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«Primera noche», un relato perteneciente al libro «Diez noches de sueños», de Natsume Sōseki

       

Esto fue lo que soñé. 

Estoy sentado de brazos cruzados cerca del lecho sobre el que yace tendida boca arriba una mujer que dice con voz serena que va a morir. 

Sus largos cabellos se esparcen por la almohada y enmarcan un dulce rostro ovalado. Un ligero rubor enciende la blanca piel de sus mejillas. Sus labios muestran un saludable

'Un brazo', texto de Yasunari Kawabata


-Puedo dejarte uno de mis brazos para esta noche -dijo la muchacha. Se quitó el brazo derecho desde el hombro y, con la mano izquierda, lo colocó sobre mi rodilla.

-Gracias -me miré la rodilla. El calor del brazo la penetraba.

-Pondré el anillo. Para recordarte que es mío -sonrió y levantó el brazo izquierdo a la altura de mi pecho-. Por favor -con un solo brazo era difícil para ella quitarse el anillo.

"Estupor y temblores: La fascinante obra literaria de Amélie Nothomb"

"Estupor y temblores: La fascinante obra literaria de Amélie Nothomb"

Mi espíritu no pertenecía a la raza de los conquistadores, sino a la especie de las vacas que pacen en las praderas de las facturas esperando la llegada del tren de gracia. ¡Qué hermoso era vivir sin orgullo y sin inteligencia! Hibernaba.

Yo reino. El poder no me interesa. Reinar es mucho más hermoso. 

Ryūnosuke Akutagawa | Sennin


Ryūnosuke Akutagawa (1892-1927), escritor japonés. Antes de quitarse la vida, explicó fríamente las razones que lo llevaban a tal decisión y compuso una lista de suicidas históricos, en la que incluyó a Cristo. Entre sus obras citaremos Cuentos grotescos y curiosos, Los tres tesoros, Kappa, Rashomon, Cuentos breves japoneses. Tradujo obras de Browning al japonés. 

'Los siete puentes', relato de Yukio Mishima


Eran las once y media de una noche de luna llena del mes de septiembre. Al terminar la reunión a la cual habían asistido, Koyumi y Kanako regresaron a la Casa del Laurel e inmediatamente vistieron sus kimonos de algodón. Hubieran preferido bañarse antes de cambiar su ropa, pero aquella noche no quedaba tiempo para eso. Koyumi tenía cuarenta y dos años, una figura regordeta, alrededor de cinco pies de altura y un kimono estampado con hojas negras. Kanako, la otra geisha, aun cuando sólo tenía veintidós años y era buena bailarina, no tenía protector y parecía destinada a no desempeñar nunca un papel de importancia en los bailes anuales de otoño y primavera de las geishas. Su kimono decrêpe tenía remolinos azules sobre un fondo blanco.

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