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Eduardo Pilonieta Pinilla
Viernes 20 de mayo de 2016 - 12:00 PM

Causa de la violencia: la ausencia del Estado

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Una de las causas de la violencia en Colombia es la ausencia del Estado, manifiesta cuando las personas necesitan de sus instituciones para la protección de sus derechos o para lograr la coexistencia pacífica con sus conciudadanos.

La verdad es que en este país el Estado solo es efectivo cuando de perseguir a los ciudadanos se trata, y si no, miremos ejemplos simples para probarlo: las autoridades viales, incapaces de organizar el caos vehicular, son eficientísimas cuando de imponer multas se trata; las autoridades fiscales son de una eficiencia absoluta cuando de vigilar los ingresos de los ciudadanos y confrontarlos con los pagos de sus respectivos impuestos, lo cual prueba que nuestro Estado existe tan solo para expoliarnos, pues cuando se trata de protegernos, desaparece como por encanto.

Sin embargo, son las cosas pequeñas del diario vivir las que más nos incomodan y nos llevan al borde de la violencia física: el vecino ruidoso que resulta imposible de acallar, pues no existe u mecanismo policivo eficiente para el efecto; el dueño del vehículo que nos obstruye el garaje y nos obliga a someternos a su absoluta voluntad, pues no hay autoridad que acuda cuando la necesitamos, por ejemplo.

A nivel macro: la desaparición literal de la justicia, la desatención en materia de salud; la pésima calidad del modelo educativo nacional, pues el Estado no ha podido con ninguno de estos problemas

Las teorías sociológicas afirman la inexistencia de vacíos sociales; por lo tanto, cuando desaparece quien debe controlar, alguien lo hará en su defecto y de esa manera termina distorsionándose el modelo social, se alteran las relaciones de poder y aparece la violencia como el mecanismo idóneo para mantener el nuevo estatus.

En síntesis, se pueden acabar las bandas criminales actuales que fracasaron en su propósito de alcanzar el poder por las armas, pero si el Estado no puede cumplir su función, aparecerá quien las sustituya, y de esa manera volverán otros guerrilleros, más paramilitares o, en el peor de los casos, el matón del pueblo quien impondrá su propia voluntad, y entonces… otra vez vuelve la burra al trigo.

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