La Liga está al alcance y la temporada se salvará con dignidad. Xavi ha hecho un buen trabajo con el equipo que le han facilitado cuantos altos cargos han desfilado por el entorno inmediato de Laporta. El futuro no está escrito. Lo que sí se sabe es que el Barça ha entrado como institución en otra fase. El socio cuenta muy poco si es que todavía cuenta. No hablo de dictadura pero sí de sistema autoritario en el sentido de que las decisiones importantes no pasan por ningún filtro, cedazo institucional o debate. Las asambleas se hacen telemáticamente y no hay voces discrepantes. Todos los indicadores económicos señalan un endeudamiento que el club será difícil que supere con la aportación de las cuotas de los socios, la publicidad institucional o el merchandising. Un grupo de socios encabezados por el economista Jaume Llopis pide un informe sobre las condiciones de financiación del Espai Barça.
Uno de los argumentos es que una operación de tal magnitud no cuenta con la aprobación de la Asamblea General de socios de octubre de 2021. Tampoco se conocen los compromisos que se han pactado con la entidad financiera prestataria. La transparencia no es el plato fuerte de esta presidencia que cuenta muy poco con el parecer y la voluntad de los socios. Hay quien sostiene que la nueva situación que se vislumbra es inevitable. No lo sé. Lo que sí cabe exigir es que se hable con claridad sobre todos los aspectos de la gestión y de las expectativas de cambios en la estructura del club. Es demasiada y muy larga la historia del Barça para que se cambie su forma sin consultarlo a los que todavía son sus dueños, los socios. No sirve aquella prescripción del despotismo ilustrado que decía que “todo para el pueblo pero sin el pueblo”.