics. On the contrary, the interpretation which is held here is that Foucault not
only shows a sympathy towards neoliberalism but also that this is perfectly consistent with
his critique of disciplinary society, since Foucault and the first generation of American neoliberalists share the center of their critical insights: the excess of government represented in
the State. Thus, Foucault’s critique opens the path up to draw the proposal of a biopolitics
in a strict sense, a critical-positive concept of the relation between life and politics.
Key Words:
biopolitics,
governmentality,
Michel Foucault,
neoliberalism,
politics of
liberation, LatinAmerican critical
theory.
RECIBIDO: 01 de noviembre de 2020
APROBADO: 15 de diciembre de 2020
10
11
*
extracto del Tomo III de la Política de la liberación.
Doctor en Filosofía (Dr. phil) por la Universidad de Frankfurt, Alemania. Mail: jorge.zuniga@comunidad.unam.mx
24
REVISTA FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN. DESCOLONIZACIÓN Y TRANSMODERNIDAD, ENERO-JUNIO 2021, N°1.
INTRODUCCIÓN
La política de la liberación, en gran medida, no puede entenderse sino como una política para la vida del
ser humano y la naturaleza. Esto no significa de ningún modo que ella se reduzca a dicho presupuesto
material, como podría entenderse desde una lectura
inmediata sobre ella. Por el contrario, se trata de una
política, sobre todo en su versión dusseliana, que articula la discursividad-intersubjetividad y la factibilidad
de la acción y de la organziación política. A partir de
su reflexión constante e insistente sobre la vida del ser
humano y la naturaleza es que sus tesis y posicionamiento nos acercan al debate y discusión actual sobre
la biopolítica.
Dicho acercamiento no es, sin embargo, para ella
un asunto de moda, pues en ella la reflexión por la
“vida dañada” del ser humano siempre ha estado en
el centro de sus problemáticas. Sin embargo, como podrá notarse, el modo cómo la política de la liberación
accede a la problemática entre política y vida difiere
del acercamiento foucaultiano, principal referente del
debate actual sobre la biopolítica. También guarda
diferencias con los planteamientos de los representantes actuales de la biopolítica como Giorgio Agamben,
Robeto Esposito o Achilles Mbembe, la cual, entre
ellas, la que claramente puede destacarse es que esos
autores no vislumbran la creación de un nuevo entramado político que pretenda la negación explícita de la
negatividad de las víctimas del orden dado. Con esto,
las aportaciones de estos autores pueden ser fructíferos
para el momento crítico-negativo de la política, para
desenmascarar las formas de dominación del sistema
moderno-occidental. Sin embargo, su limitación radica en no vislumbrar la negación de la negatividad
que desemboque en una nueva positividad.
Así, en las siguientes líneas nos proponemos realizar
una reflexión sobre lo que llamaremos biopolítica en estricto sentido, término pensado para describir el modo
en que la política crítico-positiva debe afirmar la vida
del ser humano que ha sido despreciado y sojuzgado
en el sistema de dominación así como la de la naturaleza que ha sido conceptuada como objeto de explotación y dominio. Posteriormente formularemos y
propondremos el principio material crítico-positivo de
la política, uno de los tres principios normativos presupuestos que guían la construcción del nuevo orden
político, actividad creativa y creadora. Aunque estos
dos temas son el centro del presente escrito, nos de-
tendremos previamente en una lectura crítica sobre
la biopolítica de Foucault, especialmente en la forma
en que el análisis foucaultiano sobre el liberalismo y
la biopolítica decanta en una simpatía reforzada por
el neoliberalismo. Esta pausa en la lectura foucaultiana sobre el neoliberalismo nos parece pertinente para
mostrar no sólo las grandes limitantes de un pensamiento crítico como el de Michel Foucault sino también para mostrar de mejor forma nuestro acceso al
tema que nos concierne: el de una biopolítica en estricto sentido12.
1. MICHEL FOUCAULT: BIOPOLÍTICA Y
NEOLIBERALISMO
Los términos de biopolítica y biopoder han sido discutidos en los últimos años a partir de la publicación de
los cursos de Michel Foucault en el Collège de France,
particularmente a partir de los cursos que van de 1975
a 1979 (Cfr. Foucault, 2000, 2007, 200813). A este tema llega el catedrático del Collège en su análisis sobre
las formas de dominación que encarnaron en la idea
y formación del Estado soberano en occidente. Aun
cuando la relación entre vida y política estuvo presente
en la discusión filosófica y sociológica a lo largo del siglo XX, es cierto también que es por las lecciones del
autor de Historia de la sexualidad que el tema ha tomado
nuevos aires en la discusión14. Algo con lo cual deberíamos comenzar indicando, siguiendo a Thomas Lemke,
es que “el uso de Foucault del concepto de biopolítica
no es uniforme y se desplaza permanentemente en sus
textos. Con el estudio de su obra se dejan distinguir
tres diferentes tipos de uso”(Lemke, 2017, p. 49). Estos tres usos son los empleados en Defender la sociedad
(Foucault, 2000), La voluntad de saber (Foucault, 2011),
Seguridad territorio y población (Foucault, 2008) y en Nacimiento de la biopolítica (Foucault, 2007), principalmente.
Si bien el término de biopoder y biopolítica, cuya
distinción analítica no es clara en Foucault, fue introducido en La voluntad de saber y en Defender la sociedad, en
las siguientes líneas nos concentraremos y pondremos
un énfasis en la forma en qué se tratan dichos términos
en el análisis foucaultiano sobre el neoliberalismo. Es
paradójico que en Nacimiento de la biopolítica el término
que menos es tratado y abordado por Foucault es justo el de biopolítica. La razón de esto radica en que,
como bien lo hace notar Castro-Gómez, “Foucault
subordina el análisis de la biopolítica a un análisis
12 Como se verá, no nos adentraremos a hacer una exposición de la biopolítica de Foucault, tema que ya ha sido ampliamente trabajado en la literatura actual sobre este autor y la biopolítica. Por el contrario, en las siguientes líneas nos interesa mostrar el otro lado de la moneda de Michel Foucault: su
identificación e interpelación con el neoliberalismo, sistema frente al cual la política de la liberación se posiciona críticamente. De ahí, nuestro interés por
mostrar el “Foucault” del cual, parece, poco se quiere hablar.
13 Nos referimos principalmente a estas tres obras señaladas, no obstante, Foucault hablará de biopoder también en Historia de la sexualidad 1 (Foucault,
2011).
14 La Introducción a la biopolítica de Thomas Lemke (2017) resulta relevante como revisión sintética de la relación entre vida y política en diferentes escuelas de pensamiento y desde diferentes disciplinas, pasando evidentemente por la discusión contemporánea suscitada por las aportaciones foucaultianas.
25
de la racionalidad liberal (y neoliberal), lo cual hace
que, paradójicamente, en sus lecciones tituladas Nacimiento de la biopolítica nunca se hable en realidad de
biopolítica”(Castro-Gómez, 2015a, p. 209). En efecto,
al comienzo del Curso de 1978-1979 Foucault advertía: “estudiar al liberalismo como marco general de
la biopolítica”. (Foucault, 2007, p. 39, nota). De esta
forma, entender las formas operacionales del liberalismo económico contemporáneo permitía comprender
y exponer la biopolítica y las tecnologías gubernamentales del neoliberalismo.
El acercamiento de Foucault hacia el neoliberalismo
no era sin embargo por una motivación propiamente
económica, aun cuando por el propio objeto de estudio se exigía hacer un recorrido por categorías de
esta disciplina. Por el contrario, la aproximación de
Foucault hacia el pensamiento económico de mercado tiene una motivación sobre la política y las formas
de poder que se generaban dentro del marco de la
economía de mercado. Es decir, la intencionalidad de
Foucault tiene que ver con la gubernamentalidad y las
formas de poder no-estatizadas que operaban en este
tipo de economía. De aquí su interés por dos líneas
de investigación importantes que se desprenden del
pensamiento económico neoliberal: el capital humano y el análisis de la criminalidad. En la clase del 14
de marzo de 1979, Foucault indicaba: “Me gustaría
tomar en particular dos elementos que son a la vez
métodos de análisis y tipos de programación, y que
me parecen interesantes en esa concepción neoliberal
norteamericana: en primer lugar, la teoría del capital
humano, y segundo, por razones que adivinarán, desde luego, el problema del análisis de la criminalidad y
la delincuencia”15.(Foucault, 2007, p. 255). Estos dos
temas, junto con aquel del sujeto dinterés, condensan la
simpatía que el neoliberalismo despertó en Foucault
ya que estos conceptos y análisis económicos están
directamente vinculados a las prácticas del sujeto16.
Visto en perspectiva y desde un punto de vista actual, el análisis foucaultiano sobre el neoliberalismo
abre nuevas aristas de análisis, pues ya no se trata de
analizar al sistema de la economía de mercado sólo como una forma contemporánea del capitalismo,
tampoco como una fuerza del ejercicio del poder del
mercado al conjunto social, sino a estas dos aristas de
análisis se suma una lectura del neoliberalismo como
una gubernamentalidad de la sociedad y del “individuo”. Foucault afirma que el liberalismo (y el neoliberalismo) son tecnologías gubernamentales que dirigen
la acción del sujeto; se trata de dirigir la acción a través
de dispositivos que coordinan la acción colectiva. Sin
embargo, lo que caracterizará a la gubernamentalidad
liberal (y neoliberal) es que en ella la libertad del sujeto
es subsumida. El liberalismo es un arte de gobernar sin
gobernar demasiado. Si bien la razón de Estado (raison
d’Etat) criticada por Foucault gobierna interviniendo
directamente sobre las prácticas, directamente sobre
el sujeto, el liberalismo económico afirmará la libertad del individuo interviniendo más en el ambiente y
las reglas que en el sujeto (y su libertad). En contraste
con esto, puede ejemplificarse con la crítica que hacía
Foucault al socialismo soviético, a qué se refería con
gubernamentalidad:
[…] que haya o no una teoría del Estado
en Marx, repito: los marxistas deben decirlo. Por mi parte, diré que lo que falta
en el socialismo no es tanto una teoría del
Estado sino una razón gubernamental, la
definición de lo que sería en el socialismo
una racionalidad gubernamental, es decir,
una medida razonable y calculable de la
extensión de las modalidades y los objetivos
de la acción gubernamental. El socialismo
se da o propone, en todo caso, una racionalidad histórica (Foucault, 2007, p. 117)17.
Este concepto de gubernamentalidad, entendiendo
por él “la manera de conducir la conducta de los hombres”(Foucault, 2007, p. 218), le permite a Foucault
dar cuenta, por una parte, de las formas de poder y
gobierno que se dan en el liberalismo económico, haciendo ver que del pensamiento económico de mercado no sólo se desprenden propuestas de relaciones
comerciales (relaciones de intercambio) sino una forma de dirigir la acción colectiva, y esto es gobierno,
gubernamentalidad. Por otra parte, esa misma idea
le permite hacer una crítica al socialismo soviético a
partir de un vacío que presenta en términos de gubernamentalidad. La idea de gubernamentalidad de
la que Foucault da cuenta en el caso del liberalismo
no es una que se formula desde conceptos y catego-
15 Foucault le dedicará una clase a cada uno de estos dos temas, pasando después al siguiente tema que le es de su simpatía: el sujeto económico de
intereses en contraposición al sujeto de derechos (jurídico-político). Para efectos de este trabajo, dejaremos un poco de lado el tema del análisis sobre la
criminalidad y la delincuencia que hace Foucault sobre este tema en la propuesta de Gary Becker.
16 Este es el argumento que en las siguientes líneas desarrollaremos, el cual se distanciará de algunas de las interpretaciones más elaboradas sobre la relación entre Foucault y el neoliberalismo tales como las de Wendy Brown (2016), De Lagasnerie (2015), Castro-Gómez (2015) y Lemke (2017).
17 Para Foucault, el exceso de gobierno (razón de estado) en el socialismo soviético acerca a éste a la forma nazi de Estado y a la idea del estado keynesiano. Lo que el autor de Vigilar y castigar ve en común en estas tres formas de Estado es el exceso de gobierno fincado en una disciplinariedad de los cuerpos.
Dicho sea de paso, esta tesis es muy similar a la de Milton y Rose Friedman vista desde la economía: “En el mundo moderno, los aranceles y restricciones
similares al comercio han sido fuente de fricciones entre los países. Pero una fuente mucho mayor de perturbaciones ha sido el trascendental intervencionismo en la economía de estados tan colectivistas como la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini y la España de Franco, y especialmente en los países
comunistas, desde Rusia y sus satélites hasta China” (Friedman, 1993).
26
rías de interpretación político-jurídicas, sino desde
conceptos económicos. Es una política de mercado,
pero no en el sentido de policy, sino en el sentido de
una gubernamentalidad articulada por el mercado.
En este sentido, el análisis de Foucault va más allá de
un análisis de la función del burócrata neoliberal en
el estado o en las instituciones sociales (el tecnócrata)
en la organización y solución de los asuntos públicos.
Para la gubernamentalidad neoliberal el punto clave
es hacer del individuo y de la sociedad una empresa y
esto es justo lo que la teoría del capital humano postula y se propone estudiar, a saber, cómo es el comportamiento del individuo visto y entendido como una
empresa humana.
Una economía hecha de unidades-empresas, una sociedad hecha de unidades-empresas: éste es a la vez el principio
de desciframiento ligado al liberalismo y
su programación para la racionalización
de una sociedad y una economía. Yo diría
que, en algún sentido – y esto es lo que se
dice tradicionalmente -, el neoliberalismo
aparece en esas condiciones como el retorno del homo economicus […] En el neoliberalismo – que no lo oculta, lo proclama
– también vamos a encontrar una teoría
del homo economicus, pero en él éste no es
en absoluto un socio del intercambio. El
homo economicus es un empresario, y un
empresario de sí mismo. Y esto es tan cierto
que, en la práctica, va a ser el objetivo de
todos los análisis que hacen los neoliberales: sustituir en todo momento el homo economicus socio del intercambio por un homo
economicus empresario de sí mismo, que es
su propio capital, su propio productor, la
fuente de [sus] ingresos (Foucault, 2007, p.
264-265. Subrayado en el original).
En este cambio de paradigma del homo economicus se
fincará la idea y concepto de capital humano, la cual es
muy bien descrita por Foucault18. Esta concepción
sostiene que el individuo (el sujeto de la economía) se
vea así mismo como una empresa viva la cual tiene
que competir con los demás individuos en un ambiente de competencia: son empresas humanas que compiten con otras empresas humanas. En esta línea de
pensamiento, el individuo como empresa invierte en
sí mismo: invierte no sólo en conocimientos, habilidades y competencias que pueda ofrecer en el mercado del
trabajo, sino también invierte en su cuerpo, se cuida a sí
mismo: es responsable del cuidado de sí. En esta medida, siguiendo a Schultz, “los trabajadores se han convertido en capitalistas, no a causa de la difusión de la
propiedad de las acciones de las compañías, como lo
desearía la opinión popular, sino debido a la adquisición de conocimientos y técnicas que tienen un valor
económico. Estos conocimientos y técnicas son en gran
parte producto de una inversión […]” (Schultz, 1968,
p. 135-136), así el trabajador, el individuo económico,
tiene que invertir en sí mismo. Con esto, y siguiendo
a los ordoliberales alemanes, de lo que se trata es de
“generalizar efectivamente la forma ‘empresa’ dentro
del cuerpo o el tejido social”(Foucault, 2007, p. 277)19.
Lo importante a destacar aquí es que a través de la idea
del capital humano hay un gobierno del individuo por
sí mismo, sin necesidad de una direccionalidad de su
acción desde el Estado o sus instituciones.
En el Curso de 1978-1979, biopolítica será comprendida desde el sentido en que el liberalismo económico
y su cálculo y maximización de la ganancia coloniza
18 Esta muy aceptable descripción que hace Foucault del capital humano no es ninguna casualidad. Por el contrario, en Foucault había un interés especial en dejar claro las formas operacionales del neoliberalismo que tienen en el centro de la acción al homo economicus individual. De los economistas neoliberales, es Gary Becker quien mayor interés genere en Foucault. Más adelante veremos qué es lo que le interesa a Foucault de Bekcer, no obstante, cabe
adelantar que Becker, alumno de Milton Friedman, no sólo se dedicó a mostrar el valor económico de la educación, como ya lo había hecho anteriormente
Theodore W. Schultz (1968), sino es quien, de los economistas neoliberales, realiza los análisis más agresivos de las relaciones cotidianas y sociales desde el
cálculo estricto de la ganancia. Para Becker la lactancia, por ejemplo, era una inversión de los padres para el recién nacido y una inversión para la propia
madre: al ser humano, desde que nace hay que verlo como capital. Este es el mensaje de Gary Becker.
19 Este no es el espacio adecuado para hacer una exhausta explicación del análisis foucaultiano sobre el neoliberalismo alemán y estadounidense, pero
sí debe hacerse notar que una de las aportaciones de Foucault sobre ello es que en su genealogía del neoliberalismo llega al estudio del ordoliberalismo,
el neoliberalismo alemán (Röpke, Rüstow, von Mises, von Hayek), como el antecedente epistémico y económico del neoliberalismo estadounidense: “[…]
por un montón de razones, ese programa drástico de política social [la economía social de mercado] definido por los neoliberales [alemanes] no fue, no
pudo ser, de hecho, aplicado tal cual en Alemania. La política social alemana se atiborró con una multitud de elementos, algunos procedentes del socialismo de Estado bismarckiano, otro de la economía keynesiana y otros más de los planes Beveridge o de los planes de seguridad tal como funcionan en
Europa, de modo que, con respecto a ese punto, los neoliberales, los ordoliberales alemanes, no pudieron reconocerse por completo en la política de su
país. Pero – e insisto en estos dos puntos –, en primer lugar, a partir de ahí y del rechazo de esa política social, se desarrollará el anarcocapitalismo norteamericano”(Foucault, 2007, p. 178 y s.). Más adelante dirá Foucault: “[…] ese coloquio Walter Lippmann que en la historia del neoliberalismo moderno
contemporáneo es un acontecimiento relativamente importante porque en él vemos el cruce, en las vísperas mismas de la guerra de 1939, del viejo liberalismo tradicional, los miembros del ordoliberalismo alemán como Röpke, Rüstow, etc., y gente como Mises y von Hayek, que van a ser los intermediarios
entre ese ordoliberalismo y el neoliberalismo norteamericano que desembocará en el anarcoliberalismo de la Escuela de Chicago, Milton Friedman, etc.”
(Foucault, 2007, p. 190 y s.)
El ordoliberalismo tomó nuevos bríos en Estados Unidos al no poder lograr aceptabilidad en Alemania en la época de la posguerra. Tiene razón Castro-Gómez cuando afirma que “el ordoliberalismo alemán no ocupa ningún lugar en las historias que se narran hoy en día del neoliberalismo [como es
el caso], por ejemplo, de A Brief History of Neoliberalism de David Harvey” (Castro-Gómez, 2015a, p. 180). Foucault abre sin duda un capítulo interesante
en la historia y genealogía del neoliberalismo.
27
todas las esferas de la cotidianidad del individuo: desde la lactancia, como lo hacía ver Gary Becker, hasta
el orden de la relación del individuo con el Estado20.
Por eso es que para Foucault, entender al liberalismo
es entender una biopolítica que se desarrolla con el
neoliberalismo pues la biopolítica neoliberal trata de
ir hacia la intimidad del individuo, dirigir su acción
sin negar su libertad21. Se podría estar tentado a decir
que se trata de un existencialismo económico22, pero
no: es una gubernamentalidad (neoliberal) del sujeto.
La biopolítica neoliberal […] tiene que
ver con el gobierno de la vida íntima de las
personas, con decisiones cotidianas como
las referentes, por ejemplo, al cuidado del
cuerpo (selección de la comida, ritmos de
vida adecuados, rechazo de hábitos nocivos como el cigarrillo, etc), cómo educar
a los hijos, con quién relacionarse amorosamente, cómo llevar la vida sexual, qué
tipo de intereses culturales o espirituales
es necesario desarrollar, cómo potenciar el
emprendimiento personal, etc. Decisiones
cotidianas que se convierten en estrategias
económicas orientadas a la optimización de
sí mismo como máquina productora de capital.
Hablamos, pues, de una biopolítica que
mediante la multiplicación de la forma empresa hacia ámbitos no económicos, tiene
como objetivo el gobierno de la intimidad
(Castro-Gómez, 2015a, p. 210).
Castro-Gómez acierta con precisión en mostrar que
la biopolítica neoliberal se empeña por gobernar la intimidad del individuo por medio de la intromisión en él
desde la lógica del capital, desde la lógica del cálculo.
No obstante, hay que ir ahora un paso más adelante.
Consideramos que la biopolítica neoliberal entendida
como gubernamentalidad no se limita sólo al gobierno
del individuo por sí mismo, sino dicha gubernamentalidad es también un gobierno del propio capitalismo,
del propio sistema. ¿De qué manera? La siguiente cita
de Foucault nos ayudará a demostrar esta tesis.
Es preciso que la vida del individuo no
se inscriba como individual dentro de un
marco de gran empresa que será la compañía o, en última instancia, el Estado, sino
[que] pueda inscribirse en el marco de una
multiplicidad de empresas diversas encaja-
das unas en otras y entrelazadas. Empresas
que, de alguna manera, están al alcance
de la mano del individuo, que son bastante limitadas en su tamaño como para que
la acción del individuo, de sus decisiones,
sus elecciones, puedan tener en ellas efectos significativos y perceptibles, y también
son bastante numerosas como para [que
él] no dependa de una sola […] Esa reinformación de la sociedad según el modelo
de la empresa, de las empresas, hasta en
su textura más fina, es entonces uno de los
aspectos de la Gesellschaftspolitik de los ordoliberales alemanes (Foucault, 2007, p. 277.
Subrayado en el original).
Explicando la idea del ser humano como empresa,
Foucault llega al punto central de la gubernamentalidad neoliberal, a saber: el dominio del capitalismo
por el individuo mismo. ¿Cómo? En la medida en
que el capital se hace ser humano: capital humano,
empresa humana. Sólo de esta forma es que el individuo puede tener control sobre el mercado, sobre
las empresas, sobre el capitalismo. Controlándose a
sí mismo, controla al capitalismo. Dominándose a sí
mismo, puede dominar al capital. Quiere destruir al
capital, tendría que destruirse a sí mismo. El individuo
como una empresa que está al alcance de sí mismo, de
aquí, evidentemente, que las decisiones estén alcance
de su mano, que pueda lograr efectos perceptibles. He
aquí el secreto del neoliberalismo. De esta forma, el
liberalismo económico, aun cuando afirma la libertad
individual, deviene conservador del sistema vigente,
del capitalismo, pues si hay que buscar las contradicciones del capitalismo que sea en el individuo mismo;
el sistema camina y funciona: es asunto del individuo
que pueda insertarse exitosamente a él, en la medida
en que invierta de manera más efectiva en él, “consigo mismo, con el tiempo, con su entorno, el futuro, el
grupo, la familia”(Foucault, 2007, p. 278), es que podrá
tener mayor éxito en su relación con los demás, entendidos también como otras empresas. (Si la idea de
capital humano contribuyó en algo para el desarrollo
del capitalismo en su versión contemporánea fue en
lograr una justificación económicamente-racional de
la culpabilización del sujeto ante su desgracia [Cfr. Zúñiga, 2020a]).
De esta forma, la salvación es individual y su espacio es el mercado, al cual no hay que distorsionarlo
con acciones colectivas, mucho menos de transforma-
20 Más adelante mostraremos cómo en el neoliberalismo se trata de una relación de poder sobre el conjunto social en relación y contraposición con el
poder del Estado. Por eso, afirmamos que el neoliberalismo pretende colonizar todas las esferas de la cotidianidad del individuo: desde la familia hasta la
relación con el todo social.
21 Con esta interpretación coincidimos con Castro-Gómez quien también afirma el sentido de biopolítica en la misma dirección que lo hemos expuesto.
22 “¿qué función tiene esa generalización de la forma ‘empresa’? Por un lado se trata, desde luego, de multiplicar el modelo económico, el modelo de la
oferta y la demanda, al modelo de la inversión, el costo y el beneficio, para hacer de él un modelo de las relaciones sociales, un modelo de la existencia misma,
una forma de relación del individuo consigo mismo, con el tiempo, con su entorno, el futuro, el grupo, la familia” (Foucault, 2007, p. 278. Subrayado mío).
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ción, sino intervenir en él positivamente con acciones
individuales en el cuidado de sí como empresa de sí.
Aquí se encuentra, el núcleo fuerte de la gubernamentalidad neoliberal: por una parte, es gobierno del sí
mismo, del propio individuo, llegando hacia su intimidad sin dar, sin embargo, visos de disciplina de los
cuerpos (la acción del individuo afirma su libertad)
y, por otra, es gobierno de la propia colectividad en
un doble sentido: como gubernamentalidad de la acción colectiva por medio de sus dispositivos como el
precio de mercado o influyendo, en todo caso, sobre
el ambiente de competencia23, y como gubernamentalidad de su reproducción a través de asegurar que
el individuo se entienda como capital y que, en esta
medida, si quiere influir sobre el mercado (sobre el
propio sistema económico) sea a través de sí mismo,
interviniendo de mejor forma en sí mismo. En esto
último encontramos la administración y conservación
del Mismo (en sentido levinasiano): la gubernamentalidad neoliberal.
Lo anterior contrasta con Foucault cuando dice:
“[en la definición de Gary Becker] el homo economicus
es un hombre eminentemente gobernable. De interlocutor intangible del laissez-faire, el homo economicus pasa a mostrarse ahora como el correlato de una
gubernamentalidad que va a actuar sobre el medio y
modificar sistemáticamente sus variables” (Foucault,
2007, p. 310). En esta definición, siguiendo a Foucault,
se tendrá un sujeto que pueda gobernarse, que es responsable de sí, que cuida de sí, sin intervención del
Estado sobre su libertad. Pero no es cualquier homo
economicus, sino uno que se entienda como capital
humano para que pueda invertir en sí mismo como
empresa y pueda conducirse bajo una racionalidad
calculadora de costos y beneficios, de pérdidas y ganancias. En esta medida, influye sobre el medio pero
en la medida en que compite. Y estando en la competencia influirá en el medio como cifra contabilizada
en la estadística de la exclusión del mercado o como
cifra contabilizada en la estadística de la sobrevivencia del mercado. La respuesta del homo economicus
neoliberal y del capital humano para esto, será apelar a la autoculpabilidad del sujeto. Y esto es también
gubernamentalidad neoliberal en su núcleo fuerte.
En la interpretación foucaultiana del neoliberalismo
no encontramos alguna señal de que el catedrático del
Collège de France se haya percatado de este ejercicio de la gubernamentalidad como la hemos descrito.
Tampoco encontramos en algunos de los comentaristas importantes24 sobre la lectura foucaultiana del neoliberalismo algún viso de esto que llamamos el núcleo
fuerte de la gubernamentalidad neoliberal, a saber: el conservadurismo neoliberal explicado desde las inversiones
producidas en la teoría del capital humano. Esta vía
de explicación se desprende, no obstante, de la misma
exposición del propio Foucault. Sin embargo, él no estaba en la posibilidad de ver este otro lado de la biopolítica neoliberal pues para él el neoliberalismo era visto
como un pensamiento crítico. ¿Crítico de qué? De las
formas estatistas de la coordinación de la acción; de
los medios opresivos e intromisorios del Estado sobre
las prácticas y los cuerpos; de la razón de estado. En
efecto, el neoliberalismo es una reacción a la razón
de Estado, a la intervención del Estado en la conducta del individuo, sobre todo a la intervención estatal
en la economía (Cfr. De Lagasnerie, 2015, pp. 81-91).
(Más adelante profundizaremos sobre esto, cabe por
lo pronto indicar ya por qué Foucault no podía ver el
núcleo fuerte de la gubernamentalidad neoliberal).
Para mostrar los alcances del viraje paradigmático
que presenta el homo economicus neoliberal, Foucualt hará un análisis del sujeto de interés en contraposición con el sujeto de derechos. La dialéctica del sujeto de
derecho le reconoce derechos naturales al individuo,
como la libertad, por ejemplo. Pero esta dialéctica le
impone al individuo renunciar a esos derechos en pos
de un contrato. A esto lo llamará Foucault el principio
de transferencia. De esta forma el sujeto que es libre por
naturaleza renuncia a ella misma quedando atado a un
contrato, a la colectividad. El sujeto, por el principio
de transferencia, deja de ser libre. Si el individuo es
libre por naturaleza, deja de serlo por adherirse voluntariamente a un contrato social. En este sentido, para
que la teoría contractual vea funcionar sus tesis exige
que el sujeto renuncie voluntariamente a su libertad.
El sujeto de derecho, dice Foucault,
23 El caso más interesante en el que Foucault muestra cómo funciona la gubernamentalidad neoliberal es cuando retoma el análisis de la criminalidad
emprendido por Gary Becker. Aquí, por ejemplo, el “combate” al consumo de drogas no se trata desde un combate a la criminalidad sino desde el mercado de las drogas a través del precio de la mercancía. Si se quiere la disminución del consumo de drogas en primeros consumidores, se alza el precio de
las drogas para desinhibir el consumo; y a los ya consumidores, el precio se puede estabilizar para no afectarlos en su ingreso. En fin, lo que hay que hacer
notar aquí es que para Foucault la gubernamentalidad neoliberal no interviene directamente en el sujeto, sino en el ambiente y las leyes. (Cfr. Foucault,
2007, p. 293 y ss.). “El propio sistema [en la perspectiva neoliberal], por lo tanto, no tendrá que enfrentarse con criminales, sino con gente que produce ese
tipo de acciones [delincuenciales]. En otras palabras, tendrá que reaccionar ante una oferta de crimen. En esas condiciones, ¿cuál sería entonces el castigo?
Pues bien, el castigo – y vuelvo aquí a referirme a la definición de Becker – es el medio utilizado para limitar las externalidades negativas de determinados
actos” (Idem). Aun cuando este tema es explícitamente uno de los dos temas que más le interesan a Foucault debido a que en La sociedad punitiva (2016a)
y en Vigilar y castigar (1976) había estudiado las formas disciplinarias de la sociedad occidental y en el análisis que hace Becker sobre la criminalidad veía
Foucault una alternativa a esas formas disciplinarias del “combate” a la delincuencia del neoliberalismo estadounidense, lo hemos dejado un poco de lado
en los márgenes de la presente obra. Este tema como lo aborda Foucault en el Nacimiento de la biopolítica, consideramos, sirve más para ejemplificar como
operan los criterios de mercado en la gubernamentalidad.
24 Me refiero, principalmente, a Wendy Brown (2016), Santiago Castro-Gómez (2015 y 2016), Geoffroy De Lagasnerie (2015) y Thomas Lemke (2017),
principalmente.
29
al principio tiene derechos naturales […].
Pero en un sistema positivo se convierte en
sujeto de derecho cuando acepta al menos
el principio de ceder esos derechos naturales, de renunciar a ellos, y suscribe una limitación de esos derechos, acepta el principio
de la transferencia […] es por definición
un sujeto que acepta la negatividad, acepta
la renuncia de sí mismo, acepta, de alguna manera, escindirse y ser en cierto nivel
poseedor de una serie de derechos naturales e inmediatos, y en otro nivel, acepta el
principio de renunciar a ellos y se constituye por eso como otro sujeto de derecho superpuesto al primerooucault, 2007, p. 316).
Parte importante de esto es hacer notar que el sujeto
de derecho acepta voluntariamente una renuncia de sí,
una transferencia de sus derechos que le son, en principio, reconocidos. El sujeto queda de esta forma atado
a un contrato político. En esta perspectiva, Foucault
verá en el sujeto de interés de los economistas liberales
un sujeto que no debe renunciar a su interés, que no
debe renunciar a sí mismo; por el contrario, para la
economía de mercado es necesario que el individuo
actúe de cuerdo a sus intereses. La economía, en su
ontología del sujeto, no le exige al sujeto renunciar a su
egoísmo, a sus intereses. No exige que el sujeto acepte
negarse. De hecho, el espacio en el cual el sujeto puede realizarse, en el cual puede ser él mismo, como un
sujeto al cual le es reconocida su libertad, es el propio mercado. En éste el sujeto encuentra su espacio
de realización. En esta perspectiva, Foucault señala:
[…] con el funcionamiento del sujeto de
interés tal como lo describen los economistas, tenemos una mecánica muy diferente
de esa dialéctica del sujeto de derecho, pues
es una mecánica egoísta, una mecánica sin
ninguna trascendencia y una mecánica en
que la voluntad de cada uno va a coincidir
de manera espontánea y como si fuera involuntaria con la voluntad y el interés de los
demás. Estamos muy lejos de la dialéctica
de la renuncia, la trascendencia y el vínculo voluntario que encontramos en la teoría
jurídica del contrato. El mercado y el contrato funcionan exactamente al revés uno
de otro y hay, de hecho, dos estructuras heterogéneas entre sí (Foucault, 2007, p. 317).
En esto se ve, así, no sólo una contraposición entre el
sujeto de interés de la economía y el sujeto de derecho
de la teoría contractual, sino además se indica acertadamente que el espacio en el cual el sujeto de interés
puede realizarse sin renunciar a sí, a su libertad, es el
mercado; pero no cualquier mercado, es el mercado
de libre mercado, sin restricciones impuestas por el
Estado. Así, “el homo economicus [a diferencia del homo
juridicus] no se integra al conjunto del que forma parte,
al conjunto económico, a través de una transferencia,
[una] sustracción, [una] dialéctica de la renuncia, sino de una dialéctica de la multiplicación espontánea”
(Foucault, 2007, p. 332). Más aún, el homo economicus
realizándose en el mercado, siguiendo sus intereses y
su egoísmo, coincidirá espontáneamente con la voluntad e
intereses de los demás. ¿Qué es esto? No es otra cosa
que la imaginación de la mano invisible de Adam Smith25. De hecho, nos dice, Foucault, que a él lo que le
interesa de la mano invisible es su invisibilidad. Y justo
esta invisibilidad de la mano es una fuerza que no se
ejerce directamente, que no hace notar su presencia,
cuya fuerza no se ve pero no está ausente. Según Foucault, “la función, el papel esencial de la mano invisible
es la descalificación del soberano político” (Foucault,
2007, p. 327). En efecto, el autor de Vigilar y castigar ve
que desde el siglo XVIII, en donde Adam Smith es una
de sus expresiones, se va formando un poder alterno
al del soberano: es el poder de la economía frente al
poder jurídico-político, el poder del mercado frente
al poder del Estado. De esta forma, la “problemática
de la economía, la problemática del interés económico, obedece a una configuración muy distinta, a una
lógica muy distinta, a un tipo de razonamiento muy
distinto y a una racionalidad muy distinta. De hecho,
el mundo político jurídico y el mundo económico se
presentan, desde el siglo XVIII , como mundos heterogéneos e incompatibles” (Ibidem, p. 326).
Ahora bien, en la interpretación de Foucault sobre
el liberalismo, comunidad política y mercado se cristalizan no en el Estado sino en la sociedad civil. Tendrá
una lectura particular de la sociedad civil, específicamente con un interés en la lectura del inglés Adam
Ferguson sobre este sujeto político de la Modernidad
y la Ilustración. “La sociedad civil es – dice Foucault –
un concepto de tecnología gubernamental, o mejor, el
correlato de una tecnología de gobierno cuya medida
racional debe ajustarse jurídicamente a una economía
entendida como proceso de producción e intercambio”(Ibidem, p. 336). Es una tecnología gubernamental que no “transgrede ni las leyes de la economía ni
los principios del derecho”; “[...] homo economicus y
sociedad civil – continúa Foucault – forman parte del
mismo conjunto de la tecnología de la gubernamentalidad liberal” (Idem). Como podrá notarse, sociedad
civil y mercado conviven, no se contraponen.
25 Germán Gutiérrez (1998) ha hecho una revisión muy precisa y aún vigente de la epistemología subyacente a la economía de mercado en Adam
Smith y en Friedrich von Hayek. En esta interpretación se ve que la economía no es de ningún modo una disciplina atea, ni mucho menos en la idea de
la Providencia que Adam Smith llevará a la economía con la idea de la mano invisible, como piensa ingenuamente Foucault. (Cfr. Foucault, 2007, p. 326)
30
Sin embargo, sí marca Foucault, siguiendo a Ferguson, la diferencia entre sujeto económico y la sociedad
civil. Ésta última funge como una especie de comunidad, por eso es que la “sociedad civil se presentará
siempre como un conjunto limitado, un conjunto singular entre otros. La sociedad civil no será la humanidad en general: se tratará de conjuntos, conjuntos del
mismo nivel o de nivel diferente, que van a agrupar a
los individuos en una serie de núcleos […] La sociedad civil no es humanitaria, es comunitaria ”(Foucault,
2007, p. 343). Se trata, así, de la pertenencia a un
grupo, a una asociación particular. Por el contrario,
el mercado es universal, el “análisis de mercado prueba, en definitiva, que en toda la superficie del planeta
la multiplicación de las ganancias será el producto de
la síntesis espontánea de los egoísmos. No hay localización, no hay territorialidad, no hay agrupamiento
singular en el espacio global del mercado”(Idem). Aun
cuando se establece la diferencia entre mercado y sociedad civil en el seno de su estrecho parentesco, existe en ausencia un lazo que une el funcionamiento entre
el mercado y la sociedad civil siguiendo la lectura de
Foucault: la espontaneidad junto con la posibilidad de
no adherencia a la colectividad.
La tercera característica de la sociedad civil
es que se trata de una matriz permanente
de poder político. En efecto, en esta sociedad civil que en cierto modo representa el
rol espontáneo de contrato social, de pactum
unionis, ¿cómo llegar al poder?, ¿cuál será el
equivalente de lo que los juristas llamaban
pactum subjectionis, pacto de sujeción, que
obliga a los individuos a obedecer a algunos
otros? Pues bien, así como no hace falta un
pactum unionis, no son necesarias la renuncia a ciertos derechos y la aceptación de la
soberanía de algún otro para que el poder
político aparezca y actúe dentro e la sociedad civil. Hay una formación espontánea
de poder. ¿Y cómo se produce esta formación espontánea de poder? Simplemente a
través de un lazo de hecho que va a unir entre sí a individuos concretos y diferentes. En
efecto, esas diferencias entre los individuos
se traducen, por supuesto, en una serie de
roles distintos que ellos van a desempeñar
en la sociedad, tareas diferentes que van a
asumir. Esas diferencias espontáneas van
a inducir de inmediato divisiones del trabajo, y no sólo divisiones del trabajo en la
producción sino en el proceso por el cual
el grupo toma las decisiones en conjunto.
Unos van a dar su opinión, otros van a dar
órdenes. Unos van a reflexionar, los otros,
a obedecer (Foucault, 2007, p. 345-346).26
Homo economicus y sociedad civil serán, para Foucault, tecnologías gubernamentales del liberalismo,
pero del liberalismo que comienza a surgir con los
economistas en el siglo XVIII frente a la razón de Estado, frente a la razón política del soberano que dice
“yo, el Estado”. Con el gobierno pensado desde el
homo economicus como sujeto de interés, comenzó a
surgir una nueva gubernamentalidad cuya acción de
gobierno está en el gobernado teniendo como racionalidad práctica la racionalidad del cálculo. La razón
gubernamental se descentrará del Estado pasando a
la multiplicidad del mercado. Dice Foucault: “esa racionalidad de los gobernados es la que debe servir
de principio de ajuste a la racionalidad del gobierno.
Esto es, me parece, lo que caracteriza la racionalidad
liberal: cómo regular el gobierno, el arte de gobernar,
cómo [fundar] el principio de racionalización del arte de gobernar en el comportamiento racional de los
gobernados” (Foucault, 2007, p. 357)27. Esta racionalidad será la racionalidad del cálculo, de la maximización de la utilidad, del cálculo costo-beneficio, la
racionalidad del liberalismo económico incorporada
en el ser humano.
Hasta aquí hemos seguido a grandes rasgos la lectura
que hace Foucault sobre el neoliberalismo, poniendo
un énfasis en el neoliberalismo que será elaborado
por los economistas estadounidenses. Ahora bien, cabe preguntarnos qué le interesaba a Foucault de este
pensamiento económico o mejor dicho, por qué le
interesaba al autor de La arqueología del saber este tipo
de pensamiento económico. ¿Cómo leer el análisis
foucaultiano sobre el neoliberalismo? En las siguientes
líneas nos dedicaremos a responder a esta pregunta.
2. FOUCAULT: DE LA ANALÍTICA
DEL PODER A LA SIMPATÍA POR EL
NEOLIBERALISMO
Michel Foucault ciertamente es uno de los autores que
más dedicaron esfuerzo y tiempo al análisis de las formas de dominación de los sistemas disciplinarios, de
sus formas de veridicción y de sus prácticas. No es por
esto casual que sea por Vigilar y castigar (1976) con la
obra que se dio a conocer ampliamente. Esta obra es
el referente desde el cual se le interpreta a este filósofo
francés, sumándose posteriormente otro referente im-
26 Ya lo habíamos dicho más arriba y lo decimos de nuevo: a Foucault le interesa la lectura de Adam Ferguson sobre la sociedad civil.
27 Este aspecto citado, este viraje de la gubernamentalidad en el liberalismo vía la economía, es, según Foucault, “el punto de división, la transformación
importante que traté de localizar [durante el Curso de 1978-1979], lo cual sin embargo no significa – lejos de ello – que la racionalidad de Estado-individuo o del individuo soberano que puede decir ‘yo, el Estado’ sea abandonada” (Foucault, 2007, p. 357).
31
portante como Historia de la sexualidad. ¿Cómo interpretar entonces la genealogía sobre el neoliberalismo
presentada en Nacimiento de la biopolítica? ¿Interpretarla
como una continuación de la analítica del poder a la
cual tenía acostumbrado Foucault a sus alumnos y a sus
lectores o como la genealogía de una alternativa viable,
a los ojos de Foucault, de gobierno? Nuestra tesis en las
siguientes líneas se basará en la segunda interpretación.
Algo que debe hacerse notar sobre Nacimiento de la
biopolítica es que el lenguaje que emplea Foucault es estrictamente económico: se trata, ciertamente, de una
analítica de una gubernamentalidad económica28. Pero
aquí radica la ambivalencia de la gubernamentalidad
neoliberal, pues siendo un pensamiento económico se
proponen formas de gobierno desde el mercado. Es,
en otras palabras, una economía que no se limita a las
relaciones de intercambio, sino que propone y postula
formas de gobierno político del conjunto social. Sin
embargo, ya no será el Estado en donde se cristaliza
el poder de la colectividad, sino en el individuo, con
una relativa capacidad de decisión y elección29, y en
el mercado como espacio colectivo. Foucault indica en
el Resumen de su Curso de 1978-1979: “[tanto en el
liberalismo alemán de los años 1948-1962 y en el liberalismo norteamericano de la Escuela de Chicago], el
liberalismo se presentó en un contexto muy definido,
como una crítica de la irracionalidad característica del
exceso de gobierno, y como el retorno a una tecnología de gobierno frugal, según habría dicho Franklin.
El exceso era en Alemania el régimen de guerra, el nazismo, pero más allá, también un tipo de economía dirigista y planificada, producto del periodo 1914-1918
y la movilización general de recursos y hombres; era
asimismo el ‘socialismo de Estado’”(Foucault, 2007,
p. 364). Lo afirmado por Foucault no es nada nuevo,
no obstante hay que insistir que la crítica al Estado
y su exceso de gobierno, y de aquí su antiestatismo,
será el punto articulante de las diferentes tendencias
del neoliberalismo.
¿Foucault está siguiendo una analítica del poder en
su análisis sobre el liberalismo y su biopolítica? Claro
que sí, Foucault continúa por esta vía, aunque en dicho
análisis ya hay un cambio metodológico importante:
del modelo bélico al modelo de la gubernamentalidad30. Pero lo que se ve en el análisis de Foucault es
ciertamente una descripción de la gubernamentalidad
liberal, o bien, de la biopolítica neoliberal. La descripción es tan precisa, o se acerca mucho a la precisión
que uno de los méritos que se le debe reconocer a
Foucault es el haber captado lo específico del neoliberalismo económico con respecto al liberalismo político del siglo XVIII y XIX. Foucault se esfuerza en
su interpretación para mostrar que el neoliberalismo
no es una copia del liberalismo jurídico-político, de
hecho llegan a contraponerse, e incluso, aun cuando
el ordoliberalismo y el neoliberalismo estadounidense
comparten la crítica al exceso de gobierno por parte
del Estado, entre ellos hay también diferencias y especificidades. Si los ordoliberales pensaban con su Vitalpolitik generar un ambiente en el cual las empresas
pudieran competir en óptimas condiciones además de
arropar al sujeto económico en la fría competencia, la
biopolítica neoliberal se dirige hacia el gobierno del
sujeto como sujeto económico yendo hacia su intimidad: lo hace capital humano y empresa. Con esto, el
gobierno ya no está en generar un ambiente, sino en
el propio gobierno de sí. Ésta es la especificidad que
Foucault captó del anarcocapitalismo estadounidense,
como el propio Foucault lo llamaba; por eso, su análisis
es una genealogía del liberalismo económico devenido
en neoliberalismo.
Debe igualmente considerarse que Foucault captó
el sentido y la especificidad neoliberal recién cuando
el neoliberalismo estadounidense-inglés comenzaba a
tener una influencia transnacional y un impacto considerable en las instituciones internacionales. No es
excesivo decir que Foucault es de los primeros autores
que comienzan a comprender la lógica neoliberal y su
estilo personal será hacer su análisis desde la perspectiva de la gubernamentalidad. En esta medida, es de
considerarse que el autor de Vigilar y castigar hace un
esfuerzo importante por presentar una analítica de la
gubernamentalidad liberal (y neoliberal), la cual como él mismo dice no quiere ni sacralizar ni valorar31.
28 En esta medida debe reconocerse el esfuerzo que hace Foucault para entender este pensamiento económico; su esfuerzo no será en vano, pues en el
pensamiento y prácticas neoliberales verá Foucault a un gran aliado, como lo veremos más adelante.
29 No podré detenerme a hacer precisiones económicas sobre la capacidad de elección y decisión del consumidor, pero cabe sólo señalar brevemente
que en la microeconomía neoclásica es el ingreso lo que delimita la frontera de posibilidades de elección del consumidor en el mercado. Sobre esta distinción importante, no nos hablará Foucault.
30 Sobre el modelo de la gubernamentalidad es que nosotros hemos fincado la argumentación de este ensayo. El cambio metodológico que Foucault
presenta en sus cursos y estudios, los ha registrado Castro-Gómez adecuadamente: “Intervenir sobre las relaciones microfísicas del poder, como estrategia
para ‘interrumpir’ las operaciones del Estado, parecería ser la consigna bélica defendida por Foucault durante la primera mitad de la década de los 70.
No obstante con el paso del modelo bélico al modelo gubernamental, esta forma de entender la política se modifica. Los cursos dictados en 1978 y 1979
mostraron que no es tanto el Estado, sino tecnologías de gobierno vinculadas a la economía, las que desde el siglo XVIII han gobernado la conducta de
los sujetos modernos” (Castro-Gómez, 2016, p. 403-404).
31 “Al hablar de gubernamentalidad liberal no quiero, mediante la utilización misma del término ‘liberal’, sacralizar o valorizar desde el comienzo ese
tipo de gubernamentalidad” (Foucault, 2007, p. 225). En efecto, lo que nosotros afirmamos es que Foucault sí hace una analítica del poder neoliberal
“exenta” de valor, entre grandes comillas, y si bien Foucault no emite un juicio de valor sobre dicha gubernamentalidad en términos de “bueno” o “malo”,
sí lo hará en términos de viable o inviable, de eficaz o ineficaz. Paradójicamente, por si se quieren más pruebas de la simpatía de Foucault por el neoliberalismo, en esos términos es como se expresa también la economía neoliberal desde su óptica neopositivista.
32
Sin embargo, esta analítica va más allá de una descripción de la biopolítica y la razón gubernamental
neoliberal: termina simpatizando con el pensamiento
y las prácticas antiestatistas de la lógica neoliberal:
Foucault termina convencido de las tesis del neoliberalismo estadounidense.
Sobre el Curso de 1978-1979 que aquí hemos comentado ampliamente, dice Wendy Brown: “[…] el
curso que viaja con el título Nacimiento de la biopolítica,
pareciera tener poca relación con ese tema, aparte de
la atención que dedica a la gobernanza de la sociedad
civil en la última clase, es decir, si bien la reprogramación de la gubernamentalidad liberal que rastrea sin
duda tiene implicaciones para la biopolítica, no aborda
su ‘nacimiento’. Quizá Foucault divagaba un poco ese
año intentando varias maneras de abordar problemas
histórico teóricos que lo inquietaban a la vez que buscaba entender lo que leía en los diarios”(Brown, 2015,
pp. 64-65). Una cosa es que no compartamos con Foucault, como lo veremos todavía más adelante, y otra
muy diferente es que aceptemos que Foucault no sabía
lo que hacía, como lo sugiere Brown. En primer lugar,
hay que recordar lo que hemos dicho anteriormente:
Foucault subordina el concepto de biopolítica a una
analítica del poder liberal, de la gubernamentalidad liberal. Foucault es claro al comienzo de su Curso: “[…]
una vez que se sepa qué es ese régimen gubernamental
denominado liberalismo, se podrá, me parece, captar
qué es biopolítica”(Foucault, 2007, p. 41)32. Por esta
razón al explicar, casi detalladamente al liberalismo
como una razón alternativa gubernamental de frente
a la razón de Estado, está indicando en qué consiste
la biopolítica liberal y neoliberal. Asunto que hemos
ya explicado.
En segundo lugar, puede aceptarse que Foucault
zigzagea en varios temas, o bien, lo que él pretendía al
principio del curso no terminó por cumplirse cabalmente. Decía Foucault en la Clase del 31 de enero de
1979: “Y entonces, bien, si la suerte me sonríe, llegaremos al problema de la biopolítica y el problema de la
vida. Ley y orden, Estado y sociedad civil y política de
vida: esos son los tres temas que me gustaría procurar
señalar en esta historia amplia y larga, en fin, en esta
historia bisecular del liberalismo”(Foucault, 2007, p.
97). La suerte no le sonrió mucho a Foucault y dirigió
su Curso de 1978-1979 hacia aspectos específicos del
liberalismo, culminando el curso en una genealogía
del liberalismo que se posicionó críticamente frente
al liberalismo clásico, el liberalismo jurídico-.político.
Así, el Curso de 1978-1979 más que como un nacimiento de la biopolítica debe entenderse mejor como
una genealogía del neoliberalismo, razón por la cual el autor
de Historia de la sexualidad le dedica un buen tiempo y
espacio a los ordoliberales alemanes. En el fondo, que
la suerte no le haya sonreído al catedrático, fue, consideramos, más productivo que si se hubieran cumplido
los objetivos iniciales del curso. Por estas dos razones
esgrimidas no consideramos que Foucault esté “divagando” en lo que está haciendo entre 1978-1979 como
lo sugiere Wendy Brown. Por el contrario, Foucault
presenta una analítica consistente del neoliberalismo.
Otro aspecto que anota Wendy Brown es que las
clases de Foucault en Nacimiento de la biopolítica “vacilan entre señalar la peculiaridad del neoliberalismo y
establecer su continuidad con el liberalismo. Por consiguiente, el neoliberalismo pareciera de modo alternativo (e inconsciente) un quiebre con el liberalismo,
un giro en él y una modificación de éste. De hecho,
como un todo, el curso oscila de modo un tanto torpe
entre el liberalismo y el neoliberalismo […] En parte,
todo lo anterior se puede explicar gracias al carácter
relativamente improvisado y en desarrollo de la investigación que Foucault presentaba”(Brown, 2015,
p. 66). Nuevamente la insistencia en la torpeza y la
improvisación: en que Foucault está “divagando”. Ni
lo uno ni lo otro. Si bien, como dijimos ya, Foucault
se desvía de los objetivos que se había planteado, todo
el curso sí presenta una unidad temática: la genealogía del neoliberalismo o liberalismo contemporáneo
como también lo llamaba Foucault. Esta genealogía,
sin embargo, no será tan exhausta, en gran medida
porque, como bien hace notar Brown, el análisis de
Foucault se limitará al análisis de discursos académicos, teniendo que dejar de lado, por el tiempo en el
cual escribe Foucault, discursos populares o políticos
que contribuyen a la formación de la razón liberal
(Cfr., ibidem, p. 65)33.
Es cierto, sí, que Foucault emplea liberalismo y neoliberalismo, en ocasiones, indistintamente. Sí está claro, sin embargo, que distingue bien la posición de los
neoliberales alemanes (los ordoliberales) a través de su
Vitalpolitik y su Gesellschaftspoilitik y la del neoliberalismo estadounidense identificada por Foucault como
anarcocapitalismo. En ambas escuelas de pensamiento
32 Foucault, nos parece además, cumplió con este cometido en gran medida. En este texto citado, además, se ve por qué él subordinó el análisis de la
biopolítica a una analítica del poder liberal y neoliberal. Evidentemente lo que hace Foucault en Nacimiento de la biopolítica contrasta con la definición que
había ofrecido en Defender la sociedad, a saber: “La biopolítica tiene que ver con la población, y ésta como problema político, como problema a la vez científico y político, como problema biológico y problema de poder [...]” (Foucault, 2000, p. 222).
33 En lo señalado coincidimos con Brown. Pero de ahí a decir que en vez de ofrecer una genealogía que ofrezca “una historia del presente” Foucault “la
desvía hacia discernir un espectro o un presagio en el pensamiento y, por consiguiente, contribuye a algo más parecido a una historia del futuro” (Brown,
2015, p. 65-66), encontramos un enorme salto. Foucault no se convirtió en futurista; captó, por el contrario, la esencia del neoliberalismo. En las aseveraciones de Brown que hemos citado encontramos una especie de rechazo al hecho de que Foucault de forma consciente simpatizaba con el pensamiento y las
prácticas neoliberales justo porque en esas “prácticas de desujeción” (De Lagasnerie, 2016, p. 113) frente al Estado, el catedrático del Collège de France se
veía expresado. En Brown al menos hay una especie de rechazo, muchos foucaultianos hasta la fecha ni se han enterado del capítulo neoliberal de Foucault.
33
económico, dirá Foucault, “el liberalismo se presentó
en un contexto muy definido, como una crítica de la
irracionalidad característica del exceso de gobierno”.
La diferencia entre ellas será que para los ordoliberales
la competencia tendría su propia estructura (como una
especie de relación eidética husserlinana) y que en esa
medida el Estado tiene que generar un ambiente de
competencia para que ésta pueda funcionar, el Estado
en esta perspectiva tenía que saber cómo intervenir
pero en el entendido de que el Estado está sujeto al
mercado (Cfr. Foucault, 2007, p. 163). El anarcocapitalismo, por su parte, tiene una afrenta contra el Estado. Aquí ya no se trata de que el Estado intervenga
en favor de la competencia, sino que al Estado se le
prohíbe intervenir. De esta forma, el neoliberalismo no
es liberalismo como tal, sino es una respuesta a una de
sus vertientes: el liberalismo clásico (cuyo rasgo era el
discernir entre las acciones que había que emprender
y las que no, agenda) retomando a la vez al liberalismo
económico emergido principalmente a partir de Adam
Smith (Cfr., ibidem, p. 158 y ss.)34.
Más aún, consideramos que la temática que abordará Foucault en su Curso de 1978-1979 ya estaba siendo sospechada por él desde Defender la sociedad, sobre
todo si consideramos el lenguaje con el cual el filósofo
francés en ocasiones se expresaba. Por ejemplo, en la
Clase del 17 de marzo de 1976 indicaba que algunos
de los mecanismos de la biopolítica (como tecnología
de poder) era el “optimizar” un estado de vida o bien,
mecanismos disciplinarios destinados a “maximizar
fuerzas y a extraerlas”, pues en la biopolítica de lo que
se trata es de actuar mediante “mecanismos globales
de tal manera que se obtengan estados globales de
equilibrio y regularidad; en síntesis, de tomar en cuenta la vida, los procesos biológicos del hombre/especie
y asegurar en ellos no una disciplina sino una regularización”(Foucault, 2007, p. 223). Con esto queremos
sólo destacar que Foucault ya comenzaba a emplear
el lenguaje económico en relación a la biopolítica,
esto sin considerar que desde entonces Foucault ya
intuía que tenía que llegar al análisis del liberalismo
económico tarde o temprano. En este sentido, Seguridad, territorio y población (2008) será la propedéutica del
Curso de 1978-1979. Foucault no estaba improvisando
ni divagando: era consecuente que llegara al estudio
del liberalismo y posteriormente del neoliberalismo35.
En realidad, lo interesante por preguntar sería lo
siguiente: ¿Cuál es el interés que la lógica y el pensamiento neoliberales despertó en Foucault? ¿Qué ve
Foucault en el neoliberalismo como para haberle dedicado tiempo, espacio, esfuerzo e inteligencia? En este
sentido, aún cuando Foucault dice que en su análisis
del liberalismo está exento de alguna valoración sobre
el mismo, es de resaltarse la forma en que él se dirige
hacia la teoría del capital humano y el análisis económico sobre la delincuencia, ambos temas trabajados
teóricamente por Gary Becker, así como al tratamiento
del sujeto de interés económico. Estos temas despiertan
un interés importante en Foucault, como ya lo hemos
mencionado. Pareciera que el mensaje de Foucault es
el siguiente: en el neoliberalismo, el poder se cristaliza en el sujeto y no en el Estado. Y justo aquí, nos
parece, la mayor simpatía con el neoliberalismo estadounidense que con el ordoliberalismo, pues en éste
último al Estado no se le prohibía intervenir sino que
se le exigía saberlo hacer, mientras que en el neoliberalismo de Friedman, Becker, Schultz y compañía, al
Estado no se le deja “hacer el gobierno”, se le prohíbe
intervenir, ya que el sujeto tiene el poder de sí frente
al Estado36. Esto lo ve muy bien Foucault. Así, antes
de entrar a los temas mencionados del anarcocapitalismo, comienza por abordar la lógica económica y
epistemológica general del neoliberalismo alemán y
estadounidense y posteriormente irá detalladamente
hacia temas específicos de esta lógica económica: el
capital humano, el análisis económico de la delincuencia y el sujeto de interés frente al sujeto de derecho. Su
lectura desde Ferguson sobre la sociedad civil guardará, de igual forma, un capítulo importante.
Por otra parte, tenemos a Geoffroy de Lagasnerie,
cuya empresa de este autor francés será mostrar qué
ve Foucault en el neoliberalismo, lejos de pensar que
Foucault vacilaba o improvisaba, como lo quiere hacer ver Brown. “Foucault no da [al neoliberalismo]
el carácter de un dogma cuyas recomendaciones y
programas haya que aceptar y seguir. Su idea es más
sutil: consiste en valerse del neoliberalismo como un
test, utilitario como un instrumento de crítica de la
realidad y el pensamiento. Se trata de ponerse a la
escucha de lo que esa tradición tiene para decirnos, a
fin de emprender un análisis de nosotros mismos”(De
Lagasnerie, 2015, p. 23). Con esto, continuará De Lagasnerie, Foucault “pretende vivir y nos invita a vivir
una experiencia de destierro durante la cual se pone
a prueba la posibilidad de pensar de otra manera, de
dar a conceptos de la filosofía política o la teoría crítica tan clásicos como los de Estado, democracia, mercado, libertad, ley e incluso soberanía, significaciones
34 Puede concederse que Foucault se tropieza analíticamente en ciertos conceptos dado que, como bien señala Wendy Brown, este es el primer y único
curso (y obra) en donde Foucault aborda un tema contemporáneo.
35 Aun cuando nos gustaría continuar el diálogo con Brown, cuya interpretación sobre la analítica foucaultiana del neoliberalismo dista considerablemente de la nuestra, tenemos que dejarlo provisionalmente hasta aquí.
36 “[…] en el liberalismo clásico se pedía al gobierno que respetara la forma del mercado y dejara hacer. [En el neoliberalismo] el dejar hacer se invierte
para transformarse en un no dejar hacer al gobierno, en nombre de una ley del mercado que permitirá juzgar y evaluar cada una de sus actividades. […]
Es una suerte de tribunal económico permanente frente al gobierno. [Esos] rasgos vuelven a encontrarse en el análisis que algunos neoliberales hicieron
de la criminalidad [como Gary Becker]” (Foucault, 2007, p. 285-286).
34
radicalmente nuevas”(Idem). Su exposición sobre este
tema en Foucault, la comenzará De Lagasnerie de la
siguiente forma: “Sólo podremos comprender el interés de Foucault por el neoliberalismo, cercano a veces a la fascinación, si cumplimos con una condición:
romper con el hábito consistente en hacer de él una
ideología conservadora o reaccionaria”(De Lagasnerie, 2015., p. 31).
Bajo estas tesis, De Lagasnerie hará una interpretación sobre la lectura foucaultiana del neoliberalismo,
la cual en gran medida puede ser bien entendida como
un análisis paralelo a la analítica del propio Foucault.
Siendo fiel a Foucault, se adentrará al pensamiento
neoliberal. “La ambición de Foucault sería antes bien
esforzarse por ponerse en el lugar de esos [autores
neoliberales] para captar su visión del mundo”(De
Lagasnerie, 2015, p. 40). No le falta razón a Geofrroy
de Lagasnerie. En nuestra lectura, Foucault logra este
cometido. Posteriormente De Lagasnerie indicará una
de las razones por las cuales el autor de Vigilar y castigar se acerca interesadamente al neoliberalismo: “En
muchos aspectos, esta empresa de descalificación de
los marcos de análisis unificadores es lo que sedujo a
Michel Foucault. En efecto, este no deja de insistir, en
Nacimiento de la biopolítica, en el hecho de que la teoría
neoliberal anula la posibilidad misma de una mirada ‘central, totalizadora y dominante’”(Ibidem, p. 68).
A De Lagasnerie le asiste la razón. Entendiendo
que el Nacimiento de la biopolítica se ubica en el marco
del modelo de la gubernamentalidad que Foucault
ha emprendido en su Curso de 1977-1978 (Seguridad,
territorio y población), podrá comprenderse que lo que
Foucault busca es mostrar la gubernamentalidad que
el pensamiento neoliberal postula, entendiendo por
aquel un pensamiento que no tiende a la unificación
de la acción, sino que reconoce la diversidad de la
acción y que en esta evasión de la unificación estaría
exenta de totalización. “Las teorías unificadoras están
necesariamente atravesadas por pulsiones de orden.
Por su forma misma, reproducen efectos de poder,
de dominación, al convocar por ejemplo a la constitución de instancias trascendentes”(Ibidem, p. 69). De
esta forma, para Foucault, la teoría neoliberal reconoce
la diversidad, no pretende al orden, lo cual sin embargo es falso, pues el punto de equilibrio entre oferta y
demanda no es más que una aspiración de llegar a un
orden. Pero no entremos a esta discusión por ahora.
Parte importante del pensamiento neoliberal, continuando con Foucault, es que postula una gubernamentalidad, pero ya no desde el Estado. La instancia
de gobierno será ahora el mercado. En efecto, si algo
une al homo economicus entendido como empresa humana y al sujeto de interés es que ambos encuentran su
espacio de realización en él. El mercado es la nueva
instancia gubernamental en la biopolítica neoliberal;
no le niega sus intereses y su egoísmo al homo economicus, al contrario, éstos se colocan como principios de
la acción. Es una instancia que gobierna sin gobernar
demasiado y, lo que más le interesa a Foucault: gobierna la diversidad y la multiplicidad. Pues es a través de
dispositivos, como el alza o la baja del precio de las
mercancías (el precio dicho en términos generales),
como el mercado gobierna. Es gubernamentalidad en
la medida en que este hecho que normalmente se ve
desde el lado económico (desde la circulación de las
mercancías, desde la relación entre oferta y demanda,
desde la fijación de variación del precio), está en realidad direccionando la conducta de los individuos. Y
esta gubernamentalidad dirige la acción colectiva que
no es unificada, que no es disciplinada (en términos
foucaultianos), sino múltiple como los mismos intereses
de los individuos. Hay tantos intereses como individuos en el mundo, se diría desde la gubernamentalidad
neoliberal. Los intereses son dispersos.
Esta nueva gubernamentalidad, me parece, que ya
Foucault la tenía en mente cuando hablando de la
transformación del biopoder en el siglo XIX dice él
que se instala un nuevo derecho frente al derecho de
soberanía (hacer morir o dejar vivir): el derecho de
hacer vivir y dejar morir. Aunque éste lo está pensando
Foucault en términos de un nuevo derecho jurídico,
dice también que es un “poder”37. El mercado tendrá
justo ese poder: el poder de hacer vivir y dejar morir.
El mercado, diría Hinkelammert, no mata, deja morir. Esto es el libre mercado. “El poder del mercado
deja morir, el poder político mata directamente. En
la mitología actual, sin embargo, ambas muertes se
presentan como muerte para la vida, es decir, como
sacrificio”(Hinkelammert, 2008, p. 64). Y a esto deberíamos añadir: quien asesina es el totalitarismo de
mercado, éste sí hace morir y deja vivir, como el soberano
en el siglo XVII y XVIII que tanto criticó Foucault.
Con lo anterior queremos introducir lo siguiente: si
bien De Lagasnerie se esfuerza por mostrar los alcances del análisis foucaultianos sobre el neoliberalismo,
no se percata o no quiere percatarse que lo que hace
Foucault es fincar sus esperanzas en un pensamiento y
unas prácticas que, si bien liberan al sujeto del Estado,
lo atan al mercado. Pareciera que Foucault quiere mostrar las “prácticas de desujeción”(De Lagasnerie, 2015,
p. 113) frente al Estado afirmando a la vez prácticas
atadas a la voluntad espontánea del libre mercado, al
37 Cito el párrafo clásico de la biopolítica en sentido negativo de Foucault: “Y yo creo que, justamente, una de las transformaciones más masivas del
derecho político del siglo XIX consistió, no digo exactamente en sustituir, pero sí en completar ese viejo derecho de soberanía – hacer morir o dejar vivir
– con un nuevo derecho, que no borraría el primero pero lo penetraría, lo atravesaría, lo modificaría y sería un derecho o, mejor, un poder exactamente
inverso: poder de hacer vivir y dejar morir. El derecho de soberanía es, entonces, el de hacer morir o dejar vivir. Y luego se instala el nuevo derecho: el de
hacer vivir y dejar morir”. (Foucault, 2000, p. 218).
35
poder que deja morir. Dice De Lagasnerie: “Foucault
se propone modificar nuestra percepción espontánea
del discurso neoliberal. Así, una de las ideas centrales de la demostración efectuada en el Nacimiento de la
biopolítica es que a través del neoliberalismo se elabora
y también se introduce algo liberador, emancipador,
crítico”(Ibidem, p. 81-82). Pero no es liberador, emancipador o crítico, de forma universal, sino exacta y
solamente del Estado.
De aquí que Foucault haya visto en el neoliberalismo una referencia para hablar de poder y gobierno
desde un lenguaje que no pasara por el pensamiento
político-jurídico. “Foucault vio en los conceptos de
‘mercado’, racionalidad económica’, homo economicus,
etc., instrumentos críticos sumamente poderosos que
permitían descalificar el modelo del Derecho, la Ley,
el Contrato, la Voluntad General, etc. Ese paradigma
abre paso a la posibilidad de hablar un lenguaje que
no sea el del Estado”(De Lagasnerie, 2015, p. 97). Y
en efecto, de esta forma llegará Foucault a su particular análisis del neoliberalismo como una tecnología
gubernamental que no pasará por los conceptos de la
teoría política-jurídica. Por esta razón señalará que
los ingleses han podido vivir sin una teoría del Estado, y continuará diciendo que John Locke no hace
“una teoría del Estado [sino] una teoría del gobierno”(Foucault, 2007, p. 117). Quien sí desarrolla una
teoría del Estado es Thomas Hobbes (Cfr., idem). Así,
el neoliberalismo se desarrolla como una tecnología
de gobierno que no pasa por las venas del Estado;
de hecho justo en la versión y alianza estadounidense-inglesa, el Estado es confrontado, no sólo por la
desconfianza a los dirigentes del Estado sino también
porque el Estado representa una colectividad que
oprime la individualidad y libertad natural. Y entonces aquí encontramos la identificación de Foucault
con el neoliberalismo, una identificación de dos polos
opuestos, ¿en qué sentido? La clave de esta identificación se encuentra en la máxima del no ser gobernado. Esta identificación comenzará por un viraje en la
gubernamentalidad que se da de un poder basado en
el derecho y la política a uno basado en la economía
política del siglo XVIII. En su Clase del 10 de enero
de 1979, dirá Foucault:
Toda esa cuestión de la razón gubernamental crítica [aquella que pone límites al
soberano] va a girar alrededor del ‘cómo
no gobernar demasiado’. Las objeciones
ya no recaerán en el abuso de la soberanía sino en el exceso de gobierno. Y la racionalidad de la práctica gubernamental
podrá medirse en relación con ese exceso
o, en todo caso, la delimitación de lo que
sería excesivo para un gobierno. [Esta]
transformación fundamental, creo, en las
relaciones entre derecho y práctica guber-
36
namental, este surgimiento de una limitación interna de la razón gubernamental, se
situaba y era identificable, a grandes rasgos, alrededor de la mitad del siglo XVIII. ¿Qué fue lo que permitió su aparición?
¿Cómo es que esta se produjo? Por supuesto, habría que tomar en cuenta (y más adelante volveré a ello, al menos en parte) toda
una serie de transformación de conjunto,
pero hoy querría indicar simplemente cuál
es el instrumento intelectual, cuál es la forma del cálculo y de racionalidad que pudo
permitir la autolimitación de una razón
gubernamental como autorregulación de
hecho, general, intrínseca a las operaciones
mismas del gobierno y que podía ser objeto de transacciones indefinidas. Y bien, ese
instrumento intelectual, el tipo de cálculo,
la forma de racionalidad que permite así
a la razón gubernamental autolimitarse,
tampoco es ahora el derecho. ¿Cuál será el
instrumento a partir de mediados del siglo
XVIII? La economía política, desde luego
[…] En lo fundamental, creo que la economía política es lo que permitió asegurar la
autolimitación de la razón gubernamental
[del soberano] (Foucault, 2007, pp. 29-30).
Si bien, como más adelante dirá Foucault, la economía política surge en los límites del Estado (La riqueza de
las naciones de Adam Smith, por ejemplo), en las clases
subsecuentes del Curso de 1978-1979, él irá mostrando cómo se fue formando la lógica de la economía de
mercado como gubernamentalidad comenzando a colocarse como alternativa al poder emanado del Estado.
Que la economía política se haya colocado como una
“razón gubernamental crítica” desde el siglo XVIII
frente al poder del soberano al mostrarle sus límites,
será el hilo conductor que Foucault seguirá durante
su curso. Una de las tesis fundamentales de Foucault
en su analítica de la gubernamentalidad neoliberal es:
el (libre) mercado gobierna sin gobernar demasiado,
esto es, sin direccionar la acción del sujeto desde una
entidad externa, sino teniendo en el centro de su gubernamentalidad la propia libertad. Interesante en este
sentido es lo que dirá en su Clase del 24 de enero de
1979: “[…] lo que vemos aparecer a mediados del siglo
XVIII es mucho más un naturalismo que un liberalismo. Pero creo, no obstante, que podemos utilizar la
palabra ‘liberalismo’, en la medida en que la libertad
está, de todos modos, en el centro de esta práctica o de
los problemas que se le plantean”(Foucault, 2007, p.
82). De aquí que, aun cuando la biopolítica neoliberal
gobierne la intimidad del sujeto y todos sus campos
sociales, el sujeto está siendo direccionado ejerciendo
a la vez su libertad. El comportamiento del consumidor frente al precio de mercado es un buen ejemplo
de esta gubernamentalidad de mercado.
Y bien, siguiendo Foucault su tesis llegará a un punto en el cual su empeño por mostrar el pensamiento
y prácticas gubernamentales de desujeción frente al
Estado, sus intereses y los del pensamiento neoliberal
se engarzan. El no ser gobernado o el no ser demasiadamente
gobernado era el punto de intersección entre el neoliberalismo y el propio Foucault (Cfr. De Lagasnerie, 2015,
p. 81 y ss.). Santiago Castro-Gómez señala:
Había mucho de anarquismo en Foucault y
él mismo lo reconoció en varias ocasiones.
Baste recordar la conferencia ‘¿Qué es la
crítica?’ en la que Foucault presentó los primeros esbozos de su giro gubernamental.
Allí muestra que sus interés se dirigen hacia el estudio del ‘arte de la incertidumbre
voluntaria’, ‘el arte de no ser de tal modo
gobernado’ […] En la discusión que siguió
a la conferencia, al ser preguntado sobre la
radicalidad de su afirmación en torno a la
‘voluntad de no ser gobernados’ Foucault
responde que no se refería a una especie de
‘anarquismo fundamental’, pero que tampoco lo descartaba en absoluto (Castro-Gómez, 2015b, p. 249, nota).
Sobre lo primero, el anarquismo de Foucault, nos
es imposible no hacer referencia a la siguiente observación de Dussel: “El anarquista radical se sitúa
siempre desde un mirador ideal que juzga la historia
y las experiencias de los que intentan transformaciones significativas como meramente cómplices del sistema”(Dussel, 2016, p. 94). Podrá ser coincidencia,
pero en este sentido resulta interesante lo que Paul
Veyne, amigo de Foucault, decía sobre éste, a saber,
que Foucault nos veía como peces en la pecera y aun
cuando cambiáramos de posición siempre quedamos
dentro de la pecera. ¿Y Foucault? Él desde fuera como
un observador externo (Cfr. Ottman, 2012, p. 272),
creyéndose en su imaginación un sujeto trascendental.
Ottman señala a partir de esto que justo esta analogía con la pecera indica que para Foucault un poder
era igual a los otros y que los peces podrían cambiar
de posición, pero siempre quedándose en la pecera.
Resistencia podría haber, pero siempre desembocando en una nueva nueva constelación del poder (Cfr.,
ibidem, p. 273-274). Está claro que para Foucault el
poder era sólo dominación, era imposición38. De aquí
su interés por la biopolítica neoliberal, pues en ésta
sólo hay dirección de la acción, sin imposición, sin
negación aparente, evidentemente, de la libertad. El
problema no sólo pasa por indicar que Foucault tenía
preferencias por el anarquismo, sino dilucidar cómo
y por qué llega a entender al neoliberalismo como un
representante de la tradición del pensamiento crítico
(sic) (Cfr. De Lagasnerie, 2015, pp. 82-83.).
Regresando a “¿Qué es la crítica?” (1978), De Lagasnerie nos recuerda que es una conferencia pronunciada meses antes del curso Nacimiento de la biopolítica. Siguiendo lo dicho en esta conferencia, indicará:
“Foucault define la crítica como ‘el arte de no ser tan
gobernado’. Ese es también uno de los aspectos del
arte neoliberal”(De Lagasnerie, 2015, p. 83). Claro
está que en la fórmula “no ser tan gobernado” se hace
referencia al gobierno que el Estado ejerce sobre los
gobernados en donde la libertad humana es coartada,
en donde se disciplinan los cuerpos. Esta es la crítica
que Foucault ejerció sobre el gobierno del soberano de
los siglos XVII y XVIII, la crítica a la razón de Estado,
la crítica al Estado hobbesiano, la crítica al Estado sin
más. Si un Estado es democrático o legítimo, o no, es
una pregunta que en nada le interesó a Foucault. El poder del Estado (sea éste cual sea) entorpece la práctica
de la libertad sin más. Para Foucault sólo hay gobierno
y sus tecnologías, y el liberalismo inglés es su aliado.
En efecto, Foucault defenderá un ideario libertario,
de la práctica de la libertad, y el Estado coacciona esta
libertad. “Hemos olvidado la verdad básica de que la
amenaza más grande a la libertad humana reside en la
concentración del poder, sea en las manos del estado
o de cualquier otra persona o entidad. [La] confianza en la libertad de los individuos para que controlen
sus propias vidas de acuerdo con sus propios valores
constituye el camino más seguro para alcanzar todo
el potencial de una gran sociedad”. Esta cita no es de
Foucault, es de Milton y Rose Friedman (Friedman,
1993, p. 427). “Y el buen soberano es, precisamente,
el que ejerce su poder como es debido, es decir, ejerciendo al mismo tiempo su poder sobre sí mismo. Y
el poder sobre sí es el que va a regular el poder sobre
los otros”. Esta cita no es de Milton Friedman, ni de
Theodor Schultz, tampoco de algún tipo de espontaneísmo de mercado, mucho menos de algún best seller
de autosuperación personal: es de Foucault (Foucault,
2014, p. 318).
De Lagasnerie no se limitará en decir que Foucault
sentía fascinación por el neoliberalismo. Castro-Gómez
38 No está de más en este espacio recordar una de las críticas de Hinkelammert al pensamiento anarquista: “El anarquismo nace frente a tal sistema
liberal-conservador [capitalista]. Este es un sistema de polarización absoluta, y por lo tanto maniqueo, que no conoce sino su principio central de organización de la sociedad – libertad de contratos y propiedad privada – o la ilegitimidad más absoluta del caos, por el lado de los opositores. En esta sociedad
nace el anarquismo y desarrolla su nueva y fascinante imagen de la libertad. Sin embargo, con su rechazo de una mediatización institucional del tránsito
hacia una sociedad y con su insistencia en la acción directa, solamente consigue invertir la polarización y el maniqueismo de la sociedad burguesa en contra de la cual surge. De este modo, aparece la violencia anarquista contrapuesta a la violencia del sistema existente contra el cual el anarquista se rebela.
No obstante, las dos posiciones no son sostenibles, […] en el grado en que se espera de la acción directa el tránsito a una nueva libertad, se refuerza esta
reacción policial y represiva del sistema” (Hinkelammert, 2002, pp. 209-210.)
37
criticará esa interpretación afirmando que “[no hay]
ninguna señal de que Foucault se sintiera ‘fascinado’
por la teoría y menos por la práctica del neoliberalismo. Antes bien, sus análisis del sujeto neoliberal desarrollados en el curso Nacimiento de la biopolítica muestran
que la autoconstitución de tales sujetos obedece a criterios económicos y no estéticos”(Castro-Gómez, 2016,
p. 26, nota). Pero, contrario a esta afirmación, tampoco
encontramos ninguna señal en dicho curso de alguna
crítica al sujeto neoliberal desde la estética. La afirmación de Castro-Gómez, sin embargo, se entiende:
quiere llevar su interpretación de Foucault hacia la estética de la existencia, la propuesta filosófica de Foucault.
“No obstante, y a contrapelo de lo que algunos investigadores han afirmado recientemente, no es este sujeto
neoliberal ‘emancipado’ del Estado el tipo de sujeto
autónomo que Foucault busca, sino aquel que hace de
su propia experiencia una obra de arte y es capaz de
resistir el gobierno heterónomo de su vida. Precisamente la búsqueda de pistas para entender las técnicas de sí
que hacen posible tal autogobierno es lo que motivará
el largo viaje de Foucault hasta el mundo antiguo”(Castro-Gómez, 2016, p. 26. Subrayado en el original). Esta
tesis de Castro-Gómez es convincente, sobre todo si se
consideran los cursos subsecuentes al de 1978-1979 (Cfr.
Foucault, 2001; 2016b), o bien, Historia de la sexualidad 2
(Foucault, 1986). Pero más que esto, lo que nos interesa
destacar es que si Foucault buscaba en el mundo antiguo o en el mundo contemporáneo del neoliberalismo,
la realización histórica de su idea de sujeto autónomo,
da relativamente igual: en verdad lo que se puede ver
en Foucault es que su estética de la existencia, su idea
de gobierno político como dominación y su ética corren paralelamente al sujeto neoliberal emancipado del
Estado y no tienen problemas en engarzarse.
¿Cuáles son esos puntos de identificación? Al menos
los siguientes: (1) la crítica al Estado sin más, una idea
de práctica de la libertad como desujeción al Estado,
(2) un espontaneísmo de las relaciones sociales, o bien,
de la relación del sujeto con los demás, (3) y una idea de
la responsabilidad por sí mismo y por el gobierno de sí.
3. EL CAPITAL HUMANO, ¿EXPRESIÓN
ECONÓMICA DE LA PRÁCTICA DE LA
LIBERTAD FOUCAULTIANA?
Ya entrados en nuestra tesis sobre la analítica del poder de Foucault, analítica que desemboca en una simpatía por el neoliberalismo, queremos ahora indagar
qué tan cercanos están la teoría del capital humano,
tema del anarcocapitalismo estadounidense que despertó interés en Foucault, con algunas líneas generales
de su idea ética de la práctica de la libertad. En cierta
medida, esta relación que colocamos aquí la ve Lemke
en su Introducción a la biopolítica:
[…] cómo modelan las tecnologías actuales
a los individuos como ciudadanos activos y
libres, como miembros de comunidades y
organizaciones que se manejan a sí mismas
como agentes autónomos que están, o que
deben estar, en la posición de calcular sus
riesgos de vida; qué relación existe entre
la concepción de un sujeto responsable de
sí mismo y racional y la idea de una vida
humana como capital humano en los diseños de sociedad neoliberales. No obstante,
Foucault sólo propuso esta perspectiva de
análisis más que seguirla sistemáticamente. Él deja sin concretar sus declaraciones
sobre la relación entre la biopolítica y el
liberalismo, lo cual de hecho debería ser
el centro de la conferencia de 1979 [Nacimiento de la biopolítica] (Lemke, 2017, p. 67).
Evidentemente no compartimos con la interpretación de Lemke sobre la insuficiencia de la explicación
de Foucault entre biopolítica y liberalismo: ya dijimos
que Foucault subordina en su Curso de 1978-1979 el
análisis de la biopolítica al análisis del neoliberalismo.
En lo que sí coincidimos con Lemke es en esa relación
que él ve entre el concepto del capital humano y la
concepción de la responsabilidad de sí. Ciertamente,
Foucault no siguió de forma exhausta esta relación. De
su análisis del liberalismo terminado en Nacimiento de
la biopolítica, brincó abruptamente a un viaje hacia el
mundo antiguo. Sin embargo, si este salto abrupto no
se entiende como una ruptura epistemológica y política en Foucault sino como una continuidad abrupta,
podremos encontrar más encuentros que desencuentros entre el concepto económico del capital humano
con la concepción foucaultiana de la práctica de la
libertad y del gobierno de sí. En una entrevista breve,
aunque muy dilucidante39, que ofreció durante su curso La hermenéutica del sujeto, planteaba Foucault una idea
madura de la práctica de sí, su gobierno de sí y su cuidado
de sí. En ella indicaba Foucault:
[…] en mis cursos del Colegio de Francia
he intentado captar [el problema de las
relaciones entre el sujeto y los juegos de
verdad] a través de lo que se podría denominar una práctica de sí que es, a mi
juicio, un fenómeno bastante importante en nuestras sociedades, desde la época
39 En esta entrevista ofrecida Raúl Fornet-Betancourt (et al), Foucault mostraba de forma muy breve partes de las ideas que recorrerán sus cursos de
1979-1980 y de 1981-1982, Del gobierno de los vivos y La hermenéutica del sujeto, respectivamente. Dado que no podremos detenernos en estos cursos indicados,
nos limitaremos, por el momento, a mostrar los paralelismos entre la práctica de sí y el cuidado de sí con la teoría del capital humano.
38
grecorromana – incluso a pesar de que no
haya sido estudiado –. Estas prácticas de
sí han tenido en las civilizaciones griega
y romana una importancia y, sobre todo,
una autonomía mucho mayor que posteriormente, cuando fueron hasta cierto
punto bloqueadas por instituciones religiosas, pedagógicas o de tipo médico y
psiquiátrico […] Se trata de lo que cabría
denominar una práctica ascética, dando
a la palabra ascetismo un sentido muy general, es decir, no el sentido de la moral
de la renuncia, sino el de un ejercicio de
uno sobre sí mismo, mediante el cual intenta elaborarse, transformarse y acceder
a cierto modo de ser. Tomo así el ascetismo en un sentido más general que el que
le concede, por ejemplo, Max Weber; pero en todo caso se trata de algo que va un
poco en la misma línea (Foucault, 2014,
pp. 309-310).
De modo que hay que recuperar las prácticas de
sí, el ejercicio de uno sobre sí mismo, en medio de un
orden político que ha sido corrompido institucionalmente, que reprime la práctica de la libertad. Y no es
acaso esto el tipo de libertad supuesto en el concepto
de capital humano y en la propia teoría del capital
humano, como lo vimos anteriormente. Justo la idea
del homo economicus entendido como empresa es que el
sujeto procure de sí, cuide de sí, y necesita de técnicas
que le permitan este cuidado de sí. El trabajador y futuro trabajador tiene que invertir en él mismo. Estas
técnicas son técnicas de gobierno, del gobierno de sí.
Pero justo esta práctica de sí, este ejercicio de uno sobre sí, este autogobierno, necesita un espacio actual,
pues ya no se puede regresar en la historia, en donde
la práctica de sí, siguiendo la lectura de Foucault, tenía
lugar en el mundo grecorromano. El espacio actual
será entonces el mercado; el mercado le permite al
sujeto liberarse del Estado y le permite ser de acuerdo
a la antropología económica, individualista y egoísta.
De modo que las prácticas de sí pueden pensarse en
el aire, pueden pensarse en la idealidad de un mundo
trascendente en el cual se ejerce la libertad sin límites,
pero en el mundo histórico, el mundo social, esa libertad tiene que hacerse en el seno de una comunidad.
Ésta puede encontrarse en el marco del Estado o en
alguna otra comunidad compleja, pues es en ésta en
donde el sujeto históricamente es. Foucault eligió el
mercado para ejemplificar cómo ahí la práctica de sí,
el dominio de sí, el ejercicio de uno sobre sí mismo,
pueden realizarse históricamente.
De forma paralela también dirá Foucault que “el
40
41
buen soberano […] ejerce su poder como es debido,
es decir, ejerciendo al mismo tiempo su poder sobre
sí mismo. Y el poder sobre sí es el que va a regular
el poder sobre los otros”(Foucault, 2014, p. 318). ¿Y
cómo va a regular la relación con los demás? Será de
forma espontánea, de la misma forma como, según el
anarcocapitalismo, el libre mercado se autorregula. A
través de una mano invisible que hace que el interés
de uno redunde en el beneficio de los demás. A esto
le llamó Adam Smith en su Teoría sobre los sentimientos
morales Providencia (Gutiérrez, 1998, p. 103), y en su
Riqueza de las naciones, le llamará mano invisible40. Por
esta razón es que a Foucault le interesa más la invisibilidad de la mano, porque la invisibilidad es una
fuerza espontánea que de pronto hace justicia para
todos41. Si bien en el mercado hay acción colectiva a
través de la información que ofrecen ciertos dispositivos, en esta lógica se produce el caos, pues cada actor
persigue sus propios intereses (sujeto de interés). Pero
el espontaneísmo económico cuenta con un argumento para explicar cómo este caos se resolverá: hay una
mano invisible que conduce al individuo (comerciante
o nación) que persigue su propio interés a promover
fines que no entraba en sus intenciones pues el individuo (comerciante o nación), nos dirá Adam Smith,
“al perseguir su propio interés promueve el de la sociedad de una manera más efectiva que si esto entrara en
sus designios” (Cfr. Gutiérrez, 1998, p. 153; Foucault,
2007, p. 320). A esta ciencia que postula una mano invisible como fundamento del orden, la llama Foucault
disciplina atea (sic). “La economía es una disciplina
atea: es una disciplina sin Dios [...]” (Foucault, 2007,
p. 326). Los sujetos de interés no se llegarán a matar
en la competencia porque hay una mano invisible que
todo lo arregla. Foucault dirá, hay una fuerza espontánea que no permitirá eso.
Y de la misma forma leerá Foucault la sociedad civil.
A él le interesa una lectura en particular: la de Adam
Ferguson. Éste le ofrece a Foucault una lectura sobre
la sociedad civil en donde la espontaneidad juega el
papel decisivo: “como tercera característica de la sociedad según Ferguson] hay una formación espontánea
de poder. ¿Y cómo se produce esta formación espontánea de poder? Simplemente a través de un lazo de
hecho que va a unir entre sí a individuos concretos y
diferentes”(Foucault, 2007, p. 345). ¿Cuál es ese lazo
de hecho? Desconocemos, pero Foucault diría que
existe. Y entonces de pronto todo es por generación
espontánea. Recordemos que llegamos a este punto
porque para Foucault “el poder sobre sí es el que va
a regular el poder sobre los otros”, ¿cómo? Espontáneamente. Este espontaneísmo será el que impedirá
a Foucault pensar en las instituciones en un sentido
positivo o, mejor dicho, crítico-positivo.
Véase el trabajo de Germán Gutiérrez (1998) sobre la ética y la economía de Adam Smith y Friedrich von Hayek.
Véase la Clase del 28 de marzo de 1979 (Foucault, 2007).
39
En este renglón cabe recordar la crítica hinkelammertiana a la espontaneidad anarquista: “El
pensamiento anarquista no tiene ningún concepto
de praxis. Supone más bien que hay una gran fuerza espontánea fácilmente movilizable en las personas,
fuerza que está encadenada por las instituciones de
propiedad y Estado […] El acto de destrucción de
estas cadenas del capital y del Estado liberará esta
espontaneidad y hará florecer la nueva sociedad
de libertad. Desencadenadas las personas, ellas se
levantarán y desarrollarán la espontaneidad de que
las hará encontrar, por relaciones directas entre ellas,
un orden para sus espontaneidades”(Hinkelammert,
2002, p. 202). Más adelante continuará: “Que todo sea
libertad y que las necesidades mismas sean satisfechas
en forma de libre espontaneidad; eso es su imaginación definitiva de la libertad [anarquista]”(Ibidem., p.
211). Y aquí radicará la confusión entre Foucault y
el neoliberalismo: a ambos los une la crítica al Estado
como entidad política de represión de la libertad natural así como el espontaneísmo de la acción. Si Foucault vio en el neoliberalismo ese pensamiento crítico
que postulaba prácticas de desujeción frente al Estado42, entonces se entenderá por qué a él le llamó la
atención en particular el anarcocapitalismo y dos de
sus temas centrales: el capital humano y el análisis de
la delincuencia, aunque conceptualmente, el primero es el de mayor trascendencia, el segundo era para
Foucault más una ejemplificación de cómo operaba
el neoliberalismo en temas relacionados con la delincuencia y la criminalidad.
Por otra parte, otra relación directa que encontramos en la ética foucaultiana con el capital humano es
a través de su idea de cuidado de sí. Para Foucault, “[en
nuestras sociedades] el cuidado de sí ha llegado a ser
algo sospechoso. A partir de dicho momento, ocuparse
de sí ha sido denunciado con toda naturalidad como
una forma de amor a uno mismo, como una forma
de egoísmo o de interés individual”(Foucault, 2014, p.
314). Contra esta tendencia, Foucault quiere rescatar
su sentido en el mundo antiguo afirmando que “entre
los griegos y los romanos – sobre todo entre los griegos –, para conducirse bien, para practicar como es
debido la libertad, era preciso ocuparse de sí, cuidarse
de sí, tanto para conocerse […] como para formarse,
para superarse a sí mismo, para dominar los apetitos
que corren el riesgo de arrastrarnos”(Idem), y continúa:
“No digo que la ética sea el cuidado de sí, sino que en
la Antigüedad, la ética, en tanto que práctica reflexiva
de la libertad, giró en torno a este imperativo fundamental: ‘Cuídate de ti mismo’”(Foucault, 2014, p. 315).
Sobre esto, dos apreciaciones. La primera: Foucault
quiere insistir en que el cuidado de sí no tiene un sentido egoísta ni individual. Sin embargo, en ningún
momento indica cuál es la vinculación moral del cuidado de sí con los otros. Su interpretación y explicación sigue girando en torno a prácticas individuales:
ocuparse de sí, cuidar de sí, conocerse, superarse así
mismo, dominar los apetitos. Y remata diciendo que
en los antiguos griegos la práctica reflexiva era el imperativo del “cuídate a ti mismo”. ¿Qué vincula moralmente o al menos intersubjetivamente el cuidado de sí
con los otros?, eso está incierto, y puede serlo porque
al fin la ética de Foucault es una ética del egoísmo y
de la desvinculación moral con los otros. Esto sigue
siendo un ascetismo foucaultiano del ejercicio sobre
uno mismo. Son las técnicas del yo.
La ética foucaultiana, si así se le puede llamar a
una filosofía moral que no muestra un vínculo de responsabilidad con las/os otras/os, es de un profundo
narcisismo; el sujeto se ve así mismo y hacia adentro
y cuando quiere actuar, no tiene los elementos para responsabilizarse por el/la otro/a. Si en ese actuar destruye
o elimina al otro (sea en la política, en la competencia, etc.) no importa mucho, el sujeto se ha liberado,
se ha dominado, se ha disitinguido de los demás, y
es lo que cuenta. Foucault dice tener un concepto de
ascetismo cercano al de Weber, pues bien, si en algo
más está también cercano a Weber es una ética de la
irresponsabilidad con los sujetos de carne y hueso, sujetos
también psicológicos. Weber eufemísticamente le llamó
de la responsabilidad (Verantwortungsethik). Encima de
todo, las enormes limitaciones de Foucault para una
teoría de la acción salen a la luz cuando a él se le lee
desde la factibilidad de la acción43. Foucault no pasaría
un examen crítico desde la factibilidad de la acción: la
acción política que parte de Foucault se revela como
no factible para el momento de la transformación del
orden negativo. Foucault nos puede ayudar mucho
para criticar las formas de dominación de los sistemas
surgidos en occidente, y hasta ahí en el mejor de los
casos, sólo para el momento de la crítica: un momento dentro de múltiples que constituyen el tiempo de la
política en su amplio despliegue.
Esto nos lleva al segundo punto que queremos destacar: en esta ética foucaultiana se ve un paralelismo
estrecho con el capital humano en la medida en que
ambos miran hacia el propio individuo, hacia el propio
42 Ver en el neoliberalismo prácticas de desujeción frente al Estado, es la tesis que sostendrá Geoffroy de Lagasnerie para entender lo que veía Foucault
en el neoliberalismo: “[…] reconstituir lo producido por el neoliberalismo no representa un objetivo en sí. Es una estrategia. Es, para Foucault, una táctica teórica que permite entrever la forma que podría tomar una ofensiva contra la sociedad disciplinaria: es uno de los puntos de apoyo posibles para la
elaboración de prácticas de desujeción” (De Lagasnerie, 2015, p. 113). Como se recordará, la sociedad disciplinaria es una formación política del Estado
occidental y sus instituciones. Para ser más precisos que De Lagasnerie, en el neoliberalismo hay prácticas de desujeción frente al Estado y entonces desde
aquí sí se puede entender la simpatía de Foucault con el neoliberalismo.
43 Este es el tema que ha sido discutido ampliamente por Hinkelammert y Dussel. En el parágrafo 35 del tomo III de la Política de al liberación editado
por Enrique Dussel (Dussel, et al, 2020) se hace un recorrido detallado sobre dicho concepto.
40
sujeto, dejando de lado el mundo dado. En efecto, el
ente de cambio será el propio sujeto como espacio de
(auto)transformación y (auto)dominio. Para dominar el
mundo exterior, hay que dominarse a uno mismo. Se
trata del núcleo fuerte de la gubernamentalidad neoliberal y en específico de uno de sus elementos: asegurar
que el individuo se entienda como capital y que, en
esta medida, si quiere influir sobre el mercado (sobre
el propio sistema económico) sea a través de sí mismo,
interviniendo de mejor forma en sí mismo. Con esto,
la economía neoliberal como gubernamentalidad, y
en específico las inversiones epistemológicas y económicas que surgen con el concepto de capital humano,
rompen la acción colectiva contra el sistema objetivo
de dominación, dejando la opción por la salvación
individual. Y esta salvación estará en el intervenir en
sí, dominio de sí, cuidado de sí, y en el ejercicio sobre
uno mismo, para sobrevivir en el mercado. Ante esto
es que nos preguntamos si no es acaso el concepto de
capital humano la expresión económica de la ética
foucaultiana; si no encontró en el capital humano y el
sujeto de interés la expresión económica del viaje que
emprenderá al mundo antiguo occidental.
Cuando sometemos a Foucault a un examen crítico
desde su propia perspectiva de una gubernamentalidad neoliberal, entonces surge un Foucault muy diferente al que cuenta la leyenda.
Para terminar con este tema sobre la relación de
Foucault con el concepto de capital humano, resta recordar algo que anteriormente habíamos dicho: Foucault se convence, incluso, de la potencialidad explicativa del concepto de capital humano para entender
el crecimiento y desarrollo de naciones y regiones.
Foucault dixit:
Y como saben, ahora se trata de pensar
la falta de despegue de la economía tercermundista no tanto en términos de bloqueo de los mecanismos económicos, sino
de insuficiencia de inversión en el capital
humano. Y también en este caso se retoma toda una serie de análisis históricos. El
famoso problema del despegue económico
de Occidente en los siglos XVI y XVII: ¿a
qué se debió? ¿A la acumulación del capital físico? Los historiadores son cada vez
más escépticos con respecto a esta hipótesis.
¿No se debió justamente a la existencia de
una acumulación, sí – acelerada, además
–, pero de capital humano? Así se nos in-
vita a recuperar a la vez todo un esquema
histórico y toda una programación de las
políticas de desarrollo económico que pueden orientarse y se orientan efectivamente hacia esos caminos (Foucault, 2007, pp.
273-274.).
Hay poco que decir sobre las palabras eurocéntricas
de Foucault, tal vez si acaso que olvida intencionalmente que el primer dinero de intercambio mundial
en el primer periodo de la Modernidad (siglos XVI
y XVII) fue el oro robado en México y Perú por la
ocupación española del siglo XVI (Cfr. Dussel, 2006).
Esto de pronto se borra para Foucault y dice que el
crecimiento de Occidente se debió a la acumulación
de capital humano: una fantasía de Foucault.
4. BIOPOLÍTICA EN ESTRICTO SENTIDO:
EL PRINCIPIO MATERIAL CRÍTICOPOSITIVO DE LA POLÍTICA
Hemos hecho un recorrido extenso por la biopolítica
y la gubernamentalidad del neoliberalismo en la lectura de Foucault. Nuestra lectura, sin embargo, dista
de las interpretaciones imperantes, algunas sobre las
cuales hicimos referencia. El preámbulo trazado en
los incisos anteriores nos sirve para introducirnos al
tema toral del presente ensayo: el principio material
crítico-positivo de la política.
Habíamos dicho que la política de la liberación, al
contar con un principio material (un principio de nueve), se acerca al tema actual de la biopolítica. Pero justo
en el momento crítico-positivo (momento de creación
y creatividad política), el principio es ya uno diferente
a aquel del momento positivo (el sistema institucional
dado44)y al del momento crítico-negativo45. El momento crítico-positivo es el momento de la construcción del
nuevo orden político: es un transitar a la institucionalización de la negación de la negatividad, pues la voluntad de vida del populus comienza a construirse afirmando la vida como criterio de institucionalización.
La relación entre vida y política se han entendido
desde diversas tradiciones de pensamiento y orientaciones políticas (desde la izquierda hasta la derecha),
como lo ha mostrado Thomas Lemke en su Introducción
a la biopolítica. Además, se ha entendido filosóficamente
en un sentido negativo (Agamben, Defender la sociedad,
Mbembe46) y en un sentido positivo (Esposito). De este
modo, si en el momento crítico-positivo de la política
44 Véase Dussel, 2009.
45 Este es el momento crítico de la política frente al orden fetichizado, el cual, como tema, es objeto de análisis en la segunda sección del ya referido
tomo III de la Política de la Liberación de Enrique Dussel (Cfr. Dussel, et al, 2020).
46 Mbembe entendió muy bien que el biopoder como lo explica Foucault en Defender de la sociedad es más una necropolítica que una biopolítica como
tal. Decir, sin embargo, que lo que hace Foucault es una necropolítica y no una biopolítica es erróneo, pues hay que estar advertido de que el concepto de
biopolítica en Foucault tiene diferentes sentidos en su obra, como ya lo hemos indicado arriba.
41
tiene que hablarse de biopolítica no puede serlo sino
haciéndolo en estricto sentido. En efecto, la política de
la liberación es una política de la vida, la vida del ser
humano y la naturaleza. Un entramado institucional
que no permita que el ser humano y la naturaleza puedan vivir es un sistema que resulta infactible e ineficaz.
De aquí la importancia de una de las tareas filosóficas
importantes de esta escuela de pensamiento, a saber:
la explicitación y fundamentación de los principios de
la política. En este caso los principios normativos en el
momento crítico-positivo de la política.
De esta forma, para este momento del despliegue de
la política se necesita un concepto correspondiente, el
cual debe ser crítico-positivo. Es crítico por doble partida: en primer lugar en la medida en que surge teniendo
como referencia la negatividad de la vida expresada
en el momento crítico-negativo, teniendo en cuenta que una biopolítica entendida como necropolítica
sólo permite explicar momentos de la negatividad del
sistema, negatividad que es sufrida por el ser humano
y la naturaleza, por lo cual biopolítica entendida
como tanatopolítica (Agamben) o como necropolítica (Mbembe) debe ser subsumido como referencia
en la formulación de un concepto crítico-positivo de
biopolítica; en segundo lugar, es crítico en la medida
en que dicho concepto permita, en el tercer momento
del despliegue de la política, poder explicar, exhibir y
dar cuenta de las negatividades que puedan surgir en
este momento. Es decir, necesitamos una concepción
de la biopolítica que sea crítica de la negatividad del
pasado (momento II de la política) y de la negatividad
presente (momento III)47.
En esta concepción no se trata de que se describa el
dominio de los cuerpos, el dominio de la vida, tampoco
del cálculo de muertes presentes para las vidas futuras, como lo hacía von Hayek (Cfr. Gutiérrez, 1998);
no es un “hacer vivir, dejar morir” del mercado neoliberal. Se trata de un concepto crítico-positivo que
describa las posibilidades de que todos y cada una puedan vivir, de que la naturaleza no sea más explotada,
maltratada, tratada como objeto, sino en la cual haya
una relación de respeto con ella. Evidentemente esto
implica nuevas formas de relacionarnos como seres
humanos con necesidades materiales y culturales, y
como sujetos finitos, con capacidades limitadas. Se
trata de una concepción que en su mismo contenido
exprese lo que quiere lograr, de modo que no se trata de pensar en una biopolítica en sentido negativo
como tanatopolítica o como necropolítica: se trata,
por ende, de una biopolítica en estricto sentido. En ella se
coloca como horizonte de comprensión y justicia en
el momento crítico-positivo el negar la necropolítica
e institucionalizar y practicar la siguiente máxima:
todos y cada una pueden vivir, incluida la naturaleza. Si esto
no es posible en el momento de la fetichización de la
política es porque ella no responde más a todos y cada
una, tampoco a la naturaleza, sino a los fetiches que
han cobrado vida. Desde ya debe advertirse que esta
concepción de biopolítica debe evadir el dogmatismo
y para ello se articula con el principio democrático de
legitimidad intersubjetiva de las instituciones, y con la
factibilidad de la acción y de las mediaciones políticas,
dos momentos del acto político que se engarzan con
el momento material (la vida).
El planteamiento de biopolítica en estricto sentido parte
del reconocimiento de una irrebasabilidad fáctica del
mundo de la vida, a saber, que ninguna realidad histórico-política puede ir más allá de la vida del ser humano y la naturaleza48. Esta irrebasabilidad del mundo tan sólo hace
explícito los límites prácticos de la realidad humana, a
saber, que toda realidad histórico-política presupone
la vida del ser humano y la naturaleza. Podría decirse
que esto es algo de lo más obvio: desafortunadamente
no lo es. Muestra de ello es que justo en la fetichización
del orden político la vida del ser humano y la naturaleza son sólo mediaciones para la reproducción del
fetiche. De modo que en el momento crítico-positivo
se reconoce lo que en la fetichización de la política se
negaba: la vida del ser humano oprimido, excluido,
ignorado, y la de la naturaleza. En dicho momento
hay un reconocimiento consciente y explícito de que
la vida del ser humano y la naturaleza son condición
de posibilidad de cualquier realidad político-histórico-cultural posible. Siempre lo han sido, sin embargo,
en la fetichización del orden político las relaciones se
invierten y ahí aparecen como mediaciones. De aquí
que en el orden político fetichizado, sus representantes insistan en realizar un mundo histórico-cultural
socavando a la vez la vida del sujeto y la naturaleza.
Esto es el núcleo de la irracionalidad de lo racionalizado. En el momento crítico-positivo de la política se
institucionaliza y práctica, por el contrario, el poder
vivir dignamente.
Esto no tiene nada que ver con una especie de naturalismo. Por el contrario, el momento crítico-positivo al
reconocer los límites, la irrebasabilidad material del
mundo histórico-político, reconoce que el rescate de
este mundo depende del ser humano y de una naturaleza sana. Esto no es ningún naturalismo: es un principio
de realidad. Realismo político en estricto sentido. De
aquí puede dilucidarse que el neoliberalismo además
de infactible es irrealista, el neoliberalismo vive en un
mundo mágico, en donde los fetiches viven por sí solos, como el mercado que se autorregula y “sufre”, un
mundo en el cual como si de pronto la mesa se pusiera
a bailar por su propia voluntad. En esta perspectiva,
47 El claro discernimiento de estos momentos de la política se ven de forma nítida en el tomo III de la Política de la Liberación, editada por Enrique
Dussel y de pronta publicación.
48 Este argumento lo he desarrollado en trabajos previos. Cfr. Zúñiga, 2014; 2016.
42
biopolítica en estricto sentido, como puede definirse a la política del momento crítico-positivo, es una concepción
crítica del naturalismo neoliberal, del naturalismo de
mercado. La biopolítica en estricto sentido asume una
responsabilidad radical por el ser humano y la naturaleza. Su radicalidad consiste en asumir que no hay
entidad externa (autorregulada y autoproducida) de
la cual dependa el mundo de la vida. En este sentido,
biopolítica en estricto sentido es una política de la inmanencia, comenzando por la práctica de la responsabilidad por los otros, por las otras, por la naturaleza.
De la irrebasabilidad del sujeto viviente y la naturaleza se formula el siguiente principio de imposibilidad:
Ninguna realidad humana puede realizarse sin el sujeto viviente y
la naturaleza49. Lo cual en una discusión sobre la política
puede traducirse de la siguiente forma: Ninguna realidad
histórico-política puede realizarse sin el sujeto viviente y la naturaleza. Este enunciado es un principio de imposibilidad
que al mostrar los límites del mundo histórico-político,
mundo que depende del pensamiento del ser humano
y su praxis, obliga a buscar las mediaciones que posibilitan el desenvolvimiento del mundo de la vida y, para
posibilitar esto, tiene que responsabilizarse por la vida
del ser humano (el sujeto que vive, sujeto viviente) y
la de la naturaleza, conceptuada ésta no como objeto
sino como actriz de nuestra realidad. Exige buscar y
encontrar esas relaciones entre los seres humanos con
la naturaleza que posibiliten el desenvolvimiento de
nuestra realidad histórico-cultural. Pensar que esto no
es posible es síntoma de la interiorización del discurso
fetichizado de la Realpolitik que reconoce como única
realidad posible al mercado.
La política que sirve al mundo de las mercancías y las
ganancias ha encontrado las mediaciones y relaciones
necesarias para el grotesco aumento y concentración
oligarca del capital global. Este fenómeno social es
posible por su concepto límite: la acumulación infinita de capital. A partir de este concepto, el neoliberalismo, el cristianismo capitalista (haciendo un puente
discursivo con Benjamin), ha encontrado toda medida posible para realizar en la realidad empírica ese
concepto límite. De esta forma, ahí en donde no hay
mercado, se inventa un discurso mediático a favor de
los derechos humanos, de la libertad, entendida ésta
como la libertad de la circulación de capitales. Aquí
una de las inversiones producidas por el neoliberalismo: los derechos humanos están sujetos al capital; los
derechos del capital son los derechos del ser humano50.
El problema límite del neoliberalismo es que jamás se
propone realizar un mundo en el cual se pueda vivir.
En el centro de su acción está la acumulación de la
ganancia y para ello la apertura de mercados ahí en
dónde no los hay. Si se va a hacer justicia al ser humano
es porque una mano invisible ayudará al comerciante a realizar eso que él no se propone, o bien, por las
propias fuerzas naturales que conducen al mercado.
Fantasía no es realismo.
Ahora bien, del principio de imposibilidad pueden
y deben fundamentarse principios complementarios
de la acción. En efecto, el principio de imposibilidad
sólo hace explícito el límite ontológico del mundo de
la vida. Delimita con nitidez una irrebasabilidad del
mundo histórico-político. No obstante, de él se pueden
fundar principios práctico-normativos complementarios referidos a cualquiera de los campos prácticos del
mundo de la vida (el político, el económico, el familiar,
el pedagógico, etc.). De esta forma podemos formular
un principio normativo de la política para el momento crítico-positivo. Expresado en términos deónticos,
éste puede versar de la siguiente manera: Debemos hacer posible que las victimas que sufrieron en su corporalidad los
efectos negativos del sistema de dominación (los/as excluidos/
as, los negados/as, los/as ignorados/as por dicho sistema, incluida la naturaleza), puedan vivir en la construcción del nuevo
orden político51.
Este enunciado es un principio deóntico en la medida en que se hace imperativo negar la negatividad de
aquellos que fueron oprimidos/as, excluidos/as por el
sistema de dominación. Éste, como uno de los principios que hacen posible el acto con pretensión de justicia en el proceso de construcción del nuevo orden
político, es un punto de referencia para formular un
juicio sobre el proceso de construcción de la nueva
institucionalidad. Una política creativa que no cumpla
con este principio sería una política que está en riesgo
de regresión a lo anterior no en cuanto a la temporalidad, evidentemente, sino en relación a las viejas
prácticas del orden fetichizado.
Con lo anterior podrá irse vislumbrando que contrario al espontaneísmo neoliberal o anarquista, en la
concepción de biopolítica en estricto sentido deben
buscarse las mediaciones necesarias que posibiliten
que todos y cada una, comenzando por aquellos/as
que les fue negada la vida en el sistema de dominación, incluida la naturaleza, puedan vivir y se vean
expresados/as en el arduo y complejo proceso creativo de construcción del nuevo orden político. De ahí
la importancia del límite expresado en el principio de
imposibilidad arriba formulado. Y de aquí igualmente
se sigue la necesidad de pensar y construir una cultura
49 Este principio lo presenté formulado en (Zúñiga, 2017) y lo continué desarrollando en: Zúñiga, 2019; 2020b. Este principio de imposibilidad formulado en dichos trabajos funda los principios material crítico-negativo y crítico-positivo que presento en el tomo III de la Política de la Liberación.
50 Sobre esta discusión de los derechos humanos y su inversión en el neoliberalismo actual, cfr. Hinkelammert, 2010.
51 Este enunciado es una reformulación del principio enunciado por Dussel en sus 14 tesis de ética: “Debemos afirmar y obrar el crecimiento de la vida
de las víctimas, de los oprimidos o de los excluidos, de los negados, de los ignorados de todos los sistemas (ontológicos) morales vigentes, sean de nuestra
propia comunidad o, por último, de toda la humanidad” (Dussel, 2016, p. 180).
43
de la vida52, desde la cual las prácticas, relaciones (materiales, estéticas, culturales, entre géneros), mediaciones
no-materiales, institucionales y tecnológicas orientadas
a la posibilidad real de que todos y cada una, incluida
la naturaleza, puedan vivir, tengan sentido. En efecto,
de lo que se trata es de tener un nuevo horizonte de
comprensión del mundo y este horizonte en el momento creativo de la política (el momento crítico-positivo)
debe ser esta cultura de la vida. Ésta no se construirá,
sin embargo, en el solipsismo, en la individualidad, en
el egoísmo, sino en comunidad, de manera intersubjetiva, en el reconocimiento del otro como sujeto de
necesidades y finito.
Esta cultura de la vida se enfrenta con una cultura
de la muerte, del suicidio colectivo. En efecto, el “hacer vivir, dejar morir” del libre mercado tiene sentido
sólo en una cultura de la muerte, y sólo en ésta tiene
sentido el dejar morir aquellos que no se adaptan al
mercado. El “dejar morir” del mercado es un imperativo anónimo de la ética de la irresponsabilidad. En
esta medida, frente a la frialdad del mercado en su
ética anónima, se hace imperativo la intervención del
Estado, así le pese a Foucault o a los neoliberales. Y
puede intervenir porque él tiene igualmente límites: los
principios normativos del momento crítico-positivo de
la política, esbozados el capítulo 4 y 5 del ya referido
tomo III de la política de la liberación (Dussel, et al,
2020). Sólo en el cumplimiento de estos principios el
Estado puede evitar una acción ilimitada, una intromisión ilimitada, y una acción unilateral y vertical. ¿El
mercado puede intervenir? Por supuesto, limitándose
igual que el Estado a los principios normativos. Esos
son también sus límites. No se trata de negar ni al Estado ni al mercado, sino colocarles objetivamente sus
límites de acción. (A Foucault le preocupó los límites
del Estado y no los del mercado; su analítica del poder
no representa ninguna amenaza para las distorsiones
del mercado: en esta medida se hace tolerable a los
ojos del capitalismo transnacional, el soberano de hoy).
Biopolítica en estricto sentido no apela ni a un naturalismo ni a un espontaneísmo, ni a una entidad externa
autorregulada y autoproducida: apela a la estricta responsabilidad del ser humano por los otros seres humanos y por la naturaleza. En política esta responsabilidad se expresa normativamente a través de principios
de la acción fundados en el principio de imposibilidad del
sujeto viviente y la naturaleza. Contrario a una biopolítica
entendida como necropolítica que subsume la máxima
“hacer morir o dejar vivir”; contrario a una biopolítica
de mercado que subsume la máxima “hacer vivir y dejar morir”; contrario a una biopolítica entendida como
gubernamentalidad de la sociedad y de la intimidad del
singular bajo una lógica del cálculo económico; biopolítica en estricto sentido son las mediaciones institucionales, prácticas, estratégicas, tecnológicas, intelectuales y
52
míticas que se da una comunidad política a sí misma
de forma independiente, democrática, factible y responsable en medio de una comunidad de comunidades
que posibilitan su densenvolvimiento cualitativo en el
cual ella y la naturaleza puedan convivir en comunión.
PALABRAS FINALES
Uno de los alcances que tiene la presente obra, este
tomo III de la Política de la Liberación, es la distinción
de los diferentes momentos en los cuales se despliega
la política. Esta distinción es relevante en la medida
en que permite ubicar los discursos y las prácticas políticas de acuerdo a la intencionalidad de cada uno de
los momentos. La política de la liberación puede hacer
estas distinciones porque su pensamiento está fincado
en la negatividad de los negados, los/as excluidos/as,
los/as oprimidos/as, los/as desarrapados/as, de los
sistemas de dominación. De igual forma, cuenta con
la categoría de exterioridad, la cual permite romper la
pretensión de clausura del sistema abriendo posibilidades hacia el futuro incierto. El objeto de este trabajo
es una interpretación de la relación entre la política
y su nivel material en el momento crítico-constructivo. Y en este punto hay que recordar que la relación
política-vida no es una moda para la filosofía de la
liberación, pues ella desde sus inicios siempre pensó
esta relación, específicamente desde la corporalidad
sufriente de los efectos negativos y de exclusión.
Deberíamos decir que hoy el tema contemporáneo
de la biopolítica se acerca a lo que la filosofía de la
liberación desde los inicios de los setentas del siglo
pasaado venía problematizando desde la exterioridad
del sistema-mundo-moderno-capitalista-neoliberal. Y
lo hace ofreciendo nuevos elementos discursivos para
clarificar los conceptos y las tesis importantes de la
política de la liberación. El debate contemporáneo
sobre la biopolítica le ha permitido clarificar que la
relación negativa entre vida y política en el momento
crítico-negativo se expresa en términos de una necropolítica o una tanatopolítica. Faltaba, sin embargo, por
desarrollar cómo se establecería la relación en el momento crítico-positivo de la política. Y esta relación no
podía ser expresada en términos de una biopolítica en
sentido negativo, sino en términos afirmativos negando
la negación de aquellos a quienes se las he negado la
posibilidad de una vida digna. En este sentido es que
en este momento de la política tenemos que hablar
de biopolítica en estricto sentido. Esta idea no pretende ser
definitiva, habrá que continuar su desarrollo conceptual in extenso. Sin embargo, nos parece que ella abre el
camino para pensar una biopolítica crítico-afirmativa.
Para llegar a este punto, nos vimos en la necesidad
de hacer un recorrido amplio por la lectura foucaul-
En un reciente trabajo, Hinkelammert ha dado las líneas generales de esta cultura de la vida. Cfr. Hinkelammert, 2020, pp. 176-199.
44
tiana sobre la biopolítica neoliberal. No sólo porque
en la discusión contemporánea sobre biopolítica todos
los caminos llevan a Foucault, sino también porque
queríamos mostrar esa otra lectura de Foucault sobre
la relación entre vida y política: una lectura que hasta
hoy es poco conocida o bien, no se sabe cómo interpretar este Foucault desconcertante para sus lectores
asiduos. Desconcertante en dos sentidos: porque, por
una parte, Nacimiento de la biopolítica es el único texto en
el cual habla sobre un pensamiento contemporáneo
y en esta medida el nivel de reflexión es radicalmente
distinto al eterno sumergimiento en la historia antigua, medieval o del desarrollo de la Modernidad; y,
por otra, porque desde una perspectiva crítica lo más
sencillo sería leer a Foucault desde el desarrollo histórico actual del neoliberalismo y entonces adjudicarle
problemáticas que a él no le tocaron vivir, como bien lo
dice Wendy Brown. En este sentido, la interpretación
que presentamos de Foucault eludió en todo momento
adjudicarle problemáticas del capitalismo bélico contemporáneo, aquel que abre violentamente mercados
ahí en donde no los hay: el totalitarismo de mercado
(Cfr. Hinkelammert, 2018).
Sin embargo, la perspectiva cambia radicalmente cuando la lectura sobre el neoliberalismo de Foucault se contrasta con otras lecturas tempranas sobre el
mismo pensamiento socio-económico desde otro locus
epistémico. Frente al Nacimiento de la biopolítica se puede anteponer Las armas ideológicas de la muerte de Franz
Hinkelammert. Este último texto, publicado originalmente en 1978 (Hinkelammert, 1978) y reeditado en
1981 (Hinkelammert, 1981), es una lectura radicalmente opuesta a la lectura foucaultiana (Cfr. Zúñiga,
2020c). Este texto presenta ya un análisis del propio
neoliberalismo desde sus consecuencias conocidas a
partir del golpe de Estado en Chile y la violencia que
los representantes de este pensamiento comenzaron a
propagar en América Latina; es una investigación que
aborda críticamente los fetiches del sistema neoliberal
y sus discursos políticos y teológicos de la violencia en
nombre de deidades. Así, mientras en el Collège de
France se quedaba Foucault atónito ante un pensamiento que postulaba prácticas de autogobierno (capital humano) y desujeción frente al Estado (el sujeto
de interés), en América Latina, durante los setenta,
los exiliados latinoamericanos, muchos de ellos profesores universitarios y líderes políticos, se quedaban
atónitos por la violencia que podían generar las políticas de privatización global53. Las armas ideológicas en
1978 expresaba ya la necropolítica del neoliberalismo.
¿Acaso Foucault no se enteró del golpe de Estado de
1973 en Chile? Si le queremos sumar más atributos a
la irreverencia ingenua del autor de Vigilar y castigar,
también podría decirse que mientras él creía en la tesis
de que el desarrollo económico de Europa en el siglo
XVI fue por la acumulación de capital humano, la
Teoría de la Dependencia, tradición económica en la
Theotônio dos Santos, Hinkelammert, Dussel, y muchos otros se inscriben, mostraba las formas continuas
de transferencia de capital de las periferias al centro
económico europeo.
Si bien Foucault escribió Nacimiento de la biopolítica al
calor de su enfrentamiento con el marxismo francés de
la época y como un acto de irreverencia de no seguir
la tradicional crítica de izquierda al capitalismo contemporáneo y, por el contrario, ver sus alcances en la
postulación de prácticas no disciplinarias, su aventura
mostró sólo su entusiasmo por liberar al sujeto de la
colectividad del contrato y del Estado, y sujetarlo al mercado. Foucault criticó el “hacer morir” del soberano y
le entusiasmó el “dejar morir” del libre mercado. Esta
sujeción al mercado la ubicó con precisión Foucault
en su explicación del capital humano y del sujeto de
interés. Como vimos, este entusiasmo de Foucault no
es casual: corre en línea paralela a su ética egoísta e
individualista, a una ética de al irresponsabilidad. Así
que, rechazamos la interpretación de Wendy Brown
de que Foucault divagaba en su Curso de 1978-1979;
por el contrario, era muy consciente de lo que estaba
postulando.
Así, la concepción de biopolítica en estricto sentido es
la negación de la biopolítica neoliberal haciéndole
justicia a los negados y excluidos por el ambiente de
mercado competitivo que produce esas tecnologías
gubernamentales que a Foucault lo dejó atónito y le
generaron gran simpatía.
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53 Junto con Las armas ideológicas nos gustaría también destacar otro de los textos más interesantes sobre neoliberalismo que se escribía a la sombra de
la violencia neoliberal, nos referimos a La idolatría de mercado de Hugo Assmann (1997) cuya primera publicación en Brasil data de 1989 en coautoría con
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45
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47
LA REVOLUCIÓN CONTRA LAS
ESTATUAS: LA COVID-19 Y LA
CRÍTICA A LOS FUNDAMENTOS
DE LA MODERNIDAD
THE REVOLUTION AGAINST THE STATUES: COVID 19 AND THE
CRITIQUE OF THE FOUNDATIONS OF MODERNITY
MARIO RUIZ SOTELO54*
Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México, México
RESUMEN:
Palabras clave:
El presente trabajo tiene por objetivo realizar una reflexión en torno al vínculo de la pandemia
de la Covid-19 con el momento de la Modernidad en que se ha manifestado. Se presenta bajo
la forma de un ensayo conducido teóricamente por la Filosofía de la liberación, la cual nos faculta para reconocer la relación pandemia-globalización, construida desde el mismo siglo XVI,
momento fundacional de la dicha etapa. Sobre esa base, en el texto se reflexiona sobre cómo
la pandemia actual tiene proporciones inéditas, tras la cual se ha construido una renovada conciencia planetaria y un cuestionamiento a injusticias sociales que han quedado notablemente
evidenciadas. Llamamos a dicho momento contra-globalizador, construido mediante una ética-crítica, tras la cual se cuestiona el impedimento a la reproducción de la vida (momento material
de la ética) propio del modelo globalizador dominante. En esa lógica es que puede explicarse
la reacción contra el asesinato del afroamericano George Floyd en mayo de 2020, caracterizada por movimientos masivos en diversas partes del mundo que tuvieron por particularidad el
derrumbamiento de las estatuas de personajes ligados con la promoción de la esclavitud. Es así
que proponemos reconocer dicha irrupción sobre la base de una orientación analéctica, como
una crítica a los fundamentos de la Modernidad misma, construida sobre las bases de la relación
colonialismo-esclavitud. Así pues, la pandemia, aliada histórica de la globalización, ha conseguido provocar, a contracorriente, un movimiento contra-globalizador y crítico de la Modernidad.
Pandemia,
estatuas,
Modernidad,
contraglobalización,
esclavitud.
ABSTRACT:
The objective of this work is to reflect on the link between the Covid-19 pandemic and the
moment of Modernity in which it has manifested itself. It is presented in the form of an essay
theoretically guided by the philosophy of liberation, which enables us to recognize the pandemic-globalization relationship, built since the 16th century, the founding moment of that stage.
On this basis, the text reflects on how the current pandemic has unprecedented proportions,
after which a renewed planetary consciousness has been built and a questioning of social injustices that have been remarkably evident. We call this a counter-globalizing moment, built
through a critical-ethical perspetive, after which the impediment to the reproduction of life
(material moment of ethics) typical of the dominant globalizing model is questioned. It is by
this logic that the reaction against the assassination of the African-American George Floyd in
May 2020 can be explained, characterized by massive movements in various parts of the world
that were characterized by the destruction of statues of characters linked to the promotion
54
*
Keywords:
Pandemic, Statues,
Modernity,
counterglobalization,
slavery.
Profesor-Investigador de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México.
48
REVISTA FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN. DESCOLONIZACIÓN Y TRANSMODERNIDAD, ENERO-JUNIO 2021, N°1.
of slavery. Thus, we propose to recognize this irruption on the basis of an analectic orientation, as a critique of the foundations of Modernity itself, foundations built on the basis of the
colonialism-slavery relationship. Thus, the pandemic, a historical ally of globalization, has
managed to provoke, against the tide, a counter-globalizing movement critical of Modernity.
RECIBIDO: 15 de octubre de 2020
APROBADO: 01 de diciembre de 2020
INTRODUCCIÓN
La pandemia de la Covid-19 ha cambiado nuestra visión del mundo. Ha transformado también nuestra percepción de la vida humana y de la vida del planeta.
Cientos de miles de seres humanos han sido sacrificados
por un enemigo indómito que ha desafiado a la ciencia, a la organización política, al modelo económico, al
orden mundial vigente, solicitando implícitamente un
severo cuestionamiento de estos. La misma Modernidad
parece hoy menos moderna al mostrarse débil y vulnerable. Su legitimidad histórica parece quedar en entredicho incluso en sectores que aparentemente serían sus
beneficiarios. Este tiempo nefasto ha sido, no obstante,
privilegiado para la crítica de nuestro propio tiempo.
En la presente reflexión abundaremos un poco en dicha
crítica, orientada primordialmente por la Filosofía de la
liberación. En el primer apartado observaremos que el
fenómeno de las pandemias, por ser un hecho global,
está intrínsecamente ligado con el colonialismo moderno. Como tal, podemos ubicar a sus primeras víctimas
en los pueblos indoamericanos, particularmente en México-Tenochtitlan, cuya caída se dio, no casualmente,
después de padecer los efectos de una enfermedad traída junto con la idea de la conquista. El dato histórico
tiene por objetivo revelarnos que las consecuencias del
binomio pandemia-colonización se mantienen hasta
nuestros días. En el segundo punto abordaremos una
de las consecuencias del confinamiento: el surgimiento
de un movimiento intelectual y político que llamamos
contra-globalizador, en el cual se ha formulado una ética-crítica que busca cuestionar a las víctimas del orden
vigente. Finalmente, en la tercera parte observaremos
las características del primer movimiento político global producto de la pandemia, el que hemos llamado la
revolución contra las estatuas, que es en realidad un cuestionamiento a los fundamentos de la Modernidad misma.
1. LAS PANDEMIAS: UN PRODUCTO DE LA
GLOBALIZACIÓN
Hace 500 años ocurrió la primera globalización. La
desató, por supuesto, el propio Cristóbal Colón. Fue
desde entonces que el mundo abandonó su fracciona-
miento parroquial y se convirtió en un mundo único,
conectado por intrincadas rutas comerciales que no
sólo traficaban mercancías, sino seres humanos, a los
que, precisamente, se les trataba como una mercancía
más. No fue, pues, una globalización que provocara
una vinculación afectiva, sino el dominio de quienes
demostraron tener más fuerza que los otros, y por lo
mismo, impusieron su cultura como marca de una inédita idea de universalidad. Si bien el etnocentrismo es
un fenómeno antropológico, el etnocentrismo europeo
se distinguió de los demás por ser el primero que adquirió una dimensión global. Aquella globalización marcó
el ethos característico de dicho fenómeno. Es decir, la
globalización, la universalización, se convirtieron en
sinónimo de occidentalización, y consecuentemente,
de colonización. En efecto, la globalización entrañó el
fenómeno de las invasiones colonialistas, del despojo
de las tierras propiedad los pueblos originarios, esto es,
de lo que en términos marxistas implica la acumulación
originaria de capital. La dialéctica entre países globalizadores y globalizados, aquella que justifica el colonialismo, transita en cada paso de la filosofía moderna. Se
encuentra en Maquiavelo, cuando habla del modelo
del príncipe y piensa en Fernando el Católico; o en
Hobbes, al aducir el supuesto “estado de naturaleza”
y la guerra de todos contra todos; o en Locke, al momento de justificar la esclavitud; o en Rousseau, cuando
habla del salvaje ingenuo, por citar algunos ejemplos.
Las pandemias son un subproducto provocado por
la primera globalización.55 En efecto, fue hasta que el
mundo se comportó como un sistema globalmente interconectado que los microorganismos que provocan
las epidemias también cruzaron el océano, transformándose en pandemias. Las epidemias no fueron provocadas por la globalización, pero las pandemias sí. Así
pues, las pandemias son un fenómeno que nace con la
Modernidad, y más específicamente, con la colonización moderna. Los invasores europeos que colonizaron el territorio americano provocaron fortuitamente
epidemias desconocidas en los pueblos indoamericanos, lo que facilitó el proceso de despojo y usurpación
de los territorios invadidos. Tanto en el Caribe como
en Mesoamérica se refiere que la población oriunda
fue particularmente afectada por los microorganismos
insertados por los invasores españoles, para los cuales
55 Según la Organización Mundial de las Salud, “Se llama pandemia a la propagación mundial de una nueva enfermedad”, consultado el 15 de septiembre en https://www.who.int/csr/disease/swineflu/frequently_asked_questions/pandemic/es/
49
no habían desarrollado defensas en su sistema inmunológico. El caso más representativo es el ocurrido en
México-Tenochtitlan, hacia 1520, la ciudad más habitada del mundo indoamericano, y que fue tomada
por los españoles en un proceso cruento y doloroso.
Como es bien sabido, el ejército comandado por los
hispanos contó con la invaluable ayuda de los pueblos
rivales de los mexicas, sin los que su triunfo habría
sido imposible, aunque no debe olvidarse que dicha
“alianza” tiene como primordial principio aglutinante
las tácticas terroristas aplicadas por los invasores a sus
futuros aliados.56 Con todo y eso, el ejército invasor así
fortalecido fue derrotado por los mexicas en la batalla
inicial, comandados por su emergente tlatoani Cuitláhuac, quien supo concretar así el primer triunfo de
un ejército indoamericano frente a otro representativo
del colonialismo moderno. Sin embargo, apenas unos
días después de su victoria, la ciudad de Tenochtitlan
fue víctima de una epidemia inédita, producto de los
microorganismos traídos por los españoles. Los informantes nahuas de Bernardino de Sahagún describieron la situación de la siguiente manera:
Es muy destructora enfermedad. Muchas
gentes murieron de ella. Ya nadie podía andar, no más estaban acostados, tendidos en
la cama. No podía nadie moverse; no podía
volver el cuello; no podía hacer movimientos de cuerpo; no podía acostarse cara abajo, ni acostarse sobre la espalda, ni moverse
de un lado a otro. Y cuando se movían algo,
daban de gritos. A muchos dio muerte la
pegajosa, apelmazada, dura enfermedad de
granos (León Portilla, 2016, pp. 123-124).
El propio Cuitláhuac fue la víctima más visible, y la
afectación a la población fue sin duda un factor que influyó para que los invasores y sus aliados se apoderaran
de la ciudad unos meses después, en 1521. Así pues, la
derrota de México-Tenochtitlan no puede entenderse
sin el debilitamiento de su población a consecuencia
de la pandemia entonces provocada por los forasteros,
a la que llamaron cocoliztli, (enfermedad), refiriendo de
tal modo a la viruela. Por lo dicho, el inicio de la colonización moderna, de la primigenia globalización, está
marcado por el acompañamiento de una pandemia,
como si ésta estuviera encargada coadyuvar a forjar
el sistema colonial moderno.
Análogamente a lo ocurrido hace medio milenio, la
pandemia de la Covid 19 ha sido prohijada por el pro-
ceso de globalización. Se asemeja en que se trata de un
fenómeno que se mundializa, pero difiere de la forma
en que tal proceso se concreta. La rápida propagación
del virus sin duda tiene que ver con la acentuada interacción entre los habitantes de diversos países propia
de nuestro tiempo. Wuhan, el foco inicial de la enfermedad, es una ciudad cosmopolita, a ella acude gente
de todo el mundo y los oriundos de ahí viajan a otros
lugares fuera de China con una facilidad visible. Esos
viajeros, hay que decirlo, son, frecuentemente, personas con recursos económicos holgados, integrantes de
las clases sociales económicamente altas, que pueden
permitirse con toda comodidad incluso viajes transcontinentales57, característica inequívoca de lo que llamamos mundo global. Al propagarse a otras naciones, el
virus, si bien no distingue clases, al fin de cuentas exhibe el racismo estructural y se ensaña con los integrantes
de las clases subalternas, frecuentemente miembros de
comunidades indígenas y negros,58 pues ellos por razones obvias suelen tener una salud más vulnerable y, por
tanto, son quienes han propiciado e inevitablemente
propiciarán el mayor número de muertos.
Y eso ha ocurrido y seguirá ocurriendo, primordialmente, en los países con economías más débiles, justamente los que han sido históricamente víctimas de los
procesos de colonización, y hoy viven una condición
claramente neocolonial. En ese sentido, el proceso denota una naturaleza semejante a las epidemias que
asolaron a la población indoamericana en las décadas
subsiguientes a la invasión y despojo del primer proceso globalizador iniciado en 1492. Pandemia y colonización constituyen, pues, un binomio construido en
el origen de la Modernidad y cuyas secuelas permanecen vigentes.
2. QUÉDATE EN CASA: LA REFLEXIÓN EN
TORNO A LA MODERNIDAD DOMINANTE
Así pues, las pandemias suelen jugar un papel perverso
en el proceso de globalización, como un instrumento
que finalmente incide para profundizar las contradicciones sociales propias del modelo económico capitalista que le es inherente. No obstante, en contraparte,
la pandemia de la Covid-19 ha motivado al menos dos
aspectos positivos que es preciso destacar. Por una parte, ha generado una cierta conciencia planetaria sobre
la fragilidad de la vida humana. En segundo término,
si bien es cierto que ha perjudicado más a los débiles
que a los poderosos, también lo es que esa situación
56 Recordemos que la famosa alianza entre el ejército de Cortés y los tlaxcaltecas se dio después de que el primero mandara cortar las manos a cincuenta
pobladores de los segundos, al acusarlos de que buscaban espiarlo y preparaban un ataque sorpresa, (Cortés, 2015, p. 47).
57 Es indudable que contribuyó a la difusión del virus la gran movilidad que reporta de la ciudad de Wuhan: Sandra Pulido, “Así se propagó el coronavirus antes de que comenzara la cuarentena”, en Gaceta Médica, 5 de febrero de 2020, en https://gacetamedica.com/investigacion/asi-se-propago-el-coronavirus-antes-de-que-comenzara-la-cuarentena/ Consultado el 21 de diciembre de 2020.
58 Es uno de los planteamientos de Judith Butler, https://www.thenation.com/article/culture/judith-butler-force-of-nonviolence-interview/ . Consultada el 15 de septiembre de 2020.
50
ha motivado una reflexión en amplios sectores sociales
que los ha llevado a cuestionar el orden existente. La
pandemia no genera injusticia social, la revela, aunque
también, la profundiza.
En efecto, sobre la conciencia planetaria, ha quedado claro que las diferencias culturales, la diversidad de
credos religiosos, incluso las formas de organización
económica están lejos del protagonismo, y su valoración, que ha provocado infinidad de querellas y guerras, se ha visto reducida a cero. El ser humano ha sido
exhibido en su debilidad, en su finitud, en su fragilidad. Su conciencia de muerte ya no refiere sólo la de
los especímenes, sino de la especie misma. Afuera de
cada casa del mundo parece manifestarse el pesar por
los que inevitablemente han muerto y los que podrían
seguirles. Lo que antes entendíamos por globalización,
la pandemia lo ha exhibido como una caricatura, un
lazo construido sobre la base de un poder dominador,
excluyente. Ahora sabemos que lo único que en verdad puede hermanarnos mundialmente es el dolor, la
inevitabilidad de la muerte no sólo de nuestros seres
queridos, sino de la vida misma de la humanidad. Ese
surgimiento de una conciencia de hermandad mundial
no sólo es ajeno, sino contrario a la globalización. Es
pues, una contra-globalización. No ha sido generada por la
fuerza de unos sobre otros, sino por la debilidad de todos, del ser humano mismo. La pandemia ha revelado
que la globalización actual, en realidad globalización
del mercado, del modelo económico neoliberal, del tipo de estado que promueve, es antagónica de la vida
humana en particular, y en general, de la vida del planeta. El movimiento intelectual y político contra-globalizador que aludimos está alentado, dicho en términos de la Ética de la Liberación de Enrique Dussel,
por el principio material universal de la ética, con un actuar
que deba producir, reproducir y desarrollar de manera autorresponsable la vida de cada sujeto humano y
consecuentemente, de la humanidad entera (Dussel,
1998, p. 140). Dicho movimiento, aunque incipiente y
fragmentado, ha demostrado ya ser capaz de formular una ética-crítica no sólo de la globalización actual,
sino los fundamentos de la Modernidad misma, como
plantearemos más adelante.
Se puede ser escéptico hacia el mismo y señalar que
se trata de una evaluación exagerada y desprovista de
realidad. Que cuando el primer confinamiento se relajó,
en algunas de las grandes ciudades del mundo, como
Madrid, París o México, el fenómeno social más notable
fueron las grandes filas en torno a los centros comerciales
que venden ropa y en general, artículos que no son de
primera necesidad, los únicos a los que se tenía acceso
al momento del resguardo en casa. Dicho fenómeno
es fácilmente explicable como una inercia de los usos
y costumbres característicos del mercado global y que
ciertamente no desaparecerán de un día a otro. Esos
centros funcionan no sólo como espacios comerciales,
sino como vehículos de socialización, y el ansia de encontrarse con los demás de alguna forma provoca aquella necesidad de acudir a tales sitios, aun cuando no se
compre mercancía alguna. Pero también es cierto, como
veremos en el apartado siguiente, que el confinamiento se interrumpió precisamente en los Estados Unidos,
justo cuando dicho país se consideraba epicentro de la
pandemia, al desatarse las manifestaciones antirracistas.
Confinarse, aislarse del virus, del prójimo, se convirtió en la fórmula segura para preservar la vida. No deja
de ser una paradoja: el contacto con los otros, aquello
que está en la naturaleza misma del ser humano, lo que
le da un mundo y una forma de vivirlo, es lo que tiene
que evitarse. Ha quedado, cierto, la opción del contacto
virtual, que finalmente es eso, un contacto sin contacto.
Esa opción, por supuesto, ha generado ganancias exponenciales a empresas dedicadas al entretenimiento
a través de la pantalla, como Netflix, además de otras,
especializadas en ventas por la red, como Amazon, además de Facebook y Apple.59 Así pues, con todo y que
la crisis económica desatada es la peor en casi un siglo,
a fin de cuentas, las empresas de la globalización son
fieles a su naturaleza y se alimentan del desastre generado por la pandemia, como ha sido desde su origen.
Por otra parte, el Quédate en casa ha significado también la particular exhibición de una división de clases
que de alguna manera fue resignificada por la pandemia. En casa han podido quedarse los asalariados, los
que tienen un trabajo de alguna manera seguro, los
trabajadores que son parte del sector formal, derechos
que hoy en día suelen ser en realidad un privilegio en
la mayor parte de los países periféricos. Y por supuesto,
en casa pueden quedarse los propietarios, grandes y
pequeños. Afuera, quienes no han podido resguardarse, en el medio rural o urbano, hacen su labor arriesgando a diario su vida, un estado de excepción que,
parafraseando a Walter Benjamin, en realidad es lo
común en buena parte del sector laboral. Así ha sido
con las comunidades campesinas, que finalmente son
las proveedoras de alimentos, o con los empleados de
los supermercados, o con los trabajadores de limpia, o
con los repartidores de mercancías diversas. La emergente división de clases durante la primera etapa del
confinamiento se articuló entre quienes podían cuidar
su vida y quienes tenían que arriesgarla para sobrevivir.
A pesar de todo, el confinamiento también significó
un momento de autorreflexión personal, de una profunda crítica de la situación social y política, y particularmente, de la condición neoliberal, que muy probablemente marcará un nuevo derrotero histórico. La
idea de adelgazar el Estado y privatizar servicios, como
el de la salud, quedaron a todas luces rebasados. La
59 Véase Forbes México, “Amazon, Apple y Facebook se benefician de la pandemia y reportan sólidas ganancias”, 30 de julio de 2020. Consultado el 14
de septiembre de 2020. https://www.forbes.com.mx/negocios-amazon-apple-facebook-ganan-pandemia/
51
construcción de un nuevo modelo económico, o al menos, la reconstrucción del antiguo Estado de bienestar,
se convirtieron casi en un consenso generalizado. Estados Unidos, el país considerado guía de la civilización
occidental desde el fin de la Segunda Guerra Mundial,
quedó absolutamente desprovisto de tal liderazgo, y
hoy nadie pretende tomarlo como modelo. La reflexión
de la pandemia ha significado el cuestionamiento del
orden existente y la necesidad de superarlo. Pronto las
críticas domésticas se convirtieron en manifestaciones
callejeras, nacionales e internacionales, detonadas por
el asesinato de George Floyd a cargo de la policía, en
lo que podemos llamar la Revolución contra las estatuas.
3. LA REVOLUCIÓN CONTRA LAS
ESTATUAS: LA IRRUPCIÓN DE LA
CONTRA-GLOBALIZACIÓN
El pasado siempre está cambiando. El presente tiene por
obligación criticarlo en forma permanente; cuestionar
las interpretaciones que justifican un orden al cual considera necesario transformar. La reflexión desarrollada
durante el confinamiento provocó una sensibilidad social y política que permitió ver realidades, injusticias que
permanecían ocultas como parte de la normalidad que
debía ser aceptada dentro de un horizonte de sentido
dominante; como parte de la modernidad que se presume el mejor de los mundos posibles. En esa cotidianidad
irrumpió el asesinato cometido en Mineápolis, Estados
Unidos, al afroestadounidense George Floyd, el 25 de
mayo, bajo la absurda acusación de haber pagado en
una tienda con un supuesto billete falso de veinte dólares. Apenas afuera de la misma, el policía “blanco” Derek Chauvin, a la vista de todos, presionó con su rodilla
el cuello de Floyd, quien apenas alcanzó a balbucear “I
can´t brathe”, hasta que consiguió matarlo, en una atroz
tortura que duró una eternidad de nueve minutos, con
la complicidad de otro policía, quien no se inmutó ni
hizo intento alguno por impedir el crimen, aceptando
tácitamente su complicidad con lo ocurrido. Las duras
escenas del asesinato se hicieron virales en cuestión de
minutos, y la indignación corrió por varios países por
la vía de las redes sociodigitales, un efecto secundario
posibilitado también por el mundo globalizado, y que
se ha convertido en un nada desdeñable espacio de organización cívica. La indignación ciudadana desafió el
confinamiento en uno de los momentos en que la pandemia causaba mayor temor y decidió salir a las calles.60
Se desataron entonces actos de protesta con epicentro
en Mineápolis, pero que se dispersó por diversas ciudades estadounidenses, europeas y latinoamericanas. Se
hicieron manifestaciones multitudinarias, se pintaron
paredes, se rompieron vidrios, carros, mobiliario urbano, pero algo mucho más importante por su enorme
carga simbólica: se destruyeron estatuas. Esas esculturas
aparentemente inocuas, adornos de parques donde se
mostraban aparentemente pasivas e inertes, de repente
cobraron vida y resucitaron el pasado que explicaba el
presente, la normalidad vigente, aquella que hizo que
los policías torturaran y mataran sin piedad a Floyd
esperando impunidad. Lo que la ciudadanía vio con
espanto durante el silencio de su primer confinamiento,
es que ese asesinato era la reproducción de otros asesinatos que tuvieron lugar siglos antes, como cuando los
barcos negreros partían de África hacia América con
cientos de pobladores secuestrados o “comprados”, hacinados en espacios asfixiantes que los hacían morir en
el trayecto. Miles de ellos dijeron seguramente, al igual
que Floyd, “no puedo respirar”, y poco después murieron y sus cadáveres fueron echados al mar, mientras
el mundo occidental aprendió a aceptar esas masacres
recurrentes como parte de una inevitable cotidianidad;
como un acontecimiento necesario para conseguir mano de obra que trabajara en las colonias y generara así
el “progreso” de las metrópolis. Era la Totalidad postulando su opresión como ontológicamente fundada
(Dussel, 2014, p. 25) incapaz de observar la exterioridad,
los pueblos africanos, “negros”, concebido como no ser,
sin sensibilidad ni derecho alguno.
Los dichos pobladores africanos, evidentemente, asumieron su destierro y el traslado hacia territorio americano como un secuestro que de ninguna manera podía
entenderse como “normal”. En el testimonio recuperado en la autobiografía de Olaudah Equiano, escrito
hacia 1756, el africano “negro” esclavizado, oriundo
de la zona del Níger, explica sus impresiones sobre el
embarque del barco en el que fue secuestrado para su
traslado al continente americano:
La primera cosa que saludó mi mirada
cuando llegué a la costa fue el mar y un barco negrero que estaba fondeando esperando
su cargamento. Esta escena me llenó de un
asombro que se transformó en terror cuando me transportaron adentro (...). Cuando
observaba alrededor del barco y vi un horno
parecido a aquel que se utiliza para fundir
el cobre y que había muchos Negros de todas edades encadenados los unos a los otros,
desaliento y sufrimiento, ya no dudaba de
mi destino, y agobiado, me desmayé en el
puente del barco (Mvengou, 2018).
El relato de Equiano es la voz del Otro que, desde
la alteridad, exhibe a los esclavistas justamente como
60 Es el momento que Dussel llama razón ético-preoriginaria, “un tipo específico de racionalidad que reconoce a la víctima excluida, al Otro como otro del
sistema de comunicación vigente”. Se trata de una precepción específica, un “decir antes de todo lo dicho”, una responsabilidad a priori, la revelación del
Otro que se convierte en la condición de posibilidad para la argumentación de una ética-crítica (Dussel, 1998, pp. 419-420).
52
sembradores de terror en una población a la que destruyen exonerados de cualquier principio ético, en el
entendido que los destruidos, los cosificados, pertenecen a una categoría ontológica insignificante. Él mismo
acepta ya las categorías racializadas impuestas por los
invasores, y no puede sino referirse a los suyos como
“Negros”, en el entendido que los colonizadores europeos son “blancos”. Ante el ataque legitimado por
la colonización demandada por la modernidad de los
países centrales, Equiano proclama su propio sufrimiento y el de su pueblo, ante cuya realidad no puede
respirar y cae sin aliento. Su perspectiva es finalmente
una visión analéctica, crítica de la ontología de la Totalidad moderna que los cosificaba e instrumentalizaba,
que los consideraba bestias, mercancías que generarían
más mercancías. Para él no hay esclavos, sino en todo
caso personas que sufren, que están incapacitados para
reproducir su vida debido al orden vigente, esbozando
así una implícita crítica ética. Desde su punto de vista,
los colonizadores son auténticos secuestradores que
han institucionalizado prácticas terroristas, un dominio absoluto que les niega su condición humana para
caer presos en la peor de las tiranías. Se trata, pues,
de una racionalidad analéctica, distinta de la racionalidad universalista, univocista, totalitaria que es la guía
del proceso de colonización. Esa voz débil que apenas
pudo pensar en silencio el sufrimiento de los esclavos,
es un auténtico grito que denuncia el proceso de colonización de la vida del Otro y que siglos después no
podemos dejar de escuchar.
Entre el sufrimiento de Equiano y el de George Floyd
hay una línea de comunicación directa.
La esclavitud de los pueblos africanos, de los amerindios, se dio como resultado de la acumulación originaria de capital y la necesidad de mano de obra masiva
que se necesitaban para echar a andar el capitalismo
incipiente generado por el proceso colonialista desatado en los albores de la modernidad. Lo que hoy llamamos racismo no es sino la secuela del proceso modernizador que generó una especie de división del trabajo
sobre la base étnico-racial61, tras la cual el modelo occidentalizador se expresó como dominio político, económico, cultural, estético, y dejó degradado a quienes
estaban en la alteridad del mismo. Ese dominio fue el
que autorizó a someter por la fuerza a los pobladores
de la costa africana desde el siglo XV, lo mismo que
a sus descendientes, en el siglo XXI. Es la necropolítica
expuesta por el filósofo camerunés Achille Mbembe,
la capacidad para decidir sobre quién puede vivir y
quién no.62 Cuando Floyd musita “I can´t breathe” se
hace eco del sufrimiento de Equiano al ver a su pueblo
esclavizado. Ambos claman “Black lives matter”, la vida de los negros importa, la vida del Otro importa. En
otros términos, la colonialidad gestada por el mundo
moderno sigue presente y hay que superarla. Y todo
indica que su grito no se ahogó en el desierto.
Sin dudarlo, podemos decir que esa continuidad fue
percibida por quienes estuvimos confinados en los primeros meses de la pandemia. Se advirtió que la protesta por el asesinato de Floyd involucraba a los orígenes
de la Modernidad misma y al proceso de globalización
que la hizo posible, incluida la esclavitud, por lo que
debía irse al fundamento mismo, es decir, al inicio de
la colonización moderna. La historia dominante, la llamada “historia universal”, fue puesta en entredicho al
considerarla forjadora de la dicha Totalidad en que ha
sido asumido Occidente, de la que la degradación racial es una visible secuela. Había entonces que cuestionarla radicalmente, ponerla de cabeza, revisarla desde
el sufrimiento de Equiano o Floyd. Fue por eso que las
estatuas cobraron vida. Fue así que los manifestantes
reconocieron a los personajes históricos a quienes se
rinde tributo como generadores del orden dominante,
acusándolos de ser no sólo corresponsables del asesinato de Floyd sino de otros muchos, porque él se convirtió
a su vez en el símbolo de los millones de seres humanos
que han muerto de la misma forma, como una parte
de la antigua normalidad.
De ese modo, así como la invasión estadounidense
en Irak lo primero que hizo tras la toma de Bagdad
fue tumbar la estatua de Saddam Hussein para simbolizar el fin de su régimen, o en los países dominados
por la URSS hicieron lo propio con los monumentos
a Lenin, era menester ahora identificar a los fundadores del racismo moderno, que son nada menos que
los generadores del orden globalizador. No es gratuito
que las efigies más castigadas hayan sido justamente las
de Cristóbal Colón, que fueron tiradas de su pedestal
en Massachusetts, Minnesota, Florida, Virginia, entre
otras ciudades. Colón, en el imaginario occidental, ha
sido visto históricamente como el héroe fundador, el
gran descubridor de mundos ocultos, el gran divulgador de la cultura occidental, el destructor de límites, el
hombre audaz por excelencia. Por recordar un ejemplo, el primer transbordador espacial creado por la
NASA en 1981 fue llamado precisamente Columbia en
honor y en memoria al ejemplo de Colón. Cuestionar
los méritos de Colón significa hacerlo con los fundamentos de la Modernidad misma, puesto que ésta, en
efecto, no puede entenderse sin la ruptura de la cosmovisión medieval que significaron sus viajes.
Es pertinente preguntarse: ¿no estamos siendo injustos con Colón o con Leopoldo II? ¿No eran simplemente hijos de su tiempo? ¿Acaso se les está haciendo una
inapropiada crítica anacrónica, con cuestionamientos
del siglo XXI? Así lo han advertido, entre otras per-
61 Sobre el concepto, véase, Aníbal Quijano, Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina, Buenos Aires, Clacso, 2010.
62 Los planteamientos de Mbembe representan un indispensable acercamiento a la política en los países que han heredado la condición colonial. Véase
Mbembe, Necropolítica, Tenerife, Melusina, 2011.
53
sonalidades, Arturo Pérez-Reverte, prolífico escritor
español y destacado miembro de la Real Academia
Española.63 Si así fuera, por supuesto, sería un juicio
profundamente inadecuado e incluso quizá podría justificarse la actuación de tales personajes. Pero parece
que no es el caso. De que Colón fue un esclavista, por
supuesto, no hay duda alguna. Participó de la experiencia colonialista africana dirigida por el reino de
Portugal entre 1476 y 1485, donde se dedicó al comercio de azúcar y muy probablemente al tráfico de
esclavos (Arranz, 2000, p. 29), donde, en efecto, debió
considerar que simplemente se trataba de un negocio
redituable que no parecía ser asunto de mayores objeciones. Es así que, durante su segundo viaje, sugiere
a los Reyes Católicos (1494) una forma de pagar mercancías e insumos necesarios para el mantenimiento
de la primera colonia de América, implantada en la
isla de Haití (renombrada por él La Española): “(…) las
cuales cosas se les podrán pagar con esclavos de estos
caníbales, gente tan fiera y dispuesta, y bien proporcionada y de buen entendimiento, los cuales quitados
de aquella inhumanidad creemos que serán mejores
que otros ningunos esclavos” (Colón, 2000, p. 264).
La supuesta antropofagia de algunos grupos caribeños
se convirtió en el pretexto ideal para someterlos y esclavizarlos, y acá el “Descubridor”, en una elocuente
expresión de su naturaleza colonizadora, propone convertirlos en mercancías para poder pagar los gastos del
manejo de la colonia, confesándose así explícitamente
en el fundador del esclavismo moderno en América.
Colón había recibido muchas muestras de afecto por
los caribeños y aquí mismo incluso reconoce sus facultades intelectuales, pero eso, impelido por la lógica totalizadora de la cristiandad, insertada como momento
primigenio de la colonización moderna, no le impide
considerarlos un no ser.
Sin recibir la aprobación explícita de los monarcas
para ejecutar su plan esclavizador, Colón lo había ejecutado de alguna forma, pues les proporcionó caribeños como esclavos a algunos de los integrantes en pago
por haberlo acompañado en su primer viaje, lo cual le
provocó un serio conflicto con los propios gobernantes
que lo habían dotado de facultades invasoras. Es así que
la reina Isabel señaló: “¡Qué poder tiene el Almirante
mío para dar a nadie mis vasallos!” (Las Casas, 1997,
p. 653). Es notable la actitud de la monarca, pues, con
todo y que su expresión no deja de ser colonialista, al
menos no es esclavista, pues considera vasallos a los
caribeños y muestra su indignación por el trato que se
les había dado, al grado que mandó que se les quitaran
a quienes se les habían asignado y pide su regreso a La
Española (Las Casas, 1997, p. 655). Eso se convirtió en
la primera condena a la esclavización indoamericana
por parte de alguna personalidad europea. El asunto no
paró ahí, pues ello fue muy probablemente el inicio de
la pérdida de la legitimidad que Colón gozaba con los
reyes y, aunado a otras denuncias esgrimidas contra su
gobierno colonial, finalmente fue destituido de su cargo
de virrey y llevado preso a tierras hispanas, hacia 1500.
Eso significa sencillamente que, en su propio tiempo
y por las autoridades que eran a la vez sus socios en la
empresa colonial, fue criticado por imponer la práctica
esclavista en tierra americanas, por lo cual pagó el alto precio de perder su puesto de gobernante fundador
del colonialismo trasatlántico. La primera en derribar
su pedestal fue la propia reina Isabel. Luego entonces,
no se le juzga anacrónicamente cuando se le acusa por
haber infringido códigos legales, éticos y políticos al
establecer la esclavitud en territorio americano. Y ese
no fue el caso de los pueblos indoamericanos, sino de
los africanos. El más agudo crítico de entonces fue Bartolomé de Las Casas (1484-1566), quien, ciertamente,
durante un tiempo aceptó la esclavitud africana, pero
después corrigió radicalmente su postura y manifiesta
su arrepentimiento diciendo que “siempre los tuvo por
injusta y tiránicamente hechos esclavos, pues la misma
razón es de ellos que de los indios (Las Casas, 1995, p.
177). Eso significa que, desde mediados del siglo XVI
se formuló ya una auténtica teoría política crítica de
la esclavitud (Ruiz: 2010, pp. 100-126), que abarca
la condena de la misma a todos los pueblos del orbe.
Por lo dicho, antes de afirmar que tras la Revolución
contra las estatuas se manifiesta una crítica anacrónica
a los defensores y usufructuarios de la esclavitud, puede
señalarse que lo de éstos era, en el mejor de los casos,
una ignorancia culpable; que en el fondo pretendían
justificar el modo de producción capitalista que comenzaba a hacerse dominante. Sus estatuas no son sólo el
culto a un personaje, sino a la ontología totalizadora
que justificó la práctica esclavista, y con ella, las secuelas
que llegan hasta nuestros días. Eso fue lo que, con acierto, vieron los manifestantes que consiguieron derruirlas,
siguiendo la línea, quizá sin saberlo, iniciada en 2004
por Hugo Chávez en Venezuela.64 Sin duda, el hecho
63 Se trata de un cuestionamiento ampliamente difundido. Arturo Pérez-Reverte ha dicho sobre el derribo de estatuas que “Hay una estupidez que se
está extendiendo peligrosamente por el mundo del llamado Occidente, que es considerar a la historia del pasado con ojos del presente, y eso es imposible.
Nada resiste ese análisis”. Además, justifica el colonialismo y el machismo de Cortés y los suyos: “(…) finalmente hay un sitio con mujeres guapas, con oro
para hacerse rico, se fueron y arrasaron”.
https://busquedas.gruporeforma.com/reforma/Documento/Web.aspx?id=4328790|ArticulosCMS&url=https://img.gruporeforma.com/imagenes/
ElementoRelacionado/10/149/9148119.jpg&text=p%e9rez+reverte (Consultado el 15 de noviembre de 2020). Aparentemente sin reparar en ello, Pérez-Reverte reproduce la lógica colonial que promueve el no-ser de los invadidos y despojados, de las mujeres violadas, de los pueblos saqueados. Contra
su creencia, que parece más cínica que ingenua, hay argumentos de contemporáneos de Colón y de Cortés que cuestionaron el pensamiento y la práctica
colonialistas, como observamos a continuación.
64 En efecto, entre 2004 y 2009 fueron retiradas todas las estatuas de Colón en Caracas. En 2013 Cristina Fernández hizo remover otro monumento
al personaje que ocupaba un lugar privilegiado en Buenos Aires, justo en la Casa Rosada. Otras más han sido permanentemente maltratadas en diver-
54
de que la crítica venga ahora del centro, y no de la periferia, le da una relevancia diferente al hecho, pues en
este caso la crítica al colonialismo y a la colonialidad
se formula desde los mismos países que la ejercieron,
un efecto inesperado de la pandemia. Fue la irrupción
de una repentina conciencia de corresponsabilidad de
quienes en alguna medida se reconocían como beneficiarios del genocidio, de las miles de muertes que están
detrás de un bienestar aparente que, a los costados, chorrea sangre. De la crítica a la ideología que justificaba
históricamente como necesarias esas muertes y la esclavitud que las precedió. De la advertencia que aquello
que hizo morir antes es lo mismo que hace morir hoy,
como una pandemia escondida detrás de la pandemia
y que ésta dejó descubierta. La descolonización de la
historia se convirtió en un acuerdo tácito de una insurrección global que ha cuestionado los fundamentos
situados en el origen de la globalización.
El derribo de las estatuas de Colón es, por las razones
dichas, particularmente emblemático, el más extendido
y simbólicamente el más representativo, pero en esta
revolución no fue el primero ni el único. En cada país
se hizo y se está haciendo una revisión particular para
apuntar aquellos casos que ameritan un juicio específico que obviamente no tiene por fin principal dar un
veredicto sobre el personaje en específico, sino sobre
los significados que implican para la sociedad contemporánea la ponderación de méritos que de alguna manera promueven la justificación de la discriminación
racial como principio civilizatorio. En Estados Unidos,
la senadora que preside la Cámara de Representantes,
Nancy Pelosi, solicitó el retiro del Capitolio de once estatuas de confederados opositores al fin de la esclavitud,
argumentando que “Los monumentos de hombres que
defendían la crueldad y la barbarie para lograr un fin
puramente racista son una afrenta grotesca a los ideales estadounidenses de democracia y libertad”.65 En
Bristol, Inglaterra, fue hundida la estatua de Edward
Colston (1636-1721), considerado un benefactor de la
sociedad inglesa a la vez que traficante de esclavos. En
Bélgica fueron retiradas o mancilladas las estatuas de
Leopoldo II, quien fundó y gobernó, sin pisar nunca,
el “Estado libre del Congo” (1885-1908), que fue en
realidad una colonia privada dedicada principalmente
a la producción de marfil y caucho. Como es sabido,
eran los tiempos que en los países centrales necesitaban el segundo material para elaborar las llantas de
bicicletas y los automóviles, entonces en su momento
inicial. El trabajo era forzoso y se castigaba con la mutilación de manos a los congoleños que no cumplían
la cuota de producción solicitada. Es imposible saber
cuántos muertos produjo este régimen colonial, pero
algunos historiadores los calculan en diez millones, lo
que lo convertiría en el mayor genocida del siglo XX,
superando incluso a Hitler.66
Las protestas abarcaron otros países europeos e incluso latinoamericanos. Sus participantes no fueron
primordialmente negros, sino integrantes de diferentes
orígenes nacionales y étnicos. Se trata, pues, del movimiento político que ha signado la pandemia, por la
reflexión profunda que entraña y por sus dimensiones
globales. Estamos, pues, frente a una contra-globalización, una crítica al movimiento fundacional de la
globalización, en el cual la esclavitud se convirtió en
factor sustancial para el establecimiento del capitalismo primigenio de entonces. Una contra-globalización porque no fue planteada para el dominio de unos
pueblos sobre otros, sino para exhibirlo y denunciarlo.
Una contra-globalización porque finalmente se propone superar los principios necropolíticos de la Modernidad, para alimentarlos por una política fraterna de
dimensiones mundiales.
CONCLUSIONES
La pandemia de la Covid-19 no ha significado el fin
del mundo, pero sí el fin de un mundo: el que justifica la esclavitud en aras del progreso. El inédito confinamiento y el riesgo mortal que prácticamente a un
tiempo padeció la humanidad durante el aciago 2020
se convirtieron en una reflexión de alcances globales
donde el orden moderno dominante ha sido cuestionado de manera radical, y la prueba de ello es que se
ha recurrido a la revisión del pasado donde se ancla
su propio origen. El cuestionamiento de los acontecimientos históricos que están en la base de la Modernidad no tiene por fin principal cambiar el pasado,
sino el presente. Es el cuestionamiento del presente el
que motiva la impugnación del pasado. Es el reconocimiento del principio material de la vida que ha sido
negado bajo la globalización neoliberal. Es la ética-crítica que ha reconocido al Otro como otro al que
la historia moderna le ha negado la vida. Es el principio descolonizador que se convirtió en movimiento
popular global. Fue el asesinato de George Floyd el
sos países latinoamericanos. Véase CNN, “¿Qué ha sido de las estatuas de Colón en América Latina?”, 15 de junio de 2020. Consultada el 15 de septiembre de 2020).
https://cnnespanol.cnn.com/2020/06/15/que-ha-sido-de-las-estatuas-de-cristobal-colon-en-america-latina/ En la Ciudad de México fue retirada por
las autoridades gubernamentales la emblemática estatua de Colón de una céntrica avenida el 10 de octubre de 2020 ante la manifestación convocada para
dos días después con el objetivo de derribarla.
65 El tiempo, “Las estatuas de esclavistas derribadas durante la pandemia”, 11 de junio de 2020. Información consultada el 14 de septiembre de 2020 en la
página https://www.eltiempo.com/mundo/europa/cuales-son-las-estatuas-que-han-caido-en-el-mundo-durante-las-protestas-contra-el-racismo-505712
66 Véase la nota El Universal, “El rey que hizo en África los abusos más atroces”, 10 de junio de 2020, consultado el 14 de septiembre de 2020.
https://www.eluniversal.com.mx/cultura/patrimonio/leopoldo-ii-el-rey-belga-que-cometio-en-africa-los-abusos-mas-atroces-del
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que hizo cobrar vida a las estatuas. Pero también están resucitando los millones de muertos condenados
en vida a no ser para que los que eran tuvieran algún
día esas estatuas que fueron demolidas. Recordando
el famoso planteamiento de Walter Benjamin, “nada
de lo que tuvo lugar alguna vez debe darse por perdido para la historia” (Benjamin, 2005: 18). Nada ni
nadie. El tiempo de peligro de la pandemia ha resultado ser el “tiempo del ahora”, el momento mesiánico
observado por el mismo autor. Las vidas segadas de
aquellos que fueron sacrificados para que otros tuvieran estatuas están llamadas a resucitar para construir
un mundo distinto.
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2020.
DEUDA ECOLÓGICA, SAQUEO
DE LOS PUEBLOS Y ECOCIDIO
EN EL SUR GLOBAL
ECOLOGICAL DEBT, PILLAGE OF PEOPLES AND ECOCIDE IN THE
GLOBAL SOUTH
CARLOS JUAN NÚÑEZ RODRÍGUEZ67*
Universidad Autónoma Metropolitana, Ciudad de México, México
RESÚMEN:
El pensamiento crítico latinoamericano debe retomar la discusión de la deuda, pero no nada
más centrado en la deuda económica, en la deuda externa que convirtió en un dispositivo de
saqueo y transferencia de valor que el norte imperial logró desarrollar e imponer a partir de
la década de los setenta del siglo XX y que ha servido para empobrecer masivamente a los
pueblos del sur global. La deuda puede pensarse desde lo que la ecología política denomina
deuda ecológica, con ello se invierte la relación acreedor-deudor, desde dicha inversión se
pude formular una crítica decolonial a las relaciones norte imperial-sur global. En ella se
muestra que los países del norte imperial tienen una deuda ecológica con las poblaciones del
sur-global, pues se ha experimentado, despojo, saqueo de territorios, apropiación de cuerpos
y poblaciones, ecocidio e imposición de costos ecológicos.
Palabras clave:
Deuda ecológica,
despojo, justicia
ambienta, ecología
política.
ABSTRACT:
Latin American critical thinking must return to the discussion of the debt, not only focused
on the economic debt, but also on the foreign debt that turned into a device for looting
and transferring value which the imperial north managed to develop and impose starting
from the decade of the seventies of the twentieth century. This debt has served to massively
impoverish the peoples of the global south. The debt can be understood in terms of what
political ecology calls ecological debt; with this the creditor-debtor relationship is inverted,
from this inversion a decolonial critique of the imperial north-global south relations can be
formulated. In it, it is shown that the countries of the imperial north have an ecological debt
with the populations of the global south, since it has been experienced through dispossession, looting of territories, appropriation of bodies and populations, ecocide and imposition
of ecological costs.
Keywords:
Ecological debt,
dispossession,
environmental
justice, political
ecology.
RECIBIDO: 15 de noviembre de 2020
APROBADO: 10 de diciembre de 2020
67 * Profesor-investigador UAM-Azcapotzalco, Departamento de Administración, Área: Estado, Gobierno y Políticas Públicas, miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I, perfil PRODEP-SEP. Mail: carlosjnu@gmail.com.
REVISTA FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN. DESCOLONIZACIÓN Y TRANSMODERNIDAD, ENERO-JUNIO 2021, N°1.
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INTRODUCCIÓN
El objetivo de este artículo es retomar la categoría
de deuda ecológica como un aporte central al pensamiento crítico, pues desde ella se pueden develar los
acuerdos de cambio climático como encubridores de
relaciones de poder, dominio, explotación, saqueo,
despojo y colonización por parte del norte al sur. Además, permite comprender la importancia de no contraer deuda externa por parte de gobiernos progresistas, para enfrentar la emergencia sanitaria causada
por el Covid 19, pues ello implicaría contribuir al
saqueo de los pueblos. Permite plantear la discusión
sobre el saqueo de la riqueza de los territorios de los
pueblos y el ecocidio en el sur global, los cuales han
implicado un proceso genocida de larga duración. Va
a contracorriente de lo planteado en dichos acuerdos
de cambio climático y en especial de los Objetivos del
Milenio, Los acuerdos de París y 17 Objetivos de desarrollo
sostenible (PNUD) por mencionar los acuerdos más
recientes sobre la temática medioambital y de desarrollo que la ONU ha impulsado en el siglo XXI.68 El
punto aquí es que con dichos acuerdos en realidad se
encubre la época más contemporánea de un proceso
de saqueo y ecocida, bajo el argumento de la cooperación internacional para detener el cambio climático
y el empobrecimiento de los países. Ahora bien este
proceso de saqueo y ecocida ha sido realizado desde el
inicio de la modernidad, el capitalismo, el esclavismo,
el patriarcado, la explotación, el dominio, la negación
de la otredad y la invención de la naturaleza como
recurso de producción de riqueza.
Cabe mencionar que con la modernidad inicia la
deuda, deuda ecológica de los países imperiales con
las colonias, tendrá dos dimensiones, una el saqueo
de territorios y la apropiación de cuerpos y poblaciones, otra el ecocidio que se expresa en destrucción de los ecosistemas, en contaminación y en el
traslado de los costos ecológicos al sur. Los temas
de la negritud esclavizada y del indio encomendado
junto con la india violada son el origen de la crítica
a la modernidad y el punto de arranque del análisis
de la deuda ecológica.
El análisis de la deuda ecológica debe permitir continuar la crítica frontal a la modernidad, colonialismo, capitalismo, patriarcado, racismo, neocolonialismo, desarrollismo, neoliberalismo, neodesarrollismo
y neoextractivismo. Desde lo que Enrique Leff denomina racionalidad ambiental, ecología política, epistemología ambiental, ética de la otredad y sobre todo
desde la ontología política. Aquí expondré sobre este tema a Enrique Leff, Joan Martínez Alier y Fidel
Castro. Cabe mencionar que Enrique Dussel se ha
ocupado del tema ecológico en diversos libros, aquí
referimos: Filosofía de la liberación (2001) publicada originalmente en 1977, 16 tesis de economía política (2014)
y 14 tesis de ética (2016) aunque aquí la argumentación
tomará otro rumbo.
Más allá de ello, planteo que la deuda ecológica
desde una interpretación del necropoder es parte sustancial de la administración de la muerte, es una tecnología que lleva a la imposición del genocidio económico y del ecocidio; permite el despojo, saqueo y
explotación de los pueblos. Es pertinente plantear una
interpretación que indica que el fin de la modernidad
debe iniciar con el fin de la deuda externa y con el pago de la deuda ecológica. O sea más allá de proponer
el fin de la modernidad como mera superación de las
relaciones económicas que plantea la razón económica y moderna, se requiere, además, transformar las
múltiples relaciones estructurales y estructurantes del
norte-sur, centro-periferia, países neocoloniales-países
neocolonizados, se tiene que superar la subjetividad
del homo demens para que deje de actuar, desde el nivel
que me ocupa, como ecocida y más allá de él como
enajenado, fetichista, racista, narcisista, homofóbico,
violador, hedonista, corrupto y clasista.
Llama la atención que Fidel Castro comenzó a plantear la relación de la deuda externa con la naturaleza,
el consumo de los pueblos y con el valor que le asigna
el capital a la naturaleza. Por ello llegó el momento
en donde indicó que se debe pagar la deuda ecológica y no la deuda externa, plantea: “Una importante
especie biológica está en riesgo de desaparecer por la
rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre” (Castro, 1992). Sin duda
alguna Castro tenía claro uno de los aspectos principales del desarrollo del capitalismo, pues pone en peligro
la existencia de la humanidad. La responsabilidad de
ello es directamente del capital, del colonialismo, de
la sociedad de consumo, que se origina en el proceso
colonial e imperial. El consumo del centro imperial,
es producto de la destrucción de la naturaleza y tiene
efectos completamente destructivos:69
Los bosques desaparecen, los desiertos se
extienden, miles de millones de toneladas
de tierra fértil van a parar cada año al mar.
Numerosas especies se extinguen. La presión poblacional y la pobreza conducen
68 En diversos trabajos me he ocupado del tema: (Núñez, 2010 a, 2010 b, 2015, 2016, 2017, 2018 a, 2018 b, 2018 c, 2020a, 2020b); (García y Núñez:
2012, 2015 y 2018); (Rodríguez y Núñez, 2016).
69 “Es necesario señalar que las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente. Ellas nacieron
de las antiguas metrópolis coloniales y de políticas imperiales que, a su vez, engendraron el atraso y la pobreza que hoy azotan a la inmensa mayoría de la
humanidad. Con solo el 20 por ciento de la población mundial, ellas consumen las dos terceras partes de los metales y las tres cuartas partes de la energía
que se produce en el mundo. Han envenenado los mares y ríos, han contaminado el aire, han debilitado y perforado la capa de ozono, han saturado la
atmósfera de gases que alteran las condiciones climáticas con efectos catastróficos que ya empezamos a padecer” (Castro, 1992).
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a esfuerzos desesperados para sobrevivir
aun a costa de la naturaleza. No es posible culpar de esto a los países del Tercer
Mundo, colonias ayer, naciones explotadas
y saqueadas hoy por un orden económico
mundial injusto (Castro, 1992).
En la cita anterior Castro indica la existencia de una
relación entre imperialismo, colonialismo, pobreza,
saqueo de la naturaleza y ecocidio. El orden global
impuesto es el que determina el trato y las relaciones
con las poblaciones y los pueblos; además la intensidad de destrucción de la naturaleza. Es decir, que la
demanda de extracción de lo que se denomina erróneamente recursos naturales por parte del imperialismo y la necesidad de continuar extrayendo alimentos
de ella por parte de los países saqueados hace que se
acelere la destrucción de la misma. Para evitar la destrucción de la humanidad y de la naturaleza plantea:
Si se quiere salvar a la humanidad de esa
autodestrucción, hay que distribuir mejor
las riquezas y tecnologías disponibles en el
planeta. Menos lujo y menos despilfarro
en unos pocos países para que haya menos
pobreza y menos hambre en gran parte de
la Tierra. No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de
consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana
(Castro, 1992).
Termina cuestionando el modelo de civilización impuesto, el cual entre otros aspectos se basa en el consumo excesivo para unos cuantos y el subconsumo para
el resto de la humanidad. Donde al final de cuentas
el modelo de consumo excesivo resulta un modelo aspiracional, es decir que se produce una subjetividad
consumista, fetichista, narcisista, hedonista y enajenada. Por eso planea: “Páguese la deuda ecológica y
no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el
hombre” (Castro, 1992).
Aunque lo que le falta a Castro es cuestionar la tecnología y proponer otros proyectos civilizatorios (más
allá del socialismo realmente existente), cabe mencionar que Castro encabezó en la década de los ochenta
un movimiento internacional para solicitar el fin de
la deuda externa, en su célebre discurso de clausura
del “Encuentro sobre la deuda externa de América
Latina y el Caribe” celebrado en La Habana, Cuba
en 1985 planteó:
Me culpan a mí de decir que la deuda es
impagable. Bien. La culpa hay que echársela a Pitágoras, a Euclides, a Arquímedes,
a Pascal, a Lobachevsky, al matemático que
ustedes prefieran, de la antigüedad, moderno o contemporáneo. Son las matemáticas,
las teorías de los matemáticos las que demuestran que la deuda es impagable (Castro, 1985).
Para Fidel Castro la deuda externa tiene en apariencia y en su verdadero sentido absurdo el hecho
de que se puede comparar el precio de los territorios
de los pueblos tercermundistas y no alcanzaría el territorio completo para pagar el capital y los intereses
que generan:
Otro día se me ocurrió hacer el cálculo por
hectárea. América Latina debe 175 dólares
30 centavos por hectárea, casi lo que cuesta
una hectárea, y tiene que pagar en 10 años
—solo de intereses, cuando yo digo que
tiene que pagar en 10 años, no es de capital, sino solo de intereses— 194 dólares 80
centavos por hectárea. Se me ocurrió calcular cuánto debía por kilómetro cuadrado
y la cifra arrojó 17 530 dólares por kilómetro cuadrado, y son más de 20 millones de
kilómetros cuadrados. ¿Cuánto tenía que
pagar en los próximos 10 años por kilómetro cuadrado América Latina? Diecinueve
mil cuatrocientos setenta y ocho dólares
por kilómetro cuadrado, solo de intereses
(Castro, 1985).
Se concluye que con la venta del continente se puede
pagar la deuda y sus intereses, además muestra que el
pago de la deuda lleva a la hambruna del continente,
situación que sería muy distinta si se repartiera ese
capital que se destina al pago de la deuda.70
Entonces la deuda externa, planteaba Fidel Castro,
ni por la venta del territorio, ni por el empobrecimiento que lleva a la hambruna y desnutrición es pagable:
El problema hay que entenderlo bien: la
deuda es un cáncer, entiéndase que es un
cáncer que se multiplica, que liquida el organismo, acaba con el organismo; es un
cáncer que requiere una operación quirúrgica. Toda solución que no sea quirúrgica,
les aseguro, no resuelve el problema. No se
70 “Hice otro cálculo. En un continente donde se afirma que hay tal hambre, que hay personas que consumen 1 200 calorías y menos de 1 200 calorías
por día, donde hay tantos desnutridos, donde hay 110 millones entre desempleados y subempleados, donde hay desnutrición —como lo han planteado
ustedes—, donde el 70% de la población vive en los límites inferiores o por debajo de los límites inferiores de la pobreza, calculé, con lo que hay que pagar
de intereses, cómo se podía alimentar la población de América Latina. El cálculo demostró que se le podía dar a cada uno de los 390 millones— yo hice el
cálculo sobre 400, hay 10 millones más, por si los ratones se comen un poco de ese alimento—, a los precios actuales del trigo, 3 500 calorías y 135 gramos
de proteína a cada uno, todos los días, durante 17 años” (Castro, 1985).
59
puede dejar una sola célula maligna; si dejan células malignas, hay metástasis, se reproduce el tumor y acaba rápidamente con
el organismo. Hay que entenderlo, es ya
una enfermedad irreversible (Castro, 1985).
La deuda externa obvia la deuda ecológica, el uso
intensivo y, por lo tanto, ecocida del territorio, el interés compuesto vuelve impagable la deuda externa aún
a costo del territorio, de la naturaleza, de las culturas y
de la otredad. El interés compuesto descompone a las
culturas y a los países, termina siendo un dispositivo de
dominación, empobrecimiento, saqueo y destrucción.
Con Fidel Castro se ha visto el inicio de la discusión
de la deuda ecológica.
Para continuar con la exposición el capítulo está dividido en los siguientes apartados: A) Joan Martínez
Alier, B) Enrique Leff y C) Conclusiones.
los humanos y otros efectos en los animales, y que por tanto se producía una «deuda ecológica». Poco tiempo después en las
reuniones alternativas de Río de Janeiro en
junio de 1992, se aprobó un ’documento
marco’ entre grupos ecologistas donde se
ligaba el tema de la Deuda Externa (que
los países del Sur deben a los acreedores del
Norte) con el tema de la Deuda Ecológica
donde los deudores son los ciudadanos y
empresas de los países ricos y los acreedores los habitantes de los países empobrecidos (Martínez Alier, 2003 b, p. 8).
Joan Martínez Alier ecólogo español plantea de forma
amplia el tema de la deuda ecológica,71 aspecto del
que en este capítulo me ocupo. Aunque reconoce que
la deuda ecológica se origina en la época colonial,72
no aborda el tema con amplitud, sino que lleva la discusión a la relación entre deuda ecológica y deuda
externa,73 y la relación norte-sur.74 Indica que esta
temática es muy reciente, pues surgió en la década de
los 90 del siglo XX:
Con este planteamiento complejo se invierte la realidad o por lo menos una interpretación de ella; pues se
agrega una perspectiva nueva, un nuevo horizonte de
interpretación, la deuda ecológica replantea la relación
entre norte y sur, el deudor es el norte, no el sur. Los
gobiernos, los empresarios y los ciudadanos del norte han gozado del intercambio desigual, el cual no es
solamente como planteó la Teoría de la Dependencia,
pues Martínez Alier indica que el intercambio desigual
es el ecológico, coincide con Fidel Castro que la deuda
económica de los países del sur con el norte lleva a que
no se valore a la naturaleza, pues su explotación es el
único medio que tienen para intentar pagar la deuda;
además de que se permite la contaminación ambiental,
es decir el norte traslada los costos ambientales al sur,
los habitantes y los ecosistemas tendrán que pagarlos
con pobreza y ecocidio:75
La discusión de la Deuda Ecológica que el
Norte debe al Sur nació aproximadamente
en 1990. El Instituto de Ecología Política
de Chile publicó un documento donde explicaba que la producción de CFC de los
países ricos hacía disminuir el filtro que
el ozono proporciona contra la radiación
solar, que eso causaría cánceres de piel en
El pensamiento económico de la Cepal de
los años 1950-73 no incorporó los aspectos
ecológicos a la propia agenda latinoamericana. En su época creativa, las cabezas
pensantes de la Cepal eran economistas heterodoxos pero economistas al fin. Ahora,
la nueva doctrina del intercambio ecológicamente desigual recogerá esas antiguas
A. JOAN MARTÍNEZ ALIER
71 “La cuestión de reconocer la contribución del Sur será una cosa más importante y es parte de la deuda ecológica, o sea, la cuestión de derechos de
los agricultores en la FAO y de la biopiratería de plantas medicinales por ejemplo, todo esto es parte de la deuda ecológica. Todo esto podría dar lugar
a una discusión internacional porque no sólo estos movimientos de resistencia son más fuertes y se van juntando sino que hay muchas alternativas y argumentos en muchos campos del comercio, del cambio climático, en el tema de la pesca, en el tema agrario, etc., donde la cuestión es exigir la deuda de
carbono. Entonces, creo que aquí sé podría haber una confluencia Amigos de la Tierra que es Norte, Sur, Este y Oeste. Sería un buen lugar para discutir
estas políticas y no ir a remolque todo el tiempo de la última reunión sobre el último eucalipto que absorbe carbono y cosas por el estilo, y no presentar las
alternativas como ya se está haciendo, porque esto realmente es lo que dice vía Campesina” (Martínez Alier, 2003).
72 “La Deuda Ecológica es la deuda contraída por los países industrializados con los demás países a causa del expolio histórico y presente de los recursos naturales, los impactos ambientales exportados y la libre utilización del espacio ambiental global para depositar sus residuos. La Deuda Ecológica se
origina en la época colonial y se ha incrementado hasta la actualidad” (Martínez Alier, 2003 b, pp. 13-14).
73 “En este contexto, en el que instituciones como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial hablan únicamente en términos de dinero cuando
exigen el pago de la Deuda Externa, es conveniente responderles también en dinero cuando hablamos de Deuda Ecológica” (Martínez Alier, 2003 b, pp. 7-8).
74 “La Deuda Ecológica del Norte hacia el Sur es mucho mayor que la Deuda Externa financiera del Sur hacia el Norte. Esta realidad es, sin embargo,
difícilmente cuantificable, ya que en muchos de sus aspectos esta Deuda Ecológica, sumada a las deudas históricas después de siglos de colonialismo y explotación, no es valorable en dinero” (Martínez Alier, 2003 b, p. 7).
75 “Si los tipos de interés son altos y el peso de la Deuda Externa es grande, se infravalora el futuro, y las cuestiones ambientales son relegadas en favor del presente. Y, al contrario, si damos poco valor actual a los problemas futuros de escasez de recursos, de pérdida de biodiversidad, del aumento del
efecto invernadero, entonces aumenta el grado actual de explotación de la naturaleza. Esas consideraciones son relevantes para la ecología de los países
endeudados” (Martínez Alier, 1997, p. 2).
60
ideas heterodoxas latinoamericanas y las
complementará con un análisis de economía ecológica aunque esa discusión no será
amparada por instituciones como la Cepal
(Martínez Alier, 1997, p. 3).
Algo central es que el planteamiento de la deuda
ecológica y el intercambio ecológico desigual no es reconocido por las instituciones internacionales al servicio del capital. Pero tampoco es un reclamo constante
de los países colonizados quienes normalmente tienen
gobernantes al servicio del gran capital trasnacional
y de los intereses de los países imperiales. Con ello se
da, de facto, un desconocimiento de esta discusión
teórica, política, social y medioambiental. Esto es central porque exactamente así funcionan los organismos multilaterales y las instituciones que se derivan
de ellas, como la ONU y el PUND, donde todos los
acuerdos de cambio climático y de desarrollo obvian
deliberadamente la discusión de la deuda ecológica y
el intercambio ecológico desigual.
Ahora bien, este intercambio desigual tiene múltiples
expresiones en: movimientos sociales, venta barata de
recursos naturales, sobre explotación de la naturaleza,
biopiratería, producción de bióxido de carbono, más
allá de Martínez Alier se puede agregar el despojo del
territorio, la pérdida de la identidad, la explotación,
el epistemicidio y el genocidio. Ante ello el autor español se plantea la pregunta ¿quién le debe a quién?:
No obstante, esto no impide que con el
objetivo de su reconocimiento, la campaña
internacional existente confronte la deuda
ecológica con la deuda externa y se pregunte ¿quién debe a quién? El hecho de
que no tenga sentido monetarizar algunos
elementos de la deuda ecológica debido a
su alcance y a la irreversibilidad de los daños producidos, hace que sea aún más evi-
dente el desequilibrio, y menos ético continuar exigiendo el pago de la deuda externa
(Martínez Alier, 2003 b, p. 15).
Martínez Alier indica que no es ético exigir el pago
de la deuda externa del sur al norte, mientras que el
norte tenga una deuda ecológica con el sur. En una
relación desigual, bajo un dispositivo de poder global, el capital exige que se le destinen recursos del sur,
mismos que no tienen, a pesar de que ellos tienen una
deuda histórica y presente con el sur. Pero el dispositivo global de poder al ignorar el problema de la deuda
ecológica elimina el dilema ético y hace prevalecer el
saqueo y la transferencia de recursos naturales y de valor. Reclamar la deuda ecológica es lo que debería pasar políticamente.76 Pero no se cierra la discusión con
el planteamiento ético, simplemente es el inicio de la
discusión, pues es un planteamiento político que debe
tener un impacto en lo económico, con ello se debería
reconfigurar todo el dispositivo de poder global del capitalismo. Es decir que se estaría ante la emergencia de
una sociedad diferente, que tendría por primer efecto
el detener el ecocidio y la pobreza del sur. Con ello se
abriría la posibilidad de hacer un uso más racional de
la naturaleza y tener un futuro sustentable.
La realidad es que no se ha reconocido la deuda
ecológica y el intercambio ecológico desigual. Institucionalmente ello implica que el empobrecimiento,
el despojo, la desterritorialización y el ecocidio se han
mantenido desde el inicio de la modernidad hasta el
presente. Por lo que se da un comercio ecológicamente
desigual.77 Entonces la deuda ecológica se incrementa
de forma continua e imparable, lo que se experimenta
en el sur como falta de justicia ecológica.78
La modernidad y el capitalismo se fundamentan
en la producción de relaciones sociales, económicas,
raciales y ecológicas injustas; situación que vulnera la
seguridad ecológica,79 se socava la posibilidad de que
los pueblos y los países tengan la oportunidad de uti-
76 “Puede pues reclamarse una Deuda Ecológica que el Norte debe al Sur, y que existe aunque no sea fácil cuantificarla en términos crematísticos y esa
Deuda Ecológica puede contraponerse a la Deuda Externa. Puede considerarse que no debe pagarse la Deuda Externa a menos que el Norte pague antes
la Deuda Ecológica. En cualquier caso, introducir el reclamo de la Deuda Ecológica en el orden del día de la política internacional sería en sí misma la
mayor contribución que podría hacerse desde el Sur para llevar a las economías del Norte hacia la sustentabilidad ecológica” (Martínez Alier, 1997, p. 2).
77 “El comercio ecológicamente desigual nace pues de dos causas. En primer lugar, falta frecuentemente en el Sur la fuerza necesaria para lograr incorporar las externalidades negativas locales en los precios de exportación. La pobreza lleva a vender barato el propio medio ambiente y la propia salud,
aunque eso no signifique falta de percepción ambiental sino, simplemente, falta de poder económico y social para defender la salud y el medioambiente.
En segundo lugar, el tiempo natural necesario para producir los bienes exportados desde el Sur es frecuentemente más largo que el tiempo necesario para
producirlos bienes y servicios importados. Al haberse aprovechado el Norte de un flujo de comercio ecológicamente desigual, éste es uno de los elementos
que deben ser contabilizados en la Deuda Ecológica” (Martínez Alier, 1997, p. 7).
78 “Entre esos lenguajes, crece ahora el de la Justicia Ecológica” (Martínez Alier, 1997, p. 21).
79 “Otro lenguaje puede ser el de la Seguridad Ecológica (no en sentido militar sino en sentido similar a como se habla de Seguridad Alimentaria para
describir una política agraria que asegure la alimentación a todo el mundo con los recursos agronómicos y humanos locales, pero referido aquí a garantizar el acceso a los recursos naturales y servicios ambientales a todo el mundo y no sólo a los poderosos y ricos). En efecto, sorprende la vigencia de antiguos agravios históricos sobre límites geográficos y el mucho empeño que diversos países latinoamericanos ponen en defender o reivindicar su herencia
territorial, en comparación con la inconsciencia con la que se cede la herencia recibida de patrimonio natural (y también de patrimonio cultural, frecuentemente unido al patrimonio natural).Esas continuas cesiones podrían interpretarse como una amenaza a la propia seguridad. Así, desde el Sur, puede
argumentarse que el Norte ha producido y produce una cantidad desproporcionada de contaminación (incluyendo gases de efecto invernadero) y que se
apodera de una cantidad desproporcionada de recursos naturales, lo que va contra la Justicia Ecológica y además pone en peligro la Seguridad Ecológica
del Sur” (Martínez Alier, 1997, p. 22).
61
lizar y gozar de los beneficios de la naturaleza, lo cual
supone el territorio, el espacio simbólico, las plantas
y vegetales que permiten la reproducción de la vida
en múltiples sentidos, los animales que garantizan la
reproducción material de la vida y la vida simbólica
sean tomados por las relaciones imperiales o se ofrezcan “voluntariamente” como mediación para poder
cumplir con los compromisos contraídos del sur con el
norte. La inseguridad ecológica del sur, que es imposibilidad de vivir, de desarrollarse, de usar racionalmente
los recursos y la negación de la otredad, se convierte
en la seguridad ecológica en el norte, con lo que obtienen recursos que no les pertenecen, recursos que
son de pueblos negados, recursos para sus poblaciones
que viven en la abundancia y sin conciencia ecológica,
por lo que sus prácticas son inconscientemente ecocidas, con la apropiación de recursos naturales más allá
de sus fronteras, los países imperiales garantizan las
relaciones desiguales y el estado de bienestar en las
poblaciones del norte. Ese intercambio desigual que
produce la inseguridad ecológica se experimenta como
un pasivo ambiental80 en el sur. Los estados nación imperiales, las empresas multinacionales y los ciudadanos
del norte están en deuda con el sur, su bienestar no es
producto de su desarrollo intelectual, sino del despojo
durante siglos del sur.
B. ENRIQUE LEFF
Enrique Leff es uno de los ecólogos más reconocidos a
nivel mundial, su obra es amplia, en ella aborda múltiples temas, problemas, conceptos, categorías y teorías,
en este escrito y apartado me centraré en la categoría de deuda ecológica. Sin duda su planteamiento
es relevante para este capítulo, ello en la medida que
dimensiona el tema de la deuda externa en tres deudas. Primero la deuda de la razón, segundo la deuda
ecológica y tercero la deuda financiera:
“De allí tres deudas y tres posiciones ante
la deuda:
a. La deuda financiera: asumida o no
asumida; pagable o no pagable, negociable, refinanciable.
b. La deuda ecológica: inconmensurable
pero capaz de ser revalorizada, internalizada, redistribuida.
c. La deuda de la razón: que abre el camino del desujetamiento, de la resignificación, de la construcción de un
desarrollo alternativo, fundado en una
nueva racionalidad productiva” (Leff,
1998, p. 31).
Con esta apertura a la deuda externa, al dejar de
ser una relación meramente económica y llevarla hasta el punto del origen de la misma se replantea toda
la discusión sobre la deuda, la ecología, la economía
y la razón moderna europea-estadounidense que se
impone al sur. Resulta central comprender el proceso
de colonización y uso del territorio que realizaron y
realizan los países coloniales e imperialistas. La imposición de la razón moderna europea llevó inexorablemente a un modelo de proceso civilizatorio único,
en el que lo que se exigía era seguir, imitar, copiar a
la aparentemente única civilización, a los europeos
primero y posteriormente a los estadounidenses. La
razón europea-estadounidense está en deuda con la
humanidad, su negación de la diversidad de proyectos
civilizatorios ha tenido un alto costo en vidas humanas,
en vidas de pueblos y en vidas de ecosistemas. Por ello
es que Leff plantea:
El estado de pobreza de sus pueblos no
deriva de su condición cultural o de una
determinación geográfica de sus activos
ecológicos –sino de su inserción dominada
dentro de la racionalidad económica mundial y los procesos de colonización interna
que han sobreexplotado sus recursos naturales y degradado sus potenciales ambientales en un proceso histórico de desposesión, explotación y desterritorialización. La
deuda financiera y ecológica es ante todo
una deuda de la razón (Leff, 2014, p. 259).
Entonces mientras no se supera el sometimiento a
la razón dominante y hegemónica europea-estadounidense la deuda ecológica no aparece y predomina co-
80 “La deuda ecológica reúne muchos aspectos y no tendré tiempo de explicar lo mucho que se ha escrito en los últimos años sobre ella, la cuestión es si
es un concepto que le sirve o no a la gente. Reúne dos aspectos: por un lado, toda esta cuestión de la absorción barata de recursos naturales, el comercio
ecológicamente desigual. Por otro lado, la ocupación de espacio ambiental ajeno de una manera gratuita, como hacemos los países ricos del mundo con
las emisiones de dióxido de carbono, con la destrucción de la capa de ozono que era una tecnología del Norte y que ahora está más o menos en vías de
solución. Pero el efecto invernadero no está en vías de solución sino que se está agravando. Muchas empresas tienen pasivos ambientales. Esta palabra pasivo ambiental surgió cuando yo estaba en Cochabamba, en Bolivia, dando un seminario de la deuda ecológica y había alguien de un sindicato de mineros
escuchando, escuchó dos días y al tercero dijo: esto se llama aquí pasivos ambientales, y le dije: esto pasa mucho cuando uno da clases no a estudiantes de
universidad sino a gente normal que sabe bastante más, y dije pues ya está, para qué estoy dando clases si aquí ya han discutido los pasivos ambientales, o
sea, lo que las empresas deben y si los reúnes todos esto es parte también de la deuda ecológica. Otra parte de la deuda ecológica es la bio piratería, ésta
tiene cuatrocientos cincuenta años en América con la Chinchona oficinales andina que se llevó para curar la malaria o para bajar las fiebres que producía.
A esa corteza del árbol hasta le pusieron un nombre español; la chinchona viene de la condesa de Chinchón que se curó un poquito con la corteza. Esto
es un caso de 1638 y también ahora vemos que hay patentes o intentos sobre la hamaca, sobre la ayahuasca, hay robo de conocimiento sin pagar nada a
cambio y sin reconocer - porque la cuestión a veces no es el pago, sino el reconocimiento” (Martínez Alier, p. 2003).
62
mo dispositivo de poder la deuda externa que los países
pobres deben pagar a los grandes centros financieros
y con los que son empobrecidos deliberadamente. En
la medida que se supera la deuda de la razón es que
puede aparecer la deuda ecológica, pues se percibe la
expansión europea y estadounidense como un proceso que deja muerte, pobreza, despojo, intercambio
ecológico desigual, injusticia ambiental, distribución
ecológica y ecocidio.
Con la superación de la razón moderna europea se
descubre la injusticia de la distribución ecológica, entre otros aspectos, pero veamos cómo lo plantea Leff:
La distribución ecológica aparece así como
un término conciliatorio entre la economía
ecológica y la ecología política (entre el cálculo económico y la racionalidad ambiental), ofreciendo un argumento para explicar y reclamar la deuda ecológica histórica
entre países ricos y países pobres, desde la
conquista política de sus territorios hasta
el intercambio desigual en el orden económico global (Leff, 2019, p. 34).
Es decir que la ruptura con la razón hegemónica
moderno europea-estadounidense, el análisis desde la
ecología política de la distribución ecológica permite
primero plantear la existencia de una deuda ecológica, la cual durante siglos permaneció oculta al análisis
económico, político, social, racial, de género, cultural,
etcétera. Ahí radica parte de su relevancia, hace visible
lo que el dispositivo de poder moderno europeo-estadounidense había hecho invisible. Se podría decir
que la ecología política, la distribución ecológica y la
deuda ecológica permiten plantear más allá de Leff
que la conquista es el inicio del intercambio desigual,
porque se comienza a conformar el extractivismo como tecnología de dominación global.
Los conflictos ambientes son generados por múltiples aspectos y circunstancias, por ejemplo, la negación
de la otredad, el desplazamiento, la reapropiación del
territorio, la negación de la identidad, la contaminación, la biopiratería, entre otros, puede aparecer como una deuda de la razón que se explica como una
deuda ecológica:81
Los conflictos de distribución ecológica
emergen como consecuencias de la apro-
piación destructiva de la naturaleza generada por la negación por parte de la teoría
económica de los procesos ecológicos y de
los derechos de propiedad común como
condición de la sustentabilidad del proceso
económico (Leff, 2019, p. 35).
La distribución ecológica, la deuda ecológica y la distribución ecológica desigual se producen por la deuda
de la razón moderna que desconoce todo tipo de derechos humanos, de historia de la comunidad, de la propia naturaleza.82 Ante ello surge el reclamo histórico de
los movimientos socioambientales y la nueva discusión
sobre la justicia ambienta, desde donde se enfrentará
la irracionalidad ambiental de la modernidad:
La justicia ambiental llama a subvertir y
abolir la dominación del sistema económico global sobre la autonomía de los pueblos; creando las condiciones para que puedan re-crear y re-apropiarse del potencial
ecológico de cada región desde los valores
culturales y los intereses sociales de cada
comunidad (Leff, 2019, p. 46).
Con ello se transforma la autocomprensión de los
pueblos originarios, de sus proyectos civilizatorios y
surgen nuevas demandas de los pueblos:83
En el terreno de la justicia ambiental, los
nuevos derechos humanos están incorporando la protección de los bienes y los
servicios ambientales comunes de la humanidad, así como el derecho de todo ser
humano a desarrollar plenamente sus potencialidades; poco a poco, las luchas de las
comunidades por sus autonomías locales y
regionales van reivindicando el derecho a
autogestionar el manejo productivo de sus
recursos naturales (Leff, 2019, p. 49).
Se está ante una propuesta innovadora, la naturaleza
debe ser un derecho humano, un derecho humano colectivo no individual, con ello se plantea una discusión
que no se había desarrollado ni dentro de la historia
de los derechos humanos, ni dentro del ámbito de la
justicia, la justicia ambiental brilla por su ausencia en
textos relevantes sobre justicia.
81 “De esta manera, si un país o una empresa se apropia de biomasa en exceso a su tasa de reproducción biológica en su espacio geográfico, o si produce desechos contaminantes que rebasan la capacidad de su medio ambiente para diluirlos o confinarlos en su territorio, esto aparece como una deuda
ecológica hacia aquellos países o comunidades que sufren los costos de la explotación o contaminación de la naturaleza, o del desplazamiento de sus territorios” (Leff, 2019, pp. 34-35).
82 “Hoy, las poblaciones indígenas y campesinas están reclamando sus derechos a re-apropiarse su patrimonio histórico biocultural, su derecho a preservarlo y transformarlo conforme a sus valores culturales, sus intereses sociales y sus condiciones ambientales” (Leff, 2019, p. 35).
83 “En este contexto, el concepto de <deuda ecológica> ha penetrado el discurso político, como un concepto estratégico que moviliza a la resistencia
contra la globalización del mercado y de sus instrumentos financieros coercitivos, cuestionando la legitimidad de la deuda económica de los países pobres,
así como la apropiación capitalista de sus recursos naturales y el despojo histórico de su patrimonio de recursos naturales” (Leff, 2014, p. 259).
63
Se da un paso fundamental en la demanda de justicia
ambiental y en el derecho a existir como pueblos con
proyectos civilizatorios distintos al proyecto moderno
europeo-estadounidense.
Ello acontece a partir de plantear la existencia de
una deuda ecológica, pues aparece como una demanda central de los pueblos y las naciones colonizadas y
neocolonizadas por el proyecto moderno europeo-estadounidense. La deuda ecológica permite el reconocimiento de otras racionalidades, de racionalidades que
posibilitan la construcción de un mundo sustentable.
En este sentido, la deuda ecológica solo
podrá saldarse legitimando la construcción de vías alternativas hacia la sustentabilidad ante la modernización ecológica
y a la economización del mundo, en un
proceso de emancipación de los mundos
culturales de vida sojuzgados por el orden
económico hegemónico dominante (Leff,
2014, p. 260).
C. CONCLUSIONES
El tema de la deuda ecológica es central dentro de
la praxis política y el pensamiento crítico, permite
replantear las relaciones norte-sur, países ricos-países pobres, centro-periferia, países desarrollados-países subdesarrollados, primer mundo-tercer mundo,
neocolonialismo-neocolonizado, extractivismo-territorio, organismos financieros multinacionales-países
endeudados.
Eso permite tener claridad con respecto a un conjunto de temas que se han dejado deliberadamente de
lado en la ONU, en los acuerdos internacionales que
emanan de las reuniones de cambio climático.
Al tener ausentes los temas de justicia ambiental, distribución ecológica, pasivo ambiental, deuda ecológica
se revelan como acuerdos colonialistas, imperialistas y
reproductores de relaciones de saqueo, despojo, dominación, explotación y negación de la otredad.
La deuda ecológica debe permitir replantear esas
relaciones colonialistas e imperialistas, además ampliar la discusión teórica sobre la ecología política, la
racionalidad ambiental, la epistemología ambiental,
la ética de la otredad, la justicia ambiental, el intercambio ecológico desigual, los pasivos ambientales y
distribución ecológica.
Es necesario detener el intercambio desigual, tanto el económico como el ecológico, se debe pagar la
deuda ecológica, no en términos monetarios, sino en
términos de inclusión y el derecho humano a existir,
debe permitir la declaratoria del fin de la deuda externa que se identifica como dispositivo de saqueo y
despojo al tercermundo,
64
La deuda ecológica coloca en el centro de la discusión el derecho al territorio y a existir, el intercambio
desigual en términos ecológicos desde el inicio de la
modernidad hasta el presente.
Se debe poner fin a la imposición de un modelo
civilizatorio que fomenta el consumo irracional, que
produce mercancías y servicios de manera irracional,
que utiliza a la naturaleza como un recurso infinito y
por lo tanto de forma irracional; es decir que se debe
transformar radicalmente la subjetividad, ello es posible si se desmonta el dispositivo de la razón moderna.
Con ello se pude terminar planteando que ante la
crisis del Covid 19 los países neocolonizados no deben contraer más deuda externa, deben de educar
y producir subjetividades que superen el fetichismo
y tener una existencia con menor consumo y con la
pretensión de tener menos objetos que llevan a la destrucción del planeta.
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65
ENSAYOS
66
AUGUSTO SALAZAR BONDY,
FILÓSOFO DE LA LIBERACIÓN
PERUANA
AUGUSTO SALAZAR BONDY, PERUVIAN PHILOSOPHER OF
LIBERATION
JOEL ROJAS HUAYNATES
Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima-Perú
RESUMEN:
En este artículo contiene apartados que abordará cuatro tópicos de la producción teórica
de Augusto Salazar Bondy, a saber, la histórica, la pedagógica, la axiológica y la política.
De modo que justificaremos a partir de estos tópicos que este filósofo peruano es un representante peruano de la filosofía de la liberación y sus matrices teóricas poseen una singularidad propia en diálogo con la tradición peruana a través de José Carlos Mariátegui; con
la tradición latinoamericana a través de Paulo Freire, la Teoría de la dependencia y la Historia de las ideas; y, finalmente, con la tradición occidental a través de la fenomenología, el
marxismo y la filosofía analítica.
Palabras clave:
Filosofía, libración,
dependencia,
Latinoamérica,
dominación
ABSTRACT:
Abstract: This article contains sections that will address four topics of Augusto Salazar Bondy’s theoretical production, namely, the historical, the pedagogical, the axiological and the
political. Using these topics, we will justify the claim that this Peruvian philosopher is a Peruvian representative of the philosophy of liberation and that his theoretical matrices have
their own uniqueness in dialogue with the Peruvian tradition through José Carlos Mariátegui;
with the Latin American tradition through Paulo Freire; with the Theory of Dependency
and the History of Ideas; and, finally, with the Western tradition through phenomenology,
Marxism and analytic philosophy.
Keywords:
Philosophy,
liberation,
dependence,
Latin America,
domination
RECIBIDO: 19 de octubre de 2020
APROBADO: 10 de diciembre de 2020
REVISTA FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN. DESCOLONIZACIÓN Y TRANSMODERNIDAD, ENERO-JUNIO 2021, N°1.
67
EL TÓPICO DE LA HISTÓRICA
El tópico de la histórica salazariana parte de la propuesta del ser emergente del hombre84. Esto permitió a Salazar Bondy distanciarse de determinismos naturalistas
donde el hombre es producto de fuerzas exteriores que
representa un acabamiento. Por el contrario, existe un
dinamismo en el hombre producto de la historicidad
y se enlazaba con el concepto de cuerpo que permitiría una alternativa frente al dualismo cartesiano, esta
propuesta que retoma Salazar Bondy fue planteado
por Maurice Merleau-Ponty2 . De modo que el cuerpo no es considerado como objeto externo al cogito
cartesiano, sino que es un vehículo del ser-del-mundo
porque posibilita el acto cognoscitivo (sujeto-objeto).
En este sentido, el cuerpo , vínculo de lo fisiológico y
lo psicológico del hombre, pertenece desde un inicio
al mundo por medio de su existencia. Salazar Bondy
asume esta superación del dualismo cartesiano, pero
lo vincula con la historicidad del hombre porque: «El
cuerpo, por su parte, enraíza al hombre en el mundo
físico. Es el lazo de unión de nuestro ser actual con el
curso anterior y con el estado actual de la naturaleza»
(Salazar Bondy 1985, 94).
Los conceptos de «historia» y «cuerpo» son la base
del ser emergente del hombre que permite el despliegue
de posibilidades futuras como proyecciones en tanto
superación de lo dado. Estas proyecciones del hombre
son consideradas emergentes porque no son acabadas ni
estáticas. La flecha con dirección a un blanco es tomada como metáfora del hombre porque se constituye
durante su trayectoria por medio de la libertad y esta
no hay que entenderla como extrínseca al mundo, sino como acción inmanente porque la realidad, a partir de la libertad, trasciende. Así, la esencia humana
como identidad inacabada, no suturada, se revela en
la historia, pero no es un hombre solipsista, sino una
subjetividad en relación con la comunidad.
Si bien hay una estrecha relación entre la libertad y
la comunidad en tanto creación genuina del hombre,
contrariamente, puede ocasionar la pérdida de libertad del hombre a través de su destrucción o su alienación. Frente a esta situación, el hombre considerado
como ser precario tiene la exigencia de «salvaguardar
al hombre y llevarlo a su máximo cumplimiento de
su ser libre» (Salazar Bondy 1985, 97). Por lo tanto,
Salazar Bondy, a partir de la emergencia histórica del
hombre, fundamenta un humanismo socialista que «se
caracteriza por la afirmación y defensa del hombre,
de su dignidad y valores» (Salazar Bondy 1985, 98).
Otro punto del tópico la histórica es la ampliación
metodológica de la historia de las ideas. Salazar Bondy
realizó investigaciones85 sobre la filosofía peruana entre
1949 y 1966. La orientación metodológica utilizada,
como indica el título del libro, fue la Historia de las
ideas propuesto por su maestro José Gaos. En las conclusiones de sus investigaciones en torno a la historia
de las ideas86 , ubicamos una tensión sobre la autenticidad de la filosofía peruana. En este sentido, la tensión
surgida sobre la autenticidad a través de la historia de
las ideas será superada por medio de una ampliación
metodológica a partir de la cultura de la dominación.
En el debate sociológico latinoamericano de la «Teoría de la dependencia» se definía el concepto dependencia de manera negativa porque significaba la dependencia de un país subdesarrollado frente a uno
desarrollado. El estatus subdesarrollado sería superado
adoptando las prácticas políticas y económicas de los
países desarrollados, es decir, un país subdesarrollado
debe permitir la injerencia política y económica de
los proyectos desarrollistas como sucedió con la política económica estadounidense de la «Alianza para
el Progreso». Salazar Bondy sostiene que el concepto
de dependencia no posee un significado negativo en un
sentido amplio porque por ejemplo tenemos la dependencia entre la madre y su hijo, o en la relación
de un país A con un país B en el marco de un convenio económico mutuo. Se desplaza este concepto por
el de dominación que significa al poder de decisión de
un país A-dominante frente a un país B-dominado ya
sea en el ámbito económico, político, militar, etc. A
diferencia, entonces, del concepto de dependencia que
se define solamente como relación mutua de un país
A con un país B.
En segundo lugar, Salazar Bondy inserta, en su cultura de la dominación, el concepto de alienación desde una base filosófica-antropológica, es decir, desde la
condición del hombre que ha perdido su ser propio.
De esta manera, Salazar Bondy, a partir de esta ampliación conceptual sobre la alienación, sostiene que
el subdesarrollo es la causa principal porque refleja
la situación de un país que no logra autoimpulsarse
y que es incapaz de usar en su provecho los recursos
existentes en su territorio. La dominación económica
de los recursos y medios de producción es la dominación primaria que, a través de ésta, se derivan otras
84
En este punto sigo el análisis de la maestra Adriana Arpini, véase su libro Filosofía, crítica y compromiso en Augusto Salazar Bondy2.
Salazar Bondy en 1951 obtuvo una beca para realizar estudios en la École Normale Supérieure de París donde conoce a Merleau-Ponty (1908-1961).
Posteriormente, este filósofo peruano dedica dos estudios a la obra del francés, véase «Filosofía y marxismo en Merleau-Ponty» (1961) y «El pensamiento
filosófico de Merleau-Ponty» (1961).
85 Los libros más significativos son Philosophy in Peru: a historical study (1954), que se publicó posteriormente en español, e Historia de las ideas en el Perú contemporáneo (1966). Estas investigaciones son una invaluable recopilación y análisis de obras filosóficas, sociológicas, políticas y entre otras disciplinas.
86 Esta problemática en el corpus teórico salazariano, en el cual dicha tensión se encuentra no solo en la Historia de las ideas en el Perú contemporáneo (1965),
sino lo ubicamos tempranamente en el artículo «Filosofía peruana de ayer y de hoy» (1953) y, además, en el texto que resuelve esta tensión lo ubicamos en
«Las tendencias filosóficas en el Perú» (1962).
68
dominaciones ya sea cultural, militar, política o social
(Salazar Bondy 1985, 31).
El diagnóstico de la población peruana representada
a través de la cultura de dominación será introducido en
el análisis sobre los países del Tercer Mundo debido a
su condición de país subdesarrollado. La tarea fundamental de un proyecto de liberación es eliminar el sistema capitalista que permite la dominación primaria
de índole externa, que repercute en otras relaciones de
dominación de manera interna. Sin embargo, el diagnóstico de la cultura peruana no solo representa una
mera crítica, sino permite, a partir de su negatividad,
proponer la cancelación de la condición de defectividad y alienación de los hombres. Esta negatividad
no fue ampliamente comprendida por Leopoldo Zea,
pues en la dialéctica hegeliana el concepto de alienación es un momento en el devenir del espíritu cuyo
propósito es captar la experiencia particular e histórica. Es notoria la deuda de Salazar Bondy respecto a
la negatividad de la dialéctica hegeliana. Uno de los
pocos que concordaron sobre la negatividad fue Enrique Dussel, pues este filósofo argentino tomó partido
por Salazar Bondy en el debate con Zea: «Algunos
filósofos no se han detenido suficientemente en la crítica negativa, y desde un optimismo afirmativista no
han comprendido la necesidad de transitar primero
por la negatividad» (Dussel 2007, 56).
Ahora bien, vayamos a la aplicación de la cultura de
la dominación en el análisis de la historia de las ideas
latinoamericanas. En primer lugar, Salazar Bondy indica que el pensamiento filosófico hispanoamericano surge desde el descubrimiento de América y de la
conquista española, esta arbitrariedad es, como indica
el filósofo peruano, debido a la falta de fuentes y las
limitaciones sobre el pasado cultural de los pueblos
indígenas. En el establecimiento colonial durante los
siglos XVI y XVII hubo la introducción de la filosofía
que representaban los intereses de los colonizadores, es
decir, esta primera filosofía hispanoamericana fue un
pensamiento conservador y antimoderno y no poseía
un pensamiento americano original. Pero en el siglo
XVIII con la introducción de Descartes, Leibniz, Galileo, Rousseau, Smith, entre otro hay un «despertar
de la conciencia crítica y un primer esbozo de conciencia nacional y americana» (Salazar Bondy 1969,
7). Y en la etapa independentista en Hispanoamérica
encontramos un pensamiento filosófico sin censura
del orden monárquico, este periodo es conocido como romántico que abarca desde las independencias
hasta 1870. Luego, hay un predominio desde fines del
siglo XIX hasta inicios del siglo XX del positivismo
de Auguste Comte y Herbert Spencer que será posteriormente superado por un movimiento filosófico universitario denominados como los fundadores , en la que
se encuentran Alejandro Deustua, Alejandro Korn,
Carlos Vaz Ferreira, José Vasconcelos, Enrique Molina y Antonio Caso. Después, aparecen el marxismo y
la fenomenología que tendrán en el caso del primero
una vinculación y repercusión en el ámbito político, y
en el caso de la segunda se introduce desde la tercera
década del siglo XX por medio de Edmund Husserl,
Martín Heidegger y el existencialismo francés. Por
último, señala Salazar Bondy, hay una orientación en
temas como la lógica, la epistemología y el análisis del
lenguaje. Este escueto repaso histórico de la filosofía
en Hispanoamérica permite a Salazar Bondy sostener
la inexistencia de una filosofía auténtica porque es
imitativa, es incapaz de crear una tradición de pensamiento, acepta cualquier tradición filosófica, posee un
sentimiento de frustración intelectual, y, además, hay
un distanciamiento entre quienes practican la filosofía
y su comunidad.
Ahora bien, estos rasgos del pensamiento filosófico
hispanoamericano serán analizados a través de la impronta de Hegel87 . Salazar Bondy comparte con este
filósofo alemán que una filosofía representa «la filosofía de su tiempo», es decir, es producto racional de
la comunidad de manera auténtica. Pero, la filosofía
es inauténtica cuando tiene una imagen ilusoria de sí
como representación mistificadora y se presenta como
una ilusión antropológica.
Salazar Bondy, como hemos visto, imbrica su tesis la
cultura de la dominación con la historia de las ideas latinoamericanas, por eso incluye, en sus investigaciones
históricas de la filosofía hispanoamericana, conceptos
como frustración, enajenación, autenticidad y mistificación. De modo que el pensamiento filosófico hispanoamericano posee el rasgo de negatividad por los
rasgos descritos anteriormente, pero cuyo punto de
partida es reconocer la necesidad de indagar y buscar
los factores y las causas de esta situación. En el caso
de Salazar Bondy, la causa es el subdesarrollo de los
países del Tercer Mundo y cuyo producto es la cultura
de dominación. Pero, de ninguna manera, este diagnós-
87 Sin embargo, no se trata de catalogar a Salazar Bondy como hegeliano como lo realiza artículo «Hegel’s Haunt of Hispanic American Philosophy:
The Case of Augusto Salazar Bondy» de Norman K. Swazo. Si bien se presenta una impronta hegeliana en Salazar Bondy, pero no concordamos con la
total asimilación del sistema hegeliano. La lectura de la tradición filosófico occidental en Salazar Bondy se realiza de manera crítica y propositiva, en efecto rechazamos el análisis de Swazo porque Salazar Bondy no es un hegeliano que asuma un sucursalismo filosófico, pues constantemente se encuentra en
diálogo con otras tradiciones filosóficas y otras disciplinas como la sociología y la economía. Por eso, la limitación de Swazo es su lectura parcial de la obra
salazariana, pues este autor norteamericano no complementa su estudio con el planteamiento salazariano que subyace en el análisis de la filosofía hispanoamericana, a saber, la cultura de la dominación. Este texto salazariano, como hemos señalado anteriormente, es un diálogo entre la «Teoría de la dependencia»
latinoamericana, «la teoría de la dominación» de Perroux y las discusiones con los cientistas sociales del Instituto de Estudios Peruanos. De manera que la
propuesta de la autenticidad de la filosofía hispanoamericana no solo se da en términos meramente teóricos, sino a partir de la eliminación de los lazos de
dominación primaria y secundaria sobre la situación de los países del Tercer Mundo frente a los países imperialistas. Asimismo, Salazar Bondy, más allá
de la guarida de Hegel, representa un filosofar del alba porque tampoco aceptó la sentencia hegeliana donde la filosofía.
69
tico de Salazar Bondy es pesimista porque:
La filosofía tiene, pues, en Hispanoamérica
una posibilidad de ser auténtica en medio
de la inautenticidad que la rodea y la afecta: convertirse en la conciencia lúcida de
nuestra condición deprimida como pueblos
y en el pensamiento capaz de desencadenar y promover el proceso superador de
esta condición. Ha de ser entonces una reflexión sobre nuestro status antropológico
o, en todo caso consciente de él, con vistas
a su cancelación (Salazar Bondy 1969, 25).
En suma, hemos analizado en este apartado el tópico de la histórica para demostrar que sus conclusiones decantaran a una problematización del estatus
antropológico en Latinoamérica, que formaría parte
fundamental en la filosofía de la liberación de Salazar Bondy. Hemos desarrollado, en primer lugar, el
ser emergente del hombre, si bien parte de una reflexión
ontológica sobre el ser,
Representa, a manera de metáfora, el búho de Minerva, es decir, la filosofía como análisis de los hechos
consumados, sino que: «creemos que la filosofía puede
ser y en más de una ocasión histórica ha tenido que ser
la mensajera del alba, principio del cambio histórico
por una toma de conciencia radical de la existencia
proyectada al futuro» (Salazar Bondy 1969, 25). Si
bien reconocemos la impronta hegeliana en el corpus
teórico salazariano o específicamente en el tópico de
la histórica salazariana, pero también es visible, pero invisible para Swazo, la distancia con el sistema
hegeliano.
Sin embargo, a partir de la articulación de los conceptos de historia, cuerpo y trabajo, su planteamiento
no se reduce a conclusiones especulativas. En segundo
lugar, analizamos la metodología de la historia de las
ideas latinoamericanas para concluir que existe una
«tensión» sobre la autenticidad de la filosofía latinoamericana, que será resuelta mediante el planteamiento salazariano de la cultura de la dominación. Este planteamiento fue parámetro de análisis para sostener la
inautenticidad no solo de la filosofía peruana sino de
la filosofía latinoamericana debido a la situación de
alienación del hombre latinoamericano inmerso en
una situación de subdesarrollo.
EL TÓPICO DE LA PEDAGÓGICA
En torno al tópico la pedagógica tenemos dos momentos: la educación de la crisis y la educación del
hombre nuevo. La primera de ellas sostiene que la
problemática educativa tiene que complementarse con
la transformación estructural de la sociedad peruana;
esta postura es una continuación de los planteamientos
70
de Manuel González Prada y José Carlos Mariátegui.
En el análisis sobre la realidad peruana no se debe
aislar la educación de la problemática estructural de
la sociedad. Ahora bien, esta crisis en el ámbito teórico-educativo es denominada como la educación de la crisis
. De este modo, Salazar Bondy asume una posición
crítica, en primer lugar, frente a los planteamientos
abstractos e idealistas sobre la educación porque estos
solo analizan de manera particular esta problemática
y, además, proyectan un supuesto hombre ideal, desencarnado de la realidad peruana. Este análisis inicial
de la educación como crisis sirve como diagnóstico
para proyectar una educación que posibilite y complemente un impulso del desarrollo del país. Esta forma
de desarrollo en su factor económico señala Salazar
Bondy, no debe estar basada en la desigualdad, ni en
el lucro privado y servidumbre; por el contrario, debe
estar al servicio de todos los ciudadanos. Esta complementación entre la economía y la educación no es
un carácter secundario, pues para Salazar Bondy el
punto fundamental para esta convergencia tiene una
base estructural de la sociedad.
Frente a esta situación de crisis, Salazar plantea dos
disyuntivas: hundirse en la miseria y caer preso del
poder extranjero, o ingresar a la vía del desarrollo.
La opción para Salazar Bondy es, en efecto, la vía
del desarrollo. Pero este desarrollo no solo se plantea
desde una prosperidad económica del éxito capitalista,
sino parte de una orientación ética y humanista donde
el hombre no sea acabamiento ni conservación, sino
creación, apertura y libertad. En este sentido, Salazar
apuesta por una educación humanista para el ascenso
o expansión del hombre donde la educación tiene que
plantear la certeza de que «su misión rectora en la cultura reside en esto: en haber sacado paulatinamente
a luz el ser libre del hombre, el sentido ascendente de
su existencia y su valor excepcional en el conjunto de
la vida cósmica» (Salazar Bondy 1965, 55). Así, esta
nueva educación debe superar los antiguos postulados
sobre el hombre y plantear un nuevo humanismo, a
saber, el hombre es un ser improbable por su ilimitada posibilidad existencial, por su indeterminación
óntica y su historicidad. A esto habíamos llamado, en
términos ontológicos, ser emergente del hombre que se
opone el naturalismo porque no es determinado y estático. Además, Salazar Bondy señala que el hombre
ha logrado crear un mundo inédito porque su libertad
creadora es una fuente permanente de expansión y durante este proceso solo puede aceptar los valores como
orden compatible de la autoconstitución del hombre.
El segundo momento del tópico de la pedagógica se da
con la educación del hombre nuevo cuya propuesta se
desarrolla durante el Gobierno Revolucionario de Juan
Velasco Alvarado (1968-1974). Salazar Bondy participó en la Comisión de la Reforma Educativa donde
retomó los conceptos de concientización de Paulo Freire
(1995; 2005) y la desescolarización de Iván Illich (2006).
La definición de concientización de Salazar Bondy es la
siguiente: «La concientización implica el desarrollo de
la libertad personal y es incompatible con toda forma
de opresión. Por eso puede ser y es un instrumento de
liberación» (Salazar Bondy 1976, 48). Este concepto
en el análisis salazariano, como factor del desarrollo
humano, forma parte del proceso de liberación. Además, este filósofo peruano señala sobre el concepto
de concientización las siguientes características: a) un
despertar de la conciencia del hombre frente al mundo
que lo rodea; b) tiene el carácter operativo de «crítica
racional» porque permite superar el análisis superficial
de la realidad; c) es un compromiso como individuo
y como miembro de una clase social o comunidad
nacional; d) posee un compromiso existencial no solo
abstracto, sino como praxis o acción frente a la dominación o factores alienantes; e) causa la liberación
de la conciencia porque se ubica en las antípodas de
la dominación de la conciencia y de la alienación del
sujeto humano (Salazar Bondy 1976, 48-50). El punto
«d» representa un distanciamiento de Salazar Bondy
frente a Freire, pues para el brasileño la concientización se da solamente en el plano de la conciencia en
una instancia idealista desligada de prácticas transformadoras. En cambio, Salazar Bondy, si bien comparte esta premisa de Freire, la inserta dentro de un
proceso revolucionario, es decir, en la transformación
estructural de la sociedad peruana. Ya indicamos anteriormente que una reforma educativa no debe aislarse del proceso de transformación socio-económico
como sostuvo Mariátegui.
Ahora bien, Salazar Bondy reemplaza el concepto de
diálogo de Freire, en el cual «nadie concientiza a nadie,
nadie se concientiza solo», por el de interconcientización.
Esta precisión conceptual radica en la malinterpretación de la concientización en su sentido pasivo, pues
ahora será una «operación que realizan los hombres,
apoyándose mutuamente en sus conciencias críticas,
y que les lleva desde la clausura hasta la comprensión
racional y el compromiso existencial» (Salazar Bondy
1976, 51). De este modo, una educación sin concientizar o sin proceso de interconcientización representaría
una educación de la dominación. Por tal motivo, un
proceso de transformación estructural educativa que
oculte las causas de la situación socio-económica en
una situación de dominación será considerado como
un proceso de desconcientización, es decir, un proceso
para dominar al educando y de impedir la liberación
integral del hombre.
Por otro lado, el concepto de desescolarización tuvo
implicancias teóricas y prácticas en la propuesta educativa de Salazar Bondy, quien se opone igualmente a
la escuela tradicional por su carácter rígido y uniformizador que consolida el orden, la disciplina y la re-
gularidad en una sociedad. En este sentido, comparte
con Illich la superación de este tipo de educación y sus
características, pero con algunas diferencias y precisiones, pues Illich parte del análisis de los Estados Unidos,
que es una sociedad altamente consumista, a diferencia
del caso peruano que es un país subdesarrollado, sin
industrias. Por eso es fundamental el planteamiento
salazariano de la cultura de la dominación.
En primer lugar, Salazar Bondy hace unas precisiones conceptuales, a saber:
a) la escolarización es enseñar a los educandos bajo
un currículum determinado; b) la enseñanza-aprendizaje son las acciones y los productos por los cuales se
adquieren conocimiento, habilidades, etcétera, y c) la
educación es un proceso que posibilita la formación
de la persona. De este modo, la nueva educación distingue y disocia los conceptos de educación y escolarización (escuela), que antes estaban vinculadas. Por
eso, a partir de esta distinción, Salazar Bondy sostuvo que el sentido de la educación es «una actividad o
constelación de actividades teleológicamente orientadas. En este sentido cabe distinguir entre educación
propiamente dicha y habituación y mero aprendizaje»
(Salazar Bondy 1976, 10). De lo que se trata, como
vimos con Illich, es de la superación de la escuela tradicional por medio de la desescolarización:
(…) se propone abatir los muros de la escuela y llevar la educación afuera, al aire
libre de la vida. Esta es la sustancia de una
operación aparentemente simple pero llena
de contenido revolucionario, no sólo en el
plano pedagógico sino también en lo social
y cultural (Salazar Bondy 1976, 68).
En segundo lugar, Salazar Bondy señala dos dimensiones de la desescolarización. La primera dimensión
refiere a su modo aplicativo, y en su sentido más débil, como el «uso de un sinnúmero de medios y procedimientos técnicos que existen fuera de la escuela,
su aprovechamiento óptimo para fines educativos»
(Salazar Bondy 1976, 69). De modo que la educación
utilizaría diversas plataformas como los medios de comunicación —radio, prensa, televisión— para cumplir
sus objetivos y proponer un «movimiento de liberación
de los medios de comunicación colectiva»88 (Salazar
Bondy 1976, 74). Además, se incluye áreas no escolares
como la industria, la agricultura, el comercio, entre
otras actividades. El objetivo fue el descentramiento
de la educación atrapada en la escuela e insertarla,
como modo de superación, en la vida diaria y en la
comunidad. La segunda dimensión, y más profunda,
de la desescolarización es superar el monopolio del
sistema educativo representado en la exclusividad pro-
88 Esta postura de la Reforma Educativa se articulaba con la Reforma de los medios de comunicación. Así, los periódicos como El Comercio, La Prensa y
Expreso se convirtieron en medios de expresión de sectores como la educación, el campesinado, etcétera.
71
fesional de enseñar, la sujeción al esquema magisterial,
la subordinación a un currículum escolar, entre otras
características. Si bien en este punto coincide Salazar Bondy con Illich, el filósofo peruano realiza una
distinción entre una «institución de uso educativo» y
una «institución escolar», en la cual es insostenible
esta última, pues Salazar Bondy no acepta la radicalidad de la crítica de Illich en torno a las instituciones.
Por último, la tercera dimensión impulsa un proceso
comunitario con implicaciones sociales y culturales
donde la desescolarización, cumplido su objetivo en el
ámbito educativo, pasará al ámbito social como crítica
al orden establecido:
una crítica radical del mundo contemporáneo, de su tremenda capacidad de desecar
la fuente de la vida y de capturar a todos
los individuos en una red impersonal de
hábitos y prescripciones. El blanco principal de esta crítica son los países industriales
[donde] prevalece la administración de la
vida y todas, unas más, otras menos, rápidamente caen en el consumismo y la economía expansiva (Salazar Bondy 1976, 81)
En este punto Salazar puntualiza que la propuesta
de Illich tiene como base de análisis los países desarrollados. Por tanto, Salazar Bondy plantea tres observaciones a la propuesta de la desescolarización de
Illich: a) en el caso de los niños pequeños no se precisa
una desescolarización adecuada para ellos y lo mismo
sucede en el caso de la educación primaria, b) el carácter de privilegio y discriminador de la educación
escolar no solo depende de la estructura social global,
sino también depende del aspecto nacional, en el caso
latinoamericano es imprescindible la superación del
subdesarrollo, c) la desescolarización a partir de su
principio de libre elección no contribuiría a la trasformación estructural de los países subdesarrollados.
Por ejemplo, en un proceso revolucionario, el uso de
los medios de comunicación se hace necesario para
cancelar los lazos de dominación exterior e interna a
través de un proyecto educativo.
Salazar Bondy comprende la desescolarización dentro de un proyecto político revolucionario en el cual el
Estado cumple el rol de mediación de los cambios estructurales. Y, de manera particular, la Reforma Educativa aplica la desescolarización no como «norma absoluta y rígida, sino como un principio general abierto,
susceptible de ofrecer soluciones a los problemas que
la transformación de la educación presenta» (Salazar
Bondy 1976, 87). Por eso asume la desescolarización
de Illich articulada a otros procesos como la autoeducación, la teleducación, la nuclearización, entre otras
propuestas educativas89 .
Asimismo, es importante agregar en este tópico el
legado mariateguiano de Salazar Bondy. Este filósofo
peruano publicó un artículo donde analiza el concepto
de la libertad intelectual, en el cual señala que Mariátegui tuvo una fe en la constitución del socialismo peruano y una filiación doctrinaria marxista, no obstante
Salazar Bondy comparte solamente esta fe. Asimismo,
esta libertad intelectual indica que Mariátegui se sirve de la doctrina marxista pero no es siervo de ella,
en el sentido que recoge «con plena autonomía todas
las incitaciones, todos los aportes que se revelaban fecundos y eficaces, distinguiendo donde creía necesario
distinguir, unificando donde creía válido unificar, sin
obsesiones narcisistas de originalidad pero también
sin escrúpulos de beatería dogmática» (Salazar Bondy
1957b, 7). De modo que Mariátegui asimiló de modo
creativa y original a Sorel, Bergson, Croce, Unamuno,
entre otros filósofos marxistas y no marxistas.
Posteriormente, Salazar Bondy dedicó un estudio
sobre Mariátegui en Historia de las ideas en el Perú contemporáneo. La noción de libertad intelectual de Mariátegui
será definida ahora como marxismo abierto, que define al
marxismo como una doctrina abierta porque permite
una renovación y continuación de la obra de Marx.
De modo que no afecta la unidad doctrinaria del marxismo porque más que una filosofía de la historia es
un método de interpretación histórica de la sociedad.
Así, Salazar Bondy, a través de Mariátegui, sostiene
que «(el) marxismo es, pues, filosofía, pero no como
sistema ni como teoría científica, sino como crítica y
método» (Salazar Bondy 1965, 315). De modo que el
filósofo peruano se distanció del marxismo soviético y
de la propuesta estructuralista de Louis Althusser. Por
el contrario, Salazar Bondy se apropió del debate humanista francés para plantear su propuesta de filosofía de la liberación, como hemos visto anteriormente.
Por otro lado, Salazar Bondy, retoma el hilo conductor del análisis educativo iniciado por Mariátegui,
a saber, la necesidad de una reforma de la educación
no como hecho aislado, sino como parte del cambio
estructural de la sociedad. En este sentido, si una reforma educativa tiene que formar parte de un cambio estructural —o revolución como veremos en adelante—,
entonces es necesario partir de un previo diagnóstico
sobre la realidad peruana. Este filósofo peruano propone como diagnóstico la cultura de la dominación cuyo
concepto central es la alienación que ya no solo se da
89 Hasta la fecha no hay un riguroso y documentado estudio sobre la Reforma Educativa del Gobierno Revolucionario de Juan Velasco Alvarado. Es
todavía una tarea por realizar después de cincuenta años de este proceso político en el Perú. Sin embargo, en 2013 la Derrama Magisterial publicó 19 tomos de la «Colección Pensamiento Educativo Peruano», en el Tomo 13 dedicado a la Reforma de la Educación de Velasco aparece el estudio introductorio
de Patricia Oliart y, además, se compila discursos y documentos oficiales de la Reforma Educativa, y fragmentos de las obras de Augusto Salazar Bondy,
Walter Peñaloza Ramella y Emilio Barrantes Revoredo.
72
en un nivel particular de la conciencia o solo a una
reducción económica, sino se amplía hacia un análisis
de la sociedad y la cultura peruana. Ahora bien, el filósofo peruano, frente a las premisas de la cultura de la
dominación, comparte principalmente la necesidad del
cambio estructural:
(…) la Reforma Educativa que acaba de
iniciarse, para ser efectiva y trascendente,
articulándose con el resto de las transformaciones sociales y económicas que constituyen el proceso revolucionario peruano,
ha tenido que atacar en sus bases los elementos que generan en el plano educativo
la alienación del poblador peruano y que,
por lo tanto, contribuyen a afianzar el sistema de dominación imperante y a mantener indefinidamente el subdesarrollo de
la nación (Salazar Bondy 1972, 22).
En su artículo «Proceso de la instrucción pública»
(1976)90 , Salazar Bondy indica que la educación frente
a una situación de feudalidad y colonialismo como lo
diagnosticó Mariátegui, tiene que afirmar un carácter
revolucionario. Veamos, entonces, cómo define este
filósofo peruano el concepto de revolución. En primer lugar, el gobierno de Juan Velasco Alvarado para
Salazar Bondy representa un proceso revolucionario:
(…) esta Reforma inserta en un proceso
de cambio revolucionario, nuestros planteos han tenido siempre como referente
implícito la revolución, es decir, el proceso
histórico de transformación de la sociedad
humana, la redefinición del sistema y el
rumbo de la vida colectiva. Por eso, aun a
riesgo de reiterar análisis y planteos antes
hechos, es imperativo cerrar estas páginas
con una consideración general de las relaciones entre la educación, específicamente
la peruana, y la revolución (Salazar Bondy
1976, 171).
En esta cita es importante delimitar el concepto de
revolución a partir de dos ideas. Primero la revolución
es entendida como la transformación estructural de la
sociedad y, segundo, esta particular revolución velasquista no se desarrolló mediante el uso de la violencia.
De modo que Salazar Bondy admitió participar de un
proceso revolucionario como consta en sus últimos escritos sobre la Reforma Educativa. Por eso, en el Plan
Inca del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada se señaló el carácter de esta revolución como «pro-
ceso de transformación de las estructuras económicas,
sociales, políticas y culturales» (Plan Inca 1975, 20),
de ahí que la reforma educativa se diera simultáneamente con otras reformas. Ahora bien, Salazar Bondy
señala que la relación entre el proceso revolucionario
y la Reforma Educativa ha sido relegada por dos posturas: a) la mentalidad dominante, es decir, del sector
conservador porque sataniza la revolución en su aspecto educativo; y también b) en ciertos sectores de los
revolucionarios porque estos sostenían su irrelevancia.
En este sentido, la revolución y de manera particular
la Reforma de la Educación, tienen que desarrollarse
por medio de: «a) Un pensamiento que interpreta al
mundo según las tendencias y valores del sujeto (…)
b) Un pensamiento que propone un curso de acción
y que compromete el destino vital del sujeto» (Salazar Bondy 1976, 178-179). En este punto, Salazar
Bondy concibe la educación como acción interhumana formadora de actitudes y orientadora de conductas
porque la educación no podrá cumplirse sino «desde
una perspectiva normativa y axiológica, o sea, desde
un proyecto existencial que concierne a individuos y
a grupos. En consecuencia, toda educación supone
un componente ideológico esencial» (Salazar Bondy
1976, 179). Sin embargo, ese «componente ideológico esencial» no se trata de una mera manipulación o
adoctrinamiento de los hombres, sino que la educación
es política, ya sea como postura protorrevolucionaria
o contrarrevolucionaria.
Asimismo, Salazar Bondy indica los rasgos revolucionarios de la nueva educación: 1) La reforma educativa forma parte de un proceso de cambio estructural;
2) la concientización es la toma de conciencia crítica
sobre la realidad social; 3) la importancia del trabajo
en el hombre y su liberación debido a su estatus alienado; 4) tiene una vocación y participación comunitaria; 5) la democratización de la educación que busca
superar el formalismo tradicional; y 6) revoluciona
los conceptos y categorías pedagógicas y elimina toda
forma de dominación cultural (Salazar Bondy 1976,
186-189). En este sentido, queda demostrado que este
proyecto educativo se enmarca dentro de un proceso
revolucionario como indica el propio Salazar Bondy.
Finalmente, hemos visto en este apartado las iniciales teorizaciones de Salazar Bondy sobre lo pedagógico. En primer lugar, tratamos la educación de la crisis
hasta llegar a la educación del hombre nuevo a partir
de los conceptos de ‘concientización’ y ‘desescolarización’. Estas dos etapas teóricas sobre la educación
de Salazar Bondy tienen como punto de partida la
situación del hombre en el contexto latinoamericano
del subdesarrollo, que a través del ser emergente inmerso
en un proceso de liberación surgiría el hombre nuevo.
90 Este artículo fue publicado póstumamente en 1976 en el libro Presencia y proyección de los 7 ensayos, en el cual también participan Luis E. Valcárcel y
Augusto Tamayo Vargas. Según se indica en la «Presentación» de este libro, estos artículos compilados se publicaron por el cuadragésimo aniversario de
la primera edición de los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana.
73
Asimismo, hemos visto cómo Salazar Bondy retoma
algunos puntos de la reflexión de Mariátegui sobre la
educación.
EL TÓPICO DE LA AXIOLÓGICA
La fenomenología en el Perú tuvo un importante impacto en el ámbito filosófico peruano a partir de la
década de los 40. En aquel contexto Salazar Bondy
tuvo una formación fenomenológica como muestra
tenemos su tesis doctoral «Ensayo sobre la distinción
entre el ser irreal y el ser real». También tuvo una formación en epistemología y lógica a través de su maestro Francisco Miró Quesada, por ello tomará distancia
de la fenomenología debido a su carácter ontológico
especulativo. Para dar cuenta de este desplazamiento,
a manera de propedéutica, desarrollaremos el uso de
la «guillotina de Hume» y la falacia naturalista en las
investigaciones axiológicas de este filósofo peruano.
David Hume en el Tratado de la naturaleza humana
planteó la imposibilidad de deducir premisas valorativas a partir de premisas descriptivas. Esta propuesta tuvo mucha repercusión en el posterior desarrollo
ético y axiológico: Max Black —quien acuñó la frase
«guillotina de Hume»— sostuvo la imposibilidad del
paso de ‘es’ a ‘debe’. Por tal motivo, Salazar Bondy
lo asume como recurso para criticar la propuesta del
cumplimiento del ser —de carácter fenomenológico—
y la de reducir conclusiones valorativas a partir de premisas indicativas o fácticas. Otra pauta metodológica
es el uso de la falacia naturalista de G. E. Moore91 .
Antes de tratar este punto es necesario hacer un recuento de las posturas axiológicas que critica Salazar
Bondy. En primer lugar, el subjetivismo sostiene que
los enunciados de valor tienen un referente vivencial:
“x es bueno” donde x es representado como vivencia
del sujeto. Además, los enunciados valorativos poseen
un sentido constantivo —son descriptivos o informativos— y refiere a contenidos ónticos capaces de ser
objeto de un juicio verdadero o falso. De ahí que el
subjetivismo presenta diversas formas de reducir el
valor a las vivencias como: el interés (Perry), el agrado
(Meinong), el deseo (Van Ehrenfels) o la aprobación
(Russell). La limitación del subjetivismo, según Salazar Bondy, consiste en que las vivencias de carácter
valorativas caerían en un relativismo porque cada individuo tendría una vivencia diferente en torno a un
mismo hecho: «la idea de que cuando emite un juicio
de valor cada sujeto habla de una cosa diferente y, por
tanto, entre dos sujetos (o dos grupos) no cabe discu-
sión valorativa genuina, parece dar cuenta cabal de la
multiplicidad y el cambio de los enunciados de valor»
(Salazar Bondy 2010, 100). Por otro lado, si bien hay
una adecuación entre los hechos y vivencias, pero no
necesariamente de la variedad de los juicios se implica
que los enunciados valorativos se refieran al sujeto y
sus vivencias: «El lenguaje valorativo en cuanto tal no
es, pues, un lenguaje psicológico, aunque los factores
vivenciales resulten determinantes en el fenómeno del
valor» (Salazar Bondy 2010, 100).
En segundo lugar, tenemos la postura del objetivismo. Su premisa general es que cuando afirmamos: “X
es bueno” se refiere que lo bueno es una determinada
propiedad del objeto y que este posee, al igual que el
subjetivismo, un juicio verdadero o falso. El enunciado
valorativo del objetivismo posee un grado de objetividad independientemente de nuestras vivencias. Pero,
esta postura axiológica al determinar la naturaleza
y la aprehensión del valor postula un reduccionismo
del valor, pues tenemos dos tipos: 1) los naturalistas,
quienes abogan que el valor es una propiedad que
pertenece al orden de los fenómenos naturales como
sostienen Wilhelm Oswald y Herbert Spencer, y 2)
las no naturalistas, quienes apelan al orden ideal o
irreal defendidos como sostienen Max Scheler y Nicolai Hartmann. Estas dos vertientes del objetivismo,
aparte de sus diferencias y matices, son propuestas
que afirman un reduccionismo y por tal motivo, como indica Salazar Bondy, «el debate axiológico ha
descartado prácticamente todas las posiciones reduccionistas, ya que a la postre hacen incomprensible la
experiencia valorativa y el lenguaje del valor» (Salazar
Bondy 2010, 103). Incluso, los objetivistas axiológicos
postulan que los valores son absolutos e inmutables,
es decir, sostienen un análisis ahistórico de los valores.
La propuesta que pretende resolver estos reduccionismos, la del subjetivismo y la del objetivismo, la encontramos en la obra de Moore, quien sostiene que
el valor no lo ubicamos en las vivencias ni en las propiedades del objeto, sino en una instancia sui generis
denominado valor intrínseco que es representado como
lo «bueno en sí mismo» a manera de una autarquía
de la cosa valiosa. Esta postura de Moore concluye
que los valores tienen un referente objetivo y que la
única forma de aprehensión del valor intrínseco es
mediante la intuición. De manera que, a diferencia
de los subjetivistas y objetivistas, el valor intrínseco
no se reduce a una descripción ni a una propiedad
porque sería entonces una falacia naturalista. Sin embargo, Moore, según Salazar Bondy, es considerado
como un objetivista internalista al sostener el valor
91 La obra de este filósofo inglés tuvo un lugar significativo en la trama teórica de Salazar Bondy porque adaptó los aportes de Moore como recurso
teórico. Además, realizó la traducción al español del texto «El concepto de valor intrínseco». El objetivo fue introducirlo en la academia peruana porque
representa un aporte a la axiología contemporánea y representa un particular método filosófico centrado «en el análisis lingüístico, que es característico
del maestro de Cambridge, en cuya obra brillan en toda su excelencia la penetración lógica, la finura de la exégesis semántica y la busca empeñosa del
rigor y la exactitud que son ideales caros al filosofar contemporáneo» (Salazar Bondy 1963, 7).
74
intrínseco y como un tipo de no naturalismo porque
apela a un intuicionismo. Salazar Bondy, habiendo
realizado un recuento de las tendencias filosóficas de
la moral británica92 , asume como recurso teórico la
falacia naturalista. Esta falacia consiste en reducir el
valor a propiedades como «el placer, el interés o la
adaptación al medio» (Salazar Bondy 2010, 277). Las
tendencias que no logran resistir a esta falacia son las
que atribuyen el valor a un aspecto físico o metafísico;
es decir, apelan a reducir una determinada cualidad.
Como resultado, Salazar Bondy se distancia, por un
lado, de las formulaciones naturalistas que reducían
el valor a instancias empíricas y, por otro lado, de las
formulaciones no naturalistas que apelan a instancias
supraempíricas.
Como hemos visto, tanto la guillotina de Hume como la falacia naturalista sirven para despejar el terreno problemático de la axiología. Así pues, la investigación axiológica de Salazar Bondy, a decir de Javier
Sasso, propone un nuevo escenario ético (Sasso 1987, 15)
que no se trata de la ordenación objetiva de los valores, sino del conjunto de experiencias cuyo rasgo es
el compromiso del hombre. De manera que lo «bueno»
es una exigencia normativa de adoptar una actitud
favorable a un objeto o situación determinadas. Esta actitud favorable o desfavorable se vincula con el
«debe» por ejemplo: «Creo que X es bueno, pero no
creo que se deba tener hacia X una actitud positiva»
(Salazar Bondy 2010, 121). Así, este «debe» implicado en lo «bueno» es incondicionado y como resultado
se adopta una exigencia universal que es válida para
todos los sujetos, a manera de un imperativo kantiano. Sin embargo, esta exigencia es normativa porque
el «debe» es una instancia primitiva y genérica que
cubre todas las exigencias de carácter evaluativo y no
evaluativo. Por lo dicho, la experiencia valorativa se
diferencia de la experiencia moral y del imperativo
kantiano porque no es una obligación o «una instancia
con autoridad», pues la exigencia valorativa, antes de
ser un enunciado sobre las vivencias (subjetivismo), es
una instancia mostrativa, es decir, no es posible intuirla
ni probarla como pretenden las propuestas intuicionistas y racionalistas respectivamente. En este sentido, se
hace pertinente el recurso de Ludwig Wittgenstein en
el planteamiento axiológico de Salazar Bondy, como
veremos a continuación.
Aparte de la falacia naturalista tenemos el recurso
de la instancia trascendental de Ludwig Wittgenstein.
Salazar Bondy sostiene que en el Tractatus encontramos
dos tipos de orientaciones, la primera es la lectura dominante referida a la lógica y a la epistemología, y la
otra referida a la ética, la axiología y lo místico. Estos
dos tipos de orientaciones tiene como base las influencias de diferente índole como la de Gottlob Frege, Bertrand Russell, Arthur Schopenhauer, Tolstoi, Platón,
San Agustín, Soren Kierkegaard y Heinrich Hertz
(Salazar Bondy 1965). Salazar Bondy asume que, en
su propio marco interpretativo, el valor es carente de
sentido porque no se describe a través de proposiciones referentes a hechos. Más delante, en 1969, K. T.
Fann sostuvo, en sintonía con el filósofo peruano, que
se realizaron malas interpretaciones porque traducían,
sin distinción alguna, unsinning y sinnlos por senseless .
Y, en efecto, a partir de esta deficiente traducción, se
designó al Tractatus como un tratado antimetafísico
(Fann 2013, 44). Este punto ya era asumido por Salazar Bondy porque asumió dicha distinción que le
permitió continuar en su análisis axiológico.
Siguiendo el argumento de esta cita, el valor como
sentido del mundo quedaría fuera del mundo, es decir, no ligado a los hechos que son expresados por el
lenguaje. Pero en ningún caso, ante la imposibilidad
de enunciación proposicional de la ética, lo no decible
no carece de importancia, sino tiene el carácter de trascendental . Salazar Bondy delimita este concepto como
un a priori que posibilita el mundo y el pensamiento de
este mundo. Por eso, lo ético en tanto trascendental es
inexpresable por medio del lenguaje porque está fuera
del mundo; sin embargo, puede mostrarse. Asimismo,
a propósito del sentido del mundo, como señala H.
O. Mounce, «(e)l sentido de la vida es algo que puede aclararse. Pero, una vez más, solo se muestra a sí
mismo; no puede ser enunciado» (Mounce 2017, 129)
Esta problemática abierta desde Wittgenstein sirvió a
Salazar Bondy como recurso teórico —al igual que
«la guillotina de Hume» o la falacia naturalista—, para distanciarse de las tesis objetivistas y subjetivistas.
Salazar Bondy habiendo abierto un camino de investigación axiológica a partir de la instancia trascendental wittgensteniana, ahora tendrá como finalidad
justificar por qué el valor es condición de posibilidad
de la praxis. De modo que, frente a las limitaciones
del subjetivismo y el objetivismo, Salazar Bondy tuvo como recurso el análisis lingüístico cuya finalidad
es la fundamentación del valor. En primer lugar, esta
fundamentación se enmarca en un análisis racional
porque «[f]undamentar implica, en efecto, encontrar
las razones sobre las cuales se asienta un sistema conceptual o de índole afín» (Salazar Bondy 2010, 174).
En segundo lugar, esta fundamentación se realiza en
el nivel de la experiencia valorativa originaria, que
se denomina como protovaloración. Como ya hemos
92 A parte de Moore, Salazar Bondy analiza a otros intuicionistas como Hastings Rashdall, John Laird, A.C. Ewing y Harold Arthurd Prichard. Por otro
lado, dedica unas líneas a Bertrand Russell quien sostiene un particular subjetivismo donde nuestros deseos confieren valor a las cosas; y a Alfred J. Ayer,
quien sostiene un emotivismo que el valor no describe un hecho o propiedad ni posee validez alguna, sino solo cumple una función expresiva por medio
de la exteriorización de los estados de ánimo. Y, por último, Salazar Bondy señala los nuevos planteamientos éticos de cepa wittgensteniana, a saber, los
trabajos de Stephen Toulmin. P.H. Nowell-Smith y Richard M. Hare.
75
visto, Salazar Bondy toma el punto de vista trascendental porque la función de los valores constituye el
mundo de la praxis o, en otras palabras, son condición
de posibilidad de la praxis:
Al modo como los trascendentales —en el
sentido kantiano, husserliano o wittgensteiniano— lógicos y físico-naturales hacen
posible los objetos en general y los objetos
del mundo físico, fundando de este modo
la idea del mundo, así también es menester
un trascendental de la acción si la praxis
humana ha de ser considerada objetiva.
El valor sería precisamente este trascendental, es decir, una instancia categorial
gracias a la cual hay un mundo racional,
un orden de las acciones e interacciones
humanas que podemos entender (Salazar
Bondy 2010, 179).
Esta apelación a lo racional tiene como finalidad
admitir la objetividad del valor producido por el entendimiento que hace posible un mundo objetivo de
la praxis. No olvidemos que el valor es condición de
posibilidad de la praxis, no quiere decir que sea representado en un lenguaje proposicional, pues se supone
que hemos pasado hasta este punto por el tamiz de la
«guillotina de Hume» y la falacia naturalista. Como
resultado, Salazar Bondy demuestra que los valores
son categorías que permiten la objetividad de la praxis y el entendimiento de los sujetos en el mundo de
la praxis. Esta postura crítico trascendental representa un giro copernicano en la axiología, porque según
Salazar Bondy:
(…) el lenguaje cotidiano recurre a “bueno”, “malo”, “bello”, “justo” y a los demás términos valorativos cuando quiere
sancionar un orden (objetivo) de la acción,
frente a la multiplicidad (subjetiva) de los
sentimientos y los deseos. No es posible,
en consecuencia, buscar en el mundo los
valores. No es posible encontrar como parte de lo objetivo instancias susceptibles de
nombrarse así. Lo que ocurre más bien —y
en esto reside el giro copernicano de este
planteo— es que hay mundo, hay objetos
de la praxis, porque operan las instancias
que convenimos en llamar valores. Pero estas instancias no pueden ser consideradas
cosas, esencias, entes del mundo, sino que
cumplen la función de categorías gracias
a las cuales hay objetividad práctica y, en
consecuencia, entendimiento de los sujetos
respecto del mundo de la acción […] Los
valores no pueden, pues, tomarse como
objetivos sino como condiciones de posibi-
76
lidad de lo objetivo, social y humano (Salazar Bondy 2010, 180)
El armazón conceptual de Salazar Bondy delimita
los conceptos de objeto, objetivo y objetividad. En el
caso de objeto son aquellos que son mentados o que
se puede exponer en una experiencia (cosas, propiedades, estados y relaciones) como representación; en
el caso de objetivo es lo referido a esos objetos como
descripción; y objetividad es a) la propiedad perteneciente a un objeto, b) el dominio formado a través del
objeto, ambos como exposición. Estos tres conceptos
refieren a la experiencia y pueden tener diversas predicaciones en el lenguaje ordinario y científico. Pero
el análisis salazariano distingue –al incluir lo trascendental en su planteamiento– entre un meta-lenguaje y
un lenguaje-objeto, donde el primero es constituyente
del segundo y, por ende, depende del primero. Esta
distinción permite a Salazar Bondy sostener que cuando se usa conceptos como causa, sustancia, verdad o
espíritu no se usa un lenguaje científico, sino que se
ubica en el lenguaje lógico-filosófico porque «(el) discurso crítico y fundamentador que han usado tradicionalmente los filósofos y que como tal está orientado
a comunicar no verdades sobre los hechos o los entes,
sino sobre aquello que los sustenta y está presupuesto
en cualquier afirmación sobre ellos» (Salazar Bondy
2010, 187). Por esta razón, la filosofía es un lenguaje
categorial o trascendental que será denominado como
arque-objetividad porque son condiciones de posibilidad de la experiencia. Si bien en Kant, arguye Salazar
Bondy, fue posible pasar del análisis del conocimiento
hacia el análisis de la acción, entonces es posible, a
partir de las distinciones realizadas líneas arriba, postular las condiciones de posibilidad de la praxis y del
valor como se dio en el caso de la gnoseología porque:
Así como hay un hablar de objetos en la
conexión del conocimiento, posible porque
hay determinadas categorías objetivantes,
así también cabe hablar de ciertas conexiones objetivas propias de la praxis, lo cual
resultará también posible sólo en tanto y
cuanto operen determinadas instancias categoriales constituyentes (Salazar Bondy
2010, 188-189).
De modo que los valores son considerados como
una instancia constituyente de la praxis humana cuyo
carácter racional permite ubicarse dentro de la objetividad. En este punto Salazar Bondy, entendiendo la
filosofía como un discurso crítico y fundamentador,
pretende determinar lo constituyente, a diferencia de
lo objetivo que refiere a una simple descripción. Por
tal motivo, el filósofo peruano denomina la relación
del objeto en tanto que constituido y constituyente como una instancia arqueo-objetiva; y al dominio de lo
trascendental como una instancia denominada como
arque-objetividad, en el cual se ubicaría los valores
porque recordemos que el valor no es una propiedad
del objeto ni tampoco una vivencia. En consecuencia,
Salazar Bondy afirma el valor como trascendental
donde no es posible la praxis humana sin atribución
del valor.
EL TÓPICO DE LA POLÍTICA
El Movimiento Social Progresista (en adelante utilizaremos MSP) se constituyó a fines de 1955 y según informa, en una nota de prensa de su Ideario, se
autoreconoce como una organización democrática y
humanista cuyo objetivo es el bienestar y perfección
del hombre, a diferencia de otros partidos políticos
de izquierda93 :
En el Perú, a despecho de los principios
e ideales democráticos que aceptamos, la
técnica dominante es la contraria: la nación subsiste a costa del hombre, contra el
hombre, pues al lado de la minoría de privilegiados que pueden gozar de los beneficios de la civilización moderna, la mayoría
de la población se debate en la ignorancia,
en la miseria y la enfermedad (La Crónica
29 de diciembre 1955, 9).
Salazar Bondy, después de su experiencia en el MSP,
recopiló sus escritos políticos en Entre Escila y Caribdis.
Reflexiones sobre la vida peruana. Este libro fue publicado
durante el contexto de transformaciones estructurales
realizado por el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas y representa «una evolución personal y
de un grupo generacional que va desde planteos teóricos independientes, pero aún abstractos, a un compromiso con la realidad que hace posible una praxis
revolucionaria concreta» (Salazar Bondy 1985, 9-10).
Por tal motivo, incluye en este libro el documento doctrinario que escribió para el MSP: «Bases para un socialismo humanista peruano». Analicemos, entonces,
este momento político de Salazar Bondy que posee
un desarrollo hasta su participación en el Gobierno
Revolucionario de Velasco.
Delimitemos en primer lugar el concepto de progresismo que tiene dos acepciones: a) es un ideal universal de plenitud y bienestar del ciudadano y de los
pueblos; y b) es un proyecto político que implica resolver los problemas sociales. Y, a diferencia de doctrinas
políticas conservadoras y neoliberales, las propuestas
progresistas lo hallamos en:
todos los procesos revolucionarios en los
cuales un principio de perfección personal
y colectiva, materializado en las luchas de
los hombres, ha rescatado a clases y pueblos enteros de una condición infrahumana y ha hecho prevalecer los valores de la
comunidad sobre los intereses antisociales de individuos o grupos (Salazar Bondy
1985, 80).
De modo que el progresismo, como parte de la izquierda, tuvo una crítica al capitalismo porque ocasionaba desigualdades sociales debido a su carácter
individualista. Pero se distancia del discurso clásico
marxista porque este progresismo propone una democracia integral. Por otro lado, este progresismo se denomina socialista porque tuvo como finalidad la concretización de las experiencias personales y colectivas para
potenciar el progreso humano bajo una transformación estructural de la sociedad. Y, por tal motivo, es
importante unificar las distintas corrientes del socialismo94 porque se podrá «encontrar las vías adecuadas
para su recíproca colaboración y enriquecimiento en
el plano teórico y en el de la práctica, y se romperán
todos los esquemas rígidos que han restado aptitud
y eficacia al pensamiento socialista» (Salazar Bondy
1985, 84). Este progresismo es una doctrina abierta
que adopta recursos teóricos y prácticos del socialismo
en general, y, así, evitar esquemas rígidos y dogmáticos
como la del discurso clásico marxista, adoptado por
los partidos comunistas en el Perú.
Anteriormentevimos el concepto de revolución salazariana como transformación estructural, la cual repercute en la reestructuración social porque al «transformar las bases del mundo burgués como único modo
de eliminar las causas de la desigualdad, la injusticia y
la opresión. Su propósito es devolver a la sociedad su
genuino sentido solidario y creador» (Salazar Bondy
1985, 113). Esta reestructuración buscaba la eliminación del capitalismo, pero precisemos antes el tipo de
capitalismo que se desarrolla en los países latinoamericanos. Salazar Bondy distingue dos tipos de capitalismo: la primera es el capitalismo originario que es un
producto de la evolución social y económica desarrollado históricamente en países occidentales; y la segunda es el capitalismo impuesto surgido de la expansión
económica y política de las potencias industriales. Este
capitalismo impuesto repercute negativamente en las
93 Este partido político aparte de considerarse humanista y democrático congregó a diversos artistas, intelectuales y académicos peruanos. Por este
motivo sus influencias vienen del socialismo marxista y no marxista, la teoría económica de los países subdesarrollados y las investigaciones sociológicas
sobre el Perú. Lamentablemente, no tuvo una importante convocatoria y se desintegró en 1962. La mayoría de sus miembros fundaron posteriormente el
Instituto de Estudios Peruanos.
94 Salazar Bondy se refiere al socialismo utópico, al marxismo, al anarquismo, al sindicalismo, a la socialdemocracia, al socialismo cristiano y al progresismo contemporáneo.
77
estructuras sociales de los países subdesarrollados como es el caso peruano porque: 1) agrava la división de
la sociedad en explotadores y explotados; 2) destruye
la coherencia nacional que puede haber fundado una
antigua tradición; y 3) supedita la vida del país (en
plan de colonia, semicolonia, zona dependiente, etc.)
a los intereses extranjeros imperialistas que paralizan
su desarrollo. Este capitalismo originario logró un desarrollo económico y social a través de la explotación
colonial, incluso el propio Marx ya señalaba que el
colonialismo fue una etapa en el proceso de acumulación originaria del capitalismo95 . Este capitalismo
impuesto peruano, entonces, tiene como consecuencia un incipiente proletariado, esto lo había percibido Mariátegui en las primeras décadas del siglo XX.
Por otro lado, el socialprogresismo distingue tres tipos de Estado: a) el Estado gendarme que preserva los intereses económicos de los grupos oligárquicos feudales
y capitalistas; b) el Estado dictatorial que se impone por
la fuerza y pierde el vínculo con el pueblo; y c) el Estado
popular nacional que surge de las bases de la sociedad.
Esta última se distingue de los dos anteriores porque
posibilita el acceso del pueblo al gobierno, este es un
tipo de Estado genuinamente democrático ya que «el
Estado no es ya una entidad aparte de la sociedad,
un cuerpo aislado y rígido que despoja del poder a la
comunidad (…) es el ideal socialista que persigue el
socialprogresismo» (Libertad 04 de abril 1962, 12).
Ahora bien, en el archivo familiar de Salazar Bondy96
encontré un folio titulado como «Diálogos políticos
-1962». Se trata de un escrito inédito a manera de
diálogo y tiene como personajes: a un socialprogresista, a un reaccionario (neoliberal o de derecha), a un
comunista y a un joven que quiere militar en un partido político. La fecha en que se escribe este texto se
ubica durante su militancia en el MSP y esta permitirá
comprender mejor su postura política. En primer lugar, este texto inédito indica que la opresión y miseria
del capitalismo impuesto se encarna no en el proletariado, sino en el campesinado97 porque «quien vive la
miseria, como nuestro campesino explotado, conoce
lo fundamental, tiene la conciencia de lo fundamental y su lucha será por lo fundamental: la liberación
del hombre y la nación» (Salazar Bondy 1962b, s/p).
Esta reflexión de Salazar Bondy no rechaza que el
proletariado sea una fuerza revolucionaria en la reestructuración social, sino solo cuestiona su centralidad
como sujeto histórico. Además, esta reestructuración
social tiene una base democrática, en tanto comunidad solidaria de las personas libres, opuesta a toda
forma de violencia como «el cuartelazo, el terrorismo,
el asesinato de los trabajadores, la supresión de los
derechos sociales por las dictaduras» (Salazar Bondy
1962b, s/p). Por lo dicho, el socialprogresismo critica
la dictadura del proletariado propuesto por el discurso
clásico marxista98 porque crea hábitos de obediencia
y además solo un grupo detentarán el poder político.
Por otro lado, en este diálogo, el comunista pregunta al socialprogresista si se considera un marxista. La
respuesta es que: «el marxismo es solo una corriente,
aunque principal, en el ancho río del pensamiento socialista. Nosotros no queremos prescindir de ninguno
de los aportes válidos de este pensamiento» (Salazar
Bondy 1962, s/p). El socialprogresismo no se reduce
a la doctrina marxista ni menos adopta el discurso
clásico marxista. Por ejemplo, un socialprogresista no
comparte el análisis del imperialismo leninista que es
caracterizado como etapa superior del capitalismo.
Pues, para el socialprogresismo anteriormente hubo
una expansión imperialista de Inglaterra a través del
apoyo para las independencias de las colonias españolas. Por tal motivo, propone —como ya vimos— dos
tipos de capitalismo: a) el capitalismo originario de
los países imperialistas, y b) el capitalismo impuesto
de los países subdesarrollados. Esta distinción permite
cuestionar el análisis leninista del imperialismo en los
países subdesarrollados porque es:
instrumento de saqueo de las riquezas nacionales y que provoca tal pauperización
creciente de las masas. No podemos pues
hablar de una etapa superior en lo que toca
a la organización de la economía nacional,
sino de una regresión, de un desajuste cada vez más grave de la economía y el país
(Salazar Bondy 1962b, s/p).
El socialprogresista, en el diálogo con el reaccionario, afirma su oposición a la libre competencia y al libre
mercado capitalistas porque el trabajador se convierte
95 En el capítulo XXIV del I Tomo de El Capital, Marx indica lo siguiente: «El descubrimiento de las comarcas auríferas y argentíferas en América, el
exterminio, esclavización y soterramiento en las minas de la población aborigen, la conquista y saqueo de las Indias Orientales, la transformación de África
en un coto reservado para la caza comercial de pieles-negras, caracterizan los albores de la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos constituyen
factores fundamentales de la acumulación originaria» (Marx 2009, 939).
96 Agradezco a Helen Orvig, viuda de Salazar Bondy, por permitirme el acceso a su archivo familiar. En esta pesquisa encontré inéditos, manuscritos
y correspondencia. Esperamos próximamente publicarlos porque solo se conoce a este filósofo el libro por su libro ¿Existe una filosofía en nuestra América?, el
objetivo es que tengamos suficiente material bibliográfico para no caer en generalidades sobre su propuesta filosófica.
97 El socialprogresismo tuvo como uno de sus principales medidas políticas la reforma agraria y adoptan el lema de la Revolución Zapatista: «la tierra
para quien la trabaje». Este lema también fue utilizado en los discursos de Juan Velasco Alvarado, este indicio permite indicar la continuidad que hubo
entre las medidas políticas del MSP y su gobierno.
98 Con anterioridad vimos cómo este filósofo peruano, a través de Merleau-Ponty, cuestiona el discurso clásico marxista y la URSS. Y, en consecuencia,
se opone a todo tipo de dictadura que proceda tanto de políticas conservadores y neoliberales, o de las políticas de izquierda.
78
en mercancías para el lucro capitalista. Esta economía
de la ganancia y del lucro es cuestionado a través de la
concepción humanista del socialismo donde el hombre
es principio y meta de la economía99 , oponiéndose a
los efectos capitalistas de una sociedad deshumanizada. En consecuencia, los socialprogresistas se oponen
a la propiedad privada de los medios de producción
capitalista porque los trabajadores se encuentran en
una situación desigual porque:
si un campesino posee una parcela que
él cultiva con su esfuerzo y el de su familia, entonces la sociedad no sólo no debe
poner trabas a esa posesión sino que debe defenderla y ayudar a quien trabaja y
produce con ella. Pero muy diferente es el
caso de quien es propietario de bienes de
producción y los aprovecha como instrumento de su trabajo sino como, medio de
explotar a otros hombres y de despojarlos
del producto de su esfuerzo (Salazar Bondy
1962b, s/p).
Estas características del MSP y del militante socialprogresista permiten llegar a un punto central: la democracia integral. Hemos visto que este partido político apuesta por la democracia a diferencia de los
partidos de izquierda que asumen el discurso clásico
marxista. Salazar Bondy, según varios textos informativos publicados en Libertad , aparece como uno de
los principales ideólogos y promotores de este partido
político. En primer lugar, el socialprogresismo cuestiona la democracia liberal capitalista—la misma actitud
crítica encontramos en Mariátegui— porque es una
democracia en apariencia y sus libertades son solo
formales. Además, no crean las condiciones necesarias
para el ejercicio de estas libertades porque una minoría
sigue manejando la política y la economía. La meta
socialprogresista frente a esta situación es que:
Los resortes del poder económico pasan a
manos del pueblo y el producto del trabajo
social es administrado por las comunidades
en los diferentes niveles y planos de la vida
nacional (…) Aprendiendo a administrar
en común los productos de su trabajo y los
bienes sociales, los hombres de todas las
esferas se acostumbran a ejercer el gobierno y a perfeccionarlo y van reemplazando
los hábitos de competencia y explotación
que la sociedad capitalista les ha inculcado
por los nuevos hábitos de la vida comunal,
libre, solidaria y creadora (Salazar Bondy
1962b, s/p).
En este punto Salazar Bondy señala que la propiedad privada y los medios de producción ahora serán
administradas por las comunidades. Esto permitiría
una reestructuración social eliminando así el capitalismo impuesto y sus perniciosos efectos. En segundo
lugar, la democracia integral, al cuestionar este capitalismo impuesto, no solo cuestiona su aspecto económico, sino también los aspectos políticos y sociales. En
este sentido, se distingue tres aspectos en la democracia
integral100 que se encuentran estrechamente vinculados: 1) La democracia política: la soberanía reside en
el pueblo y el pueblo controla efectivamente el poder
político; 2) La democracia social: la organización social
no ampara privilegios ni exclusiones. En consecuencia,
no debe haber grupos dominantes ni grupos marginados; 3) La democracia económica: la producción
y la distribución de la riqueza se realiza en beneficio
de la comunidad y exige que el control económico se
halle en manos del pueblo (Salazar Bondy 1970, 27).
En tercer lugar, la democracia integral solo es posible por medio de una política socialista. Como indica
Salazar Bondy: «(l)a democracia espera el socialismo
para realizarse, porque solo se realizará con él» (Salazar Bondy 1962b, 9), es decir, esta democracia sin el
socialismo sería una democracia neoliberal que no busca la eliminación del capitalismo. De esto se concluye
que no hay oposición entre democracia y socialismo.
De este modo la propuesta política de Salazar Bondy,
cuya plataforma fue el MSP, se distancia incluso hoy
mismo de los partidos políticas tradicionales y conservadores. Su objetivo es, al igual que Mariátegui, la
construcción de un socialismo peruano auténtico, basado en la reflexión y el estudio de la realidad peruana.
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99 Salazar Bondy fundó, conjuntamente con destacados cientistas sociales, el Instituto de Estudios Peruanos. En esta institución una parte de sus miembros estuvieron influenciados por François Perroux como es el caso de Jorge Bravo Bresani, quien escribió Desarrollo y subdesarrollo. De la economía del hambre
a la economía del hombre (1967). Salazar Bondy y Bresani aceptaban la propuesta de Perroux en el cual la economía no debía divorciarse de su fundamento
humano.
100 Hemos insertado el Ideario del Movimiento Social Progresista en la sección Anexo. El propósito es mostrar con más detalle sus objetivos y ver la
conformación de su militancia. Hemos tomado como referencia su última participación política en las elecciones de 1962.
79
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RESEÑAS
81
DUSSEL, ENRIQUE (2020),
SIETE ENSAYOS DE FILOSOFÍA
DE LA LIBERACIÓN. HACIA
UNA FUNDAMENTACIÓN DEL
GIRO DECOLONIAL. MADRID,
TROTTA, 196 PP.
CARLOS PÉREZ SEGURA UNAM/FFYL
Diego Asdrel López Mondragón UNAM/FFyL
“Escrito desde la periferia para personas de la periferia”
E. Dussel, Filosofía de la Liberación, p. 11
INTRODUCCIÓN
Por más de 50 años, la obra de Enrique Dussel ha asentado y desarrollado las bases de lo
que actualmente en la discusión filosófica se conoce como Filosofía de la Liberación. Tal
filosofía se ha constituido a partir de un diálogo entre Sur-Sur y Sur-Norte, poniendo sobre la mesa una plétora de temas y experiencias de sufrimiento ignoradas por el proceder
de la filosofía occidental y eurocéntrica. De ahí que la Filosofía de la Liberación, como
un pensamiento crítico desde la alteridad y para la alteridad (Dussel, 2018b, pp. 13-16),
haya tenido siempre como uno de sus ejes centrales la reivindicación, teórica y práctica,
de la dignidad de las y los excluidos, es decir, de los que están fuera de la Totalidad del
sistema vigente.
Esto último se ha desarrollado a lo largo de toda sus obras -desde las más tempranas como El Humanismo Semita (1969), Método para una Filosofía de la Liberación (1972) o Para una Ética
de la Liberación (1973), y hasta las más recientes como 16 Tesis de Economía Política (2014), 14
Tesis de Ética (2016) y claro está en Siete Ensayos de Filosofía de la Liberación (2020)- dentro de
una filosofía formulada en términos de un sistema, pero no “[...] uno cerrado, dogmático,
ortodoxo, sino, por el contrario, abierto, flexible y sensible a la crítica, como la vida [...]”
(Dussel, 2018a, p. 422), lo cual deberá tenerse en mente cuando se piense en la unidad
que atraviesa cada uno de sus trabajos, incluidos los siete ensayos que componen el libro
del cual nos ocuparemos a continuación.
En una comprensión monolítica del sistema, la unidad del ensayo filosófico se suele
atribuir a aquel como si este último fuera su apéndice, y sólo le correspondiera atender a
fenómenos ya presupuestos, para levantar -como diría el joven Lukács- “hacia lo eterno
algo que ya existió una vez, justamente en su unicidad” (Lukács, 1910, p. 241). Pero algo
distinto ocurre cuando se piensa el sistema como abierto. En consonancia con la metáfora
de Antonio Machado del caminante que hace su camino al andar, el lugar que el nuevo
libro ocupa dentro de la filosofía de Dussel debe entenderse como parte de un proceso en
permanente construcción, siempre abierto a una realidad cambiante y a un diálogo con
otras posiciones. Así, la unidad que enlaza los diferentes ensayos que componen este libro,
viene dada por la necesidad de un diálogo con muchas de las posturas e ideas hoy asociadas al giro decolonial, con miras a formular una fundamentación del mismo.
82
REVISTA FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN. DESCOLONIZACIÓN Y TRANSMODERNIDAD, ENERO-JUNIO 2021, N°1.
En los últimos años, al interior del giro decolonial se ha suscitado un cisma.101 A raíz de
los procesos democráticos que, en el primer quinquenio del siglo, llevaron a la presidencia
a una serie de movimientos progresistas en algunos países de América Latina, se hizo patente la necesidad de precisar la postura que se tenía sobre la política al interior de las teorías críticas latinoamericanas. En aquel momento, algunos optaron por un radicalismo de
izquierda que rechazaba tajantemente cualquier tipo de institución política asociada a la
modernidad. Esto, a su vez, puso sobre la mesa otra cuestión, ¿cómo atender a la Modernidad? ¿Debería entablarse con ella un diálogo, o se le debería negar absolutamente? Hasta
hoy, esos siguen siendo temas centrales, pero a ellos se han añadido nuevas cuestiones. Con
el creciente auge de los fundamentalismos, también se ha hecho necesaria la reevaluación
de la lectura crítica de la religión, haciendo cada vez más insostenibles los rechazos clásicos de trabajar esos temas desde una izquierda atea. Una cuestión que podría englobarse,
junto con la anterior, dentro de la mucho más general del diálogo entre culturas y saberes,
occidentales y no occidentales.
La filosofía de Dussel, que desde hace muchos años ha abordado estos temas, no se ha mantenido ajena al debate. Como teoría crítica, su filosofía siempre ha defendido la necesidad
de “descubrir la colonialidad”, el “ser-en-el-mundo-colonial” para con ello “[…] alcanzar
la clara consciencia crítica ante el eurocentrismo y la Modernidad, y con ello llevar a cabo
la tarea de una «descolonización epistemológica» de la filosofía, y también de la historia y
de la teología” (Dussel, 2020, p. 153), sin desatender con ello el papel preponderante de la
fundamentación. Así, este nuevo libro no sólo presenta su postura con respecto a esos temas,
sino que además plantea una superación del debate por medio de una fundamentación del
momento crítico de la política (tanto positivo como negativo) supuesto -mas no fundamentado- por el giro decolonial.
En adelante, procederemos a dar un repaso de algunas de las tesis más importantes de
cada uno de los ensayos, tratando de mantener en el centro siempre el eje que aquí se ha
tratado de esbozar.
Las teorías políticas modernas y contemporáneas han definido a la política de formas
tan distintas, que incluso llegan a ser contradictorias entre sí. La política de la liberación se
distingue de ellas en la medida en que logra integrar estas definiciones como momentos de
la política en su totalidad. Así, por ejemplo, autores como Max Weber, Walter Benjamin
o Vladimir Lenin, son situados dentro de la política de la liberación, señalando ya sea sus
virtudes o sus limitantes.
Como una propuesta diacrónica, la política de la liberación supera ciertos esencialismos
teóricos al situarlos como momentos del desarrollo político. En este sentido, “momentos
que eran considerados antipolíticos, y que ahora podrían denominarse ejercicio dominador
de una necropolítica (como la denomina Achille Mbembe), pueden ahora situarse como
momentos defectivos de la política” (Dussel, 2020, p. 10). ¿Pero qué implica este carácter
diacrónico? El filósofo argentino distingue tres momentos a los que nombra constelaciones,
los cuales se suceden temporalmente y que, desde 2017, constarán cada una de tres etapas
internas distinguibles.
La primera constelación es el momento de la Totalidad (término levinasiano) que denota
el orden político-social vigente; en ésta, Dussel localiza a las instituciones operantes al frente de una comunidad. Pero cuando esta Totalidad se fetichiza e impone decisiones que no
refieren a la reproducción y conservación de la vida de la comunidad que la fundamenta,
emerge entonces el momento crítico negativo o la ruptura mesiánica como segundo momento de la política. Dicho momento -que fue teorizado por pensadores como Jean Paul
Sartre, W. Benjamin, V. Lenin o Pablo de Tarso, entre otros- comprende la crítica al sistema
vigente desde el sufrimiento de las víctimas que produjo. Como también diría nuestro autor
al inicio de la segunda parte de las 20 Tesis de Política (Dussel, 2006), este es el momento de
la deconstrucción en donde tienen lugar históricamente los movimientos sociales contestatarios, así como las teorías críticas orgánicamente articuladas a tales movimientos. Es el
momento del peligro, de las contradicciones que se dan en el encuentro de lo viejo con lo
que está a punto de nacer.
101 Esta discusión ha sido sintetizada en el último libro del filósofo colombiano Santiago Castro-Gómez, El tonto y los canallas.
Notas para un republicanismo transmoderno (2019).
83
Ahora bien, sin reducir este segundo momento crítico a la mera destrucción del Estado
dominador (que es uno de los puntos que más le critica Dussel al radicalismo de izquierda,
como el pensamiento anarquista), el autor también lo perfila como el origen de un nuevo
orden político-social. Aquella supuesta desvinculación (entre potentia y potestas) que amenazaba con desintegrar la política como tal, y que ya en la Arquitectónica (Dussel, 2009, p. 12)
aparecía como uno de los problemas a superarse en la filosofía de la liberación, reaparece
como crítica a la parcialidad tanto de un enfoque institucional como de uno meramente
crítico negativo. La política no es ni puro ejercicio de dominación, ni mera negación de lo
dado, pues una vez destruida la forma fetichizada del orden vigente, aparece la pregunta de
cómo superar el momento puramente negativo de la crítica. Esta cuestión se resolverá con
la delimitación de un momento crítico positivo de la política y con la postulación de nuevos
principios sobre los cuales este momento se sustente.
Para Dussel, este tercer momento es el más complejo de todos debido a que en él se juega nada menos que la transformación de lo existente; aquí “se muestra la política como un
momento positivo, creativo, de construcción de la historia”. A su vez, es el momento necesario que debiera seguir “a la negatividad de la revolución como ruptura y deconstrucción.”
(Dussel, 2020, p. 16) Para el tercer momento se propone, entonces, la afirmación de un nuevo
orden político y social que se configure luego de la negación y liberación de sus víctimas, un
orden que esté “al servicio de la vida” de la comunidad (Dussel, 2020, p.19); para ello es menester tomar en consideración un principio de factibilidad que nos permita definir nuevas
instituciones que funjan como mediaciones para la vida. Dicha afirmación requerirá de una
acción política con sentido de realidad, es decir, consciente de sus limitaciones históricas -sin
ser reformista- aunque con miras a establecer lo imposible, lo que está fuera del horizonte de
sentido de la Totalidad vigente. De esta forma, se superan posiciones que, aunque de izquierda, acaban por coincidir con la derecha en un rechazo radical del Estado y sus instituciones.
Ahora bien, si en el primer ensayo Dussel nos advierte de la necesidad del tercer momento de la política, es necesario precisar que no toda acción política se deberá concretar de
la misma forma en diferentes lugares, tradiciones y culturas; además de que ella no deberá
replicar la lógica dominadora que subyace a la Modernidad. En su segundo ensayo, titulado
“Crítica a las Muchas Modernidades. Un diálogo Sur-Sur”, nos coloca en una acalorada
discusión filosófica que ha ocupado numerosas páginas dentro de su extensa obra, a saber,
la crítica y la superación a la Modernidad europea.
Como se dijo anteriormente, la crítica a la Modernidad ha sido un tema característico
del pensamiento decolonial. En su forma más radical ha caído en una idealización de toda
tradición no occidental o moderna, lo cual no ha estado exento de excesos bucólicos. ¿Cómo se sitúa la filosofía de Dussel en este contexto? En debate con el filósofo islámico Taha
Abdulrrahman (a quien le discutirá su problemática hipótesis de las multiples Modernities), el
pensador latinoamericano resumirá qué es lo que él entiende por Modernidad. No obstante, su lectura de ésta no es negacionista, ya que como proceso histórico e irrepetible acepta
su existencia; sin embargo, le resta su hálito universalista y evidencia su carácter intrínsecamente dominador. Situada como un hecho mundial que inicia a fines del siglo XV a partir
de la apertura al océano Atlántico por parte de Europa, cuando esta no era más que un rincón del mundo sitiado en gran parte por el mundo árabe-islámico (el Imperio Otomano), la
Modernidad es bajada de su pedestal para pensarse como una tradición más en el mundo.
De acuerdo con Dussel, la constitución de la Modernidad se da a partir de una reconfiguración de la espacialidad. Europa, marginal y oscura en comparación con la posesión
territorial y con el esplendor cultural y comercial de los chinos y del islam, comienza a
adquirir toda su fuerza militar, política y cultural al momento de navegar y conquistar el
Atlántico. De un pequeño espacio aislado y suspendido en los aires, se conforma como el
centro del mundo hasta entonces conocido.102 Esta nueva distribución espacial jerarquizada
enunciará dos lugares: el centro y la periferia. Y será el primero el que se impondrá sobre
la segunda. “La Modernidad utiliza su periferia, la explota y domina, postrándola en un es102 En relación con la filosofía moderna, el autor argentino lo expresa de esta manera: “Desde la experiencia de esta ‘centralidad’ conseguida con violencia, el europeo comienza a considerarse como un “Yo” constituyente. Es el nacimiento de la historia
de la subjetividad moderna, del ‘eurocentrismo’. La centralidad europea en la historia mundial es la determinación esencial de
la modernidad.” (Dussel, 2018b, p. 31)
84
tado desmejorado, peor en relación a como se encontraba en el momento del comienzo de
la colonización,” (Dussel, 2020, p. 30) Inserta en una lógica univocista que se juega en los
extremos de la identidad y la diferencia -que es lo que se verá en el cuarto ensayo-: “la Modernidad se constituye a sí misma en el mismo instante en que subsume a las culturas americanas (durante sus tres primeros siglos) negadas en su exterioridad” (Dussel, 2020, p. 84) La
expansión colonialista de la Europa del Norte supondrá tanto la explotación económica del
centro sobre las periferias (como lo que ocurrió en Latinoamérica, de la cual extrajeron y se
robaron exorbitantes cantidades de minerales y metales como la plata) así como la subsunción y posterior invisibilización y aniquilación de las tradiciones y culturas de las colonias.
Asimilar la Modernidad acríticamente (es decir, sin atender su carácter histórico y colonial)
supone asumir de manera inconsciente su lógica dominadora.
Con base en lo anteriormente dicho, Dussel sostendrá que es inminente -dada la violencia
sistemática que se vive en las periferias- pensar en “superar radicalmente la Modernidad,
subsumiendo sus avances tecnológicos y científicos que sean acordes con las estructuras éticas, ontológicas y políticas de las culturas del Sur, para así converger, sin disolverse, en una
nueva humanidad, en una nueva Edad histórica, cultural y civilizatoriamente transmoderna”
(Dussel, 2020, p. 23). La idea de la Transmodernidad no sólo es una propuesta teórica: es,
a su vez, una propuesta práctica que busca nutrir a la acción política que se ha estado desarrollando últimamente en Latinoamérica y en otras partes del Sur del mundo. Para nuestro
autor, el actuar político (que como vimos anteriormente pretende instaurar un nuevo orden
más justo) radicado en el Sur no puede seguir pensándose dentro de los estrechos límites del
horizonte categorial de la Modernidad, pues éste no logra percibir toda la realidad compleja
de las diversas latitudes del mundo no pertenecientes al centro: es indispensable partir de
otros horizontes, horizontes propios del Sur que han sido ocultados y sitiados por la Modernidad Europea. Recuperando la frase de Abdulrrahman -citada por Dussel- de que “debemos emprender otra ruta que se funda en nuestro modo de vivir” (Dussel, 2020, p. 24) será
inminente abrir nuevos caminos, configurar nuevas miradas, establecer nuevas éticas, otras
lógicas. Esto es lo que, de cierta manera, se puede ver en acto en los ensayos tercero y cuarto.
En “Analogía y comunicación. Hacia una lógica de la filosofía de la liberación”, se perfila
la posición que Dussel mantiene respecto a la lógica que constituye a la Modernidad en un
centro y una periferia. A la lógica univocista de la identidad se le opone la lógica de la alteridad analógica. Ello no sólo sitúa su posición como una crítica al orden vigente y a la lógica
que le subyace, sino que además la distingue de aquellas posiciones que plantean como su
alternativa a la mera reivindicación de la diferencia. Como se ha visto, Dussel es consciente
de que la Modernidad es un proceso histórico fundado en la distinción entre un centro y
una periferia, y que en este sentido su superación no puede alcanzarse con la mera reivindicación de las diferencias, pues dentro de esta lógica ellas ya han sido inscritas como una
periferia. El meollo del asunto es mucho más complejo. Lo que se ha de subvertir no es la
mera exclusión, sino la lógica misma de dominación.
Así, una defensa de la mera identidad se muestra insuficiente. “La semejanza y no la identidad, permite un mayor ámbito de movimiento para mejor realizar el diálogo constructivo
y crítico analógicamente entre las distintas posiciones que conservan un ámbito de semejanza
donde la fusión de horizontes de los temas tratados respete las distinciones sin exigir identidad” (Dussel, 2020, p. 79). De nada sirve reivindicar una identidad, ya sea cultural, racial,
de género o de confesión religiosa, si con ello no se está además dispuesto a ir más allá de
la lógica de dominación moderna.
Como lo muestra en el apartado “Olvido de la analogía en la modernidad”, la univocidad
se conforma en dos momentos, el de la identidad y el de la diferencia. Ahí el ente, lo particular,
predica lo universal que le antecede, el ser. La diferencia es una diferencia en función del ser,
y este es unívoco. Ello se traduce en la conformación de la estructura dual “Modernidad/
colonialidad” (Dussel, 2020, p. 84) en el plano histórico. De ahí que, hoy en día, en el ámbito
del conocimiento y la política, aparezca como una alternativa la negación del momento de
la identidad unívoca y se pase a la afirmación de las muchas verdades. Una alternativa que,
como identifica Dussel, no implica el diálogo entre culturas, razas, géneros o saberes. En
esta alternativa se enmarcan los fundamentalismos que, al no lograr entablar un diálogo, se
encuentran abiertos a la posibilidad de tomar las armas e imponer así “la verdad a quienes
la ignoran”. Sin embargo, esta no es la única alternativa:
85
Entre ambas posiciones, (a) la primera, que intenta imponer la pretensión de verdad de la unívocaidentidad universal europea, y la segunda (b), que se propone
la destrucción de la modernidad, a sus ojos corrupta, imponiendo una equívoca
posición de la radical, especialista irreconciliable contradicción con lo que se
juzga blasfemo y diabólico, se abre el camino, en tercer lugar, (c) la analogía del
diálogo entre las distintas culturas existentes que reconocen la dignidad de las
otras, y también de la modernidad. (Dussel, 2020, p. 79)
Así, el eslabón que enlaza en un diálogo a las distintas culturas no se encuentra en la
afirmación de muchas identidades sino en el reconocimiento de la dignidad de lo distinto.
Como afirma Dussel: “no se trata del escepticismo de admitir muchas verdades, sino de la
discusión argumentativa de distintas pretensiones de propuestas que guardan una cierta
distinción desde la semejanza, pero no identidad que es imposible ontológicamente” (Dussel,
2020, p. 80).
La importancia de romper con una lógica universal y unívoca se hace explícita en el
diálogo que el filósofo argentino inició con Karl Otto-Apel en Alemania poco después de
la caída del muro de Berlín, y que se extendió a lo largo de la década de los 90 ‘s. Ahí se
puso sobre la mesa la necesidad de incluir en la ética una serie de principios normativos
formales y materiales que la fundamentaran. El diálogo inició a partir del interés de la
Ética del Discurso por encontrar una “ética complementaria” con “menores posibilidades argumentativas” (Dussel, 2020, p. 42). El intercambio de ideas entre Apel y Dussel se
extendió a lo largo de 10 años, luego de los cuales la Ética de la Liberación terminó fortalecida al integrar a su propuesta los principios formales de la Ética del Discurso, mientras
que esta última no logró incorporar a su teoría los frutos de aquel diálogo. A diferencia de
la Ética del Discurso que se limitaba a la postulación de la comunidad de comunicación
como superación del solipsismo del ego cogito, la Ética de la Liberación identificó que para
captar la complejidad del sujeto práctico era necesario introducir en la ética, además, a la
comunidad de vida.
Según Dussel, “la crítica meramente discursiva ignora la negatividad en el nivel material
de la corporalidad sufriente” (Dussel, 2020, p. 51). Es decir, ignora la lógica de dominación
subyacente al orden vigente que preserva la desigualdad entre comunidades y que atenta contra la vida. Tomando en consideración esto la simetría presupuesta por la Ética del
Discurso se tornaba imposible. La Ética del Discurso no tiene oídos para escuchar aquellas manifestaciones no discursivas que exponen los límites de la Totalidad sobre la cual
se asienta la discusión argumentativa. Si la fundamentación última de la ética se da en el
lenguaje, ésta no dará cuenta de la estructura asimétrica que se da desde la materialidad.
En este punto, la Ética de la Liberación tiene una ventaja frente a aquella, pues desde el
principio material de la vida sí es posible abordar dicha asimetría:
Para la ética de la liberación, en cambio, era necesario fundamentar un principio del contenido mismo de la argumentación y no solo sus condiciones formales (simetría, participación, no uso de la violencia, etc.) presupuestas para
alcanzar la validez. Ese principio creímos encontrarlo en la vida humana, que
es la exigencia a priori de la argumentación misma. Hay que estar vivo para
argumentar, y se argumenta acerca de algún aspecto de vida. Esta exigencia
es necesaria y universal [...] La obligación de la afirmación de la vida es la
exigencia normativa primera, y por ello es un principio universal [...] Descubríamos así que la exigencia de afirmar la vida humana en comunidad era el
presupuesto universal; era un nuevo principio: el principio material de toda ética
posible. (Dussel, 2020, p. 49)
A partir de dicho principio se fundaron las bases para construir la crítica a la Totalidad
que se le escapaba a la Ética del Discurso por estar fundada únicamente en un principio
formal. Es por la negación de la vida que el Otro/a se constituye como la “exterioridad
sufriente” (Dussel, 2020, p. 51) y, desde el reconocimiento de tal negación, se conforma una
nueva comunidad de comunicación que puede contraponerse al consenso válido dominante. Dussel sugiere en este momento la necesidad de incluir un tercer principio dentro de la
86
ética, el cual constituye el fundamento para ese momento crítico, a saber, el principio de
factibilidad. Este nuevo juicio ético que se formule desde la comunidad de comunicación
de los oprimidos debe tener en cuenta que “su materialidad (la corporalidad viviente) es
la condición de posibilidad de la crítica” (Dussel, 2020, p. 51).
Ahora bien, como se ha visto a lo largo de los ensayos anteriores, la producción teórica de
Dussel ha germinado a partir del diálogo con muchas tradiciones y pensadores del mundo.
Sin embargo, es posible identificar ciertos autores a los cuales se remite continuamente. Uno
de ellos es indudablemente Karl Marx.
La importancia de Marx en la obra del latinoamericano es tan profunda que es posible
remitirse a varios de sus textos en los que discute, línea por línea, los planteamientos teóricos del máximo representante de la crítica de la economía política. Libros como La Producción Teórica de Marx: Un Comentario a los Grundrisse (1985) o Hacia un Marx desconocido: Un
Comentario a los Manuscritos del 61-63 (1988) dan perfecta cuenta de aquel proyecto de lectura
crítica y atenta que emprendió Dussel sobre la totalidad de la obra de Marx y que empezó a inicios de los años 80’s, tomándole aproximadamente 10 años en concluir. Tiempo
considerable que le permitió incursionar posteriormente -ya con un gran bagaje conceptual- en las discusiones de los círculos marxistas y de izquierda. Su interpretación distará
tanto de un marxismo tradicional de corte soviético (la lectura hegemónica de gran parte
del siglo XX) como de las reformulaciones heterodoxas a la manera de Louis Althusser. No
obstante, se tratará de una lectura de Marx desde América Latina, es decir, desde la periferia explotada por el centro (como se vio en el segundo ensayo) y por el capital que, desde
el siglo XV y XVI, se ha abierto paso con el uso desmedido de la violencia. A Dussel le
interesaba estudiar a Marx para encontrar un marco crítico categorial capaz de ayudarle
a explicar la pobreza en Latinoamérica (lo cual supone un gran viraje frente a las interpretaciones antes mencionadas).
Enfrentarse a la vasta y profunda obra de Marx no es cosa sencilla. Numerosos y larguísimos ríos de tinta han corrido para intentar comprender (y explicar) aquello que dijo
el gran crítico del capital, siendo éste leído de formas muy diversas, por ejemplo, desde la
economía, la sociología, la lógica, la historia, la filosofía, la antropología, etcétera. Atendiendo a varias de estas miradas interpretativas -como la de Geörgy Lukács, Louis Althusser, Roman Rosdolsky o los teóricos de la Primera Escuela de Frankfurt, por mencionar
algunos- Dussel ha elaborado y ofrecido, desde hace 40 años, su interpretación. Lo que el
quinto y el sexto ensayo, titulados “El Marx del Segundo Siglo” y “La Crítica de la Teología como Crítica de la Política” respectivamente, mostrarán en conjunto es una gran
síntesis de muchas de las conclusiones a las que ha arribado Dussel a partir de la lectura
directa del autor de El Capital.
De acuerdo con el pensador argentino, la categoría fundamental desde la cual se desarrollará buena parte de la producción teórica de Marx es la de trabajo vivo. “Para Marx, la
acción crítica o científica consiste en explicar todas las categorías desde la categoría origen
de todas las categorías: el trabajo vivo” (Dussel, 2020, p. 103).103 El trabajo vivo, entendido
también como corporalidad viviente, como sujeto concreto, se distinguirá principalmente por dos
características: 1) su dignidad absoluta (punto de partida de la reflexión ética y que tendrá
grandes consecuencias, como se verá más adelante); y 2) ser la fuente creadora del valor, “vida
que se objetiva como valor” (Dussel, 2020, p. 98). Esta categoría, olvidada por la economía
política burguesa y por gran parte del pensamiento económico contemporáneo (que normalmente parte de categorías abstractas como la de “mercado”), cobra todo su sentido en una
crítica de la economía política que plantea, en todos sus momentos, como la contradicción
fundante de la sociedad moderna la contradicción capital/trabajo vivo.
Esta contradicción es aludida constantemente por Dussel a partir de las palabras del
mismo Marx: “El trabajo vivo se enfrenta al trabajo pretérito, la actividad al producto, el ser
humano a la cosa, el trabajo [enfrentado] a sus propias condiciones objetivadas como sujetos
ajenos, independientes y autónomos como si fueran personas [...] El trabajo mismo que
se apropian en lugar de ser apropiados por él” (Marx, 1956, p. 422). Esto quiere decir que
103 Este proceder teórico, es decir, la derivación de las categorías económicas a partir de la categoría primera (trabajo vivo),
es realizado por Dussel tanto en este ensayo -de forma breve pero puntual- como en sus 16 Tesis de Economía Política, específicamente desde la Tesis 1 hasta la Tesis 4, y de manera más desarrollada.
87
hay una confrontación directa entre la corporalidad viviente y el capital (el cual se presenta
como trabajo objetivado/acumulado), entre lo vivo y lo muerto. Pero -y esto es lo realmente
preocupante dentro del sistema capitalista- lo que aquí también acontece es la subsunción
del primero por el segundo. Lo vivo se convierte en un instrumento para el despliegue de lo
muerto. Es decir, cuando el trabajo vivo se presenta en el mercado capitalista como fuerza
de trabajo, como esa mercancía mágica capaz de crear más valor del que ella misma tiene
(como dirá Marx en el Cap. V de El Capital), y se vende por un tiempo determinado para
crear plusvalor (sin tener plena conciencia de ello), se puede decir entonces que el trabajo
vivo se constituye ahora como un momento de la lógica del capital: “El creador del ser se
transforma en una mediación del ser; el trabajo vivo es cosificado, explotado, y de origen
metafísico se transforma en un medio del valor [...] Esta inversión [...] indica que el sujeto
se hace cosa y la cosa se hace sujeto.” (Dussel, 2020, p. 102) Esto último será identificado
por Dussel como fetichismo. Estamos ya inscritos en un sistema que, de suyo, es necrofílico
y se alimenta tanto de la vida humana como de la Naturaleza para el crecimiento indefinido (Marx diría acumulación infinita) de capital, a la manera de una espiral creciente. Un
sistema cuya lógica de la muerte muchos pensadores posmodernos decidieron no seguir
desentrañando analíticamente o no sometieron a duda a partir de un criterio de la vida.
Este fetichismo del capital -que pasó desapercibido por la economía política clásica (y cuya
ceguera sigue replicándose por la economía contemporánea de corte neoliberal) en tanto su
discurso se quedó anclado en el ámbito de las apariencias y no atravesó el ámbito de la esencia, del fundamento de lo que aparece- será uno de los grandes descubrimientos del autor alemán
y se convertirá en una noción ampliamente estudiada por el pensador argentino. En efecto,
este concepto que fue rechazado por Althusser al identificarlo con la etapa de juventud de
Marx, es decir, con la etapa precientífica, es reivindicado por Dussel al colocarlo en su justa
posición dentro de la totalidad de la obra de Marx, cobrando entonces toda su actualidad
y potencialidad crítica. Pero no sólo lo reivindica; también se apropia de él para utilizarlo
como herramienta conceptual en sus diversos estudios. Así pues, la noción de fetichismo
nos conecta directamente con el sexto ensayo en donde lo utilizará como inversión, y -para
asombro de una izquierda marxista declarada abiertamente atea y de una derecha supuestamente consecuente con los principios de la religión- pondrá de relieve algunos elementos
teológicos presentes en el discurso crítico de Marx.
De acuerdo con Dussel, Marx no solamente era un gran estudioso del campo económico,
filosófico o histórico (que es como se le ha conocido canónicamente), sino que lo era también del campo teológico. Así lo constata a partir de un breve fragmento de la Introducción a
la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, citado al inicio del ensayo: “La crítica del cielo se
torna de este modo en la crítica de la tierra [...], la crítica de la teología en la crítica de la política” (Marx, 1982, p. 492). Pero, ¿cuál es el sentido de esta afirmación enigmática? O antes
bien, ¿qué implica la crítica de la teología?
La interpretación dusseliana sostendrá que Marx, en su época, señaló la presencia de una
inversión dentro de la religión cristiana. Esto quiere decir que el cristianismo olvidó, desatendió e incluso ocultó, el mensaje crítico y de liberación tanto de Cristo como de los primeros seguidores de su doctrina, un mensaje comprometido con las víctimas y los excluidos
de cualquier sistema de dominación. Por su parte, los inicios de esta inversión del cristianismo los localizará Dussel alrededor del siglo IV con la aceptación del cristianismo por parte
del Imperio Romano durante el mandato de Constantino. De ser el Dios cercano a los que
sufren las injusticias, pasó a ser el Dios fundador de imperios, el Dios de los opresores.104
Esto llevará a caminos turbios a lo largo de la historia del cristianismo. Uno de ellos -el
más actual y cercano a nuestro tiempo y localización geográfica- tiene que ver con que este
cristianismo invertido, fetichizado, entra en alianza con el capitalismo. Capitalismo y cristianismo se suelen considerar como elementos no contradictorios, afines entre sí.105 Pero si
104 Este tema se profundiza en el “Apéndice 1: Descolonización epistemológica de la teología” de Las Metáforas Teológicas de
Marx (Dussel, 2017, pp. 257-275).
105 Dos ejemplos históricos en los que se puede identificar esta supuesta unión armónica entre cristianismo y capitalismo
serían: 1) el cristianismo calvinista que “reformuló cristianismo para hacerlo compatible con la ciencia económica y el mismo
capitalismo que nació en su seno” (Dussel, 2020, p. 151); y 2) los fundamentalismos religiosos como los cristianos sectarios norteamericanos, los sionistas de derecha, los fundamentalistas islamistas o la derecha cristiana conservadora y promotora de golpes
de Estado y de dictaduras en América Latina.
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ya la crítica de la economía política de Marx había develado los mecanismos a partir de los
cuales el capital “chupa” la sangre del proletariado (metáfora de Marx y en la que Dussel
identifica la presencia del pensamiento semita, pues en éste la sangre es símbolo de la vida),
entonces también será necesaria una crítica de este cristianismo invertido y justificador de
sistemas de dominación. Esto es la crítica de la teología, por la que se preguntó en un inicio.
Una crítica que supondrá un retorno a los orígenes del cristianismo, cuando éste se afirmaba como un discurso crítico que fundamentaba una praxis de liberación; una crítica que
permita la conciliación del creyente actual con el sentido crítico del cristianismo primitivo,
similar a como lo hicieron Thomas Müntzer en tierras germanas a inicios del siglo XVI o
la Teología de la Liberación en América Latina en la segunda mitad del siglo XX. Así, “un
cristianismo crítico (que invierte la inversión de la cristiandad) es contradictorio con el capitalismo” (Dussel, 2020, p. 148). Y, por tanto, el creyente crítico se encaminará hacia el proceso de destrucción y transformación (el segundo y tercer momento de la política diacrónica,
como se vio en el tratamiento del primer ensayo) del orden injusto, fetichizado, explotador.
A lo largo de estos apartados, que hemos intentado sintetizar, se han hecho explícitas, por
una parte, tanto la necesidad del reconocimiento de la dignidad del Otro/a y de todos los
saberes que habían sido encapsulados en la periferia global, así como la de entablar un diálogo crítico con la propia Modernidad. Pero, además, se ha tratado de enfatizar la necesidad
de un momento positivo de la política, capaz de articular el proceso político más allá de la
mera negación del orden vigente, apuntando hacia otra realidad posible. Todos esos temas
son recogidos en una de las últimas incursiones teóricas de la Filosofía de la Liberación: la
estética. Un tema cuya elaboración apenas comienza y se presenta hacia el final del texto
con la cautela de ser enunciada a través de siete “hipótesis generadoras”.
Empecemos por definir los temas centrales de esta exposición. A la estética se le define como un sub-mundo dentro de un mundo, es decir dentro de una “Totalidad ontológica” (Dussel,
2020, p. 164). El campo estético natural está compuesto por la totalidad de los entes de un
mundo que, en tanto bellos, forman parte de él. Pero ¿qué es lo que define a lo bello como tal?
La propuesta de Dussel define la belleza análogamente a como lo hace con el valor de uso.
El valor estético de las cosas, su belleza, se formula en términos de una relación en acto. Ya
que ella “no es ni mera existencia subjetiva ni tampoco sólo una propiedad física de la cosa
real […], la belleza es un fenómeno que se refiere a propiedades físicas de las cosas reales, es
decir, que es parte del cosmos […], pero que se manifiesta fenomenológicamente con sentido
al ser subsumido en el mundo” (Dussel, 2020, p. 159). Ahora bien, si en el valor de uso la cosa
real se constituía en función de la necesidad viviente, en la belleza la cosa real se constituye en
función del “criterio de la afirmación de la vida del observador de la cosa real, en tanto es
inteligida sensible y emotivamente” (Dussel, 2020, p. 160),
La aísthesis será integrada al sistema categorial dusseliano como una facultad con la que
los seres vivos cuentan y que les permite relacionarse con los objetos de su mundo como
cosas bellas; dicha capacidad de percepción de la belleza manifiesta simultáneamente una
comprensión del ser-en-el-mundo, así como un querer-vivir-en-el-mundo. Se trata de una
facultad volitiva que afirma el deseo de vivir desde la naturaleza de la subjetividad. Pero
una vez se pasa al ámbito del mundo transformado culturalmente, a la aísthesis se le debe
distinguir de la poíesis. El autor desarrolla aísthesis como una posición primera o facultad de
la subjetividad que des-cubre las cosas reales y su belleza contenida, mientras que la poíesis
es elaborada como el momento óntico o productivo de la obra artística. El filósofo en cuestión abre en su sistema categorial la posibilidad de percepción y desarrollo estético y artístico
por todos los mundos culturales al afirmar que “la aísthesis es determinada culturalmente”
(Dussel, E., 2020, p. 168). Es precisamente en la técnica o el uso de instrumentos culturales
que se consigue transformar la naturaleza del mundo, abriendo la posibilidad de expresar
ónticamente una creación artística (poíesis) como obra de arte. La obra de arte supone ya una
aísthesis, pero con el uso de instrumentos se consiguen desarrollar los momentos de la estética natural, se consigue crear pinturas, música o danzas nuevas que manifiestan una historia
cultural contextualizada y en relación con otros campos de la existencia de cada mundo.
Por otra parte, Dussel identifica una mutua determinación entre el campo estético y otros
campos de la vida humana como lo son el económico, el ético y el político, por mencionar
algunos. Además, afirma la inexistencia de una última instancia que determine el resto. Las
normas estéticas de la obra de arte son, como el resto de los campos de la vida, determinadas
89
histórica y culturalmente. Aunque con frecuencia un campo domina y mediatiza al otro, el
autor aboga por una mutua determinación en la cual los campos involucrados no pierdan
su autonomía. Al enumerar ciertos ejemplos históricos en donde el mundo estético-artístico
se encontraba al servicio de una política fetichizada como propaganda mercantil, el autor describe un “uso fetichista del arte” (Dussel, 2020, p. 175).
En contraposición con una estética anclada en el individualismo moderno (como lo es la
kantiana), el filósofo de la liberación propone una definición de la obra de arte paralela al
arte comunitario, la cual integra el concepto de una estética obediencial fundamentada en un
consenso de la comunidad y de la cual surjan obras que aparezcan con un sentido, comprensibles para el pueblo por haber sido creadas por él. Es decir, la estética de la liberación responde
a una vida comunitaria, atendiendo a las necesidades de esta última. Todo ello sin tratar de
imitar acríticamente las estéticas vigentes o impuestas por el centro, y sin menospreciar las
obras de los artistas de las culturas de la periferia llamándoles kitsch, folclor o estéticas feas.
Dussel es contundente al criticar la historia de la estética hegemónica y la invención de una
historia mundial del arte que toma como punto de partida a la Antigüedad griega, atravesando toda la “Edad Media” hasta llegar a la Modernidad, la cual desde 1492 ha impuesto en todos los mundos del cosmos valores coloniales, capitalistas, racistas y eurocéntricos.
Con esto Dussel presenta el último capítulo abierto en su pensamiento, el cual se nutre de
todos los avances que su filosofía ha asimilado en los últimos años. En este esbozo de una
estética de la liberación ya se distinguen, por ejemplo, los momentos crítico positivo y crítico negativo en la construcción de una nueva Totalidad. Además, en su perspectiva estética
se integra su posición crítica con respecto a la Modernidad, con la cual se debe entablar
un diálogo cuidadoso de no replicar su lógica dominadora. No obstante, este es un tema
abierto que se irá transformando y consolidando en los años venideros, de ahí que debamos
entender estas reflexiones como hipótesis en un estricto sentido.
Como se ha visto de manera esquemática y general, muchos de los temas presentados
en el libro son la continuación de largos años de reflexión de nuestro autor, presentando
además nuevas aportaciones provocativas para el asombro tanto de las anteriores como de
las nuevas generaciones. Esto es prueba indudable de que la Filosofía de la Liberación se
mantiene activa y receptiva ante los nuevos problemas que se le presentan al pensamiento
crítico latinoamericano.
El giro decolonial, como se abordó en la Introducción de la presente reseña, se debatía
entre una serie de problemas cercanos al proceder político de los últimos años. Si bien este
libro se publicó en un momento de cambio positivo en que el retorno de los gobiernos progresistas en América Latina apenas se vislumbraba (como Argentina, por ejemplo), junto con
el importante movimiento de masas que condujo al cambio de la constitución chilena, no
obstante, la situación se fue agravando con el golpe de Estado en Bolivia y con la creciente
pandemia de escala mundial que ha pegado de manera muy agresiva a los países del Sur.
Todo ello, aunado a muchos otros eventos difíciles de enumerar, impedía una clarificación
sobre el presente y el futuro: una crisis que movía el tablero geopolítico y que ofuscaba -de
forma casi fatalista- cualquier intento de liberación.
Sin embargo, la crisis como el momento de coyuntura en el que se abre la imperante necesidad de elegir presenta también la oportunidad de ejecutar un cambio ante el pronóstico
del desastre. “Triunfo o fracaso, justicia o injusticia, vida o muerte, en definitiva, la salvación
o la condenación”, como sostenía Kosselleck (2012, p. 132), son los límites en los que hoy
se juega el destino de la humanidad.
En este contexto, el libro de Dussel nos presenta la necesidad de la alternativa: la de un
ir más allá de los negacionismos o de la sola reivindicación identitaria en la política, la economía, el conocimiento y la estética. Pero también nos muestra la posibilidad de dicha alternativa: la de la construcción, en el terreno de lo concreto, de una nueva Edad de Mundo
Transmoderna. Semejante tarea requiere de espíritus valientes, llenos de profunda vitalidad.
“El único entusiasmo justificable es el que acompaña a la voluntad inteligente, a la actividad
inteligente, la riqueza inventiva en iniciativas concretas que modifiquen la realidad existente”, solía decir Gramsci (1986, p. 100). Esta nueva obra de Dussel es una de esas iniciativas
concretas que nos permitirían alcanzar esa famosa transformación de lo existente.
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91
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(2018) ENRIQUE DUSSEL’S
ETHICS OF LIBERATION. AN
INTRODUCTION. PALGRAVE
MACMILLAN. USA.
CARLOS E. DE TAVIRA LEVERONI
FFyL, UNAM
La filosofía latinoamericana como filosofía de la liberación descubría su condicionamiento cultural (se pensaba desde una cultura determinada), pero además
articulada (explícita o implícitamente) desde intereses de clases, grupos, sexos,
razas, etcétera, determinadas. La location había sido descubierta y era el primer
tema filosófico a ser tratado. El “diálogo” intercultural había perdido su ingenuidad y se sabía sobredeterminado por toda la edad colonial (Dussel, 2015, p.28).
Desde la década de los setenta del siglo pasado, el diálogo Sur-Sur, como encuentro intercontinental de las periferias, tomó entre las manos un proyecto filosófico emancipatorio que
reconocía frente a sí la avasallante cultura imperialista (Cfr. Dussel, 2015, pp.29-30). No obstante, pese a los sinceros esfuerzos de pensadores como K-O Apel, o Immanuel Wallerstein,
el diálogo Norte-Sur, como momento analéctico de reconocimiento del Otro (Sur), continúa
sin permear lo suficiente como para afirmar una simetría entre ambas comunidades de comunicación: las centrales y las periféricas.
Allende la invisibilización del pensamiento latinoamericano en los grandes debates filosóficos, de las academias norteamericanas y europeas, la filosofía de la liberación de Enrique
Dussel, en su largo tránsito, ha logrado introducirse con un efecto disruptivo y cuestionador
de la totalidad occidental. No es fortuito que, por poner un ejemplo, la Standford Enciclopedia
of Philosophy (SEP) la caracterice como el movimiento y método filosófico latinoamericano
con mayor recepción internacional, y de mayor influencia en América Latina y los Estados
Unidos (Cfr. Mendieta, 2016).
La filosofía de la liberación tiene el objetivo de pensar de manera distinta el papel de América Latina en la historia mundial, a partir de recursos intelectuales
autóctonos, a partir de la dependencia económica, cultural, y política. Tiene un
objetivo práctico: la liberación. En términos generales, la filosofía de la liberación se define a sí misma como un discurso contra-filosófico, ya sea como una
crítica al colonialismo, imperialismo, globalización, racismo y sexismo, que está
articulado a la experiencia de explotación, destitución, alienación y reificación,
en el nombre de proyectos de liberación autonomía y autenticidad [traducción
propia106] (Mendieta, 2016).
La filosofía de la liberación, como movimiento filosófico del Sur global, apunta, asimismo,
al reconocimiento inevitable, visible y perentorio del discurso del Otro fuera de Europa, el
de las víctimas oprimidas y excluidas como un primer momento su ética (Cfr. Dussel, 1998,
106
Todas las citas y referencias de obras provenientes originalmente del inglés son una traducción propia.
92
REVISTA FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN. DESCOLONIZACIÓN Y TRANSMODERNIDAD, ENERO-JUNIO 2021, N°1.
p.76). De tal manera, que es en sus principios éticos (material, formal y de factibilidad) donde se halla la misión histórica de la filosofía de la liberación como proyecto de humanismo
planetario. Principios que el filósofo norteamericano Frederick Mills —cuya obra se desea
reseñar aquí— introducirá para ser leída, discutida y divulgada en el Norte global en su reciente libro Enrique Dussel’s Ethics of Liberation. An introduction107.
Frederick Mills, profesor de Filosofía en la Universidad de Bowie, dedica siete capítulos
a una introducción a la ética de la liberación, que si bien centra la mirada en una de las
máximas obras dusselianas, Ética de la Liberación en la edad de la globalización y de la exclusión a
dos décadas de su publicación, su escrito funge también como una síntesis elocuente del
pensamiento filosófico de Enrique Dussel, pues incursiona, a partir de los principios material, formal y de factibilidad de la ética, en las reflexiones políticas, económicas y transmodernas del filósofo de la liberación. Reconoce también en su historia de vida el sendero que
le condujo a desarrollar una ética que en sus inicios se pensó eminentemente latinoamericana, pero fue derivando en una ética para un humanismo planetario indispensable para la
producción y reproducción de la vida humana y la biósfera.
[…] pretendo articular cómo Dussel justifica la lucha por la liberación: (a) explicando las principales categorías de la filosofía de la liberación; (b) describiendo
el método analéctico; (c) articulando a detalle los principios éticos, y, (d) mostrando cómo esos principios son subsumidos en el campo político y económico
(Mills, 2018, p.1).
El esfuerzo de Mills por introducir la amplitud de la filosofía dusseliana a través del esclarecimiento de los principios de su ética de la liberación, como él mismo señala, debe partir, en
un primer momento, de la fenomenología de Emannuel Levinas como revés de la ontología
heideggeriana; y, aunado a ello, repara en explicar al Norte global la teoría de la dependencia
como sutura del reconocimiento del Otro con el pensamiento crítico latinoamericano. Estas
claves del pensamiento de Enrique Dussel, son fundamentales para el entendimiento cabal
de su obra, ya sea en tanto filosofía política, crítica a la economía política, y como praxis liberadora. De ser comprendido lo anteriormente señalado, conforme al orden de exposición
del filósofo norteamericano, es menester aducir que la filosofía de la liberación se plantea
la negación de la negación de la producción y reproducción vida humana, declaradamente
opuesta a los sistemas totalizantes. “Totalidad y alteridad son categorías que enmarcan la
lucha entre, por un lado, sistemas totalizantes que instrumentalizan la vida humana, y por
el otro la alteridad de las víctimas por debajo de esos sistemas” (Mills, 2018, p.21).
Sin embargo, como bien interpreta Mills, para Dussel ni siquiera sistemas como totalizantes como el capitalismo están completamente cerrados, existe una brecha en que la alteridad
resiste a la completa instrumentalización “[…] porque la negatividad del Otro es como un
vacío que siempre impide al círculo cerrarse como una Totalidad cumplida: son dos semicírculos que nunca se unen porque el Otro es insistematizable, incomprensible, Misterio de
la libertad que nos relanza continuamente como historia” (Dussel, 1973, p.175).
La otredad se devela en el encuentro cara-a-cara, es decir, en el momento de la epifanía del
Otro. “La epifanía del Otro es una auto-revelación de un ser autónomo cuyo punto de vista
es trans-ontológico, o bien, exterior a la ontología y no puede ser entendido en términos de
categorías ontológicas” (Mills, 2018, p.48). No es suficiente, por tanto, abordar la opresión
a partir del método dialéctico y de términos puramente ontológicos, sino que el postulado
dusseliano se propone desarrollar un método trans-ontológico capaz de aproximarse al Otro
y comprender la totalidad en sí misma como una entidad: el método analéctico.
El término analéctico, aná, más allá, léctico, de logos, refiere a una perspectiva más
allá del logos. Logos aquí refiere a la totalidad hegemónica en el sentido determinado por el horizonte de la razón instrumental de occidente. La analéctica es
una perspectiva cuyo punto de referencia descansa más allá del sentido de tota107 El mismo Dussel, en los comentarios al inicio de la obra de Mills, la reconoce como una práctica de diálogo Norte-Sur
en el camino de la descolonización de la filosofía eurocéntrica frente al riesgo planetario del suicidio colectivo ecológico de la
modernidad (Cfr. Dussel en Mills, 2018).
93
lidad hegemónica […] El movimiento de la ontología al trans-ontológico, de la
dialéctica a la analéctica no es solo una superación crítica de la ontología. Uno
puede trascender de la ontología por medio de una perspectiva cínica nihilista o
absurda. (Mills, 2018, pp.53- 54).
La decisión expositiva de Mills, al explicar el movimiento de la perspectiva ontológico-dialéctica por una trans-ontológica bajo el método analéctico se halla fundamentada en Para
una ética de la liberación latinoamericana (tomo II), en tanto Dussel señala que “El Otro es lo ético
originario, en cuanto es el origen de la eticidad y la moralidad […]” (Dussel, 1973, p.188).
Toda praxis liberadora tiene como primer objetivo reconocer al Otro en tanto alteridad, como
exterioridad a la totalidad; y de tal encuentro emana la posibilidad de establecer principios
de acción racional conformes con la producción y la reproducción de la vida humana más
allá de la avasallante dominación. Haciendo alusión a la autobiografía de Rigoberta Menchú, el método analéctico expone el encuentro cara-a-cara con el Otro como condición de
posibilidad de la ética de la liberación puesto que, como apunta Mills al respecto: las víctimas son los potenciales protagonistas de la teoría y praxis liberadora (Cfr. Mills, 2018, p.58).
La obra de Frederick Mills aquí expuesta concentra un especial esfuerzo analítico-expositivo
en su cuarto capítulo The Ethical Principles para elucidar los tres principios que sostienen, no
sólo a la ética de la liberación, sino, en gran medida, al pensamiento político y económico
de Enrique Dussel y su crítica a la racionalidad instrumental. Los tres principios desarrollados por Dussel en su Ética de la Liberación (1998), derivan de sus más importantes discusiones
teóricas, a las cuales Mills recurre de primera mano para poder presentarlas con claridad.
PRINCIPIO MATERIAL DE LA VIDA HUMANA Y LA NATURALEZA.
En primer lugar, el principio material parte de la premisa de que la ética de la liberación es una
ética de la vida y que, por tanto, se ve obligada a actuar siempre en beneficio de la producción y reproducción de la vida humana y de la biosfera (Cfr. Dussel, 1998, p.55; Mills, 2018,
p. 66). La ética de la liberación, así como su praxis, implica la negación de toda negación
material de la vida humana. El capitalismo, como sistema totalizante concentrado en la reproducción del capital mediante el exterminio de la madre naturaleza y la explotación del
trabajo humano es, en efecto, un sistema que niega la vida humana y que conduce al ser
humano al suicidio colectivo; siendo así, en efecto, irracional. Explica Dussel:
No debe extrañar entonces que esta Ética sea una ética de afirmación rotunda
de la vida humana ante el asesinato y el suicidio colectivo a los que la humanidad se encamina de no cambiar el rumbo de su accionar irracional. La Ética
de fa Liberación pretende pensar filosófica y racionalmente esta situación real y
concreta, ética, de la mayoría de la humanidad presente, abocada a un conflicto
trágico de proporciones nunca observado en la historia de la especie humana,
filogenéticamente hablando (Dussel, 1998, p.11).
Mills, en su desarrollo de la afirmación vida, alude a las recientes investigaciones de Jorge
Zúñiga sobre el principio de imposibilidad (2017). Los aportes de Zúñiga expresan dos ideas
irrebasables de la ética de liberación:
1. Ningún acto humano o ninguna práctica es fácticamente posible sin el sujeto viviente
ni la naturaleza.
2. Ninguna realidad humana puede ser realizable sin el sujeto viviente y la naturaleza.
Aquí nos enfrentamos a dos principios de imposibilidad en los que ambos son
mutuamente implicados. Uno es una extensión del otro. Por tanto, ambos se basan sobre la aceptación de la idea de que la realidad humana (realidad práctica
intersubjetiva), se crea y transforma a través de prácticas, acciones y pensamientos
del ser humano. Esto es a lo que nos referimos como realidad práctica, ya que
implica la relación cara-a-cara. Así, la realidad práctica significa que la realidad es
posible y depende de nuestros pensamientos y nuestra praxis (Zúñiga, 2017, p. 55).
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Mills coincide con Zúñiga al preponderar el principio de imposibilidad ante cualquier
formalidad de la ética, ya que, como indica la alusión anterior, la conservación de la vida
humana es la condición de posibilidad por excelencia de toda ética y de todo acto racional.
Los sistemas totalizantes que niegan la vida humana son, bajo este principio, incorrectos, contrarios a la ética. En consecuencia, de este primer principio deberá surgir otro que vehiculice
argumentativamente la ética de la liberación, mismo que se gestará como producto de uno
de los más importantes diálogos Norte-Sur en la trayectoria filosófica de Dussel.
PRINCIPIO FORMAL DE LA ÉTICA DE LA LIBERACIÓN.
El segundo principio de la ética de la liberación, proviene de la discusión que por más de
una década mantuvo Dussel con el filósofo alemán Apel, exponente de la ética discursiva.
El principio formal tiene la finalidad de promover la producción y la reproducción de la vida
en comunidad, en harmonía con la Madre Naturaleza (Cfr. Mills, 2018, p.81). Fue gracias
a desarrollos de la ética del discurso apeliano, como el a priori de la comunidad de comunicación, y a su crítica desde el Sur, que Dussel halló el problema de la exclusión de sectores
oprimidos de la comunidad de comunicación como uno de los principales impedimentos
formales de su ética. Dicho en palabras de Mills
Una comunidad de comunicación que asume la prevalencia del sistema capitalista,
con su inequidad estructural […] no puede expresar, en buena fe, estar promoviendo una simetría máxima de todos los que son afectados […] Para aquellos
que son dominados o excluidos no estarán incluidos en el diálogo, o estarán incluidos con ciertas desventajas respecto a quienes los dominan (Mills, 2018, p.82).
Para que formalmente pueda haber praxis liberadora, los grupos oprimidos, las víctimas,
deberán encontrarse en igualdad de condiciones para dialogar y tomar decisiones. Ésta no
fue solamente la principal crítica esgrimida por Dussel a la pragmática trascendental de Apel,
sino que también se volvió el principio formal de la ética de la liberación. La explicación de
Mills sobre el principio formal de la ética de la liberación, repara en presentar la respuesta
de Dussel a la tesis de la comunidad ideal de comunicación de Apel, explicitando el vínculo
de este segundo principio con el principio material. Dicho vínculo se manifiesta en el hecho
de que personas alienadas y en condiciones de explotación no se encontrarán simétricamente posicionados para argumentar con quienes los oprimen. Superar la negatividad del
sistema capitalista sobre la vida humana como la opresión significaría, entonces, equilibrar
las condiciones materiales y por ende argumentativas. Empero no siendo esta la realidad de
América Latina como periferia, como exterioridad, es menester acudir al método analéctico. “Desde el punto de vista analéctico, la ética discursiva no considera suficientemente que
muchos interlocutores simplemente no pueden participar en términos iguales en términos
de toma de decisiones sobre materias que les afectan directamente” (Mills, 2018, p.2018).
En resumen, el principio formal de la ética de la liberación, siempre engarzado a las raíces
trans-ontológicas y analécticas, apelará forzosamente a igualar las condiciones argumentativas
de las comunidades de comunicación de la alteridad frente a las comunidades dominantes.
PRINCIPIO DE FACTIBILIDAD Y LA RACIONALIDAD ESTRATÉGICA DE LA
ÉTICA.
El tercer y último principio de la ética de la liberación, es aquél que permite la transformación
de las instituciones y de las relaciones entre los sujetos; el principio de factibilidad. Remitiéndose
al radical principio zapatista, el cual vio la luz en la Declaración de la Selva Lacandona: Otro
mundo es posible, Mills se adentra en la exposición de la factibilidad. Mills aducirá, basándose
en la Ética de la liberación (1998) y en las 14 tesis de ética (2016) que la lucha para hacer posible
la superación de la negación de la vida humana y la degradación de los ecosistemas son un
imperativo categórico de la ética dusseliana (Cfr. Mills, 2018, p.93).
La distinción con base en la cual Mills explicará la factibilidad ética, echará mano de obras
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como la Crítica de la razón utópica de Franz Hinkelammert (1984) y The material principle and the
formal principle in Dussel’s ethics de J. L. Marsh (2000). Siguiendo a Marsh, si bien el capitalismo es lógica, empírica y técnicamente factible, bajo la perspectiva de la liberación, es éticamente infactible (Cfr. Mills, 2018, p.94). Es éticamente infactible dado que contradice tanto
el principio material de la ética como producción y reproducción de la vida; y el principio
formal, puesto que separa a la sociedad en clases, cuyas relaciones de subalternidad impiden
la igualdad de condiciones de diálogo y toma de decisiones. Por tanto, la factibilidad ética
está vinculada forzosamente al principio material y al principio formal (Cfr. Mills, 2018, p.94).
Sin embargo, un elemento inalienable del principio de factibilidad es que, sujeto a los dos
principios anteriores, también deberá complementarse de la racionalidad estratégica para
lograr transformaciones en el mundo de la vida. Dicho en palabras de Dussel:
El criterio de factibilidad podría en principio definirse en algunos de sus momentos
de la siguiente manera: el que proyecta efectuar o transformar una norma, acto,
instituci6n, sistema de eticidad, etc., no puede dejar de considerar las condiciones
de posibilidad de surealización objetiva, materiales y formales, empíricas, técnicas, económicas, políticas, etc., de manera que el acto sea posible teniendo en
cuenta las leyes de la naturaleza en general, y humanas en particular. Se trata de
elegir las adecuadas o eficaces mediaciones para determinados fines. El criterio
de la verdad abstracta (teórica y técnica) dice relaci6na dichos fines; su validez
se juega por la «eficacia» formal de compatibilidad del medio al fin, calculada
por la razón instrumental estratégica. Quien no cumple estas exigencias empírico-tecnológicas intenta un acto imposible. Es decir: «Ningún proyecto puede realizarse sino es materialmente posible, y la voluntad no puede sustituir jamás las
condiciones materiales de posibilidad». […] La razón estratégico-instrumental
tiene su lugar insustituible en la ética. Se ocupa de los «medios-fines» de la acción humana (Dussel, 1998, p. 266).
Es de ese modo que Mills sostendrá que la razón estratégica puede hacer posibles transformaciones en las condiciones socio-económicas y políticas; aquello requiere transitar más
allá de la crítica y de la deconstrucción (Cfr. Mills, 2018, p. 99). El principio de factibilidad
conduce la praxis a acciones políticamente efectivas para la transformación y liberación de
las comunidades humanas.
Los tres principios de la ética de la liberación serán subsumidos por la propuesta política
y económica de Dussel. Por ello Mills emprende la tarea de introducir, asimismo, las tesis
políticas y económicas de la filosofía de la liberación de Dussel. Para que una práctica política, o un sistema económico sean liberadores deben ser consecuentes con los tres principios,
conservando la vida, igualando las condiciones políticas de toma de decisiones, y siendo fácticamente viables conforme la razón estratégica.
LA POLÍTICA Y LA SUBSUNCIÓN PRINCIPIOS ÉTICOS
La clara distinción de Dussel de las categorías del poder en la política (potentia, potestas e hiperpotentia108), deben ser comprendidas, según la lectura de Mills, como únicamente posibles
de cumplirse los principios éticos material, formal y de facticidad. Por un lado, la política,
para considerarse éticamente justificable debe ceñirse al principio de imposibilidad, siendo
que, como señala Mills, “sin la existencia del ser humano vivo y la naturaleza, ni la política
ni cualquier otra realidad humana es posible” (Mills, 2018, p. 105). En segundo lugar, la
praxis política, en el sentido liberador, debe dirigirse y tener por principio, a la simetría de
las condiciones de participación y de argumentación para ser considerada democrática (Cfr.
Mills, 2018, p. 106). Asimismo, la política de la liberación pretende ser fácticamente posible
108 Dentro del sistema filosófico de Enrique Dussel, el poder político se puede comprender bajo tres categorías: potentia, es decir, “ [el] poder que tiene la comunidad como una facultad o capacidad que le es inherente a un pueblo en tanto última instancia
de la soberanía”(Dussel, 2006, p. 27); potestas, como ejercicio delegado del poder investido en instituciones de gobierno (cfr. Dussel, 2006, p.27); e hiperpotestas como la recuperación del poder constitutivo frente al potestas corrompido (cfr. Mills, 2018, p.105).
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y materializarse en instituciones y tomas de decisión. Sin embargo, frente a toda interpretación utopista de la política, como bien aclara Mills, la política de la liberación apela al desenvolvimiento de una racionalidad estratégica crítica para traer consigo la transformación
del orden establecido, en consecuencia con los principios material y formal (Cfr. Mills, 2018,
p.107). En efecto, aquello no es sino la subsunción de los principios éticos en una teoría política crítica (Mills, 2018, p.107).
La subsunción de los principios éticos para la política delinea el objetivo preciso del poder
del pueblo: la recuperación del poder corrupto y fetichizado. Dicha finalidad, supone que la
corrupción del poder vela el camino para potentia y potestas como condiciones de posibilidad
de transformación, para cuya única alternativa es la hiperpotentia conceptualizada por Dussel
como el poder del pueblo autocrítico y comprometido con las voces que representa estableciendo nuevos consensos contrahegemónicos (Cfr. Mills, 2018, p.117).
LA ECONOMÍA POLÍTICA Y LA SUBSUNCIÓN DE LOS PRINCIPIOS
ÉTICOS.
En el mismo sentido en que Mills expone la política de la liberación, efectúa también un
análisis de las 16 tesis de economía política (2014). Afirmando lo siguiente:
En el campo económico, la perspectiva del trabajo vivo y su relación metabólica
con la naturaleza es el punto de partida para la crítica de la economía política y
el desarrollo de normas para una economía de la liberación (Mills, 2018, p.131).
El clamor de justicia que da sentido a la filosofía de la liberación, bajo cualquier sistema
económico, según Mills en su lectura de Dussel, depende de su conformidad con las normas
materiales, formales y estratégicas. Empero, las implicaciones éticas de un sistema económico
no son siempre evidentes, por lo que una verdadera crítica de la economía debe des-cubrir el
movimiento real del capital, así como su impacto en la vida humana y la naturaleza. Dichas
ideas de la ética de la liberación, incluyendo el método analéctico, se encuentran ya implícitos en la obra de Marx (Cfr. Mills, 2018, p. 132). Por lo anterior, como bien señala Mills:
Desde el punto de vista de la ética de la liberación, el sistema capitalista no-ético,
porque explota la vida humana y la biosfera en favor de la acumulación privada
sin considerar la dignidad de la vida. Esta explotación toma forma de alienación
del trabajo vivo, en tanto este produce y reproduce su posibilidad de vivir. (Mills,
2018, pp.132-133).
El trabajo, tanto en para el pensamiento de Marx como para la ética de la liberación, posibilita la producción y reproducción de la vida humana. Superar la alienación del trabajo
vivo requiere, arguye Mills, la transformación del sistema económico en un modo que organice el ciclo de producción de acuerdo con normas derivadas de los tres principios éticos
(Mills, 2018, p. 141).
PALABRAS FINALES.
Mills posiciona en el debate la necesidad de asumir la ética de la liberación para la transformación del sistema negador de la vida mediante el diálogo intercultural. El proyecto
liberador de Dussel, tal como arguye Mills, debe fincarse a la construcción de un humanismo planetario, anti-totalitario y transmoderno (Cfr. Mills, 2018, p.146), lo cual es fácticamente imposible sin un dialogo transversal e intercultural, más allá de la cultura moderna
europeo-estadounidense (Cfr. Dussel, 2015, p.52). Cada comunidad cultural, en diálogo con
otras comunidades, retiene y desarrolla una contribución única al humanismo planetario
mientras encuentra puntos de convergencia con más amplias comunidades de comunicación” (Mills, 2018, p.151).
Mills, cierra su trabajo introductorio invitando no solo a fortalecer el diálogo Norte-Sur,
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sino a asumir la corresponsabilidad liberadora para evitar el desastre que ha traído el capitalismo, replanteando una nueva hegemonía centrada en los consensos que afirmen la producción y reproducción de la vida.
Este dialogo solo puede promover la transformación del sistema actual si se vincula con los movimientos sociales y otras expresiones organizadas del poder popular en condiciones simétricas de comunicación. Un creciente disenso mundial
tiene el potencial para formar uno nuevo consenso hegemónico que detenga la
marcha del suicidio colectivo y salvar nuestro planeta. […] de no hacerlo estamos perdidos (Mills, 2018, p.155).
BIBLIOGRAFÍA
Dussel, E., 1973, Para una ética de la liberación latinoamericana. Siglo veintiuno editores.
Buenos Aires.
—, 1998, Ética de la liberación en la edad de la globalización y la explotación. Editorial Trotta.
Madrid
—, 2006, 20 tesis de política. Siglo veintiuno editores. Centro de Cooperación Regional
para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe (CREFAL). Ciudad de
México.
—, 2014, 16 tesis de economía política: Interpretación filosófica. Siglo veintiuno editores. Ciudad
de México.
—, 2015, Filosofía de la cultura y transmodernidad. UACM. Ciudad de México.
—, 2016, 14 tesis de ética: hacia una esencia del pensamiento crítico. Editorial Trotta. Madrid.
Hinkelammert, Franz (1984) Crítica de la Razón Utópica. Editorial DEI. San José
Marsh, J. L. (2000) “The material principle and the formal principle in Dussel’s ethics”,
en L. M. Alchoff y E. Mendieta (Eds.) Thinking from the underside of history: Enrique Dussel’s
philosophy of liberation. pp.51-67. Rowman and Littlefield publishers. Lanham.
Mendieta, Eduardo (2016) “Philosophy of liberation”, en Standford Enciclopedia of
Philosophy, Primera publicación 28 de enero de 2016. Disponible en: https://plato.
stanford.edu/entries/liberation/.
Mills, Frederick B. (2018) Enrique Dussel’s Ethics of liberation. An introduction. Mac Millan.
USA.
Zúñiga, Jorge (2017) “The principle of impossibility of the living subject and nature”. En
the CLR James Journal, 23 (1-2), pp.43-59.
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BOLETÍN INFORMATIVO AFyL
PRIMER SEMESTRE 2021
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SIMPOSIO INTERNACIONAL DE FILOSOFÍA
DE LA LIBERACIÓN: “LA MODERNIDAD
JAQUEADA: HACIA UNA NUEVA EDAD DEL
MUNDO”
Simposio inscrito en el marco del XX Congreso
Internacional de Filosofía “Humanismo incluyente, diversidades, filosofía y bien común”, organizado de manera bianual por la Asociación
Filosófica de México (AFM). El Simposio es la
reunión más grande de México dentro de un
Congreso Nacional en el ámbito de la Filosofía
y en esta versión se propone pensar la necesaria
transición a una Nueva edad del mundo ante la modernidad capitalista y el colapso de la
biodiversidad terrestre. El encuentro se llevará
a cabo en San Luis Potosí (México), el primer
semestre del 2021 y la modalidad de será online. Contacto: simposioafylSLP@gmail.com
CONGRESO INTERNACIONAL “LUCHA Y
LIBERACIÓN HOY”
Evento organizado desde la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ, Chihuahua,
México) en participación conjunta con la University of Texas, El Paso (UTEP). El encuentro girará en torno a los conceptos de praxis,
movilización social, ciencia y filosofía moral
de la lucha y liberación en el contexto contemporáneo y contará con las conferencias
magistrales del Dr. Enrique Dussel (AFyL,
UNAM-I) y del Dr. Leonard Harris (PBOS,
Purdue University). Fecha de realización: 5 y
6 de marzo 2021 (modalidad online). Contacto
struggleandliberation@gmail.com
SEMINARIO PERMANENTE DE FILOSOFÍA
DE LA LIBERACIÓN “PERSPECTIVAS Y
PROSPECTIVAS”
SEMINARIO EN TORNO A LAS 16 TESIS
DE ECONOMÍA POLÍTICA DE ENRIQUE
DUSSEL (AFYL-SLP)
Espacio organizado desde el 2019, donde se
han trabajado textos del pensamiento decolonial, así como de la filosofía y teología de Ignacio Ellacuría. En el primer semestre de este
año se expondrán y trabajarán las 16 tesis de
economía política de Enrique Dussel. Las sesiones se realizan de manera quincenal los días
jueves, el formato será virtual y la fecha de inicio se informará oportunamente. La actividad
es abierta a todo público interesado. Contacto:
octavio.90@gmail.com
DIVERSAS ACTIVIDADES AFYL
ARGENTINA
1) Curso de Posgrado ‘’Debates actuales en
torno a la Estética, la Pedagogía y la Epistemología desde la perspectiva de la Filosofía
de la liberación’’ U. Nacional del Comahue,
Facultad de Ciencias de la Educación. Inicio abril 2021. Contacto: formacionafyl.ar@
gmail.com 2) Taller ‘’Introducción a la Filosofía de la Liberación. Hacia un pensamiento
decolonial’’ Universidad Nacional de las Artes,
Folklore. Inicio 6 de marzo de 2021. Contacto: folklore.extension@una.edu.ar 3) Diplomatura “Religiosidad en Abya Yala, Geopolítica y Movimientos Sociales”, Universidad
Nacional de San Isidro, (cuarta cohorte);
versión en homenaje al maestro Juan Carlos
Scannone. La diplomatura universitaria en filosofía de la liberación es un proyecto político-educativo 100% virtual, que a mediados de
año avanzará a su quinta cohorte. Contacto:
formacionafyl.ar@gmail.com
Organizado por AFyL México desde el 2010,
este seminario es un espacio destinado a la difusión y desarrollo peramente de la Filosofía de la
Liberación. El presente Ciclo (III, Modulo II),
contará con la lectura, exposición y discusión
de la obra: “Política de la Liberación: Crítica”
(Tomo I, Trotta, 2007) del Dr. Enrique Dussel. La instancia se realiza de forma quincenal,
siendo autogestiva, abierta a público general y
gratuita. Fecha de realización: 19 de febrero
al 4 de julio del 2021 (vía zoom). Contacto:
semilleroafyl@outlook.es
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REVISTA FILOSOFÍA DE LA LIBERACIÓN. DESCOLONIZACIÓN Y TRANSMODERNIDAD, ENERO-JUNIO 2021, N°1.