“Yo soy muy activa, me gusta hacer cualquier actividad, estar al aire libre, muy pocas veces lo hago sola, siempre encuentro a alguien con quien compartir, es por ello que en cuarentena, fuimos buscando distintas formas de hacer gimnasia todos los días, con música en el patio de casa. Así sumamos a Ana, que se estaba poniendo triste por no poder abrazar a sus nietos, las videollamadas no alcanzaban. Se sumó Marta, a quién le encanta la música, sobre todo el tango. Y fueron asomándose Eva, las Alicias, Camila, Baby, Julia, Lore y la más pequeñita, Male, con sus tías y vecinas, que son las amigas de mi hija”, explicó Mirta.
Llegó un momento en que el jardín de la profesora comenzó a quedar chico y se amplió a las veredas. Todas las vecinas comenzaron a seguirla desde la comodidad de sus hogares y a una distancia más que prudencial
“Esta iniciativa nos vino bárbaro. Espero las cinco de la tarde para moverme un poco y pasarla bien. Yo hago en mi jardín, vivo en la esquina y a través de las rejas la veo a la profesora. Trato de hacerlo lo mejor posible pero lo más importante es pasar ese rato y aflojarse un poco”, afirma Martha, vecina de 80 años.
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