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BOSNIA, CUANDO JUSTICIA Y PAZ SON INCOMPATIBLES

La paz en Bosnia Herzegovina ha resultado ser, tras la firma de los acuerdos de Dayton, una construcción tan difícil y llena de peligros como lo fue el inicio de la guerra, en 1992. Tras la redacción de los textos en la ciudad estadounidense, y la firma y el apretón de manos de los líderes políticos concernidos en París, el 15 de diciembre pasado, la idea de una vuelta a la normalidad en esa sufrida república de los Balcanes parece chocar contra la irrenunciable necesidad de juzgar a los criminales de guerra, tal como hace el Tribunal Penal Internacional de La Haya.

Sobre el papel las fronteras quedaron delimitadas, fueron aceptados los porcentajes de territorio dados a cada comunidad y el cese de las hostilidades pareció tener el apoyo de todos. Pero lo que ningún tratado de paz puede corregir es el deseo de justicia de quienes sufrieron, la sed de venganza de los que fueron torturados o de quienes perdieron de forma innecesaria a familiares y seres queridos. En suma: la voluntad de ver castigados a los asesinos, para que la paz no se convierta en la victoria de los verdugos y la justicia no sea la repartición de la culpa entre el degollador y su víctima.
Pero es ahí en donde surgen los problemas y en donde la paz parece ser tan irracional como la propia guerra. El Tribunal de La Haya, en cuyas celdas duermen ya dos oficiales serbios de alto rango condenados por crímenes de guerra, es una piedra en el zapato de la paz al punto de que el artífice de los acuerdos, el negociador estadounidense Richard Holbrooke -nominado al Premio Nobel de la Paz- , se vio obligado a organizar una nueva cumbre este fin de semana en Roma con los presidentes de las tres repúblicas: Alija Izetbegovic por Bosnia, Slobodan Milosevic por Serbia y Franjo Tudjman por Croacia.
La razón es simple: desde el arresto de los dos oficiales serbios y su rápida extradición a Holanda, los serbios de Bosnia cancelaron todos los contactos con Sarajevo y un clima de hielo vino a instalarse nuevamente en la región.
La necesidad de justicia, encarnada en el Tribunal Penal, se ha convertido así (junto con los disturbios entre croatas y musulmanes en la ciudad de Mostar) en el escollo más importante para el desarrollo de los acuerdos de Dayton. Lo dijo el propio Holbrooke a su paso por París, y de ahí la urgencia de la reunión de Roma para volver a poner la paz en el buen camino .
No hubo derrotados
Para nadie es un secreto que en toda paz son necesarios los sacrificios y, en ocasiones, la injusticia y hasta la impunidad, sobre todo en el caso de un conflicto que no termina con la derrota militar de una de las partes, como fue el caso de la Segunda Guerra Mundial.
En Bosnia hubo acuerdo con cese el fuego, no derrota, lo que para los serbios significa que ninguno de los suyos puede ni debe ser juzgado, de ahí su actitud de protesta ante las decisiones del Tribunal Penal.
El caso de Oriente Medio es un ejemplo: para muchos israelíes de hoy Yasser Arafat sigue siendo un terrorista, pues no olvidan sus acciones del pasado en contra del Estado de Israel. Y para muchos palestinos Israel es un Estado terrorista, que mató y torturó palestinos y que se impuso por la fuerza violando las resoluciones de Naciones Unidas. Pero todos cedieron un poco, olvidaron rencores y lograron correr un tupido velo que les permitirá, sin duda, una convivencia pacífica a corto plazo. Será necesario algo similar en Bosnia? Es lo que los serbios exigen aún en contra de la legalidad internacional.
Discurso v.s. práctica
Para los líderes occidentales, al menos en el discurso, la cuestión de los criminales de guerra no es negociable ni antes, ni durante, ni después de Dayton , pero lo cierto es que las fuerzas de paz de la IFOR están muy lejos de perseguir ese ideal de justicia. Para ellos, más bien, el Tribunal Penal es un obstáculo que pone en peligro su misión, que es la de hacer cumplir a cabalidad los acuerdos y regresar a sus casas en el plazo de un año.
El líder político serbobosnio Radovan Karadzic y su jefe militar Ratko Mladic forman parte de la lista de 52 criminales de guerra repertoriados por el Tribunal, pero la IFOR no tiene interés y, según dice, tampoco los medios para detenerlos.
Según el comandante en jefe de las fuerzas internacionales, el general estadounidense Leighton Smith, se necesitarían el doble de efectivos para arrestarlo, y afirma, con cierta vergenza, que Karadzic atraviesa muy a menudo por los controles del IFOR pero que a causa de su fortísima escolta es muy difícil pensar en detenerlo .
Pero la verdad es otra: sacar a Karadzic y a Mladic de su bunker no sería sin duda mucho más difícil que sacar al general Noriega de Panamá si existiera un verdadero interés en juzgarlos.
Pero de momento, para Estados Unidos y la comunidad internacional, sirve más a la paz global de la región que ambos criminales sigan en libertad que tenerlos entre rejas.
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