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250 aspirantes a maestros hacen las prácticas en escuelas rurales para anclarse en el territorio

La Universitat Jaume I de Castellón pone en marcha una iniciativa pionera de aprendizaje más allá de lo curricular en municipios afectados por la despoblación

Alba Ferreres, realizando sus prácticas en el patio del aulario de Xert (Castellón), en una imagen proporcionada por el centro educativo.
Alba Ferreres, realizando sus prácticas en el patio del aulario de Xert (Castellón), en una imagen proporcionada por el centro educativo.

Alba Ferreres (20 años) cita de carrerilla el nombre de los seis alumnos, “tres niños de tres años y tres niñas de cinco”, que integran el aulario de Xert, el pueblo de Castellón de 700 habitantes en el que acaba de concluir sus prácticas con sello rural. Es una de las 250 estudiantes de segundo curso de los grados de Maestro o Maestra en Educación Infantil y en Educación Primaria de la Universitat Jaume I (UJI) de Castellón que participa en un programa innovador para realizar prácticas duales en medio centenar de escuelas rurales de la provincia, 37 de ellas en municipios de menos de 3.000 habitantes.

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Se trata de un practicum pionero en el sistema universitario español, recogido en el plan de estudios de los dos grados como una de las asignaturas obligatorias de segundo curso. Hay experiencias previas, como en Teruel o Lleida, pero con grupos más reducidos, con estudiantes becados o como proyectos piloto, no con este perfil transversal y obligatorio. La formación práctica dual del alumnado se complementará el curso siguiente con estancias en centros de alta diversidad, y en cuarto curso con prácticas en colegios de libre elección y la posibilidad de especialización en Educación física, Música o Inglés.

La iniciativa tiene un objetivo pedagógico, con el valor añadido que aportan las prácticas rurales, pero además vincula la universidad al territorio y facilita un aprendizaje más allá de lo curricular: conocer el día a día de una escuela rural, acercar la realidad de los pueblos al estudiantado universitario y promover una experiencia vital en municipios afectados por la despoblación. La singularidad del proyecto de la UJI radica también en el perfil dual de las prácticas, que combinan la estancia en los centros educativos con un seminario semanal en la universidad donde el alumnado reflexiona sobre conceptos y contenidos de otras asignaturas a partir de la experiencia vivida en el aula.

La idea es que los universitarios se formen al mismo tiempo que descubren el medio rural y, de esta manera, contribuir a que en un futuro puedan elegir estos colegios como salida profesional. De momento es pronto para valorar el impacto directo del proyecto sobre la despoblación. La continuidad a medio-largo plazo será clave para baremar su capacidad de generar arraigo, señala uno de los coordinadores, el vicedecano Jesús Gil. “En todo caso, a través de la estancia en estos municipios y la interacción con escolares y familia, el alumnado en prácticas va a conocer desde una perspectiva diferente y vivencial el día a día en estos pueblos. Sin duda, esto puede generar un vínculo especial estudiantado-universidad-centro escolar-municipio y derivar en dinámicas que contribuyan a paliar la despoblación y a apreciar el territorio. La máxima ‘conocer es querer’ cobra especial sentido en esta formación de futuros docentes”, apostilla.

María Agut, estudiante en prácticas, y la maestra Lavinia Martínez en el aulario de La Serra d'en Galceran en una imagen cedida por el centro.
María Agut, estudiante en prácticas, y la maestra Lavinia Martínez en el aulario de La Serra d'en Galceran en una imagen cedida por el centro.
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La experiencia está logrando cambiar perspectivas. “Pensaba que no me iba a gustar, estaba súper convencida de que quería una ciudad para hacer las prácticas, pero en el pueblo se está muy bien. Me gustaría trabajar en un Colegio Rural Agrupado (CRA) como l’Ullastre, al que pertenece Xert, porque ha sido una experiencia muy bonita, es todo muy acogedor y familiar”, sostiene Alba.

Vecina de Castellón, eligió Xert por un vínculo familiar. Es el pueblo de su abuelo y de su padre, y escenario de sus veranos. Esos en los que la afluencia a esta pequeña localidad se cuadruplica. No conocía la cara b del entorno rural fuera de la temporada alta, pero le ha sorprendido gratamente. “Estamos al lado de la montaña, y cuando terminamos las clases damos paseos por el monte, vamos a la ermita o a visitar otros pueblos”, explica, con el sonido de los pájaros de fondo, desde la casa familiar en la que se aloja. Lo hace en plural, porque durante su estancia de prácticas ha compartido hogar y tiempo de ocio con otra compañera que ha hecho prácticas en su mismo CRA, pero en el vecino aulario de La Salzadella.

El impacto positivo que deja la primera fase de este proyecto piloto parece ser recíproco, a pesar de la reticencia que, reconoce Jesús Gil, generaba en los estudiantes la idea de salir de su residencia habitual. “Con este proyecto el alumnado está saliendo progresivamente de su zona de confort y acercándose a nuevas realidades”, dice. Y eso, al principio, cuesta.

En la puerta de la escuela

Sus seis alumnos esperaban a Alba en la puerta el día de su llegada. Nunca antes habían tenido a una profesora de prácticas. Lavinia Martínez, maestra rural en el CRA La Serra -que aglutina los aularios de La Serra d’en Galceran, Els Ibarsos y Rosildos- corrobora la misma emoción que generó en sus también seis alumnos la llegada de María Agut, alumna a la que ha tutorizado el último mes. “El primer día de María fue de mucha alegría. Le dieron un recibimiento emocionante; ya les había ido hablando de ella y estaban deseando que llegara. Es la primera profesora de prácticas que viene el tiempo que llevo aquí, y ya van tres años”, dice. Y es que con este proyecto innovador, la universidad pone también su grano de arena para avanzar en la igualdad de oportunidades en el territorio, abriendo la experiencia de una estancia en prácticas a colegios que hasta la fecha quedaban al margen de ella.

Para Lavinia, barcelonesa, es clave dar a conocer la escuela rural. “Valoro muy positivamente la iniciativa: antes aquí no venía nadie y estos centros también existen. Hay que visibilizar todos los tipos de escuelas. En la universidad hay que aprender, verlo todo y luego elegir”, indica. Ella no tuvo esa toma de contacto previa. Aterrizó en el CRA La Serra “sin saber si quiera cómo funcionaba una escuela rural”, pero su futuro está ligado ya a esta pequeña población. “Me costó mucho adaptarme porque era una realidad totalmente diferente a la que conocía; pero la experiencia, la vivencia y el proyecto de centro me enganchó”.

“El futuro laboral es posible en una escuela como esta para cualquier maestro”, afirma Martínez. Tanto aquí como en un centro urbano, la premisa es la vocación. “A María le digo que como maestra sea vocacional: los niños necesitan cobertura académica pero también aprendizaje en la vida, trabajar las emociones. Sin vocación, no es posible. Saber organizarse también es clave: aquí, con lo multinivel, el trabajo se multiplica”.

Debido a la emergencia sanitaria por la covid-19, el período de prácticas se ha dividido en dos turnos de un mes cada uno, el 50% de la presencialidad de un curso sin restricciones. El alumnado del primer turno, el de Alba Ferreres y María Agut, hace unos días que finalizó las clases. El segundo bucea ya, hasta el 7 de junio, en el día a día de una escuela rural.

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