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Pelotas de goma Ester Quintana: "Perder un ojo por una bala de goma no me condiciona para seguir yendo a manifestaciones"

Ester Quintana, este miércoles en Lavapiés, Madrid, donde ha presentado un informe para la prohibición del uso policial de las pelotas de goma que le mutilaron un ojo en 2012.
Ester Quintana, este miércoles en Lavapiés, Madrid, donde ha presentado un informe para la prohibición del uso policial de las pelotas de goma que le mutilaron un ojo en 2012. Jairo Vargas

Ocurrió un 14 de noviembre de 2012. Era una huelga general de aquellos años de crisis económica, recortes sociales y despidos masivos y baratos. Ester Quintana estaba en paro después de regentar una cafetería en Barcelona. Decidió que era su deber apoyar la huelga en la calle, pero aquella protesta le salió cara. Una pelota de goma disparada por los Mossos d'Esquadra le impactó en el rostro. Perdió el ojo izquierdo y su vida dio un vuelco. Dos agentes fueron juzgados por su caso. Salieron absueltos. La impunidad policial es regla en estas situaciones. No se pudo identificar a quien apretó el gatillo y ni siquiera quedó probado si el impacto fue de una pelota de goma o un proyectil de foam. Ocho años y seis operaciones después, su rostro es ya símbolo de la lucha por la prohibición de esta munición "menos letal" que ha segado una vida, 11 ojos, dos bazos y un testículo en intervenciones policiales los últimos 20 años. Así consta en el informe que este miércoles ha presentado en Madrid junto a las organizaciones Novact e Irídia. Pensó que su caso sería el último en Catalunya, donde lograron la prohibición, pero lamenta que no fuera así.

¿Cómo le ha cambiado la vida desde el día que un pelota de goma le mutiló el ojo?

Me ha cambiado la perspectiva de la justicia, de cómo tiene ser y funcionar la sociedad. También en el plano psicológico. Yo nunca había tenido que ir a terapia ni al psicólogo, y he necesitado mucho de eso para superarlo. Por otro lado, vi que a mi alrededor se creaba un movimiento de personas solidarias conmigo y con otras víctimas de pelotas de goma. Y pasé de ser una persona anónima a que se me reconozca en la calle o que me hagan entrevistas.

En el plano físico, ¿cómo es ahora su vida cotidiana?

Ya no me veis como yo era antes. Ni yo tampoco. Me miro al espejo y no reconozco la mitad de mi cara. En lo físico, no es solo la discapacidad que ya es de por vida, sino la visión y su conexión con el cerebro, que sigue enviando información a los dos ojos. Se me cansa mucho la vista. Tengo pérdidas de equilibro y apenas puedo ver ni valerme por mí misma cuando hay oscuridad…

¿Cómo era la Ester Quintana de antes y cómo es la de ahora?

No sé cómo definir el cambio, pero me lo noto. Antes era más confiada, ahora estoy más a la defensiva. Enseguida veo las furgonetas grandes de Policía. Con solo un ojo las tengo todas localizadas al momento. Antes no estaba en ese estado de alerta y prevención constante.

¿Cómo se supera un trauma así?

En eso estoy. No lo voy a superar nunca por completo porque lo veo cada mañana. Cuando tengo legañas porque tengo un cuerpo extraño, una prótesis que el cuerpo rechaza. Lo físico afecta psicológicamente. También, cuando voy en el metro y la gente me mira o cuando me preguntan en el trabajo qué me ha pasado en el ojo. Todo eso me recuerda a ese momento, me revive todo el proceso judicial, la relación con la Administración, con la Consellería de Interior, con la Generalitat de Catalunya. Me remueve todo. He intentado hacer cosas en positivo, que me hicieran sentir bien para superarlo. Intentar que esto no le vuelva a pasar a nadie más me ha ayudado mucho. Y hablarlo. Cada vez que lo cuentas es un poco menos de carga que llevas encima.

¿Qué sitió cuando vio a la Policía disparar otras pelotas de goma en Barcelona tres años después de haberse prohibido allí?

Me gustó mucho que se prohibirán las balas de goma, trabajamos mucho para ello. Fue una victoria total. Pensábamos que no volvería ocurrir, pero cuando la Policía Nacional empezó a disparar balas de goma en Barcelona no nos lo podíamos creer. Pesábamos que en Catalunya no se podían disparar. Pero la ley tenía una letra pequeña: solo estaban prohibidas para los Mossos d'Esquadra, no para otros cuerpos policiales. Ellos dispararon y la responsabilidad de esos disparos es de todas las fuerzas de seguridad. Cuando me enteré de que Roger Español había perdido el ojo por lo mismo que yo, pensé que no podía ser. Era como si todo volviera a empezar. Por eso estamos hoy aquí, en Madrid, porque todo el esfuerzo que se hizo en Catalunya para prohibir las balas de goma lo vamos a repetir en España y, si hace falta, en el extranjero.

 ¿Qué imagen de la justicia le ha quedado después de su proceso judicial?

Antes pensaba que en un juicio se ponían todas las pruebas sobre la mesa y que de ahí salí un veredicto justo. Ya no lo pienso. En mi caso no ha existido la justicia. Es solo un nombre. No es que no pudieran encontrar al culpable, es que no quisieron. Dijeron que los informes no estaban claros, que no había pruebas, pero no era cierto. Los informes que aportamos a la causa constataban que mis lesiones eran compatibles al cien por cien con una pelota de goma. Al juicio vinieron a testificar todos los médicos forenses especialistas que realizaron los informes, los cirujanos que me operaron, los oftalmólogos y otros cirujanos que habían operado a otras víctimas. Dijeron que las lesiones eran 100% compatibles. Los proyectiles de foam son más precisos, me tendrían que haber disparado directamente al ojo para hacerme esto con una bala de foam.

Llámame ingenua, pero quiero pensar que no me dispararon aposta a la cara. Eso sería mucho más grave que un rebote en el suelo que me da por casualidad. Los Mossos, en sus investigaciones internas, pusieron todas las trabas posibles para no encontrar al responsable. Había tres escopeteros ese día. Dos de pelotas de goma y uno de balas de foam. Si el juez dudaba de que me hubieran herido con foam debería haber imputado a los tres. Hubo mucha opacidad y pocas ganas de encontrar al culpable para que no hubiera un responsable.

La verdad de los hechos es importante para superar un trance así, ¿cree que desde la Administración alguien ha intentado esclarecer la verdad?

Creo que sí, pero se han topado con el corporativismo y no han conseguido ir más allá.

¿Siente que ha sido reparada de alguna manera?

Cobré una indemnización de 261.000 euros que me ayudó a pagar todos los informes, que fueron muy caros. Tuve que pagar todos los honorarios de abogados. Lo que me quedó me ayudó a desarrollar mi vida. Pero ese dinero no compensa para nada la pérdida de un ojo. Aunque es la única forma que tuvo la Administración de reconocer que se me había disparado y que los Mossos eran responsables, aunque no se pudiera determinar en el juicio el autor material. La Generalitat sí reconoció públicamente su responsabilidad mediante esta indemnización, también es una parte de esa verdad por la que antes me preguntabas.

Según el informe en el que ha participado, es habitual que durante los procesos judiciales se responsabilice o culpabilice a la víctima. ¿Se ha sentido así?

Nunca me he sentido culpable porque soy una persona pacífica que jamás hubiera hecho daño a nadie ni a nada. No me merecía lo que me pasó. Me he sentido decepcionada, he tenido rabia, impotencia y frustración por no poder cambiar lo que me pasó. Pero no yo no tengo la culpa de nada. Aun habiéndome pasado esto, la parte de la lucha por la prohibición ha contribuido a que lo negativo se borre un poco.

¿Ha vuelvo a asistir a una manifestación?

Sí. Pensé que era algo importante que tenía que superar, al igual que volver al lugar de los hechos. Lo hice pronto para que no me cogiera por sorpresa mientras caminaba un día por Barcelona. Las primeras movilizaciones a las que asistí fueron por mi propio caso, y también por el de Juan Manuel Benítez, que murió cuando era reducido por ocho mossos. También he ido a las manifestaciones del 8 de marzo. No puede ser un condicionante para no ir a protestas el haber recibido un pelotazo en el ojo. Precisamente, las balas de goma se utilizan para eso. Tenemos que seguir manifestándonos, es nuestro derecho y nadie no los puede quitar.

¿Cómo se siente ahora en una movilización en la que hay policías antidisturbios?

Voy siempre rodeada de gente, como protegida. Al mínimo peligro que veo me voy a mi casa. Solo me queda un ojo y me lo tengo que cuidar.

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