Ninguna memoria puede prescindir del olvido. Si el recuerdo es una manifestación, el olvido es el silencio que permite que entendamos las palabras.
Pero antes de meterme en estos temas vamos a empezar el mail como corresponde.
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Nuevo mes, nuevo libro. Me acuerdo de Martín Kohan se lee muy rápido. Aclaro esto para que no retrasen la lectura; si lo leen de un tirón está perfecto. Además, la brevedad del libro es relativa. Como sucede con los haikus, lo que evoca la enumeración de recuerdos no se mide en palabras.
En este primer mail quería contar un poco el origen del libro. El primer autor que inventó esta forma de enumerar recuerdos fue Joe Brainard. En 1970 publicó una primera versión de Me acuerdo (I Remember) qué rápidamente se volvió muy popular. Fue agregando varias secuelas hasta que en 1975 unificó todas en un único libro.
Georges Perec se fascinó con el libro de Brainard, “un libro digno de ser copiado”, y en 1978 publicó su propio Me acuerdo (Je me souviens). También comenzando cada frase con el enunciado “Me acuerdo…” pero con una redacción más breve, más resumida, como si se tratara de una lista. En 2014 la escritora mexicana Margo Glantz hizo lo suyo en un libro titulado Yo también me acuerdo.
Hay algo en este formato que lo hace muy atractivo. Como dice Paul Auster en el prólogo de la edición de Joe Brainard, publicado por Eterna Cadencia:
Escriba las palabras
Me acuerdo,
deténgase uno o dos instantes, dele una oportunidad a su mente para que se abra, e inevitablemente
recordará,
y recordará con una claridad y una especificidad que no dejarán de sorprenderlo […] Como escribió Siri Hustvedt […] “Joe Brainard descubrió una máquina de recordar”.
Y así llegamos al 2020 y tenemos en nuestras manos los recuerdos de Martín Kohan. Aunque hay algo en esta última frase que no es del todo cierta. Ya voy a volver más adelante sobre esto.
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Me gusta pensar lo que sucede al leer el libro con esta imagen: una mano sobre un piano tocando las teclas de forma espaciada.
Toca una tecla.
Pausa.
Luego otra.
Cada nota suelta es un recuerdo despojado de narración. No hay melodía, no hay nada que se narre. Solo sonidos separados, hechos que se enuncian. Y aún así hay algo que los conecta. Como si el silencio, el olvido que hay entre nota y nota, resonara en nuestra propia memoria.
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Se está por cumplir un año del club de lectura. Me parece que es un buen momento para renovarse un poco, así que pensé algo. A partir de ahora, al final de cada mail voy a compartir un dato sobre algún autor o autora. Algo que no tenga nada que ver con el libro que estamos leyendo. Pero antes, dos cosas:
El miércoles que viene les voy a anunciar el libro que leeremos en octubre. Revisen sus bandejas de entrada.
Y por último, hablando de revisar los mails: ya lo comentaron en el grupo de Facebook pero por si no lo vieron, en el mail del domingo pasado había un mensaje secreto. Está escrito con tinta blanca, al final del mail, en ese espacio que parece vacío. Para verlo tienen que sombrearlo con el cursor (si lo ven desde la computadora) o copiarlo y pegarlo en, por ejemplo, la app de notas (si lo ven desde el celular). Spoiler: es un dato sobre Netlinger.
Nos vemos el domingo en la bandeja de entrada.
Abrazo
Sebastián Lidijover